martes, 14 de enero de 2014

Emisario del vacío (V)


Cuando se encontró a escasos metros sobre las copas de los árboles, se estabilizó y visualizó un mapa del planeta. Estaba bien detallado, pero pocos de sus elementos tenían algún nombre. Uno de ellos era un punto en el gran continente del hemisferio norte, etiquetado como "Monte Tantiss". Wayland había sido el secreto del Emperador durante muchos años, y no aparecía en ningún mapa estelar debido, casualmente, a un antiguo error burocrático. El Monte Tantiss había sido su almacén secreto. El gran almirante Thrawn había rastreado el planeta y la montaña de arriba abajo después de la muerte del Emperador, decidido a encontrar las armas que le ayudarían a recuperar lo que el Imperio había perdido. Más tarde, el Maestro Skywalker y algunos de los otros héroes de la Rebelión también lo encontraron y destruyeron la montaña con una explosión sísmica.
Si Klin-Fa Gi realmente era un Jedi Oscuro, las ruinas del Monte Tantiss probablemente eran el lugar al que se dirigía.
Activó la capa del transpondedor. No hubo sorpresas, se confirmaron sus sospechas; el Ala-A parecía estar inmóvil exactamente en ese lugar. Sombríamente, cambió de rumbo para dirigirse hacia allí, manteniendo una cautelosa mirada sobre los sensores de largo alcance.

***

Uldir encontró el Ala-A abandonado y oculto por una cobertura improvisada de hojas enormes caídas de las copas de los árboles. Tomó una respiración profunda, escuchando, observando y oliendo la selva a su alrededor, tratando de extenderse con la limitada capacidad de la Fuerza que podía controlar.
Desde arriba, Wayland se parecía mucho a Yavin 4, donde había asistido a la Academia Jedi. Aquí, en tierra, las similitudes parecían superficiales. Aunque tanto Wayland como la luna de Yavin tenían masas de tierra cubiertas principalmente de selvas, la de Wayland se elevaba más alto y las copas de sus árboles formaban dos capas. El aire de Yavin 4 estaba aderezado con aroma a hojazul. Aquí la atmósfera estaba condensada en gran medida en el suelo del bosque, con olor a almizcle y a descomposición. Se escuchaban zumbidos, chirridos, y chasquidos, sonidos de una fauna desconocida. Se acordó de lo peligrosas que resultaban las junglas de Yavin 4, y allí al menos había sabido algo de lo que podía encontrarse. Este mundo, no lo conocía en absoluto. Los sonidos que le rodeaban podrían ser insectos inofensivos o el equivalente en Wayland de los escarabajos piraña de Yavin, que podían devorar a una persona hasta los huesos en lo que tardaba un toydariano en batir sus alas.
Sin embargo, estaba encantado de descubrir que Klin-Fa Gi parecía aún más fuera de su elemento aquí; la estela de hojarasca aplastada y matorrales doblados o rotos era lo suficientemente clara para que el pudiera seguirla. Avanzaba, como sospechaba, a través de las colinas que rodeaban lo que había sido el Monte Tantiss. Sombríamente, se cargó sobre el hombro una mochila de supervivencia, su bláster y algunas granadas de conmoción, y salió tras ella.
Al menos, esperaba que fuera ella.
No pasó mucho tiempo antes de que Uldir encontrase pruebas de que efectivamente estaba siguiendo a la Jedi, y no a alguna extraña y torpe bestia. Por desgracia, esa evidencia llegó en forma de cinco cadáveres; seres racionales, por su aspecto, de dos especies diferentes. Ninguna de las especies era yuuzhan vong, lo que significaba que probablemente eran lugareños. Fueran quienes fuesen, habían sido asesinados por un sable de luz; pocas armas dejaban las mismas heridas cauterizadas tan distintivas del arma tradicional de los Jedi.
Sombríamente, estudió la escena para obtener más información. Tres de los muertos eran de una especie alta y ectomorfa con seis miembros, de los cuales cuatro aparentemente funcionaban como brazos. Tenían hocicos flexibles y su piel -donde no estaba cubierta por los ornamentos de cuero y hueso que llevaban- brillaba como el caparazón de un insecto.
