lunes, 26 de agosto de 2013

Pequeños favores (II)


El capitán Nevik cruzó rápidamente la cubierta de mando del Destructor Estelar Imperial Devastador, una hazaña bastante considerable teniendo en cuenta el aparente bajo estado de forma del hombre.
-Los técnicos acaban de terminar de descodificar...
Sollaine arrebató la tableta de datos de las manos del capitán y rápidamente comenzó a examinar los datos.
Imperturbable, Nevik soltó aire con gesto orgulloso desde su abultado torso y continuó.
-Podemos comenzar a acorralar a la escoria rebelde de inmediato. Creo que uno de ellos está en el Sistema Alfestril, que por supuesto se encuentra a menos de una hora de distancia desde nuestra actual posición.
-Los ojos de Sollaine se abrieron como platos al leer el último nombre de la lista.
-No puede ser...
-Se lo aseguro, señor. Esta nave puede estar allí en cuarenta minutos estándar.
-¡Idiota! –Sollaine empujó la tableta de datos contra la tripa del capitán y la pura fuerza de su mano prostética lanzó al hombre contra el suelo de la cubierta. –Establezcan un nuevo rumbo: velocidad máxima a Corulag. –Sus labios se retorcieron ligeramente cuando una idea llegó a su mente-. Apaguen nuestra señal de transpondedor y mantengan silencio de comunicaciones en todas las bandas.
Casi al unísono, la tripulación del puente del Devastador alzó la mirada desde los pozos de equipos electrónicos a ambos lados de la pasarela elevada por la que Sollaine caminaba en ese momento. Parecían inseguros de seguir sus órdenes sin la aprobación de su capitán, que estaba terminando de ponerse en pie.
-¿Es que son todos sordos además de estúpidos? ¡He dicho velocidad máxima a Corulag, idiotas!
-¡Detengan esa orden! –dijo Nevik, con el rostro rojo de ira-. Esto es completamente inaceptable.
Sollaine volvió la cabeza, clavando sus ojos en el capitán desde debajo de sus párpados entrecerrados.
El capitán continuó impertérrito.
-No somos una nave de contrabandistas escabulléndonos por la galaxia. Esto es un Destructor Estelar Imperial. Y no formaré parte de su dudoso plan...
Sollaine se acercó al capitán Nevik y le dio unas palmaditas en el hombro.
-Tiene usted razón, desde luego. Esto es bastante inaceptable...
-Me alegro de que lo entiend...
Nevik quedó repentinamente en silencio cuando la mano prostética de Sollaine se cerró alrededor de su garganta. Las garras azul-plateadas se clavaron en los gruesos pliegues de carne, haciéndole sangrar. Jadeando para intentar recuperar el aliento, Nevik trató frenéticamente de liberarse, pero la mano artificial demostró ser demasiado fuerte.
De pronto, un gran pulso de energía se formó alrededor de la mano de Sollaine. Temblorosos rayos de energía azulada bailaron sobre la superficie metálica, descendiendo por la mano y formando arcos en los dedos. Las temblorosas serpientes alcanzaron rápidamente su presa. Los ojos del capitán se abrieron de golpe, y lo último que vio antes de que la inmensa sacudida eléctrica cortocircuitase su vida fue la sonrisa demencial de Sollaine...
Los oficiales más jóvenes apartaron la mirada casi inmediatamente, e incluso los veteranos más curtidos no tardaron mucho más. Sólo Sollaine permaneció para contemplar íntegramente el horrible espectáculo. Después de unos instantes aparentemente eternos, el cuerpo de Nevik dejó de agitarse. El uniforme del capitán estaba ennegrecido, y el humo ascendía por el aire en finos hilos.
Manteniendo aún su presa sobre el cuerpo, Sollaine dejó que su gélida mirada recorriera la sala, cayendo por turno sobre cada oficial.
Las dudas de la tripulación parecieron evaporarse al instante cuando todos se apresuraron a obedecer sus órdenes.
Sollaine soltó su presa y lo que quedaba de Nevik golpeó el suelo con fuerza, causando que muchos de los tripulantes hicieran una mueca. Señaló a dos técnicos inferiores.
-Limpiad este desastre.
Los hombres palidecieron por la tarea asignada, pero obedecieron rápidamente.
Sin más palabras, Sollaine caminó al ventanal y se quedó mirando la extensión del espacio que tenía ante él. Una sonrisa comenzó a formarse a un lado de su boca.
-No te llevarás el mérito esta vez, Vader –susurró Sollaine a las estrellas-. Yo llevaré a la traidora ante el mismo Emperador. Y cuando lo haga, el Ejecutor tendrá un nuevo amo.

