Ese
pasillo estaba tan vacío y silencioso como el anterior, salvo por el ocasional golpe
distante que testificaba que Vook y Uuve todavía estaban ahí fuera disparando.
Esperaba que el duro estuviera bien; él y Uuve deberían poder ocuparse de
cuatro coralitas, y las defensas del transporte probablemente eran demasiado
lentas como para derribarle. Sin embargo, podían salir mal tantas cosas...
El
pasillo dio un brusco giro a la izquierda, justo como Klin-Fa había dicho que
haría. La falta de guardias y personal realmente estaba empezando a poner nervioso
a Uldir; seguía recordándose a sí mismo que esto era sólo un transporte, y al
igual que el carguero de su padre, no necesitaba una gran tripulación. Además,
los yuuzhan vong se habían dispersado bastante en los últimos meses. A pesar de
que teóricamente estaban en paz con la Nueva República, todavía tenían que
controlar los planetas que habían conquistado... y habían conquistado una gran
cantidad de planetas. Y si Klin-Fa tenía razón, y se estaban preparando para
una gran maniobra militar, tal vez no hubiera ni un solo guerrero en toda la
nave.
Aún
estaba pensando eso cuando salió al pasillo auxiliar y vio a un yuuzhan vong.
Ni siquiera tuvo la oportunidad de ver a qué casta pertenecía; Leaft disparó
casi simultáneamente con sus tres bláster, y el vong se derrumbó, humeando.
-Podría
no haber sido un guerrero, Leaft -dijo Uldir.
El
dug le miró como si acabara de sugerirle una colonia nudista en Hoth.
-Jefe:
no me importa -dijo Leaft-. Somos cuatro contra toda una nave. Si nos detenemos
para hacer preguntas, nos convertiremos en aperitivo para uno de sus feos dioses.
-Es
cierto -dijo Uldir-. Sin embargo...
Fue
interrumpido por el zumbido de insectos aturdidores. Dos yuuzhan vong
-claramente guerreros, por sus tatuajes y mutilaciones faciales- acababan de
salir de algún lugar delante de ellos y lanzaban las letales armas insectoides.
Uldir giró de medio lado y disparó su arma. Leaft se unió a él, llenando el
pasillo con una red de luz coherente. Uno de los insectos aturdidores golpeó a Uldir
en el hombro, pero ya estaba carbonizado y apenas le dolió. Los guerreros se
precipitaron hacia adelante, levantando sus anfibastones. Los rayos de bláster
chisporroteaban y rebotaron en la armadura de cangrejo vonduun, pero los
guerreros no llevaban máscaras. Uldir dirigió sus disparos a la parte delantera
del vong que iba cabeza hasta que llegó a su cara. Leaft golpeó las
articulaciones de las rodillas del otro, haciendo que se tambaleara. No cayó,
sin embargo, sino que siguió avanzando, levantando el anfibastón en un arco, y
a continuación dejándolo caer en un golpe que aplastaría incluso el duro cráneo
de Leaft. Leaft disparó fríamente a quemarropa a la axila que quedó expuesta
entonces. La experiencia había enseñado que ese era el punto más vulnerable de
tal armadura, y la experiencia no defraudó al dug. El guerrero se derrumbó, su
arma cayó lejos con estrépito, sin causar daño. Leaft saltó sobre el cuerpo
caído e hizo girar el bláster alrededor de su dedo.
-Buen
disparo -dijo Uldir.
-Tengo
muchos más en la reserva -dijo el dug.
-Eso
es bueno, porque hay muchos más de ellos -advirtió Uldir, disparando por el
pasillo sobre otros cinco guerreros que cargaban hacia ellos.
-¡Genial!
-rugió el dug, y saltó de repente, enfundando el bláster de la mano que usaba
para andar y disparando con los otros dos como mientras avanzaba. Uldir le siguió
más despacio, eligiendo sus disparos, deseando que el dug tuviera un poquito
más de disciplina y sentido común. De repente tuvo un insecto aturdidor justo
en la cara. Se agachó para esquivarlo, y casi lo consiguió, pero le rozó la
frente. La sangre comenzó a manar de la herida, y maldijo; sus disparos comenzaron
a salir desviados por la sangre que le cegaba el ojo izquierdo y afectaba
gravemente su percepción de la profundidad. Por delante, Leaft y los guerreros
estaban en rango de lucha cuerpo a cuerpo; el dug saltaba por encima y
alrededor de tres de ellos. Mientras Uldir miraba, saltó por encima de un
anfibastón y sobre la cabeza de su portador, disparando una descarga de bláster
hacia abajo a través de la coronilla del cráneo del yuuzhan vong, gritando como
si estuviera completamente loco.
