martes, 29 de octubre de 2013

El gran asalto a la nave rebaño (II)


-¡Noone! ¡Inepto e inútil saco de gusanos de grava! –La voz de Guttu resonó en los estrechos confines de su cámara de audiencias.
Gracias a los Hados, está de buen humor, pensó Noone. Abrió los brazos en un exuberante gesto y se acercó al hutt recostado.
-¡Excelentísimo Guttu! –respondió en huttés-. Benefactor benevolente y patriarca pater...
-No te acerques más. –Guttu le detuvo con un gesto ondulante de su hinchada mano. Grande incluso para ser un hutt, cada año que pasaba Guttu parecía menos una criatura racional y más un pegote pastoso de masa sin cocer. A menudo alardeaba de no haberse movido por sí mismo en 150 años.
En ese momento, el hutt estaba chupando el muslo asado de algún desafortunado animal de rebaño. La pieza de un metro de largo brillaba húmeda bajo la tenue iluminación al asomar de su boca cavernosa. Noone echó un vistazo a su alrededor en la cámara de audiencias. El olor rancio seguía siendo el mismo, al igual que los ostentosos tapices y las alfombras apiladas absurdamente. El ave zancuda moteada, que agitaba sus alas y cubría las alfombras con plumas raídas, era un extraño añadido. Inclinando su pequeña cabeza, la criatura examinaba el suelo en busca de migajas o bichos.
Guttu se inclinó hacia delante, mirando intensamente a la inesperada acompañante de Noone.
-¿Quién es tu sombra? –retumbó. Su aero-silla gimió mientras sus repulsores compensaban el cambio en la distribución del peso.
Noone asintió.
-Mis disculpas. Kels, el Gran Guttu. Kels es la última adición a nuestra alegre tropa. Ahora mismo no es más que una aprendiz, pero creo que estaréis de acuerdo en que sus talentos nos hacen más formidables que nunca. Es la mente maestra que urdió el robo de cristales de facetas de fuego en Druckenwell, echó el guante a las cuatro coronas de...
-Os estaréis preguntando por qué os he convocado. –Guttu claramente no estaba interesado en el historial de Kels, que Noone suponía que era ficticio en su mayoría. El ladrón mostró su cara más atenta.
-Hace dos días un humano fue asesinado. Era el contable de un prestamista rodiano llamado Vop el Usurero... un empleado menor de un criminal inferior. No me importa nada ninguno de ellos. –Guttu se aclaró la garganta, con un gorgoteo grave y húmedo-. Pero el crimen fue orquestado por mi repelente rival, Ritinki el bimm.
-¿El bimm? –dijo Kels con incredulidad, aparentemente ajena al apremiante gesto de cállate de Noone-. ¿Estáis diciendo que uno de esos pequeños pacifistas es un jefe criminal?
El estallido de risa de Guttu sonó como un trueno.
-¡Ah, humanos! –rugió-. Tan pestilentemente comunes, y tan culturalmente ignorantes. Hay excepciones para cada regla, querida. Fíjate en mí, por ejemplo –continuó, pronunciando cuidadosamente cada palabra como si estuviera hablando con un niño rebelde-. Los hutts tienen una injusta reputación de hedonistas crueles y egoístas, y glotones inmoderados. Y sin embargo, sólo necesitas echarme un vistazo para darte cuenta de que eso no es cierto. –A continuación, como si lo tuviera escrito en un guion, soltó un sísmico eructo.
-Eh... sí, claro –dijo Kels con vacilación.
Guttu le sonrió radiantemente, y luego volvió su mirada de nuevo hacia Noone.
-Ritinki y Vop planean realizar un amistoso “encuentro de mentes” a bordo de la nave rebaño ithoriana Canción de las Nubes pasado mañana por la noche. He descubierto que Vop planea usar la reunión como oportunidad para obtener en secreto una caja fuerte sellada de los ithorianos. El dinero ya ha cambiado de manos. El contable iba a escabullirse después de la cena y recoger la mercancía.
-Pero ahora está muerto –comentó Noone.
-Precisamente. Ritinki también tuvo noticias del plan. Liquidó solapadamente y de forma abyecta al contable de Vop, e introdujo a su propio duplicado en su lugar. ¡Y Vop, ese estúpido de mirada perdida, no tiene ni idea! –La fofa masa de Guttu se sacudió en una carcajada.
-De modo que el duplicado de Ritinki recoge la caja y se la entrega a su maestro, no a Vop –especuló Noone-. ¿Qué es, un clon?
-Bah. Ni siquiera Jabba podría crear un clon. Lo más probable es que se trate de una alteración quirúrgica, pero Ritinki podría haber optado por un holo-disfraz. No importa, porque no va a funcionar. –Los ojos de Guttu se estrecharon hasta convertirse en ranuras doradas-. Vais a robar la caja antes de que él llegue allí.
Noone tragó saliva. Estaba temiendo que por ahí fueran los tiros.
-No me defraudes, Cecil Noone.  Los vrblthers están hambrientos en esta época, y conozco una banda de ladrones que sería un exquisito menú de cuatro platos.
-Vaya... –murmuró Noone, sintiendo como si se hubiera hundido varios centímetros en la alfombra.
Guttu introdujo el pedazo de carne aceitosa en su inmensa boca, y luego lo volvió a sacar.
-Perdonadme. He olvidado las obligaciones de un anfitrión. Por favor, tomad un poco de roba. –Con sus gruesos dedos, desgajó un pedazo de grasa blanca como la leche y lo sostuvo, como su estuviera ofreciendo a su nashtah de mascota una golosina especial. Noone avanzó unos pasos y aceptó el tembloroso pedazo.
Guttu arrancó otra tira del muslo y la lanzó con aire ausente a la esquina opuesta, donde rodó bajo un tapiz de mal gusto que representaba la Tercera Batalla de Vontor. El ave moteada graznó hambrienta. En un torbellino de plumas, se abalanzó sobre el pedazo.
Noone apretó tentativamente el pedazo de roba con la punta de los dedos. Estaba húmedo y brillaba por la grasa y la saliva del hutt.
-Entonces –dijo-, ¿cuáles son los detalles del encuentro? ¿Y el tiempo de llegada de la nave rebaño? También... –Se cayó al levantar la vista. Guttu le estaba fulminando con la mirada de forma severa. Respirando profundamente, Noone se llevó a la boca el amargo pedazo de cartílago y sonrió con los dientes apretados. Guttu le devolvió la sonrisa.
-Quammo os dará una tableta de datos a la salida. Ahora, si me excusáis, debo comenzar mi almuerzo vespertino. Volveréis dentro de dos días con la caja fuerte.
Noone se volvió para marcharse, pero Kels tenía una pregunta más.
-La caja... ¿qué hay dentro?
-Querida –dijo Guttu con una risotada-, no tengo ni idea. Pero si hace que dos de mis competidores se apuñalen por la espalda de esta manera, lo quiero.

***

Kels apoyó una mano contra la pared para mantener el equilibrio cuando la sobrecargada lanzadera se alzó temblorosa de la plataforma de aterrizaje. Los platos se entrechocaron, y una de los carritos de catering que le llegaban a la altura de la cintura chocó dolorosamente contra sus rodillas. Se alisó su limpio uniforme blanco y lanzó una mirada al otro lado de la cabina de pasajeros a Noone, que estaba sentado en su asiento acolchado con los arneses firmemente abrochados y vestía un impecable uniforme de lino similar al suyo. Él le sonrió tratando de tranquilizarla.
Ella pasó la mirada a la ventana junto a la cabeza de Noone y observó las parpadeantes torres de Nar Shaddaa pasar disparadas ante ella cuando el piloto de la lanzadera comenzó un lento giro ascendente. La lívida superficie de Nal Hutta, el hinchado planeta del que Nar Shaddaa era luna, estaba comenzando a asomar sobre el dentado horizonte de ferrocemento.
Había pasado día y medio desde su encuentro con Guttu. Cuando Kels y Noone habían regresado al Borgove, tanto Dawson como Sonax habían aullado indignados ante la enormidad de la tarea y el poco tiempo que tenían para prepararla.
-¡Dos días! –había dicho furioso Dawson, con sus ojos brillantes examinando las lecturas que iban apareciendo en la tableta de datos de Guttu-. ¿Dos días para subir a bordo de esto –dijo, mostrándoles la tableta, donde podía verse el esquema de una colosal nave rebaño ithoriana con forma de platillo- y robar su preciosa caja? ¿Era consciente esa babosa enfermiza de que van a sellar todo el tráfico aéreo para mantener la reunión en privado? Hasta después de la reunión, no se permitirá atracar en la nave rebaño a ningún comerciante, agente de compras, o botánico. A nadie.
-Tanto Vop como Ritinki saben que sus rivales tratarán de eliminarles durante el encuentro –había comentado Noone-. Probablemente tampoco confíen el uno en el otro, lo que significa que cada uno de ellos va a llevar su propio ejército personal de matones de seguridad. Añade a esto el hecho de que cada uno de ellos planea salir de la nave con esa misteriosa caja fuerte, y podemos esperar que la nave rebaño realmente esté tan firmemente sellada como la cáscara de un huevo. No nos estamos enfrentando a ningunos estúpidos.
Sonax había oscilado a un lado y a otro, uno de sus tics característicos que indicaba nerviosismo o frustración contenida.
-¿Entoncesss cómo entramosss?
Después de seis horas de sugerencias que conducían a callejones sin salida, y que variaban desde lo convencional (hacerse pasar por un equipo de mantenimiento) a lo ridículo (envolverse en redes de camuflaje y esperar que los ithorianos los subieran a bordo como nuevas y extrañas formas de vida para el zoo de la nave rebaño), fue la cena lo que finalmente inspiró un plan viable.
Sonax había captado una llamada subespacial que la Canción de las Nubes había enrutado por el satélite 355-D del sistema de comunicaciones. La comida de la fiesta iba a encargarse a una empresa externa.
No resultaba extraño que no hubiera mucha demanda para empresas de catering en Nar Shaddaa. La mayor parte de los habitantes de la luna eran vagabundos indigentes, contrabandistas incultos, o decadentes señores hutt como Guttu. Estimables Epicúreos estaba a punto de cerrar sus puertas para siempre cuando la transmisión de la Canción de las Nubes llegó por el comunicador. La petición hizo que cundiera el pánico en la empresa de dos meses de antigüedad.
Estimables Epicúreos tenía una plantilla de doce personas; previamente eran dieciocho, pero un hutt que sufrió una indigestión lanzó a seis de sus chefs a una nebulosa cercana. Este trabajo devolvería a la moribunda empresa al bienvenido camino de la solvencia, pero para poder encargarse de un evento tan grande, habían necesitado doblar su plantilla en veinticuatro horas.
Se habían realizado llamadas frenéticas a las cocinas privadas de los más antiguos clanes hutt, disculpándose por la brevedad de los plazos pero solicitando poder contratar a cualquiera con experiencia culinaria para un trabajo temporal. Tres docenas de seres expresaron su interés; sólo siete llegaron a aparecer en Estimables Epicúreos a la mañana siguiente. Se hizo una comprobación rutinaria a los historiales de los recién llegados, se les proporcionó uniformes blancos limpios y se les puso a trabajar preparando los entrantes para la cena de la noche y cargándolos en tres lanzaderas alquiladas. Gracias a un sencillo apaño informático por parte de Sonax, dos de las caras nuevas pertenecían a Noone y Kels.
Los motores de la lanzadera gimieron enfermizamente cuando la torpe nave superaba la atmósfera y se deslizaba bajo la mole, quemada y a la deriva, de una corbeta clase Merodeador. Kels sabía que el espacio alrededor de Nar Shaddaa estaba cubierto de restos gastados como ese. Esperaba que el piloto hubiera tenido el sentido común de desviar algo de energía adicional a los escudos de partículas.
Con un estremecimiento y un sonido quejumbroso de los compensadores de aceleración, la lanzadera se inclinó bruscamente para evitar un emplazamiento turboláser abandonado con forma de rosquilla que giraba lentamente. A través del sucio parabrisas visible justo después del respaldo de la silla del piloto, su destino apareció a la vista.
La Canción de las Nubes era una visión impresionante; un titánico disco de bronce de casi un kilómetro de diámetro. Su borde estaba punteado de bahías de atraque y esclusas, mientras que su núcleo albergaba una elevada cúpula de transpariacero que cubría arboretos y cuidados jardines de agua. Como la mayor parte de las naves rebaño, la Canción viajaba por las rutas hiperespaciales de la galaxia vendiendo mercancía rara e inusual a todo el que quisiera acercarse. Por norma, los ithorianos de cuello de cuchara fomentaban la interacción con otras especies. Que una nave rebaño fuera alquilada para que tuviera lugar una conferencia privada y exclusiva era un hecho sin precedentes.
Su nave se colocó en situación detrás de las otras dos lanzaderas del catering y siguió sus estelas hasta el hangar más cercano. El palpitante rectángulo azul que indicaba el campo de contención atmosférica crecía de tamaño. Conforme el piloto hacía preparativos para el aterrizaje, una voz aguda habló a la altura del codo de Kels.
-¿Y cuánto lleváis trabajando en la cocina de Tagta? –La voz era irritantemente aguda, con un acento de remilgada educación-. Este negocio nuestro es un pañuelo, y no recuerdo haber visto vuestras caras antes.
Kels bajó la mirada hacia quien había hablado, un humano gordito y retaco con un bigote absurdamente puntiagudo. Él y sus dos compañeros, dos humanoides desgarbados y con piel dorada de una especie que Kels no había visto nunca antes, habían llegado esa mañana con la ayuda temporal. No estaba claro si sospechaba algo, o simplemente estaba siendo amistoso. Rápidamente, recordó su tapadera.
-Dudo que nos hayáis visto. Nos trasladaron al Palacio de Invierno de Tagta hace dos semanas. Nuestro año se encuentra actualmente su residencia permanente en Nar Hekka, así que decidimos obtener unos créditos extra.
La lanzadera se posó en el hangar un una sacudida y un golpe seco. Las puertas de carga traseras se abrieron con un siseo.
-Ah. Bueno, más os vale que nunca lo averigüe –dijo el hombrecito con un bufido-. Tengo entendido que Tagta puede ser bastante inflexible.
-Podemos cuidar de nosotros mismos, ¿sabes? –exclamó Kels, desabrochándose los arneses del hombro. No tenía ganas de charlar con un cocinero demasiado curioso.
El hombre soltó aire súbitamente, con ruido, como si le hubieran dado un puñetazo en su amplia panza.
-¡Bueno! –Sus dos compañeros ya estaban empujando carros por la rampa de popa. Se dio la vuelta para seguirles-. Mantente fuera de mi camino, amateur –exclamó con arrogancia por encima del hombro-. Aprendí con el mismísimo gran chef Porcellus.
-Prima donna –murmuró Kels para sí misma, meneando la cabeza con desdén.
Noone le echó una mirada expectante y colocó ambas manos contra un carro de metal etiquetado como RAÍZ CHARBOTA EN PUDIN DE GUMBAH.
-Comienza el espectáculo.
Empujaron el carrito por la bahía de hangar despejada hacia los serpenteantes pasillos que conducían al patio principal. Noone aminoró gradualmente el paso hasta que el grupo que les precedía desapareció en una esquina, y entonces giraron abruptamente a un pasillo lateral y de allí a un nicho de mantenimiento. Kels soltó los cierres de la esquina del carro, abriendo de par en par el panel lateral. En lugar de pudin de gumbah, el carrito contenía un plato mucho menos apetitoso. Un tynnan y una sluissi, horriblemente apretados.
Kels se arrodilló y se inclinó hacia ellos.
-¿Pasando un buen rato? –susurró con una sonrisa.
Dawson gruñó. El hombro de Sonax presionaba su oreja, y su codo se le clavaba en un ojo. El, por su parte, tenía los dos pies encajados en la parte más fina de la cola de ella. Agarraba el saco de detonadores protectoramente contra su pecho.
-Oh, sí –gruñó-. Ayúdanos a salir de aquí, graciosilla.

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