***

Arkell estudió las pantallas de la cabina, tomando buena nota del equipo del Gato G. Cuando se acercó demasiado a una de las consolas, la unidad R2 giró su cabeza y emitió dos pitidos enfadados.
-¿Qué ocurre? –preguntó Cavv desde el otro lado de la esquina.
-Nada. Parece que este montón de chatarra es un poco quisquilloso –dijo Arkell con un bufido.
-Fuiip bip tuaap bu-bip –fue la indignada respuesta del droide.
-Puede que Erredós-Errecé sea quisquilloso, pero también tiene razón. No toques nada, velabri. Mi nave es una delicada obra de arte.
-Más bien una obra del mercado negro. Si no me equivoco, esto es un Arakyd Helix; un interceptor ligero extremadamente raro y escandalosamente caro.
-Carguero ligero –corrigió la voz del ladrón.
Arkell soltó un bufido.
-Si esto es una simple nave de transporte, entonces yo soy un jawa. –Agitó la cabeza con asombro-. He visto menos armamento cargado en cazas militares. Si esperas colarte en Corulag con esta nave, vas a tener un brusco despertar. Por lo que he oído, la mayor parte de agentes imperiales se vuelve suspicaz en cuanto oye la palabra “Helix”. Seguro que nos registrarán...
-Mucho mejor para ocultarse a plena vista, entonces. –Cavv entró en la cabina y efectuó una elegante reverencia, mostrando orgullosamente el mono de vuelo finamente confeccionado y la media capa bordada que llevaba puestos. La brillante coloración de la ropa convirtió el movimiento en un torbellino caleidoscópico-. ¿Qué te parece? ¿A que está diciendo “Noble Imperial”?
-Si es así, ladrón, lo está diciendo a gritos.
-Estupendo –dijo el ladrón-. No existe ningún noble comedido. Lo que explica no sólo la ropa, sino también el gusto exótico en cuanto a naves.
-Supongo entonces que toda la documentación de esta nave ha sido falsificado a conciencia.
-Mi versión hace que la auténtica parezca una falsificación –dijo Cavv con un guiño.
-Aún no estoy convencido de que esto vaya a funcionar, ladrón. Si hubiera...
Cavv le interrumpió, alzando un dedo en el aire.
-Ah, por cierto. De ahora en adelante, deberás dirigirte a mí como Lord Velastor T’nnac. Aunque Milord bastará.
Arkell sonrió, pero el gesto no era amistoso en absoluto. Sus afilados incisivos eran claramente visibles.
-¿Y por qué querría yo hacer eso?
-¿Cómo si no debería un esclavo alienígena dirigirse a su amo? –Advirtiendo la expresión en el rostro de Arkell, Cavv continuó rápidamente-. Bueno, en realidad actuarás como mi guardaespaldas. Vamos, velabri... Con esos ojos y esos dientes, no puedes esperar hacerte pasar por humano. Y todos sabemos lo xenófobos que son los residentes en los mundos del Núcleo...
El razonamiento pareció funcionar, al menos de momento. Obviamente, Arkell no estaba muy conforme con la situación, pero asintió mostrando su acuerdo a regañadientes.
-¿Ves? Te dije que todo iba a funcionar. Créditos fáciles, velabri. Todo lo que necesitas es un buen plan. Es como siempre dicen los jawas, “Chikkel atik binmett nikk jchimmen kha”.
-¿Qué significa?
-Sigue al bantha hasta el agua, pero vigila dónde pisas.
Arkell frunció el ceño.
-¿Qué tiene eso que ver con nada?
-Bueno, en realidad nada –dijo Cavv-, pero siempre me gustó esa frase.
-Buu-buip bup.
-Ya lo veo, Errecé –Cavv parpadeó dos veces, aturdido. Luego añadió en voz baja-: ¿Cómo has podido pasar esto alto?
-Pensé que habías dicho que todo iba a funcionar... créditos fáciles –dijo Arkell en tono burlesco mientras se inclinaba sobre los hombros del ladrón.
Las rutas espaciales estaban saturadas con naves de todas las formas y tamaños. Cavv nunca había visto tantas naves reunidas en un punto donde no estuviera teniendo lugar una guerra. Se contaban por cientos de miles y se desplazaban como una gigantesca manada de banthas. Sólo que en lugar de estar pastoreados por moradores de las arenas, era una flota de Destructores Estelares e incontables patrulleras imperiales. La gran esfera azul y verde de Corulag apenas podía verse entre toda la congestión.
Arkell estaba aturdido.
-Vaya reunión de naves. ¿Qué significa?
-Bueno, o bien la Oficina de Turismo de Corulag está regalando Estrellas de la Muerte al primer millón de visitantes –dijo Cavv secamente-, o el Imperio sabe que llegamos y ha sobrestimado extremadamente nuestras capacidades.
-Fuiip buii-bip.
-Hora de poner a prueba nuestra pequeña mascarada –respondió con calma Cavv, alcanzando el comunicador-. Nos están llamando...
El ladrón miró fijamente la pantalla por un instante, leyendo el mensaje que llegaba con una expresión de absoluta sorpresa.
-¿Qué ocurre? –preguntó Arkell con impaciencia.
-Espera un momento. Esto no puede estar bien... Errecé, efectúa un pirateo y mira a ver si puedes obtener algo más de información.
-Bo-bip.
-¿Y bien?
El ladrón alzó la vista, con una extraña expresión en su rostro.
-Era un mensaje automático dándonos la bienvenida a una fiesta de compromiso.
-Pues vaya fiesta...
Errecé soltó otra serie de pitidos, atrayendo la atención del ladrón de vuelta a la pantalla.
-Y que lo digas –dijo Cavv, poniéndose muy pálido-. La lista de invitados incluye a los gobernadores locales, al Moff Jamson Caglio, y a... –su voz subió una octava completa- Darth Vader.
Los ojos de Arkell comenzaron a rastrear las naves.
-¿Vader está aquí?
-No hasta dentro de otras nueve horas o así... justo antes de que comience la ceremonia.
-¡Por los ojos de Tarrek! –exclamó Arkell-. ¿Quién galaxias va a comprometerse aquí?
-Vastin Caglio, hijo mayor del Moff. Y su futura esposa es... Rivoche Tarkin.
El velabri meneó la cabeza.
-Ahora nunca podremos pasar la seguridad.
-Una vez me dijeron que “nunca es un estado de ánimo. Si estás tan seguro de que no puede hacerse, entonces no podrá hacerse.”
Arkell asintió solemnemente mostrando su acuerdo.
-Por una vez, lo que dices tiene sentido. ¿Dónde aprendiste un consejo tan sabio?
-Te sorprendería lo que puedes aprender tras un aterrizaje forzoso en los pantanos de un planeta deshabitado en medio de la nada. –Cavv ignoró la expresión de confusión de Arkell y se volvió a los controles-. Errecé, ¿crees que puedes añadirnos a la lista de invitados?
-Fuip bip.
Cavv dio unas palmaditas al droide y sonrió.
-Parece que vamos a asistir a nuestra primera velada imperial. –El ladrón se desabrochó el arnés del asiento del piloto y desapareció por el pasillo-. Espero que sirvan esos pequeños cilindros de multicarne en paquetitos de pan horneado.
Arkell se le quedó mirando.
-¿Y ahora qué estás haciendo?
-Bueno, buscar un regalo, por supuesto –dijo Cavv con un guiño-. No queremos bajar ahí con las manos vacías, ¿verdad?

