martes, 18 de febrero de 2014

El problema con los squibs (II)


-¿Dónde está el Segundo Error? –Sligh se encontraba de pie junto a Emala, lanzando rayos láser con la mirada a Han y Leia desde la puerta de su propia suite-. Disteis vuestra palabra.
-Creíamos que se podía confiar en vosotros –dijo Emala-. Supongo que después de lo de Tatooine deberíamos haber escarmentado.
-¿Que vosotros deberíais haber escarmentado? –rugió Han.
Entró por la puerta atropellándoles, haciendo que Sligh cayera al suelo y que Emala retrocediera a trompicones hacia el interior la suite. Chewbacca estaba de pie frente al centro de ocio, con un par de auriculares, y realizando un cuidadoso barrido por el mueble con un detector de escuchas. C-3PO estaba junto a la esquina más cercana, planchando con dedicación las arrugas de uno de los trajes de noche de Leia. En la pared opuesta, una sepia del tamaño del Halcón observaba el interior a través de la cúpula de observación.
Han fulminó a Sligh con la mirada.
-¿Por qué no nos dijisteis que el Segundo Error era Grees congelado en carbonita?
-Porque sabemos lo listos que sois. –Sligh frunció el ceño y se frotó el pecho donde la rodilla de Han le había golpeado-. Habríais hecho un montón de preguntas, y necesitamos vuestra ayuda de verdad.
Chewbacca gruñó frustrado y, mirando en dirección a la conversación, se colgó los auriculares del cuello.
-Creímos que podríais encargaros del trabajo –dijo Emala.
Volvió a la zona de entrada y –con una mirada furtiva a ambos lados del pasillo- cerró apresuradamente la puerta.
-Nos estábamos encargando de ello... hasta que interferisteis –dijo Leia desde detrás de Han-. Y conseguiremos devolveros a Grees. Pero, de momento, el precio de Lebauer es demasiado alto.
-¿Demasiado alto? –replicó Sligh-. ¿Qué problema hay con un contrato de salvamento?
Chewbacca gruñó una pregunta, que C-3PO tradujo desde su esquina.
-Chewbacca quisiera saber de qué contrato de salvamento está hablando el roedor portador de la peste. –C-3PO se volvió hacia Chewbacca-. Pero en realidad no veo ningún signo de enfermedad. Tal vez alguna picadura de pulga...
-El contrato de salvamento que Lebauer quiere obtener de la Nueva República. –Interrumpió Leia. Entrecerró los ojos y miró fijamente a los squibs-. El contrato de salvamento del que Han y yo acabamos de enterarnos.
Emala lanzó a Sligh una mirada irritada y luego suspiró pesadamente.
-Mira, la Concha lleva meses intentando conseguir ese contrato.
-¿La “Concha”? –preguntó Leia.
-La Concha Invisible –explicó Han-. Una especie de sindicato de negocios, en términos educados. –Se volvió hacia Emala-. ¿Habéis estado haciendo negocios con la Concha? No creía que fuerais tan idiotas.
Emala se encogió de hombros.
-Necesitábamos un proveedor.
-Se suponía que iba a ser un trato puntual –añadió Sligh rápidamente-. Pero el dinero nos iba tan bien.
Ambos squibs suspiraron y dejaron caer sus miradas.
-Grees no pudo parar.
-¿Parar qué? –preguntó Leia.
Emala miró a Sligh, quien se encogió de hombros y asintió rápidamente con la cabeza.
-Aquel trato en Tatooine fue realmente bueno para nosotros –dijo Emala-. Así que hemos estado vendiendo arte a los imperiales.
-¿Qué imperiales? –preguntó Leia, entrando en modo interrogador-. ¿Alguien a bordo del Quimera?
Emala volvió a mirar a Sligh, y esta vez él negó con la cabeza.
-Mirad, es posible que aún pueda recuperar a Grees –dijo Leia-. Pero no podré hacerlo si nos ocultáis datos. Hasta ahora, lo que no nos habéis dicho ha estado cerca de hundir este trato.
-Realmente no sabemos quién es nuestro comprador –dijo Emala-. Hablamos con el capitán...
-Espera. –Han miró a Chewbacca-. ¿Has encontrado algo?
Chewbacca gruñó una respuesta molesta.
-No me importa lo que se haya olvidado la doncella –dijo Han-. Me refiero a bichos. De los que tienen orejas.
Chewbacca negó con la cabeza.
-Bien. –Han se dirigió a la zona de comedor, donde los squibs ya habían dejado media docena de vasos vacíos, y luego hizo un gesto con la cabeza a Emala-. ¿Decías?
-Hablamos con el capitán Pellaeon –dijo Emala-. Pero el comprador es otra persona.
