-¿Dónde está el Segundo Error? –Sligh se encontraba
de pie junto a Emala, lanzando rayos láser con la mirada a Han y Leia desde la
puerta de su propia suite-. Disteis vuestra palabra.
-Creíamos que se podía confiar en vosotros –dijo
Emala-. Supongo que después de lo de Tatooine deberíamos haber escarmentado.
-¿Que vosotros
deberíais haber escarmentado? –rugió Han.
Entró por la puerta atropellándoles, haciendo que
Sligh cayera al suelo y que Emala retrocediera a trompicones hacia el interior
la suite. Chewbacca estaba de pie frente al centro de ocio, con un par de
auriculares, y realizando un cuidadoso barrido por el mueble con un detector de
escuchas. C-3PO estaba junto a la esquina más cercana, planchando con
dedicación las arrugas de uno de los trajes de noche de Leia. En la pared
opuesta, una sepia del tamaño del Halcón
observaba el interior a través de la cúpula de observación.
Han fulminó a Sligh con la mirada.
-¿Por qué no nos dijisteis que el Segundo Error era
Grees congelado en carbonita?
-Porque sabemos lo listos que sois. –Sligh frunció
el ceño y se frotó el pecho donde la rodilla de Han le había golpeado-.
Habríais hecho un montón de preguntas, y necesitamos vuestra ayuda de verdad.
Chewbacca gruñó frustrado y, mirando en dirección a
la conversación, se colgó los auriculares del cuello.
-Creímos que podríais encargaros del trabajo –dijo
Emala.
Volvió a la zona de entrada y –con una mirada
furtiva a ambos lados del pasillo- cerró apresuradamente la puerta.
-Nos estábamos encargando de ello... hasta que
interferisteis –dijo Leia desde detrás de Han-. Y conseguiremos devolveros a
Grees. Pero, de momento, el precio de Lebauer es demasiado alto.
-¿Demasiado alto? –replicó Sligh-. ¿Qué problema
hay con un contrato de salvamento?
Chewbacca gruñó una pregunta, que C-3PO tradujo
desde su esquina.
-Chewbacca quisiera saber de qué contrato de
salvamento está hablando el roedor portador de la peste. –C-3PO se volvió hacia
Chewbacca-. Pero en realidad no veo ningún signo de enfermedad. Tal vez alguna
picadura de pulga...
-El contrato de salvamento que Lebauer quiere
obtener de la Nueva República. –Interrumpió Leia. Entrecerró los ojos y miró
fijamente a los squibs-. El contrato de salvamento del que Han y yo acabamos de
enterarnos.
Emala lanzó a Sligh una mirada irritada y luego
suspiró pesadamente.
-Mira, la Concha lleva meses intentando conseguir
ese contrato.
-¿La “Concha”? –preguntó Leia.
-La Concha Invisible –explicó Han-. Una especie de
sindicato de negocios, en términos educados. –Se volvió hacia Emala-. ¿Habéis
estado haciendo negocios con la Concha? No creía que fuerais tan idiotas.
Emala se encogió de hombros.
-Necesitábamos un proveedor.
-Se suponía que iba a ser un trato puntual –añadió
Sligh rápidamente-. Pero el dinero nos iba tan bien.
Ambos squibs suspiraron y dejaron caer sus miradas.
-Grees no pudo parar.
-¿Parar qué? –preguntó Leia.
Emala miró a Sligh, quien se encogió de hombros y
asintió rápidamente con la cabeza.
-Aquel trato en Tatooine fue realmente bueno para
nosotros –dijo Emala-. Así que hemos estado vendiendo arte a los imperiales.
-¿Qué imperiales? –preguntó Leia, entrando en modo
interrogador-. ¿Alguien a bordo del Quimera?
Emala volvió a mirar a Sligh, y esta vez él negó
con la cabeza.
-Mirad, es posible que aún pueda recuperar a Grees
–dijo Leia-. Pero no podré hacerlo si nos ocultáis datos. Hasta ahora, lo que
no nos habéis dicho ha estado cerca de hundir este trato.
-Realmente no sabemos quién es nuestro comprador
–dijo Emala-. Hablamos con el capitán...
-Espera. –Han miró a Chewbacca-. ¿Has encontrado
algo?
Chewbacca gruñó una respuesta molesta.
-No me importa lo que se haya olvidado la doncella
–dijo Han-. Me refiero a bichos. De los que tienen orejas.
Chewbacca negó con la cabeza.
-Bien. –Han se dirigió a la zona de comedor, donde
los squibs ya habían dejado media docena de vasos vacíos, y luego hizo un gesto
con la cabeza a Emala-. ¿Decías?
-Hablamos con el capitán Pellaeon –dijo Emala-.
Pero el comprador es otra persona.
