jueves, 9 de enero de 2014

Emisario del vacío (II)


Capítulo 2: Noticias Sombrías

-Qué forma tan agradable de comenzar el día -comentó Klin-Fa Gi, clavando en Uldir sus ojos oscuros. Su sarcasmo no pasó desapercibido.
-Al menos estamos vivos –dijo-. La noche pasada no fue precisamente un camino de rosas.
La boca de Klin-Fa quedó fija en una fina línea. Uldir se preguntó si volvería a ver sonreír a la joven Jedi. Estaba pálida, su cabello castaño corto estaba enmarañado y lleno de sedimentos de la inundación a la que habían sobrevivido la noche anterior, y la protuberancia de su frente tenía un tono de morado que hasta ahora sólo había visto en ciertas nebulosas. Aun así, sentía que si sonreía, estaría hermosa.
Molesta, casi insoportable, pero hermosa.
-Sí, estamos vivos –admitió-. Bravo. Magnífico trabajo. Ahora, si eres tan amable de ocuparte de esa patrulla de búsqueda y de esos... ¿cuántos? ¿Ocho voladores de policía? Tal vez me olvide de que si no fuera por ti yo no estaría en este lío en absoluto.
Eso fue la gota que colmó el vaso.
-La ASC te perseguía antes de que yo te pusiera los ojos encima -dijo Uldir-. Sin mí, ahora mismo ya te habrían atrapado.
-Lo dudo -replicó Klin-Fa. Luego suspiró-. Y además es irrelevante. ¿Tienes armas?
-No. Perdí el bláster. -Mis manos estaban ocupadas impidiendo que te ahogaras, terminó para sí.
-Por lo menos yo todavía tengo mi espada de luz.
-Sí -dijo Uldir, mirando al equipo de búsqueda que seguía avanzando por el arroyo acercándose a la cueva donde Klin-Fa y él se estaban escondiendo-. Mira, tengo que admitir que eres muy hábil con esa cosa, pero en contra de estas probabilidades...
-La Fuerza puede prevalecer en contra de cualquier pronóstico -insistió ella con firmeza-. De todos modos, tampoco es que tengamos elección. Nos encontrarán muy pronto. A menos que tengas un plan.
-De hecho, tengo uno. Sentarnos tranquilamente hasta que aparezca el resto de mi equipo. Deben de estar a punto de llegar. Si deseas utilizar la Fuerza, tratar de proyectar la idea de que estamos en una dirección distinta.
La boca de Klin-Fa se retorció como si acabara de masticar un thom amargo, pero bajó la cabeza en una reticente semi-afirmación.
-Eso podría funcionar; incluso a esta distancia, debería ser capaz de proyectar una sugerencia. Pero no engañará a ese yuuzhan vong de ahí.
Señaló con la barbilla a uno de los miembros del grupo de búsqueda. Incluso desde esta distancia, Uldir podía distinguir las cicatrices y los tatuajes que lo señalaban como un miembro de los invasores extragalácticos empeñados en conquistar la galaxia... y que hasta ahora estaban haciendo un trabajo más que competente al respecto.
-Es cierto –admitió-, pero él no sabe dónde estamos. Tendrá que confiar en sus guías locales.
Klin-Fa gruñó algo que Uldir supuso que era una muestra de acuerdo, respiró hondo y cerró los ojos. Alargó el brazo y los dedos de su mano derecha oscilaron ligeramente. Uldir sintió la Fuerza en movimiento, lo que no hizo sino aumentar su frustración ante la situación. Había estudiado en la Academia Jedi, pero resultó ser un fracaso, al no tener aptitud natural para la Fuerza. Lo principal que su formación le había dejado era una ligera capacidad para sentir a los Jedi cuando usaban la Fuerza, y algo que algunos dirían que era un tipo poco común de suerte. Aun así, la experiencia le había enseñado algo importante; a veces no importaba lo mucho que quisieras algo, porque no ibas a poder conseguirlo. Tenías que vivir con lo que tenías y enorgullecerte de tus auténticos recursos, no de los que desearías poseer. Pensaba que ya había terminado de reprocharse inútilmente a sí mismo su fracaso, y así había sido. Realmente lo había hecho... al menos hasta que Klin-Fa Gi saltó sobre el centro de su mesa en una cantina local, perseguida por las fuerzas del orden de la Autoridad del Sector Corporativo. Su actitud había logrado despertar en él ese viejo resentimiento. ¿Por qué alguien como ella tenía esa fuerte afinidad con la Fuerza, mientras que él sólo podía oírla susurrar?