-Y mientras esperáis a cerrar la venta de arte, tomáis unos cuantos secretos para vendérselos a la Nueva República, ¿es eso? –Han estaba pensando en la información que habían estado vendiendo a la INR-. Un soborno por aquí, una mano rápida por allá...
-¿Crees que somos ladrones? –Sligh saltó sobre una silla de comedor y atrajo hacia sí el frutero-. Eso duele.
-Todo lo que hacemos son negocios honestos. –Emala saltó a su lado, y juntos comenzaron a dar cuenta de los bongas-. Nadie tiene motivos para quejarse.
-Ciertamente, la Nueva República no los tiene –dijo Leia-. Pero sigo sin comprender cómo encaja Ludlo Lebauer en esto. ¿Os olvidasteis de pagar alguna factura del casino?
Sligh se detuvo a punto de dar un mordisco al bonga que tenía en la mano.
-No sé qué hemos hecho para que nos insultéis de ese modo, pero seguid así y olvidaré dónde dejé ese software de guía.
-Creía que alguien de vuestra experiencia comprobaría el expediente de la INR sobre Lebauer antes de salir de Coruscant –añadió Emala-. Obviamente, no lo hicisteis.
-Lo comprobé –dijo Leia-. No tenían gran cosa, sólo lo que está disponible en las fuentes públicas: Lebauer es el administrador del Casino Isla Perla y un miembro muy respetado de la Junta de Visitantes de Pavo Prime. El informe de la INR no decía nada de la Concha Invisible.
Han comenzó a sentir un peso en el estómago.
-¿No había nada acerca de Lorimar?
-¿Lorimar? –preguntó Leia.
-El tío de Ludlo –dijo Han-. ¿No recuerdas? Lorimar Lebauer. Fue arrestado por los thyferranos por llevar a cabo una operación de falsificación de bacta. Murieron miles de personas. Fue encerrado de por vida.
-¡Maldición! –Los ojos de Leia se estrecharon llenos de rabia-. La INR me proporcionó un archivo saneado.
-Sí. –La mente de Han pensaba a toda velocidad-. Hace que uno se pregunte qué trataban de ocultar, ¿verdad?
-En realidad no. –La voz de Leia era fría como el hielo. Se volvió hacia Sligh-. Os ocultabais detrás de Ludlo Lebauer, ¿verdad? –dijo-. La INR trataba de protegerle porque pensaba que era él quien estaba vendiéndoles los secretos del Imperio.
Sligh mordió el bonga y puso una cara amarga.
-No se te pasa ni una, ¿eh? –murmuró después.
-Es más seguro así –explicó Emala-. Y usar una máscara era un buen negocio. La Concha nos proporciona arte, nosotros les proporcionamos secretos. Nosotros vendemos el arte a Pellaeon, y ellos venden los secretos a la INR. Todo el mundo sale ganando.
-Hasta que Lebauer se volvió ambicioso –adivinó Leia-. Entonces congeló a Grees en carbonita y pidió el nombre de vuestro contacto.
-Cosa que no podíais darle –añadió Han-. Bien porque os mataría... o bien porque no hay un único contacto, sino un puñado de ellos.
-Eres un tipo listo, Solo. –Sligh puso los ojos en blanco y se volvió hacia Leia-. Entonces fue cuando decidimos que teníais que saber lo de las boasas.
-Y podéis arreglarlo todo –dijo Emala-. Todo lo que tenéis que hacer es darle a Lebauer su contrato de salvamento.
-Pero tenéis que hacerlo frente a su junta –añadió Sligh-. Las cosas se pusieron personales entre Grees y él, por decirlo suavemente.
-No puede dejar que Lebauer tenga esos contratos –dijo Han, sin dar a Leia siquiera la oportunidad de pensar en ello-. Sé cómo funcionan los grupos como la Concha. Una vez que empiezas con ellos, vienen a pedirte más. No pasará mucho hasta que Lebauer le obligue a presionar a los thyferranos para que permitan que su tío Lorimar salga de prisión.
Eso provocó bufidos y risitas de los squibs.
-Nunca ocurrirá eso –dijo Sligh-. Ludlo es ahora el presidente en funciones. Lo último que quiere es que Lorimar regrese.
-¿En serio? –Leia arqueó una ceja-. ¿Lorimar es el presidente legítimo de la Concha Invisible?
-Más vale que lo sea –dijo Emala-. Esa información nos costó mil créditos. Según nos enteramos, Ludlo es quien dijo a los thyferranos dónde encontrar a su tío.
-¿En serio? –Han tomó un bonga del frutero y comenzó a abrillantarlo con la manga con aire distraído-. Ahora sí que tenemos algo con lo que trabajar.

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