Los
otros dos aún estaban acercándose a Uldir. Tratando de limpiarse la sangre de
su ojo, disparó a uno de lleno en la cabeza, pero el otro lanzó un insecto
aturdidor. Uldir intentó dispararle, pero sólo logró interponer el arma entre él
y el insecto. Golpeó el bláster, se lo arrebató de la mano, y cayó deslizándose
por el pasillo. Aullando de satisfacción, el guerrero siguió avanzando, con el anfibastón
preparado en la mano.
Uldir
parpadeó una vez ante el guerrero fuertemente acorazado, luego corrió tras su
arma tan rápido como pudo.
El
anfibastón se relajó, pegó un latigazo, se enrolló alrededor de uno de sus
tobillos, y tiró a Uldir al suelo. Cayó golpeando en la cubierta con la cara y
el vientre. Aturdido, arañó la superficie orgánica, pero algo se cerró sobre su
cuello como unas tenazas y lo levantó del suelo, dándole la vuelta. Pataleó
débilmente en el aire mientras el rostro del guerrero yuuzhan vong aparecía ante
su vista.
-Rézale
a tu herética Fuerza -gruñó el guerrero.
Por
encima del hombro del guerrero, Uldir vio que Leaft aún estaba ocupado. Los
rayos de bláster volaban, y el dug era un pequeño ciclón, pero todavía le
quedaban dos enemigos. No recibiría ayuda por su parte.
-Suéltame
ahora mismo, y es posible que salgas de esto con vida -advirtió Uldir.
El
guerrero abrió los ojos como platos. Rio con aspereza y, a continuación,
comenzó a cerrar el espacio entre sus dedos. Lo único que lo detenía era el
cuello de Uldir, lo que no parecía ser un gran impedimento. Uldir forcejeó con
las gigantescas manos del yuuzhan vong, pero sin éxito. O eso creía. Pero a
medida que el universo se fundía en negro, la presión de repente remitió. El
guerrero lo puso casi con suavidad sobre sus pies, y luego, lentamente, se
derrumbó. Uldir cayó con él, notando distraídamente que el yuuzhan vong ya no
tenía cabeza.
Leaft
llegaba hacia él saltando por el pasillo, con el resto de sus oponentes caídos
e inmóviles. Uldir meneó la cabeza y se puso en pie, aturdido.
-¿Estás
bien, jefe? -preguntó Leaft.
-Sí.
Gracias por la ayuda.
El
dug ladeó la cabeza.
-¿Qué?
¿A qué te refieres?
-Ese
casi acaba conmigo -explicó, señalando al guerrero sin cabeza.
-Parece
que te ocupaste bastante bien de él -observó Leaft.
Uldir
frunció el ceño.
-¿No
le has disparado?
-¿Hmm?
Negativo, Capitán.
Fue
entonces cuando Uldir se dio cuenta del agujero en el techo, y de una zona
carbonizada en la cubierta que coincidía con él. Un momento antes la cabeza del
yuuzhan vong había estado en la línea trazada entre ambos puntos. Leaft siguió
esa línea con la mirada.
-Vook
debe haber conseguido atravesar el casco de un disparo -murmuró Uldir-. No
tenía que disparar al transporte.
-Estás
de broma -dijo Leaft.
-Es
la única explicación que se me ocurre.
-No
-dijo Leaft-. No en mi universo. Esa es la mayor locura que he escuchado nunca,
incluso con tu suerte. Quiero decir, ya sé que era un enemigo, pero esto no me
parece justo.
-Bueno,
tampoco es que lo haya hecho a propósito -gruñó Uldir, recuperando su bláster. Mientras
lo estaba diciendo, tuvo una incómoda sensación de hormigueo. Su suerte siempre
había sido extraña y, con frecuencia, inverosímil. La mayoría de la gente
pensaba que tenía algo que ver con su entrenamiento Jedi, pero Uldir sabía que ese
no podría ser el caso; nunca había sido capaz de levantar siquiera un guijarro
con la Fuerza.
Sin
embargo, tenía que admitir que Leaft tenía razón; esto era ridículo. Y no
disponía del tiempo necesario para pensar en ello, del mismo modo que tampoco
tenía tiempo para pensar en los labios de Klin-Fa sobre los suyos, y esos ojos,
tan cerca de los suyos...
No
tenía tiempo para pensar en ello.
-Vamos
–dijo-. Tenemos trabajo que hacer. La sala de mando debe estar ahí delante.
***
Vook
reprimió una mueca cuando el disparo que pretendía dirigir al coralita falló
por mucho, doblándose en un ángulo cerrado al pasar cerca de una de las
pequeñas singularidades que generaban las naves para protegerse, y atravesando
el casco exterior del transporte. Realmente había estado tratando de evitar
dañar los sistemas vitales del transporte, ya que los demás todavía estaban a
bordo. Se confortó con el conocimiento estadístico de que las probabilidades de
que un disparo perdido golpease a uno de sus amigos eran casi las mismas de que
la estrella blanco-azulada bajo él se convirtiera en nova en los próximos dos
minutos. Pero no tenía demasiado tiempo para pensar en lo improbable. Lanzó a
uno de los cuatro coralitas girando sin control hacia el Mausoleo de Joor, pero
los otros tres seguían acercándose con fuerza.
Pero
él también era fuerte. El tacto de los controles en sus manos era agradable, y
se dio cuenta de que últimamente no había pilotado lo suficiente. Pilotar le
hacía sentirse bien, aunque hubiera relegado esa tarea a otros, encerrándose en
su papel de mecánico de la nave.
¿Por qué?
Hizo
una pirueta con la nave y activó la marcha atrás de los impulsores. Uno de los
coralitas que le perseguían llegó tan cerca de su casco que vibró con la resonancia
magnética. Se distanció un poco, lanzó un misil de impacto, y activó los
láseres delanteros. Aparecieron los vacíos, absorbiendo la luz en la nada... y
luego los alcanzó el misil, más lento. Otro vacío apareció para engullirlo
también... y entonces el misil estalló, tal y como estaba programado para
hacer. El coralita realizó un dramático e involuntario cambio de rumbo cuando
la onda de choque le golpeó, y Vook disparó el láser de nuevo. Esta vez uno de
los rayos lo atravesó, y por un momento la irregular nave pareció un urt
asándose en un espetón.
-Eso
por mi tío Tyro –murmuró. Hizo girar la nave-. Acercaos, vosotros dos –dijo-.
Aún me quedan muchos parientes muertos.
***
La
“puerta” que conducía al puente se había dilatado cerrando el paso, pero Leaft
la cortó con su vibrodaga y se lanzó por la apertura, disparando sus blásters.
Al otro lado encontraron dos soldados; uno sentado bajo una capucha cognitiva,
obviamente pilotando la nave. El otro les estaba esperando junto a la puerta.
Lanzó un rápido sablazo con su anfibastón en dirección a Leaft mientras el dug
pasaba rodando, vio a Uldir y trató de golpearle con la parte trasera del
bastón. Uldir disparó dos veces en la axila. El vong retrocedió tambaleándose,
con aire ofendido, y cargó de nuevo contra Uldir.
Cuatro
disparos le impactaron al unísono, y chocó contra la pared con un gruñido. El
segundo guerrero –el piloto- se retiró la capucha y alcanzó su bastón. Se
encontró frente a Leaft. El dug se mantenía en equilibrio sobre una de sus
manos y le estaba apuntando con tres blásters.
-Inténtalo
–dijo Leaft-. Por favor.
El
guerrero levantó su bastón y lo hizo girar sobre su cabeza, cortando la capucha
cognitiva a su paso mientras lanzaba el extremo afilado hacia Leaft.
Los
blásters de Leaft zumbaron al unísono.
-Leaft,
vigila la puerta –dijo Uldir, tras cerciorarse de que ninguno de los dos
guerreros volvería a levantarse jamás.
-A
la orden, jefe.
Uldir
activó su comunicador.
-¿Vega?
¿Cómo va todo?
-Sin
problema, jefecillo –aseguró la voz metálica de la corelliana-. Los prisioneros
no tienen ni un rasguño. Bueno, al menos no ha muerto ninguno; ya sabes cómo
tratan los yuuzhan vong a sus invitados.
-¿Está
allí el otro Jedi? ¿Bey?
-Nuestra
chica favorita le está buscando. Hasta ahora no ha habido suerte.
-Eso
no es bueno.
-No,
yo diría que no. Pero estoy segura de que no pierdes la esperanza. Supongo que
ya habéis tomado el puente.
-Soy
el amo de todo lo que veo –respondió Uldir-. Seguid buscando. Y mantén los ojos
bien abiertos. Creo que nos hemos ocupado de todos los guerreros, pero esta
nave aún puede guardar unas cuantas sorpresas.
-Sin
duda.
Cambió
de frecuencia y llamó al Suerte
Innecesaria.
-¿Vook?
-¿Sí, señor?
-¿Estás
ocupado?
-No,
señor. He acabado hace unos momentos con el último de los coralitas. Supongo
que has tomado el control de la nave enemiga, ya que ha dejado de disparar.
-Sí,
tenemos el puente. Buen trabajo, Vook. Sabía que podías hacerlo.
-Gracias,
señor. Ha sido un placer. -Hubo una pequeña pausa-. ¿Señor?
-¿Sí?
-Gracias.
Por la oportunidad... y por el consejo.
-No
hay de qué, Vook.
-Y,
señor...
-¿Sí?
-Estoy
seguro de que ya te has dado cuenta y estás trabajando para corregir...
-¿De
qué me estás hablando, Vook?
-Puede
que te interese cambiar de rumbo. El transporte está acelerando hacia el
agujero negro. Tienes tiempo de sobra, 15,02 minutos, pero cuanto antes mejor.
-Ah,
vaya... Gracias, Vook
-¿Me
ha parecido escuchar algo de un agujero negro? –preguntó Leaft desde la
entrada.
Uldir
pasó por encima del cuerpo del piloto.
-Sí.
El piloto debe de haber cambiado el rumbo hacia él. Leaft, ¿qué sabes de
pilotar naves yuuzhan vong?
-No
más que tú, probablemente. Se enlazan con sus naves telepáticamente, usando
esas capuchas.
-¿Sabes
si hay algún sistema de refuerzo? ¿Controles manuales?
-Si
lo hay, nunca he oído hablar de ello. ¿Por qué?
Uldir
levantó los restos de la capucha que había estado llevando el piloto. Había
sido cortada más o menos por la mitad, y el cable –o el nervio, supuso- también
había sido rebanado. Pus amarillento rezumaba de ambos extremos de la conexión
cortada.
-Porque
si no lo hay, puede que estemos en un pequeño problema.
-No.
Dejemos que el agujero se la trague; una nave vong menos es algo bueno.
Volvamos al Suerte.
Uldir activó su comunicador.
-Vega, ¿me recibes?
-Claro
que sí. Nos hemos montado una pequeña fiesta aquí abajo. Y además hemos
encontrado al Jedi. Está en una especie de coma.
-Qué
bien. Que lo hayáis encontrado, quiero decir. No quiero decir que me alegre de
que esté en coma...
-Jefecillo,
parece que estés medio tonto. ¿Qué pasa? ¿Crees que este tipo puede competir
con tu labia y tu belleza natural?
-Vega,
habla en serio por un instante y dime cuántos prisioneros tenéis ahí.
-Parece
que unos doscientos. ¿Por qué?
-Eso
son unos ciento ochenta más de los que podemos subir a bordo del Suerte Innecesaria.
-Sí,
sorprendentemente ya sabía eso –replicó Vega-. Pensaba que nuestro plan era
capturar esta nave y usarla para llevar a los prisioneros hasta el espacio
seguro.
-En
efecto. Era. –Se frotó la frente-.
¿Por qué nada puede ser simple nunca?
-Creo
que tú sí eres bastante simple a veces, jefe –dijo Vega con dulzura-. ¿Cuál es
el problema?
-No
gran cosa. Simplemente estamos cayendo en un agujero negro.
-¿Que estamos qué...?
Uldir
cortó la comunicación y pasó de nuevo a Vook.
-¿Vook?
Tenemos un pequeño problema. No podemos pilotar esta cosa. Necesito que veas si
el Suerte tiene la potencia
suficiente para remolcarnos. Y necesito que lo veas rápido.
-Sí, señor. Creo que... oh, no.
-¿Vook?
-Jefe, puede que yo también tenga un problema.
Acaba de llegar una nave yuuzhan vong. -Hubo un momento de silencio-. Sí –dijo Vook después de la
pausa-. Decididamente es un problema. Me está disparando.
***
Tsaa Qalu se permitió una mueca de placer al
dirigir sus armas hacia el transporte. Había cazado a menudo desde que entraron
en la galaxia infiel, pero nunca había sido una caza semejante. Claramente Yun
Harla le era favorable.
El infiel comenzó a devolver el fuego. Eso era aún
mejor, ya que una presa indefensa no proporcionaba gloria alguna.
Y esta caza le proporcionaría mucha gloria, si todo
seguía yendo según lo previsto.
Su sonrisa se desvaneció. Las muertes se contaban
después de la batalla, no antes. Un cazador confiado era un cazador estúpido, y
Tsaa Qalu no era ningún estúpido.
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