No era justo, le que le hacía enojarse aún más, porque sabía que el universo no era justo.
Pero debería ser equilibrado. De eso trataba precisamente la Fuerza, ¿no? Y había algo muy desequilibrado en Klin-Fa Gi. Cuando había usado la Fuerza para amortiguar la caída de su volador atmosférico, casi creía haber percibido algo oscuro.
Sus ojos aún estaban cerrados, y Uldir la estudió. No parecía malvada, con su falda amarilla y sus mallas negras hechas jirones. Parecía joven y determinada.
Ah, ¿y yo qué sé? Se preguntó Uldir a sí mismo. Yo no podía distinguir a un Sith del mismísimo Maestro Yoda, no con mis sentidos insignificantes.
Le había dicho que estaba en una misión secreta para el Maestro Skywalker. Él la creería hasta que se demostrase lo contrario. De todos modos, ella era Jedi, y el trabajo de Uldir era rescatar Jedi de las garras de los yuuzhan vong y sus agentes. Puede que no fuera capaz de utilizar la Fuerza, pero nunca nadie había dicho que no fuera bueno en su trabajo. No había mejor piloto de rescate en el negocio.
Por supuesto, ahora mismo estaría bien tener algo que pilotar.
El grupo de buscadores estaba señalando hacia el otro lado del cañón. Se oyeron gritos, y luego echaron a correr.
-Lo lograste. –Uldir respiró aliviado.
-Sí -dijo ella-. No les engañará por mucho tiempo.
Comenzó a avanzar, saliendo de la boca de la cueva.
-Espera -dijo Uldir, señalando vagamente hacia arriba-. Todavía hay que tener en cuenta los voladores.
-Tenlos en cuenta. Tú eres el piloto.
-No. Tenemos que esperar a mi gente, o pensar algún tipo de plan.
Ella se apartó de la cara un mechón de pelo suelto.
-Eh, has tenido una buena idea, cohetes. No lo estropees pensando demasiado.
-Oye, escucha... ¡Eh!
Demasiado tarde. Ella ya había salido corriendo de la entrada de la cueva y comenzaba a ascender la ladera del cañón en dirección opuesta a la que había enviado al grupo de búsqueda.
-¡Por todos los moffs! -gruñó Uldir, e hizo lo único que podía hacer, lo que había estado haciendo desde el principio de todo este lío: corrió tras ella.
Llegó al borde de la quebrada a tiempo de verla desaparecer descendiendo por otra. Bonadan había perdido la mayoría de sus formas de vida naturales por la brutal industrialización del sector empresarial, y sin raíces ni rizomas para mantenerla bajo control, la erosión había surcado rápido los suelos de las tierras en las afueras del puerto espacial, pelando su historia planetológica, y convirtiéndolas en tierras baldías.
En algún lugar, Uldir escuchaba el zumbido de voladores, pero no podía verlos. Probablemente estaban llevando a cabo algún tipo de búsqueda por cuadrantes. Probablemente también tuvieran información de satélites. La naturaleza quebrada del terreno les daba una oportunidad, pero sólo una pequeña.
Alcanzó a Klin-Fa Gi llegaba corriendo a la parte inferior del siguiente barranco.
-¿Dónde crees que vas? -exclamó, tratando a un tiempo de no alzar la voz y de igualar su paso al de ella.
-Lejos -dijo ella-. Lejos del vong.
Entonces lo entendió.
-Les tienes miedo. A los yuuzhan vong.
-¿Miedo? No. No le tengo miedo a nada. Pero mis poderes Jedi son inútiles contra los vong. Si lucho, podría perder, y no me puedo permitir eso. La galaxia no se lo puede permitir. Mi misión no puede fallar.
-Eh, ya he tratado antes con los yuuzhan vong –jadeó Uldir-. No son invencibles.
-Me alegro de que pienses así. ¿Por qué no vas a contenerlos para mí?
-Tal vez sea únicamente eso lo que haga -espetó Uldir-. Es mejor que... ¡Al suelo!
La empujó contra la pared del barranco, justo cuando la sombra de un volador pasaba a sus pies. El pronunciado ángulo los protegía en gran medida, pero Uldir todavía contenía la respiración.
La sombra siguió adelante.
-Eso ha estado demasiado cerca –dijo-. Puede que no tengamos tanta suerte en la siguiente pasada.
-Bien -dijo ella-. ¿Qué crees que deberíamos hacer? No parece que lleguen tus amigos.
-Puedo enviarles una señal -dijo, indicando su comunicador.
-¿Y no se te ha ocurrido eso hasta ahora?
-No -dijo Uldir a regañadientes-. Les llamé ayer por la noche.
-¿Ayer por la noche? Se están tomando su tiempo.
-Nuestra nave está en dique seco. Puede que les haya costado toda la noche sacarla. Además, yo tampoco tenía unas coordenadas exactas para darles.
-Tal vez las tendrías si no hubieras cometido la estupidez de volar en una tormenta barredora -le recordó.
-¿Yo? -gruñó Uldir-. Yo sólo estaba tratando de sacar lo mejor de una mala situación, y tú no fuiste ninguna ayuda. Tal vez si no guardases semejante mutismo acerca de tus planes...
-No -dijo ella-. No puedo confiar en ti.
-¿Ni siquiera ahora?
-No.
-Eso es simplemente genial.
-¿Por qué no dejas de lloriquear y llamas a tus compañeros?
-Podría hacerlo, pero entonces esos voladores nos localizarían. Si mis amigos no están cerca, sólo conseguiríamos que nos atrapasen más rápido.
Klin-Fa aminoró la marcha hasta detenerse y le dirigió una mirada tan dura como el duracero.
-Rápido o lento, no supone ninguna diferencia -dijo. O tu equipo ha encontrado el camino hasta aquí, o no lo ha hecho. O nos atrapan, o no nos atrapan. ¿Qué pasa, tienes planeada una jubilación tranquila?
Uldir le devolvió la mirada, pero ella tenía razón. Activó el comunicador.
-Aquí halcón de presa uno –dijo-. Halcones de presa, ¿me escucháis?
La estática siseó por un instante, y luego la voz de su segundo al mando, Vega Sepen, le respondió.
-Te escucho, jefecillo. Todavía estás vivo, supongo. -No había nada en el tono de la dura mujer corelliana que sugiriera que hubiera estado preocupada por él.
-Estoy en mala posición, dos, justo entre una supernova y un agujero negro. ¿Lograste encontrar piernas?
-Ah... más o menos -respondió Vega.
-Muy bien. ¿Me tienes localizado?
-Lo siento. No tengo esa clase de equipo a bordo, me temo. –Se oía una algarabía de fondo que no podía distinguir... Vega hablando con otra persona... y algún tipo de música. Entonces la voz de Vega regresó-. Vook cree que puede triangular con nuestros comunicadores. ¿Puedes seguir transmitiendo?
-Claro -dijo Uldir-. Asyui-ln.
-Entendido. Vamos a buscarte, jefecillo, quédate tranquilo.
-¿Qué es esa música?
-Nada.
-Por la Fuerza, ¿qué estás pilotando, dos?
Vega no respondió.
-Si sigues transmitiendo, serán capaces de rastrearnos -espetó Klin -Fa.
-Shh. -Dejó el comunicador bajo una roca cercana-. Lo sé.
-Pero tus amigos...
-Mis amigos saben que asyui-ln significa “no” en dug -respondió Uldir-. Buscarán en un radio alrededor de la señal. Ahora, vamos.