-Y mientras esperáis a cerrar la venta de arte,
tomáis unos cuantos secretos para vendérselos a la Nueva República, ¿es eso?
–Han estaba pensando en la información que habían estado vendiendo a la INR-.
Un soborno por aquí, una mano rápida por allá...
-¿Crees que somos ladrones? –Sligh saltó sobre una
silla de comedor y atrajo hacia sí el frutero-. Eso duele.
-Todo lo que hacemos son negocios honestos. –Emala
saltó a su lado, y juntos comenzaron a dar cuenta de los bongas-. Nadie tiene
motivos para quejarse.
-Ciertamente, la Nueva República no los tiene –dijo
Leia-. Pero sigo sin comprender cómo encaja Ludlo Lebauer en esto. ¿Os
olvidasteis de pagar alguna factura del casino?
Sligh se detuvo a punto de dar un mordisco al bonga
que tenía en la mano.
-No sé qué hemos hecho para que nos insultéis de
ese modo, pero seguid así y olvidaré dónde dejé ese software de guía.
-Creía que alguien de vuestra experiencia
comprobaría el expediente de la INR sobre Lebauer antes de salir de Coruscant
–añadió Emala-. Obviamente, no lo hicisteis.
-Lo comprobé –dijo Leia-. No tenían gran cosa, sólo
lo que está disponible en las fuentes públicas: Lebauer es el administrador del
Casino Isla Perla y un miembro muy respetado de la Junta de Visitantes de Pavo
Prime. El informe de la INR no decía nada de la Concha Invisible.
Han comenzó a sentir un peso en el estómago.
-¿No había nada acerca de Lorimar?
-¿Lorimar? –preguntó Leia.
-El tío de Ludlo –dijo Han-. ¿No recuerdas? Lorimar
Lebauer. Fue arrestado por los thyferranos por llevar a cabo una operación de
falsificación de bacta. Murieron miles de personas. Fue encerrado de por vida.
-¡Maldición! –Los ojos de Leia se estrecharon
llenos de rabia-. La INR me proporcionó un archivo saneado.
-Sí. –La mente de Han pensaba a toda velocidad-.
Hace que uno se pregunte qué trataban de ocultar, ¿verdad?
-En realidad no. –La voz de Leia era fría como el
hielo. Se volvió hacia Sligh-. Os ocultabais detrás de Ludlo Lebauer, ¿verdad?
–dijo-. La INR trataba de protegerle porque pensaba que era él quien estaba
vendiéndoles los secretos del Imperio.
Sligh mordió el bonga y puso una cara amarga.
-No se te pasa ni una, ¿eh? –murmuró después.
-Es más seguro así –explicó Emala-. Y usar una
máscara era un buen negocio. La Concha nos proporciona arte, nosotros les
proporcionamos secretos. Nosotros vendemos el arte a Pellaeon, y ellos venden
los secretos a la INR. Todo el mundo sale ganando.
-Hasta que Lebauer se volvió ambicioso –adivinó
Leia-. Entonces congeló a Grees en carbonita y pidió el nombre de vuestro
contacto.
-Cosa que no podíais darle –añadió Han-. Bien
porque os mataría... o bien porque no hay un único contacto, sino un puñado de
ellos.
-Eres un tipo listo, Solo. –Sligh puso los ojos en
blanco y se volvió hacia Leia-. Entonces fue cuando decidimos que teníais que
saber lo de las boasas.
-Y podéis arreglarlo todo –dijo Emala-. Todo lo que
tenéis que hacer es darle a Lebauer su contrato de salvamento.
-Pero tenéis que hacerlo frente a su junta –añadió
Sligh-. Las cosas se pusieron personales entre Grees y él, por decirlo
suavemente.
-No puede dejar que Lebauer tenga esos contratos
–dijo Han, sin dar a Leia siquiera la oportunidad de pensar en ello-. Sé cómo
funcionan los grupos como la Concha. Una vez que empiezas con ellos, vienen a
pedirte más. No pasará mucho hasta que Lebauer le obligue a presionar a los
thyferranos para que permitan que su tío Lorimar salga de prisión.
Eso provocó bufidos y risitas de los squibs.
-Nunca ocurrirá eso –dijo Sligh-. Ludlo es ahora el
presidente en funciones. Lo último que quiere es que Lorimar regrese.
-¿En serio? –Leia arqueó una ceja-. ¿Lorimar es el
presidente legítimo de la Concha Invisible?
-Más vale que lo sea –dijo Emala-. Esa información
nos costó mil créditos. Según nos enteramos, Ludlo es quien dijo a los
thyferranos dónde encontrar a su tío.
-¿En serio? –Han tomó un bonga del frutero y
comenzó a abrillantarlo con la manga con aire distraído-. Ahora sí que tenemos
algo con lo que trabajar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario