jueves, 16 de enero de 2014

Emisario del vacío (VI)


Capítulo IV: Reliquia de Ruinas

Vega Sepen vislumbró la sombra de la muerte en el escáner de largo alcance. Para el ojo inexperto, no era gran cosa, sólo un punto oblongo de color verde pálido. Para su ojo experimentado, era una fragata yuuzhan vong.
Había adquirido su experiencia por el camino difícil. La primera vez que sus ojos se posaron en las naves vivientes de los yuuzhan vong era una oficial táctica bajo el mando de Urias Xhaxin en la nave pirata Autarca. En aquel entonces, la raza extragaláctica era poco más que un rumor. La aguerrida tripulación del Autarca perdió la escaramuza en segundos, escapando sólo por al realizar un salto a ciegas al hiperespacio.
Desde entonces, los yuuzhan vong habían conquistado la mitad de la galaxia.
Vega Sepen no era ninguna idealista. A los doce años se había quedado sin hogar y sin amigos en las calles de Eriadu cuando sus padres corellianos murieron en una fusión de reactor. Escapó de esa vida a los quince años colándose de polizón en la nave de un contrabandista. Estuvieron a punto de lanzarla al espacio, pero desafió al segundo de a bordo a un duelo con vibrodagas. Le dieron una oportunidad porque la tripulación pensó que sería divertido ver qué podía hacer un nikto adulto con una chica humana de cabello plateado que apenas medía 1,3 metros de altura.
El oficial era duro, y era rápido –Vega todavía tenía una cicatriz en la mejilla que se lo recordaba-, pero no fue lo bastante rápido.
Cambió a menudo de nave en los diez años siguientes, terminando finalmente con Xhaxin, lo que parecía un buen lugar en el que estar.
Hasta que llegaron los yuuzhan vong.
No, no era el tipo de persona que quisiera salvar la galaxia, pero con los vong haría una excepción. A menos que se les detuviera, sin duda matarían a todos los seres racionales de la galaxia que no se convirtieran en sus esclavos.
Había tratado de formar parte del ejército, pero aunque sus habilidades eran adecuadas, su actitud era incompatible.
Así que terminó en el cuerpo de rescate, y, finalmente, con Uldir Lochett y su equipo de extracción y transporte de Jedi, y ahora aquí, mirando a lo que muy probablemente podría ser su muerte.
Se rascó la axila y bostezó, y luego activó el comunicador.
-Vosotros dos os lo estáis tomando con calma –dijo-. La fragata aún no nos ha visto, pero es sólo una cuestión de una hora o así. Cuando nos vea, no convertirá en polvo.
-Estamos trabajando tan rápido como podemos -gruñó Leaft-. Este equipo tiene más de un siglo de antigüedad.
-Y probablemente no funcione -añadió Vook, con desaliento.
-Actitud equivocada -dijo Vega a los dos-. Es gracias a la suerte del jefe que pudimos encontrar siquiera este armatoste, y él cuenta con nosotros. Así que conseguiréis que funcione, y os daréis prisa.
Apagó el comunicador y contempló la superficie árida, picada de viruela del asteroide sin nombre sobre el que el Suerte Innecesaria descansaba ahora. No era gran cosa como asteroide, una roca de ocho kilómetros de diámetro y demasiado lisa para ofrecer buenos escondites, que era lo que habían ido a buscar a los puntos Troyanos del sistema Wayland. Encontraron algo mejor: el abollado casco naufragado de lo que había sido un crucero de batalla. Por su aspecto, la nave era pre-Imperial, y una parte curiosa de Vega se preguntó cómo había ido a parar allí, en un sistema tan lejos de todo que el difunto Emperador, cuya muerte nadie lamentaba, lo había usado como base secreta. Se preguntó también qué lo había derribado, pero estaba agradecida de que, fuera lo que fuese lo que había provocado su caída, había dejado tres de sus motivadores de hiperimpulso intactos, porque si ella y sus compañeros aún tenían alguna posibilidad de salir con vida del sistema, esta se basaba en restaurar su propia capacidad de hipervelocidad dañada.
Ahora tenían las piezas, que era más de lo que podían soñar un par de horas antes. Todo lo que tenían que hacer era encajarlas en su propia nave dañada, volar de vuelta al planeta Wayland infestado de yuuzhan vong, encontrar a su capitán -si estaba todavía con vida- sacarlo de cualquier apuro en que estuviera, aguantar de nuevo lo que les cayera encima, y esperar que no hubiera ningún interdictor en el sistema.
Si conseguían hacer todo eso, y si el jefe había tenido éxito en su misión, entonces su única preocupación sería cómo mantener cautiva a una Jedi oscura el tiempo suficiente para llevarla hasta el Maestro Skywalker.
-La vida se vuelve más interesante cada día -murmuró Vega.
Vio la sombra de la muerte cambiar su rumbo de nuevo.
-¿Uuve? -dijo.
Aún estoy redirigiendo los escudos, fue la respuesta que el astromecánico UV002 mostró desplazándose por su pantalla. Eficiencia completa estimada dentro de 6,8 minutos estándar.
-Eso es genial -respondió Vega-. Pero la fragata acaba de cambiar el rumbo de nuevo. ¿Puedes ejecutar un análisis de su nuevo patrón de búsqueda?
Claro que sí, respondió alegremente el droide.
Hubo una breve pausa.
Calculo veintiocho minutos estándar antes de que la cuadrícula de búsqueda revele nuestra ubicación, ofreció finalmente el droide.
-Oh, hurra -gruñó Vega. Su hora acababa de quedarse en la mitad.
Así que fue una agradable sorpresa cuando la voz de Vook llegó por el comunicador sólo unos momentos más tarde, sonando un punto menos que desesperanzado, lo que viniendo de Vook bien podría haber sido un grito de júbilo.
-La instalación está terminada -dijo el duro.
-¿Uuve?
Escudos a máxima eficiencia.
-Fantástico -dijo Vega-. Vamos a volar.
-No tenemos combustible -dijo Vook-. El depósito tenía una fractura por las tensiones. Lo que no quemamos al venir aquí, se ha perdido por la fuga. Se ha reparado el daño, pero necesitamos más jugo.
-¿Qué hay de la nave antigua? ¿Queda algo de combustible restante en sus depósitos?
-Ya había pensado en eso -gruñó Leaft. Su voz sonaba como si estuviera dentro de una caja de metal.
-Leaft, ¿dónde estás? -preguntó Vega con suspicacia.
-¿Dónde crees? -respondió el dug ligeramente irritado-. Estoy conectando una manguera de abastecimiento de combustible a este pedazo de basura. Parece que ahí dentro queda suficiente como para ponernos en marcha.
-¿Has salido fuera sin permiso?
-Oye, no vayas a pensar que eres el jefe, Sepen -dijo Leaft-. Ya tengo que recibir órdenes de un humano. No pienso recibirlas de dos.
-¿En serio? -La voz de Vega sonó fría, incluso para ella-. Puede que tengamos que tener una charla acerca de la cadena de mando uno de estos días.
Tal vez con bastones aturdidores.
-Cuando quieras, dulzura -respondió Leaft-. Ya está. Enganchado.
Podía verle cerca de los restos de la nave, una figura desgarbada en su traje de vacío. Respiró profundamente para calmarse. Después de todo, el dug sólo estaba haciendo lo que debía hacer. Debería haber consultado con ella antes, pero... mejor dejarlo pasar. Lo último que necesitaban en ese momento era pelearse entre ellos.
Se alegraría cuando tuvieran al capitán de vuelta. Aunque no podía imaginar cómo, de alguna manera se las arreglaba para mantener a raya a esta ridícula tripulación.
Pasaron unos momentos de silencio, y durante cinco minutos más o menos, las cosas fueron sorprendentemente sin problemas. Vega observó cómo los indicadores de combustible subían más allá de la mitad del recorrido.
Y entonces fue el momento cuando Leaft dijo:
-Ups.
-¿Qué? ¿Qué pasa? -preguntó Vega.
Pero en ese momento, algo destelló en el exterior, brillante como un sol, y el asteroide se meció bajo sus pies.
Desde su estación de amarre, Uuve emitió un chillido electrónico.

***

Uldir Lochett apuntó con su bláster a los guerreros yuuzhan vong que se le acercaban, pero no disparó.
Aún no estaban dentro de su alcance, así que no quería desperdiciar ningún disparo. Tampoco es que fuera a conseguir gran cosa cuando estuvieran al alcance. Klin-Fa Gi podría matar a media docena de ellos con su sable de luz si luchaba tan bien como, por ejemplo, los legendarios Corran Horn o Anakin Skywalker. No podría hacerlo, porque no era tan buena; ya había tenido suficientes problemas para eliminar a un solo guerrero yuuzhan vong, allá en Bonadan. Y ahora estaba herida, y cansada.
Si su propia suerte se mantenía fiel a su estilo -y por lo general era muy buena suerte- él podría eliminar a tres o cuatro con el bláster antes de convertirse en abono para el jardín en el que se encontraba.
Eso dejaba a la abigarrada mezcla de seres racionales que se hacían llamar el Pueblo Libre. Estaban armados con arcos y cuchillos de piedra. Contra anfibastones y armaduras yuuzhan vong, calculó que tenían, como mucho, la posibilidad acabar con un enemigo cada uno.
Eso era ser muy optimista, pero bueno, ¿por qué no? El total que calculaba en el mejor de los casos ascendía aproximadamente a veinticuatro vong muertos. Se enfrentaban al menos al doble de esa cantidad. Tampoco podían salir huyendo, porque las laderas rocosas detrás de ellos estaban a varios cientos de grados centígrados, por cortesía del vapor de roca sobrecalentado que acababa de ser rociado desde arriba en un perímetro alrededor del campamento Vong. Los enormes tubos con aspecto de gusano que habían vomitado el plasma aún se arqueaban por encima de ellos, sin retirarse todavía hacia el enorme cilindro que les había enviado como otros tantos tentáculos de alimentación.
-¿Qué has dicho? -preguntó Klin-Fa Gi.
-No he dicho nada -dijo Uldir, evitando mirarla. La joven Jedi tenía el cabello oscuro y los ojos negros. Muy hermosa. Y absolutamente indigna de confianza.
-Aunque tengo muchas cosas que decirte, créeme -aclaró.
-Estabas moviendo los labios. -Luego sus cejas se arquearon-. Oh. Estabas contando nuestros enemigos. ¿Mueves los labios cuando cuentas?
-Sólo cuando cuento las razones por las que debería haberte lanzado al espacio cuando tuve la oportunidad. -Él la miró, de mala gana-. Bonito traje, por cierto.
-Es lo último -dijo.
La última vez que la había visto, la joven Jedi llevaba una falda y medias propias de una jugadora de Bonadan. Ahora estaba vestida con una ceñida prenda negra de biofactura yuuzhan vong.
Los guerreros estaban ahora a unos sesenta metros de distancia, todavía demasiado lejos para un tiro limpio.
Disparó de todos modos. Falló, pero golpeó a una roca que explotó con gran belleza. Uno de los vong se llevó las manos a la cara; era evidente que una esquirla de piedra le había dado en el ojo.
-Qué suerte tienes -comentó Klin-Fa.
-Sí -convino Uldir-, una suerte increíble. No sólo voy a morir, sino que además voy a morir a tu lado. -Sonrió con fiereza-. Por lo menos no tendrás la oportunidad de utilizar ese juguete del lado oscuro que has sacado del almacén del Emperador, sea lo que sea.
Disparó de nuevo. Esta vez golpeó a un guerrero, pero el disparo rebotó en la armadura de cangrejo vonduun que llevaba.
-En el nombre de los Sith, ¿de qué estás hablando?
-Eso es, Sith, pedazo de...
De repente se dio cuenta de que el brillante humanoide de seis extremidades que lideraba al Pueblo Libre estaba haciendo algo peculiar aproximadamente a un metro de distancia de él.
-Txer, ¿qué estás haciendo? -preguntó Uldir. Fuera lo que fuese, parecía implicar un rollo de cuerda. ¿El myneyrshi iba a intentar capturar a un Yuuzhan Vong con un lazo?
-Extranjeros libres de luchar contra Gente Mutilada -respondió Txer-. Luchar cuanto querer con armas de vergüenza. Pueblo Libre luchar en otro momento.
Dicho eso, lanzó al aire el extremo de la cuerda que formaba un lazo. Uldir se dio cuenta de que el resto del Pueblo Libre parecía estar haciendo lo mismo.
Gritos de batalla yuuzhan vong resonaron cuando Uldir entendió lo que estaban haciendo Txer y su banda. El aire se llenó de zumbidos cuando algunos de los yuuzhan vong les arrojaron algo.
Insectos aturdidores, pensó débilmente Uldir. Eran una especie de escarabajo modificado que los yuuzhan vong utilizaban como armas a distancia. Disparó con la vaga esperanza de alcanzar al menos a uno de los muchos que probablemente iban dirigidos a él.
Entonces Klin-Fa Gi se colocó repentinamente delante de él, creando un doble infinito de luz con su sable láser. Insectos aturdidores humeantes salían rebotados en tangentes improbables. Uldir disparó alrededor de ella, tratando de golpear en las articulaciones de la armadura de los guerreros, pero sin resultados a la vista.
Mientras tanto, sus antiguos aliados, el Pueblo Libre, ascendían sus cuerdas lo más rápido que podían. Se habían dado cuenta de algo en lo que Uldir no había reparado; que el exterior de los tubos de vapor por encima de ellos estaba cubierto de protuberancias nudosas. Txer y su grupo habían arrojado los lazos de sus cuerdas alrededor de estos y estaban ascendiendo, alejándose del conflicto. Los insectos aturdidores mataron a dos, y dos más cayeron por no haber conseguido un agarre lo bastante firme, pero el resto parecía estar escapando.
Alguien agarró a Uldir desde atrás. Se dio la vuelta para encontrar al psadan que había rescatado del infierno sólo momentos antes.
-Trepa -gruñó el psadan, ofreciéndole el extremo de una cuerda colgante.
-Ve tú -dijo Uldir-. Yo te seguiré.
Cosa que no haría, por supuesto, porque no había tiempo. Los aullantes guerreros estaban sobre ellos.
El psadan pasó junto Uldir y se lanzó contra los yuuzhan vong rodando como la especie de esfera que era. Tenía un hacha de piedra en cada mano, y mientras Uldir observaba golpeó a un guerrero vong en la garganta y a otro en la frente. Ambos golpearon al psadan con sus anfibastones, por supuesto, pero las armas rebotaron en la armadura natural del nativo.
-Vamos -exclamó Klin-Fa. Ella ya había comenzado a ascender la cuerda que les habían ofrecido.
-Ve tú -dijo Uldir. Los vong se separaban rodeando al enfurecido psadan como una corriente alrededor de las rocas. Uldir disparó a dos casi a quemarropa. Ambos cayeron hacia atrás, pero parecía que probablemente volverían a levantarse.
-No seas tonto. Te ha dado un regalo. No lo desperdicies.
Uldir sintió un nudo en la garganta. Ella tenía razón. A pesar de su armadura, el psadan no tenía ninguna posibilidad, y Uldir tampoco. Podía morir ayudando al nativo de Wayland, o podía vivir para luchar otro día.
Y, de paso, hacer algo acerca de la Jedi oscura que se escapaba delante de sus narices. O sobre ellas, en este caso.
Disparó frenéticamente y agarró la cuerda, pero él había vacilado mucho tiempo. El bláster sólo les retendría por unos instantes; nunca tendría tiempo de trepar, incluso si pudiera usar ambas manos, cosa que no podía.
Y entonces algo trató de tirar de su brazo, y el aire silbó a su lado, y los yuuzhan vong fueron caras por debajo de él, gritando.
Gimiendo, Uldir dejó caer su bláster y se agarró a la cuerda con ambas manos, luchando contra la fuerza de aceleración que estaba tratando de atraerlo de nuevo hacia la superficie de Wayland.
Los tubos de vapor se estaban retrayendo finalmente, volviendo sobre sus largos arcos a través del cielo y tirando de Klin-Fa, el Pueblo Libre, y Uldir Lochett hacia el gusano minero en forma de barril gigante.
Tirando rápidamente de ellos.
Esto va a doler, pensó Uldir.
Por encima de él, Klin-Fa seguía trepando, y estaba llegando al tubo propiamente dicho. La oyó exclamar cuando lo tocó.
Mirando hacia abajo, vio puntos que los seguían. Más insectos aturdidores. Vio cómo iban creciendo en tamaño, deseando tener aún el bláster, a sabiendas de que nunca podría utilizarlo aunque lo tuviera; sentía un dolor agónico en su brazo izquierdo, y necesitaba el derecho para agarrarse. Comenzó a trepar lo mejor que pudo, que no era muy bien. La superficie de la luna selvática se convirtió a un mosaico verde y marrón enmarcado en un gran arco negro mientras los letales insectos se acercaban más y más, hasta que estuvieron lo suficientemente cerca para poder distinguir los detalles de sus formas quitinosas. Luego, a unos metros de distancia, comenzaron a perder la carrera. Se convirtieron en puntos y desaparecieron justo cuando Uldir conseguía agarrar el eyector de vapor.
Con una mueca, descubrió el motivo del grito de Klin-Fa. El tubo estaba aún caliente después de expulsar efluvio plasmático. Se estremeció, y su peso osciló a su brazo malo, que seguía agarrado a la cuerda.
Una pequeña mano le atrapó la muñeca y tiró de él con una fuerza sorprendente.
-No, no vas a caerte -dijo Klin-Fa.
Estaba ardiendo, pero una vez que pasaba la sorpresa inicial, no era insoportable. Con la ayuda de la Jedi, se las arregló para trepar sobre el tubo.
Ya habían pasado el apogeo, y conforme el conducto se iba retirando dentro del gusano minero, iba poniéndose cada vez más al vertical con respecto al suelo. Y lo que era peor; a menos que el orificio del que había salido esa cosa fuera mucho más grande que el tubo, él y la Jedi quedarían aplastados cuando se retirase totalmente.
-Tenemos que llegar al extremo hueco -dijo Klin-Fa.
-Sí -resopló Uldir-. Ya me he dado cuenta.
Ignorando lo mejor que pudieron el vértigo de la superficie que cambiaba rápidamente de orientación, los dos lograron meterse en el extremo de la tubería. Uldir entró primero, apoyándose contra la pared con la espalda y los pies, y descendió por el interior unos dos metros. Klin-Fa tomó una postura similar por encima de él.
Llegaron justo a tiempo, porque a través de la apertura ahora sólo podían ver el cielo.
-Bueno -dijo Klin-Fa-. Por lo menos hemos salido de esta.
Mientras lo estaba diciendo, una repentina sacudida de desaceleración hizo que la Jedi perdiera su agarre y la envió estrellándose contra Uldir, y ambos cayeron por el cilindro, ahora-vertical.

***

-Sí, ha dolido -dijo Uldir.
Él y la joven Jedi eran una dolorosa maraña de extremidades en la concavidad en forma de U donde el tubo se volvía brevemente horizontal antes de continuar su caída hacia el interior del vientre de la bestia minera. El hombro dislocado de Uldir le dolía más que nunca, pero al menos ahora tenía mucha compañía; su dolorida cabeza, sus piernas magulladas, y una o dos costillas rotas.
-Oh, no te quejes -dijo Klin-Fa-. Al menos seguimos con vida.
Su voz le sobresaltó, porque en la casi total oscuridad no se había dado cuenta de que ella  tenía los labios justo al lado de su oreja. Sintió su aliento y de pronto se dio cuenta de que uno de los brazos de la joven yacía sobre su pecho, y su cabeza estaba apoyada sobre su hombro. Podía sentir los latidos de su corazón.
Podía sentir también sus propios latidos, cambiando repentinamente de tempo.
Jedi Oscura, se recordó. Muy mala. He venido aquí para detenerla.
-¿Puedes moverte? -preguntó.
-Claro -dijo ella, en voz baja-. Como si quisieras que lo hiciese.
-¿Qué se supone que significa eso?
-Hey, la Fuerza es un poderoso aliado.
-¡No hagas eso! Mantente fuera de mi cabeza.
Ella habló con voz más seria.
-¡Hey, Lochett! ¿No reconoces una broma cuando la escuchas? Ya sabes, quitar hierro a una situación difícil y todo eso.
Oh.
-Claro. Te estaba siguiendo la corriente. Vamos, salgamos de aquí a escape.
Ella se apartó de él, y se sentó.
-Será mejor que arreglemos eso antes -dijo ella, tomándolo del brazo.
-No, oye, espera...
Pero entonces ella retorció y empujó, y hojas de fuego nebular brillaron ante los ojos de Uldir.
-¡Ay! -dijo con voz entrecortada. Pero su brazo volvía a estar encajado en su sitio-. Eso podría haber esperado -murmuró.
-De ninguna manera. No pienso cargar contigo para subir por ahí. Tienes que trepar tú mismo. -Hizo una pausa, pensativa-. ¿Dónde está tu nave, de todos modos?
-Ojalá lo supiera -dijo Uldir-. Tiene suerte de estar en cualquier parte después de lo que le hiciste.
Esperaba una respuesta agria, pero en su lugar obtuvo una pausa.
-Mira -dijo ella finalmente-, lamento eso. Es sólo... que no entiendes lo importante que era que yo viniera aquí. Cada ser racional libre del universo depende de mí. Y...
-¿Y qué? -espetó Uldir-. ¿Y supusiste que mi tripulación y yo éramos prescindibles? De acuerdo, pero si ibas a dejarnos morir, al menos podrías habernos dado una pista acerca de por qué estábamos muriendo. Aunque creo que lo he descubierto.
-...Y yo no quería involucraros –continuó-. Después de que acabara aquí planeaba devolveros vuestro ala-A y ayudaros a regresar a la civilización.
Sonaba convincente, y por un instante Uldir la creyó.
Pero, pensándolo bien, alguien poderoso en la Fuerza podría hacerte creer, ¿no?
-Salgamos de aquí –dijo-. Si sobrevivimos, lo cual tampoco es demasiado probable, podemos hablar de eso luego.

***

-¡Leaft! -exclamó Vega-. ¿Qué está pasando ahí fuera?
-Hufgeb hsicl merht -maldijo el Dug-. ¿Cómo voy a saberlo? –dijo después, en básico.
Vook apareció junto al codo de Vega.
-Ahí -dijo, señalando-. Hemos despertado algo.
Sistemas de energía activados, configuración desconocida, confirmó Uuve. Detectado sistema de puntería de armamento.
Algo más o menos esférico se levantaba de entre los restos. Era oscuro, con franjas latitudinales de luz que latían encendiéndose y apagándose. Su sombra cayó sobre Leaft.
-¡Leaft, sal de ahí!
-¡No hace falta que me lo digas! -respondió Leaft. Podía ver su silueta, con el traje de vacío, corriendo ya a cuatro patas hacia la nave.
Una lanza de luz amarilla apareció, levantando una nube de asteroide vaporizado a medio metro del dug. Él aulló y lo esquivó.
-Ve a la torreta, Vook –exclamó Vega-. Ya.
Ella comenzó pulsar interruptores, encendiendo los sistemas.
-Uuve, en el odioso nombre del Emperador, ¿qué es esa cosa? ¿Es yuuzhan vong?
Negativo. Sistemas no bióticos. Posiblemente pilotado por inteligencia sintética o droide.
En el exterior, Leaft esquivó otro rayo, aún más cercano que el anterior.
-Su puntería está mejorando -murmuró Vega. Activó los escudos cuando Leaft desapareció alrededor de la curva de la nave, lanzándose hacia la escotilla de carga. Ella esperaba que él lograse llegar dentro del perímetro de los escudos de energía antes de que la cosa volviera a disparar.
-Vamos a intentar una distracción -dijo Vega, apuntando los cañones de proa y lanzando una salva.
Sus rayos dieron de lleno, pero la nave -o lo que fuera- resultó estar protegida con sus propios escudos. Aparte del débil resplandor de las partículas extendiéndose contra una barrera invisible, sus disparos no obtuvieron resultado.
O más bien, no se tradujo en daños. Sin duda había captado su atención. Esta vez dos disparos cruzaron el aire, uno presumiblemente dirigido a Leaft y otro que la golpeó directamente a ella. Los escudos lo absorbieron, pero sus indicadores saltaron fuera de escala.
-¿Leaft?
-Estoy dentro, Sepen –dijo la voz del dug por el comunicador-. Sugiero que salgamos echando chispas de aquí.
-Por una vez estamos de acuerdo -respondió Vega. Encendió los elevadores de repulsión, desacopló la manguera de combustible con los pernos de emergencia, y activó el motor iónico. El Suerte Innecesaria saltó libre de la insignificante gravedad del asteroide hacia el espacio libre.
La extraña nave salió tras ellos.
-Parece un dron de batalla de las Guerras Clon -dijo Vook, abstraído-. Aunque no puedo reconocer el modelo específico, por lo que podría estar equivocado.
-Es hora de que alguien le diga que las Guerras Clon acabaron hace tiempo -dijo Vega.
-Bueno, díselo -espetó Leaft, asomando la cabeza en la cabina-. Tú tienes el comunicador.
-Sí -dijo Vega-. Estaba ligeramente demasiado ocupada salvando tu pellejo polvoriento como para entablar una conversación. Ahora estoy tratando de pilotar. Llámale tú.
-¿Yo? Deja que sea Vook quien lo haga. Voy a ocupar su lugar en la torreta. Apenas dispara un poco mejor que un humano.
-No hay tiempo para sustituciones –dijo-. ¿Ves eso? -Indicó con la mano los sensores de largo alcance-. Los yuuzhan vong ya nos han descubierto.
La nave se tambaleó y los compensadores inerciales gimieron.
-¡Misil de impacto! -gruñó Leaft-. Esperemos que no tenga torpedos de protones.
-¡Llámale!
-Grr -gruñó Leaft, pero activó el comunicador-. Aquí el Suerte Innecesaria llamando a la estúpida y molesta nave que nos está disparando. Alto el fuego, idiotas.
-Muy diplomático -dijo Vega-. Estoy segura de que se detendrán en cualquier momento.
-No veo ninguna indicación de que nos hayan escuchado siquiera -replicó Leaft-. Le podría haber pedido la receta del flup en huttés y no habría supuesto ninguna diferencia.
El tamborileo de la torreta continuó mientras detrás de ellos el desconocido ganaba terreno y por delante los yuuzhan vong se acercaban.

***

-¿Qué quisiste decir ahí antes? -preguntó Klin-Fa Gi-. ¿Sobre un arma del lado oscuro?
Siguiendo al Pueblo Libre, se las habían arreglado para eludir a las patrullas yuuzhan vong y volver a entrar en la selva.
-Oh, no lo sé -respondió Uldir, poniéndose tenso-. ¿Qué llevas a la espalda?
Indicó el paquete en forma de araña que se aferraba a los hombros de su traje viviente.
Ella arqueó los labios en una pequeña sonrisa.
-Lo que había venido a encontrar. Pero si crees que es algo que construyó el emperador, estás trazando un curso sin coordenadas de origen ni destino, en mitad de la nada.
-Bueno, ¿qué es, entonces?
-Espera. -Se detuvo a escuchar-. Deberían haber enviado un equipo a perseguirnos. ¿Dónde están?
-Esperemos que muy lejos detrás de nosotros. Deberíamos ser capaces de llegar a los cazas antes de que nos alcancen.
-Quizás
Algo crujió entre la maleza, y trató de tomar su sable de luz. No estaba allí.
Uldir también miró hacia el ruido, vio que era uno de los psadan, y se relajó.
-¿Qué...? -jadeó Klin-Fa, acusando todavía la falta de su arma. Luego sus ojos se estrecharon, centrándose en Uldir.
-Bien -dijo, sosteniendo su arma Jedi donde ella podía verla-. Te la quité antes, cuando estábamos completamente enredados.
Ella se echó el pelo oscuro de la cara.
-Imposible. Me habría dado cuenta.
-El orgullo no es el estilo de los Jedi, ¿no? -preguntó Uldir-. Puede que no tenga mucha capacidad de la Fuerza, pero es suficiente para ocultar mis intenciones si hay suficiente distracción... y si mi oponente siente tal desprecio hacia mí que no se molesta en prestarme atención.
-¿Y ahora qué?
-Ahora me dices lo que está pasando, o puedes tratar de recuperar esto. Klin-Fa Gi, nos has puesto en peligro a mi tripulación y a mí por última vez. Dices que estás en una misión para el Maestro Skywalker, pero lo que se dice es que estás muerta, y él no sabe nada acerca de una misión. Dices que no eres una Jedi oscura, pero ¿cómo voy a creerte ahora, después de tantas mentiras?
Ella se quedó en silencio durante un buen rato mientras avanzaban rápidamente a través de la selva. Salieron de la zona quemada que rodeaba el complejo yuuzhan vong, y gorjeos extraños llenaron el aire cuando molestaron a algunos animales voladores locales.
-Tengo que decírtelo de todos modos -dijo al fin-, porque todavía necesito tu ayuda.
-Entonces asegúrate de no olvidarte nada.
-No lo haré. No esta vez. -Ella redujo ligeramente la marcha, pasando a unas rápidas zancadas y habló sin mirarlo, escudriñando la maleza con la mirada.
-Odio no poder sentir a los yuuzhan vong en la Fuerza -dijo ella-. Me hace sentir estúpida.
-Sin embargo, te las arreglaste para entrar en su campamento y salir con vida.
-Oh, primero piensas que soy un Jedi oscuro, ¿y ahora piensas que soy un vong?
-Es sospechoso, eso es todo. Y además, fíjate cómo estás vestida.
-Sí, bueno, sé mucho acerca de los yuuzhan vong, ¿de acuerdo? Y acerca de ese campo. Hace casi un año estándar fui capturada por ellos.
-¿Capturada?
-Sí. Yo y otro Jedi, Bey Gandan. Estábamos siguiendo el ejemplo de Wurth Skidder, haciéndonos pasar por cautivos con la esperanza de enfrentarnos a ellos desde dentro. Terminamos siendo colocados como esclavos en una nave modeladora. Ni siquiera sabíamos de la existencia de los modeladores; sólo habíamos visto guerreros hasta entonces. Los modeladores son quienes fabrican toda la biotecnología yuuzhan vong...
-Conozco a los modeladores -dijo secamente Uldir.
-Bien. Eso me ahorra algo de tiempo, entonces. En cualquier caso, nos pusieron a trabajar atendiendo una qahsa, un sistema viviente de almacenamiento de información. Hace unos meses, nos trajeron aquí, a Wayland.
-¿Qué están haciendo aquí?
-Los yuuzhan vong están intensamente interesados en los Jedi. No existen en la Fuerza, y ninguno de ellos puede sentirla; sin embargo, pueden ver que existe debido a lo que nosotros hacemos con ella. Nos temen... así que según he podido determinar, varias sectas diferentes de modeladores se han puesto a trabajar en el "problema" Jedi. Llegaron a saber del Emperador, del lado oscuro, y de Wayland, y vinieron aquí en busca de pistas. Pistas sobre la manera de destruir a los Jedi.
-Y crees que han encontrado algo.
-Han encontrado algo, sí. No es lo que estaban buscando, pero algo letal... no sólo para los Jedi, sino para todos nosotros.
-¿Qué encontraron exactamente?
-Eso no lo sé. Pero era importante, y estaban convencidos de que asestaría un golpe decisivo, tal vez definitivo, contra de la nueva República. Codificaron lo que habían encontrado en un qahsa portátil y lo pusieron en una nave con destino a la nave de Tsavong Lah. Bey y yo hicimos nuestro movimiento; logramos subir a bordo y saboteamos los dovin basal. La nave perdió el rumbo salvajemente y se estrelló en el Sector Corporativo. Bey y yo logramos escapar y... eh... tomamos prestada una nave. Llegamos a Bonadan y nos ocultamos, construimos nuevas espadas de luz, y tratamos de ponernos en contacto con la Nueva República.
”Pero descubrimos que los ejecutivos se estaban aliando con los yuuzhan vong. También descubrimos que el qahsa que habíamos robado era inútil.
-¿Y eso por qué?
-Estaba codificado... genéticamente. Imagínate que estaba cerrado, y sólo podía ser abierto por una llave bioquímica increíblemente compleja. Teníamos el secreto, pero no el secreto necesario para leer el secreto. -Se encogió de hombros-. Así que tuve que volver aquí.
-Espera un minuto. ¿Qué pasa con ese tal Bey? ¿Y con el qahsa?
A Uldir no le resultaba agradable pronunciar el nombre del otro Jedi. Algo en la forma en que ella lo decía le molestaba.
-Decidimos separarnos. Ambos sabíamos que las probabilidades de volver a Wayland y escapar de nuevo eran escasas. Pensamos que, incluso sin la clave genética, los científicos de la Nueva República podrían ser capaces de descifrar el código. Así que Bey voló hacia Coruscant, y yo hice planes para regresar a Wayland. Las fuerzas del orden locales me localizaron antes de que consiguiera marcharme, y entonces llegaste tú.
-Ya veo. ¿Y no podrías haberme contado esto hace mucho tiempo?
-¿Qué razón tenía yo para confiar en ti? Los yuuzhan vong tienen aliados en todas partes.
Uldir se encogió de hombros. No podía negar eso.
-¿Y ahora? -preguntó.
-Ahora no tengo otra opción.
-Espera un momento -dijo Uldir-. Hay un fleco que no me gusta en esta historia. Has dicho que tu socio llevó la qahsa a la Nueva República, así que él debería haber contado esta misma historia, en última instancia, a los Jedi. Pero el Maestro Skywalker no es consciente de nada de esto. Él todavía piensa que estás muerta.
Ella bajó la mirada.
-Eso es porque Bey nunca llegó a Coruscant. Esa era la otra cosa que descubrí cuando estaba en el complejo modelador; ha sido capturado. Estuvo aquí hasta hace unos días, para ser interrogado. Ahora está siendo transferido a un convoy de esclavos.
-Y todavía tiene el mensaje codificado.
-Debería. Es pequeño, se oculta fácilmente... y no hay ninguna indicación en los registros de los modeladores de que se lo hayan encontrado.
-Y esa cosa en tu espalda es la llave.
-Correcto.
-Así que, déjame adivinar; quieres que te lleve a ese convoy de esclavos. Basándome en una historia de alguien que sé que es una mentirosa; una historia que, incluso si decido creerla, no me da ninguna garantía de que la amenaza para la galaxia sea tan grave como tú pretendes hacerme creer.
Klin-Fa Gi se detuvo y clavó sus ojos oscuros directamente en él.
-Sé que te he dado todas las razones para desconfiar de mí. Sé que no te caigo bien, pero lo que estoy diciendo es cierto. Sea lo que sea lo que están planeando los modeladores, es importante. Calcularon el número de muertes en millones o incluso miles de millones. Eso sí pude escucharlo.
La seriedad con la que dijo eso envió un temblor a lo largo de la columna vertebral de Uldir.

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