-Espera -dijo ella. Al instante siguiente, ella subió por el lado del barranco, justo cuando Uldir advertía el sonido del volador que regresaba. Klin-Fa alcanzaba el borde del abismo cuando la nave patrulla se acercó. El fuego bláster levantó polvo alrededor de sus pies, pero ella lo esquivó fácilmente, y su activó rápidamente sable de luz. Al instante siguiente, era un brillante disco que giraba, atravesando el morro del volador. Más fuego bláster procedente de otra parte creó un puente espectral sobre la parte superior del cañón, pero para entonces Klin-Fa había bajado de nuevo del borde, con el letal sable de luz mortal regresando a su mano y apagándose.
-¡Por todo el carbono! -jadeó Uldir. Entonces ella pasó corriendo a su lado.
-¡Muévete! -gritó.
Corrieron por el cañón, cruzando de una pequeña elevación a la siguiente, y luego doblando un recodo.
Derechos hacia una patrulla, cuatro humanos con blásters de policía y un yuuzhan vong. Estaban a menos de dos metros de distancia.
-¡Eh! -exclamó uno de los humanos.
Uldir no se lo pensó. Se lanzó de cabeza con todas sus fuerzas contra uno de los humanos, sintiendo el calor de los disparos de bláster quemándole la espalda. Golpeó al hombre en la cintura y cayeron al suelo. Uldir esperaba que los demás fueran reacios a disparar por temor a darle a su camarada. Los dos hombres rodaron, y luego rodaron un poco más cuando Uldir se dio cuenta de repente de que su loco asalto les había conducido a otra pendiente. Las rocas se clavaban furiosas en su espalda mientras su oponente trataba, con éxito moderado, de golpearle con la culata de su bláster. Afortunadamente, los golpes eran débiles, y para cuando dieron contra una piedra lo suficientemente grande como para detenerles, Uldir había conseguido liberar una de sus manos libres para propinar un fuerte puñetazo. Sintió que los dientes crujían, y el oficial quedó inerte.
Disparos de bláster agrietaron la piedra que les había detenido. Frenético, Uldir se apartó, buscando al mismo tiempo el arma del oficial. La encontró a un metro de distancia, rodó y la recogió, y luego apuntó con ella a lo alto de la pendiente. Otro disparo se clavó en la arena a escasos centímetros de su rodilla. Uldir disparó, falló, se puso en pie y corrió hacia la pendiente sin dejar de disparar. Su tercer disparo hirió a un oficial en el esternón y le derribó hacia atrás, fuera de la vista.
Para cuando llegó junto a Klin-Fa, ella se había encargado de los demás oficiales y se encontraba en un remolino de movimiento con el yuuzhan vong. Como todos los de su especie, el guerrero desdeñaba el uso de dispositivos mecánicos; peleaba con un anfibastón, un arma viviente que parecía a una serpiente, a ratos rígido, o afilado, o flexible como un látigo. Klin-Fa estaba teniendo dificultades contrarrestando el furioso y complejo ataque. Uldir alzó su bláster para cambiar las probabilidades.
En el mismo momento, otro volador llegó sobre la cresta, escupiendo fuego con sus blásters. Maldiciendo con un juramento ettiano que nunca había comprendido del todo, pero cuyo sonido le gustaba, Uldir se puso a cubierto detrás de un saliente de roca y contraatacó. Su disparo rebotó en el lateral del volador, y los disparos de respuesta pulverizaron su refugio. Pudo ver al piloto sonriendo a través del parabrisas. Con un gruñido, salió corriendo, disparando a su paso. No pudo apuntar con suficiente precisión, y todos sus tiros fallaron por mucho, o rebotaron en el resistente metal del volador. El piloto no estaba teniendo tales problemas para apuntar; flotando, sus blasters frontales siguieron a Uldir como un par de huellas de fuego, cada vez más cerca. Un rayo golpeó tan cerca que le hizo tropezar, y en un extraño momento, el mundo pareció detenerse por completo. Uldir sintió que su dedo apretaba el gatillo por última vez, y entonces el arma salió volando de su mano cuando su cara golpeó contra el suelo. Escupió el sabor de la sangre y la suciedad metálica, a la espera de lo inevitable.
Lo inevitable no ocurrió. Cautelosamente, miró hacia arriba. El volador aún se movía, pero el piloto ya no sonreía; estaba desplomado de lado en su asiento, y había un agujero perfecto en el parabrisas.
-Vaya –dijo Uldir con un suspiro de alivio. A veces su suerte le sorprendía incluso a él. Cogió el arma y se volvió hacia los sonidos de combate, temiendo lo que podría ver.
Klin-Fa estaba en su línea de fuego, pero mientras observaba, se agachó bajo el látigo del anfibastón y barrió con su pierna el pie del guerrero yuuzhan vong. Le golpeó de lleno, haciéndole perder ligeramente el equilibrio. Retrocedió varios pasos para recuperarlo, pero Klin-Fa saltó por los aires, dio una voltereta sobre la cabeza de su oponente, y golpeó hacia abajo al mismo tiempo. Con gran habilidad, el guerrero recibió el golpe con una parada por la espalda y se giró para contraatacar. Klin-Fa, sin embargo, aterrizó en una fracción de segundo, y el golpe silbó por encima de su cabeza mientras ella atravesaba con su arma llameante el torso del vong. Él abrió la boca y cayó en dos mitades cauterizadas.
Él todavía lanzó un ataque contra ella, pero la Jedi ya estaba de nuevo en pie, retrocediendo fuera de su alcance.
-Por Yabeley -gruñó. Uldir se preguntó quién o qué era Yabeley.
El yuuzhan vong la vio alejarse, con sus ojos negros brillando con odio.
-Jeedai –gruñó-. Vuestros días están llegando a su fin.
-No tan rápido como los tuyos -dijo ella. Su voz era más fría que la noche en el lado oscuro de una luna sin aire.
El yuuzhan vong escupió sangre.
-Tu golpe ha sido hábil –dijo-. Yo te saludo. Pero morirás. Toda tu gente morirá. Incluso vuestra propia gente se ha vuelto contra vosotros.
Klin-Fa hizo un gesto despectivo a los oficiales caídos.
-Estos cretinos no son mi gente –dijo-. No considero tener relación alguna con alguien tan tonto como para creer que los yuuzhan vong dejaréis de conquistar nuestra galaxia, simplemente porque os entreguen a los Jedi.
El guerrero mostró una sonrisa extraña.
-No es vuestra galaxia –dijo-. Simplemente la habéis infestado por un tiempo. Hemos venido a poner fin a la infección, en el nombre del glorioso Yun-Yuuzhan.
-Nuestra galaxia -repitió Klin-Fa con firmeza. Pero el yuuzhan vong ya no la escuchó. Su mirada se había perdido más allá de las estrellas.
Klin-Fa apagó su sable y se lo colgó del cinturón.
-Eh -dijo Uldir-. Buenos movimientos. Pero aún no hemos salido de esta. Oigo más voladores acercándose.
-Que vengan -dijo Klin- Fa, con gravedad.
Lo hicieron, tres de ellos, y pronto Klin-Fa estuvo actuando como un escudo viviente, desviando disparos mientras Uldir trataba de golpear a los voladores o a sus pilotos en algún punto crítico. Estos pilotos no se quedaron flotando, sin embargo, sino que comenzaron a separarse para rodearles. Una vez lo hicieran, todo habría acabado. Klin-Fa no podría bloquear el fuego desde todas las direcciones.
Un disparo penetró sus defensas y quemó la oreja de Uldir. Klin-Fa soltó un jadeo cuando un segundo disparo le impactó en el muslo, y los volantes se prepararon para asestar el golpe fatal. Uldir y Klin-Fa permanecieron de pie, espalda con espalda.
-Gracias por intentarlo -dijo Klin-Fa. Sonaba como si lo dijera en serio.
-No hay problema -respondió Uldir-. Es mi trabajo.
Quiso decir algo más, pero no se le ocurrió exactamente qué. En lugar de eso, disparó cuatro veces contra el volador más cercano.
-¿No oyes música? -preguntó Klin-Fa.
-Ahora que lo mencionas, sí. Pensé que se me estaba yendo la olla.
Ahora, dos voladores le tenían firmemente en sus puntos de mira. Podía tratar de esquivarlos, pero eso dejaría la espalda de la Jedi sin vigilancia. Reprimió el impulso de cerrar los ojos. Observaría cómo la muerte venía a buscarle, gracias, y mantendría la mirada hasta el último segundo.
Salvo que el volador no disparó. En cambio, se vio obligado a girar ante un aluvión de disparos de baja potencia que chisporroteaban contra su casco. De hecho, todos los voladores estaban bajo ataque. Uno no se volvió lo suficientemente rápido para enfrentarse a la nueva amenaza, y perdió su estabilizador y sus repulsores de popa en un par de instantes. Se tambaleó y después cayó como una piedra. Uno de los otros se ladeó y recibió un impacto en el vientre, perdió altura y se fue renqueante, humeando. Uldir comenzó a dispararle en su retirada, cuando algo bastante extraño apareció por encima del borde del cañón.
Un par de ojos gigantescos les miraban desde lo alto, en medio de una cabeza de al menos un metro y medio de ancho. De su boca abierta, sonaba música a todo volumen. Más extraño aún, una figura parecía estar bailando sobre la cabeza, lanzando serpentinas de luz verde brillante.
-¿Qué dem...? –comenzó a decir, antes de que finalmente todo comenzara a tener un retorcido sentido para él al darse cuenta de que la luz no salía despedida al azar, sino que acosaba al volador restante. El bailarín era un dug, en equilibrio sobre una de sus patas delanteras y disparando blasters con sus otras tres extremidades.
-¡Es Leaft! -exclamó.
Una serie de disparos más potentes se unió al salvaje tiroteo del dug contra el volador, y Uldir podo ver a una mujer de cabello platino de pie junto a la cabeza, que ahora podía ver que estaba montada en una especie de plataforma flotante. Era Vega y su rifle desintegrador.
-¡Vamos! -dijo Uldir a Klin-Fa.
-¿Ese es tu genial equipo de pilotos de rescate? -preguntó ella con escepticismo.
-Ya lo creo.
-¿Por qué están montando en la cabeza del ejecutivo Lounha?
-Estoy seguro de que tienen una buena explicación -respondió.
Los dos corrieron a través de un volumen decreciente de fuego procedente del cielo hasta que alcanzaron la carroza flotante. Vega tendió una mano a Uldir sin mirarlo, mientras cosía a estallidos rojos  el parabrisas del último volador que todavía estaba a la vista. Éste cayó, dejando un resplandor de llamas en la pared opuesta del cañón.
-Te gano tres a dos –dijo ella a Leaft.
-Hum. Suerte humana –gruñó el dug-. La próxima vez...
Vega hizo caso omiso a su compañero.
-Vook -exclamó hacia la gigantesca cabeza-. Tenemos al jefe. Ahora sácanos de aquí.
-¡En ello! –exclamó el duro.
A una velocidad desesperantemente lenta, el flotador comenzó a derivar de nuevo hacia el espaciopuerto.
-Esto es una locura -dijo Klin-Fa-. ¿A dónde vamos a ir en esta cosa?
-Más lejos de lo que conseguirías llegar a pie -dijo Vega, secamente-. ¿Estás bien, jefe?
-Estoy bien -respondió Uldir-. Pero ella tiene razón. Uno de los voladores escapó y, además, deben de estar en contacto con su base. No podemos luchar contra otra media docena de voladores en esta cosa, y no digamos si traen algo más grande.
-Eh, lo hicimos lo mejor que pudimos -dijo Vega-. Esta fue la única cosa que pudimos encontrar en tan corto plazo.
A su pesar, Uldir esbozó una sonrisa.
-¿Una carroza del desfile? Siempre fuiste buena improvisando, Vega, eso tengo que concedértelo.
-Ya lo creo -respondió Vega-.  Y no he terminado todavía.
-¿Qué quieres decir?
-He recibido una llamada de Uuve justo antes de recogerte. Finalmente consiguió sacar la nave del dique seco. Está de camino.
-¿Uuve? -preguntó Klin-Fa-. ¿Otro de tus ases?
-Nuestro astromecánico -aclaró Uldir.
-¿Un astromecánico pilotando una nave? ¿Solo?
-Él no es un droide ordinario -respondió Uldir.
-No -dijo Klin-Fa-. No esperaba que lo fuese.

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