Los otros dos eran achaparrados, de apariencia fuerte, y blindados de forma natural con placas óseas en sus espaldas redondeadas. Al igual que los que yacían a su lado, parecían haber sido básicamente bípedos.
Uldir nunca antes había visto ninguna de las especies, ni en las rutas espaciales, ni entre los esclavos que los yuuzhan vong utilizaban como fuerzas de choque. Eso no era sorprendente; había gran cantidad de seres en la galaxia que no viajaban por el espacio, ya fuera porque no tenían la tecnología, o por propia voluntad, y recordaba de su demasiado breve análisis de los archivos sobre este planeta que se suponía que albergaba varias especies inteligentes, todas ellas esencialmente al nivel tecnológico de la edad de piedra.
Cuando vio lo que agarraban con sus manos muertas, sin embargo, la sangre de Uldir se heló. Ahora entendía en parte por qué habían muerto. A primera vista, sus armas parecían bastones, planos como una espátula en un extremo y en punta por el otro, de unos treinta centímetros de longitud. Uldir había visto esas armas antes, pero incluso si no lo hubiera hecho, habría notado algo extraño en la forma en que se retorcían lentamente, oscilando de lado a lado como gusanos glaciares de Hoth. Estaban vivos, y sin lugar a dudas eran de biofactura yuuzhan vong.
Estudió los cuerpos con más cuidado, en busca de otros signos de los yuuzhan vong, preguntándose si esas criaturas habían sido esclavos o aliados voluntarios. No encontró rastro de los implantes de coral que los invasores utilizaban para controlar a los sujetos poco colaboradores, lo que parecía sugerir que eran aliados.
Sin embargo, había muchos medios de control, y los yuuzhan vong conocían la mayoría de ellos.
Cuando se acercó a dar la vuelta a uno de los pequeños seres racionales blindados para inspeccionar su parte inferior, se dio cuenta de repente de que algo andaba mal. Los sonidos del bosque a su alrededor habían cambiado, con la mayor parte de la vida animal súbitamente silenciosa. Sacó su bláster; con aire casual, como si en realidad sólo pretendiera sacudirse el polvo del costado de su pantalón.
-¡Soltar arma de vergüenza! –ordenó en básico una voz aguda con un marcado acento-. ¡Soltar arma vergüenza de o tú no respirar, extranjero!
Para enfatizar la orden, una vara temblorosa apareció como por arte de magia en el árbol más cercano a él. Uldir vaciló; ya había visto flechas antes. Tenían una forma primitiva pero efectiva de agujerear a las personas. Por otra parte, él tenía un bláster, que creaba agujeros más grandes y más eficientes. Pero la voz estaba detrás de él, y no sabía cuántos eran...
Quienquiera que fuese podría haberlo matado ya. Bien podría ver cuáles eran sus probabilidades, y qué tenían que decirle. Levantó los brazos lentamente, volviéndose hacia la voz. No soltó el bláster.
El que hablaba era una raya de color en la maleza, difícil de ver, pero Uldir podía distinguir que se trataba de uno de los humanoides más delgados, de seis extremidades. Uldir respiró lenta y profundamente, buscando con la mirada para ver si había más entre las extrañas hojas.
-Soltar arma de vergüenza -dijo de nuevo la criatura.
Uldir mantuvo el arma sobre su cabeza, apuntando al cielo, pero no hizo lo que le pedían. Señaló con la cabeza a los cadáveres.
-Yo no maté a tus amigos –dijo-. Los encontré así. Estoy buscando a la persona que hizo esto.
Escuchó tenues susurros en la maleza a su alrededor, y el corazón le dio un vuelco. Probablemente había perdido la oportunidad de salir de esa situación disparando, si es que alguna vez la había tenido.
Sin embargo, mirando a los muertos, se dio cuenta de que una parte de él se alegraba de ello.
La criatura hizo un débil sonido de trompeta.
-Si matar Aspirantes a Mutilados, no enemiga nuestra –afirmó-. Soltar arma de vergüenza. Yo no repetir.
-No me quedaré indefenso -dijo Uldir-. Sé lo que los yuuzhan vong hacen a sus prisioneros. No dejaré que me capturen.
Otro sonido de trompetas, esta vez más parecido a un trino. Un canto de respuesta vino de algún lugar a su izquierda.
-Nosotros no amigos de la Gente Mutilada -dijo el ser racional, enfáticamente-. Nosotros nunca alimentarles.
Uldir podía ver ahora a dos más, ambos de la raza más rechoncha. Llevaban arcos, flechas y hachas de piedra con mangos de madera, como el que había estado hablando. Ninguno de ellos llevaba nada que se pareciera a la biotecnología yuuzhan vong. Los hombros de Uldir se relajaron ligeramente. Con gestos pausados, devolvió su arma a su funda y levantó las manos, con las palmas hacia afuera.
-Los yuuzhan vong son mis enemigos –dijo-. Si vosotros también sois sus enemigos, somos amigos.
La figura delgada se inclinó hacia delante.
-Forasteros no amigos –dijo-. Ellos llevar vergüenza, y traerla sobre nosotros.
-Vine aquí sólo para encontrar a la persona que dejó este rastro -dijo Uldir-. Cuando la tenga, me iré. No quiero haceros daño. –Se señaló a sí mismo-. Mi nombre es Uldir Lochett.
La criatura lo miró por un momento.
-¿Tú ofrecer nombre? -dijo finalmente.
-Sí. Yo ofrezco mi nombre.
El ser pareció considerarlo por un momento.
-Yo ofrecer a cambio. Llamarme Txer. Ser líder del Pueblo Libre.
-Encantado de conocerte, Txer.
Txer luego dijo algo en su lengua materna, y varios de los demás -Uldir ahora calculaba unos quince- le respondieron. Parecía ser una especie de debate, y sospechaba que el punto debatido tenía algo que ver con si Uldir tenía que seguir respirando o no. Finalmente Txer unió sus dos manos superiores, y se hizo el silencio. Se acercó a Uldir, hasta que quedaron a sólo dos metros de distancia.
-Tú seguir a quien hacer este rastro. Ella ser fuerte.
-Sí -dijo Uldir.
-Nosotros oír su batalla con Aspirantes a Mutilados. Venir a ver. Escuchar aterrizar tu cosa de vergüenza, observarte. ¿Venir sólo por ella? ¿Ser cierto?
-Sí -respondió Uldir.
-¿Por qué seguirla? Si aquellos que luchar contra Gente Mutilada ser tus amigos, ¿por qué no ella? Tus palabras tener veneno extranjero en ellas, tal vez.
-Es complicado -dijo Uldir-. Sí, ella es enemiga de la... eh... Gente Mutilada. Pero me temo que ella busca algo aquí, algo que dejó el Emperador. ¿Sabéis algo del Emperador?
Txer trinó fuerte durante un buen rato, y luego balbuceó de nuevo en su propia lengua. Algunos de los otros respondieron, bruscamente, y todos los seres que Uldir podía ver blandieron sus armas. Su mano ansiaba agarrar su bláster.
-Hombre Oscuro -dijo Txer finalmente-. Ella buscar las cosas del Hombre Oscuro.
-Sí, supongo que sí -respondió Uldir.
-Gente Mutilada también -respondió Txer-. Ellos hacer agujeros, profundos y largos, en montaña agrietada.
-Sí -dijo Uldir-. Buscan sus secretos. La que yo sigo también.
-No deber permitirse -dijo Txer, con un fino hilo de voz-. Gente Mutilada mala. Hombre Oscuro peor. Todas cosas suyas de vergüenza. Yo recordar. -Sus ojos luminiscentes se estrecharon-. También recordar algunos forasteros que romper montaña, enterrar sus cosas. ¿Tú primo de ellos?
-Más o menos -respondió Uldir.
Txer inclinó pensativo su larga cabeza, y luego habló un poco más a su pueblo.
-También nosotros seguir este rastro -dijo simplemente.
-Agradeceré vuestra ayuda  -respondió Uldir.
-No para ayudarte -dijo Txer. Para observar.

***

Viajaron mientras duró la luz del día a través del terreno cada vez más en pendiente. Dos veces, sin motivo que Uldir supiera, se escondieron en los matorrales, permaneciendo en completo silencio hasta que alguna silenciosa señal les lanzó a caminar de nuevo. Esa noche acamparon en el refugio cavernoso de las raíces retorcidas de un árbol fantásticamente enorme.
-¿Por qué llamas a mi arma un arma de vergüenza? preguntó Uldir a Txer, mientras la luz se desvanecía en la nada.
-Ser vergüenza usarla. No ser de vida. -Hizo una pausa, buscando las palabras-. Máquina -dijo al fin, como si la palabra le mordiera mientras salía por su boca.
-Oh -respondió Uldir. Tenía sentido; estas eran personas que vivían simplemente de lo que ofrecía la tierra. Teniendo en cuenta que el Imperio había estado aquí, la mayor parte de sus experiencias con la tecnología probablemente había sido negativa.
-¿Es por eso que algunos luchan para la Gente Mutilada? ¿Porque ellos también odian las máquinas? -Eso era decirlo suavemente, por supuesto. Los yuuzhan vong consideraban que toda la tecnología "muerta" era una abominación, y aquellos que la usaban tan sucios como para merecer el exterminio. Su conquista de la galaxia era más bien una guerra santa que una lucha por territorio; hacía tiempo que habían conquistado mundos suficientes para que pudiera vivir su pueblo.
-Aspirantes pensar así, sí -respondió Txer-. Ellos considerar Gente Mutilada como nosotros. Pero no serlo. Vida deber ser respetada. Ellos no respetar la vida. Ellos romperla, torcerla, hacerla como ellos querer, hacerla mala. Hacer lo mismo a nosotros.
-Tienes razón en eso -le dijo Uldir-. He visto cómo sucedía eso, mundo tras mundo. Y al final, aquellos que les ayudan sufren más que los que se resisten a ellos.
-No necesitar sabiduría extranjera -dijo Txer, con rigidez-. La Gente Libre ver esto por ellos mismos. No necesitar tus ojos para ver.
-Lo entiendo -dijo Uldir.
-Nosotros luchar contra ellos, como luchar contra Hombre Oscuro -continuó Txer.
¿Armas de piedra contra los vong? pensó Uldir. Eso era una lucha desigual. A menos que algo cambiase en la ecuación, el Pueblo Libre estaba condenado.
-Debería seguir solo, cuando regrese la luz -dijo Uldir-. No quiero poner a tu gente en peligro.
-Nosotros luchar contra ellos -dijo Txer con firmeza-. Y si tú mentir, luchar también contra ti. Nosotros luchar hasta que todos extranjeros marchar, o hasta que todos morir. Ahora dormir. Mañana entrar en territorio Mutilado, y entonces no dormir.
Uldir pasó una noche inquieta tratando de no preocuparse por su equipo, con la esperanza de que todavía estuvieran vivos y hubieran logrado encontrar un lugar donde esconderse. No creía que Klin-Fa Gi se detuviera a dormir, y sintió que le iba sacando ventaja, y eso le hizo sentirse aún más ansioso.
Cuando durmió, su mente construyó sueños cuya arquitectura era más oscura que la noche.

***

-La selva parece estar enferma –comentó Uldir a la mañana siguiente. Las copas superiores parecían esqueléticas y desgarradas, y las inferiores estaban cubiertas por lo que parecía una fina capa de hongos o polvo.
-Sí. Pronto enfermar más –le aseguró Txer.
Lo hizo. Poco después se encontraron caminando sólo por el recuerdo de un bosque; los grandes troncos seguían allí, pero por ninguna parte no había rastro de verde o de brotes de colores; sólo un gris mate como carbón.
-¿Qué hizo esto? –preguntó Uldir.
Txer arrugó la boca.
-No saber. Nadie vivo haber visto qué hacer esto. Nadie muerto hablar de ello.
Un kilómetro más adelante, los árboles se convirtieron en tocones carbonizados, obviamente abrasados por una temperatura tremendamente elevada. La zona quemada se extendía a izquierda y derecha hasta donde le alcanzaba la vista.
Dos kilómetros más adelante, incluso los tocones habían desaparecido, y se encontraron en un risco elevado sobre un valle poco profundo, en lo que quedaba del Monte Tantiss.
Bajo las fuerzas de la disrupción sísmica, el pico se había estremecido y colapsado. Ese lado de la montaña se había derrumbado, convirtiéndose en un talud inclinado y deslizante. Sobre ese batiburrillo de basalto, más o menos al mismo nivel que estaba ellos ahora, se alzaba la base yuuzhan vong.
Cinco de los complejos vivientes parecían tener forma de estrella, o al menos simetría radial. Uldir ya había visto antes esa clase de estructura, en grabaciones tomadas por un antiguo contrabandista llamado Talon Karrde. Llamados damuteks, los yuuzhan vong habían cultivado algunos en las ruinas de la Academia Jedi cuando capturaron el sistema Yavin unos meses atrás. Anakin Solo, un antiguo amigo de Uldir, se abrió paso a través de un damutek y proporcionó gran cantidad de información útil sobre ellos.
-Creo que son complejos modeladores.
-¿Modeladores?
-Sí. Los yuuzhan vong están divididos en castas. Los modeladores son los que crean su biotec... eh... los que retuercen la vida creando las formas que ellos quieren. ¿Comprendes?
-Sí. Haber visto. No tan mutilados como los que luchar. Tener cabello como nido de serpientes brvol.
-Los modeladores, eso es. Esos complejos son sus laboratorios. ¿Pero qué es esa cosa? –Señaló algo que parecía una torre cilíndrica y robusta, aunque retorcida. Era inmensa, al menos de cien metros de alto y casi tanto de diámetro. Como los damuteks, parecía estar hecha de coral. A diferencia de ellos, su superficie superior parecía estar perforada con cientos de aperturas, cada una de las cuales debía tener más o menos un metro de diámetro.
Uldir alzó sus macrobinoculares y examinó la base del objeto con más detenimiento, pero no pudo ver mucho más salvo que... Sí, parecía que rotaba lentamente, como si estuviera atravesando la tierra hacia dentro o hacia fuera.
-Es un taladro –murmuró.
-Hace agujeros –dijo Txer-. Eso pensar nosotros, al menos.
-Un gran agujero. Eso es alguna clase de gusano gigante, supongo, o lo era antes de que los Modeladores pusieran sus manos sobre él.
-Pero una cosa nunca poder comprender –dijo Txer-. Si excavar, ¿dónde dejar roca?
Uldir miró a Txer, recordándose a sí mismo que primitivo no significaba estúpido.
-Esa es una buena pregunta –respondió-. Supongo que digiere la roca, de algún modo, la pulveriza. –Se encogió de hombros-. No importa. Pero mira, ¿ves esos capilares que conectan la mina con los complejos en forma de estrella?
-Sí.
-Eso deben ser caminos de acceso a las minas que el gusano está excavando. Si encuentran algo, lo subirán por ahí. Lo que significa que encontraré a Klin-Fa Gi bien en las minas o bien en uno de esos complejos. –Suspiró-. En otras palabras, podría estar prácticamente en cualquier parte ahí abajo.
Ajustó el enfoque de los macrobinoculares, y la multitud de figuras que se movía entre los complejos se convirtieron en formas reconocibles de yuuzhan vong, pero también había muchos myneyshi –la especie alta y delgada- y psadans –los acorazados- entre ellos. También había numerosos humanos, de los cuales también había alguno entre la gente de Txer; descendientes de una colonia perdida hace mucho tiempo, si comprendió su historia correctamente.
Se centró en el grupo más cercano, que parecía estar cuidando de alguna clase de plantas que crecían en la pendiente, justo encima de donde terminaba la zona quemada. Estaban a unos cien metros de distancia, y Uldir no vio ningún guardia yuuzhan vong.
-Tal vez pueda hacerme pasar por uno de ellos –especuló Uldir-. Si han atrapado a Klin-Fa, debería haber conversaciones al respecto. Si no la han atrapado, puede que se hable de ello también.
Pero al mirar el complejo, no tuvo mucha esperanza al respecto. No tenía tiempo para infiltrarse discretamente en el campamento yuuzhan vong del modo que Anakin Solo había hecho en Yavin 4; Vega y los demás estaban ahí fuera, posiblemente luchando por sus vidas, esperando que él terminase su misión aquí y regresara al espacio. Cada segundo que perdía ahí era un riesgo no sólo para su propia vida, sino para la de su tripulación, y ya puestos para cualquiera que él y su tripulación pudieran estar rescatando si no estuvieran aquí persiguiendo a una Jedi renegada.
-Jedi –murmuró, y Txer entornó los ojos.
-¿Qué Jedi? –preguntó, suspicaz-. ¿Tú Jedi?
-No, yo no. La que persigo.
Uldir cerró los ojos y se concentró, tratando de ignorar su cuerpo, sus pensamientos, su entorno inmediato, de sentir la Fuerza viva a su alrededor. De buscar a Klin-Fa Gi. Probablemente fuera el único Jedi vivo en Wayland, y los yuuzhan vong no aparecían para nada en la Fuerza. Klin-Fa debería destacar como un wookiee en una boda tintinna, incluso para sus poco afinados sentidos.
Los sonidos a su alrededor se atenuaron y fueron olvidados. En la proyección exterior del ojo de su mente, era una esfera que se expandía, no tanto integrándose en todas las cosas que tocaba, sino recordándose que ya formaba parte de ellas.
Sintió la franja de vida enfermiza tras él, que cobraba fuerza conforme se alejaba del asentamiento yuuzhan vong. Sintió el borde de muerte y dolor sobre el que se encontraba, y el extraño vacío de los propios yuuzhan vong. Sintió las piedras fracturadas del Monte Tantiss.
Parte de él estaba emocionado. Nunca había conseguido tal claridad en la Fuerza, ni siquiera en sus mejores días en la Academia.
Y sí, aún mejor, allí, como un parpadeo, sintió a Klin-Fa Gi, y le pareció que estaba cerca. Sintió su corazón latiendo, sintió peligro, un objetivo alcanzado, el hallazgo de algo deseado...
Y entonces un punzón negro de rabia y desesperación le golpeó entre los ojos, con un alarido de odio que de algún modo, más que un sonido, parecía el sabor salado y amargo de las cáscaras jiqui.
Su tenue agarre de la Fuerza se desvaneció, reemplazado por otra sensación, una especie de temblor en los huesos.
Tardó un momento en comprender que la sensación procedía de detrás de él, que le entraba por los pies, que era la tierra temblando. Y que cada vez era más fuerte. Abrió los ojos, mirando la montaña derruida y la terrible criatura vong que se abría paso a su interior.
Algo era distinto, pero tardó unos segundos en ubicarlo. Entonces lo vio, pero seguía sin comprender. La torre era más grande y parecía hinchada.
-Txer –dijo-. Corre. Ya.
Salió corriendo descendiendo la colina, cruzando el paisaje asolado en dirección al asentamiento yuuzhan vong.
-¿Por qué? –gritó Txer detrás de él.
-¡Simplemente hazlo!
No tenía tiempo para explicar que no estaba realmente seguro, pero que si se paraba a pensar en ello todos estarían muertos.
Echando un vistazo por encima del hombro, vio que Txer y su Pueblo Libre aún estaban dudando.
-¡Vamos! –aulló.
Txer comenzó a avanzar. Después de eso, Uldir mantuvo toda su atención en el camino pedregoso y en el temblor del planeta que se volvía más fuerte a cada paso. Corrió, esperando que el Pueblo Libre le siguiera... esperando que su suerte no le hubiera traicionado en el último momento.
Había alcanzado la base de la colina sobre la que se encontraban y acababa de comenzar a subir por la pendiente hacia los damuteks, cuando escuchó gritos precedentes de los seres detrás de él. La mayoría de los psadan, que básicamente eran esferas acorazadas, rodaban colina abajo. Los myneyrshi estaban teniendo más problemas con sus piernas de aspecto delicado. Sin embargo, cuando comenzaron la ascensión, las posiciones se invirtieron. Los myneyrshi trepaban ágilmente por la pendiente con sus seis extremidades, mientras que los psadan comenzaron a quedarse atrás. Fue Txer el que gritó y exclamó en primer lugar, y Uldir siguió la dirección que su compañero le indicaba con la mirada. Ahora, la vibración del suelo le hacía rechinar los dientes.
La torre se erizó. De cada una de las cientos de aperturas en su superficie superior, emergieron tubos serpenteantes que se extendieron, desplegándose simultáneamente por el valle y hacia las colinas en lo que parecía un movimiento muy lento, pero que, dadas las distancias, probablemente sería bastante rápido. Cada tubo avanzaba en una dirección ligeramente distinta. Muchos de ellos parecían venir directamente hacia Uldir.
Uldir apresuró el paso.
-¿Qué ser? –preguntó Txer.
-¡Tenemos que salir de la zona quemada! –gritó Uldir-. Al jardín yuuzhan vong más cercano.
Alzó la mirada y entonces pudo ver las oscuras bocas de los tubos mirando hacia abajo, como gusanos de las cavernas acercándose para pegarle un bocado. ¿Cuánto tendrían que descender? Ahora el cielo estaba lleno de esas barras arqueadas, algunas de las cuales apuntaban mucho más allá del risco. Podría haber tenido una cierta belleza peculiar si no recordase el perímetro de destrucción, si la zona quemada no encajase tan bien con la geometría de lo que estaba viendo.
Estaban a punto de descubrir en qué convertía el gusano taladro la roda al digerirla, y tenía la sensación de que no les iba a gustar el descubrimiento.
El final de la zona chamuscada estaba justo delante, pero los psadans estaban teniendo dificultades. Uno tropezó, y Txer le hizo de apoyo. Otro cayó deslizándose cerca de Uldir. Se mordió el labio. Si se detenía a ayudar al psadan, podría morir, lo que era una cosa, pero entonces su misión fracasaría, lo que era otra bien distinta. No podía...
No. Fuera cual fuese su misión, lo primero de todo era ayudar a un compañero en peligro.
Colocó su hombro bajo el fornido brazo del psadan, y juntos avanzaron con dificultades hacia la franja verde que se encontraba ante ellos. Les faltaban unos treinta metros para llegar; algunos de los myneyrshi ya lo habían hecho.
El cielo era ahora una cúpula de cables negros, y una apertura lo bastante ancha para tragar a Uldir descendía rápidamente hacia él. Sin embargo, no pensaba que fuera a tragarle. De hecho, se preguntaba si sentiría algo en absoluto.
Las rocas más pequeñas de la ladera estaban ahora saltando y entrechocándose, por la presión que se estaba creando bajo ellas. En cualquier momento...
El pie de Uldir tropezó con una roca, y cayó al suelo, retorciéndose dolorosamente el tobillo con el peso del psadan distribuyéndose desproporcionadamente sobre él. Gruñendo una disculpa, el psadan trató de levantarlo para llevarlo a cuestas.
-Demasiado tarde –murmuró Uldir.
No vio la silueta vestida de amarillo y negro hasta que estuvo a su lado, hasta que su fuerza fluyó por su cuerpo, y él y el psadan fueron prácticamente levantados por el aire y transportados hasta el borde de los campos yuuzhan vong merced al poder de la Fuerza.
-Eres idiota, Uldir Lochett –le informó Klin-Fa Gi.
El Pueblo Libre gritó como una sola voz, mientras fuera, por todo el valle, los cientos de tubos vomitaban una humareda naranja fluorescente. Olía a relámpagos golpeando roca, a cobre caliente cayendo al agua. La humareda se concentraba en las zonas bajas, enfriándose en gotas de color rojo sangre y luego casi negras, rodando por las colinas en una corona creciente que dejaba la base y los jardines yuuzhan vong –y, afortunadamente, a Uldir Lochett- intactos en el centro.
-¿Qué ser eso? –preguntó Txer, temblando ante la vista aterradora.
-Respiraderos de minería –dijo bruscamente Klin-Fa Gi-. El Chom-Vrone mastica la roca y la digiere hasta un estado de semi-plasma en un proceso muy parecido al de las armas que usan sus coralitas. Cuando está completamente lleno, lo escupe en un perímetro alrededor de su asentamiento, como habéis visto. Mantiene la zona despejada y a los indeseables lejos.
-Sí –gruñó Uldir-. O a casi todos ellos, al menos.
Advirtió que ella tenía unas cuantas heridas nuevas, aunque ninguna de ellas parecía grave. También tenía algo atado a la espalda, algo envuelto en capas de lo que parecía tejido vivo.
-¿Qué es lo que te has llevado?
-Eso no importa ahora –dijo Klin-Fa Gi-. Tenemos otros problemas.
Señaló. Acercándose en una oleada desde el asentamiento de arriba, llegaban docenas de guerreros yuuzhan vong. Detrás de Uldir, la cortina de vapor de roca sobrecalentada aún se estaba extendiendo. Podían enfrentarse a los guerreros o freírse.
-Bueno –gruñó Uldir-. Parece que estamos contra la espada y la pared.

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