***

El Devastador saltó del hiperespacio, casi chocando contra una gigantesca fragata de carga.
Sollaine miró fijamente el ventanal, atónito ante la inmensa reunión de naves.
-Por el Imperio, ¿qué está pasando aquí?
El comandante Gistol, el adjunto de la OIS de Sollaine, respondió rápidamente.
-Acabamos de ser contactados por el Destructor Estelar Anulador. Parece que hay una especie de fiesta de compromiso que va a tener lugar en Corulag.
-Aunque un Moff vaya a casarse con un wampa, no me importa. Simplemente atravesad este desorden y ordenad que se nos despeje un camino para nuestra fuerza de aterrizaje.
-Bueno, señor, hay un problema... –El comandante se agitó incómodo bajo la dura mirada de Sollaine y continuó con presteza-. Por motivos de seguridad, no se permite el aterrizaje en el planeta de ninguna nave sin la autorización adecuada. Supongo que por eso las rutas espaciales están tan congestionadas.
Sollaine avanzó a grandes zancadas hasta la consola de comunicaciones y presionó un dedo metálico contra el interruptor del comunicador.
-Pónganme con el oficial al mando.
Tras un instante, una voz cavernosa respondió.
-Aquí el almirante Nyran. ¿Con quién hablo?
-Al habla Sollaine, Comandante Central de la OIS. Exijo que me conceda autorización inmediata.
-Eso será imposible, señor –dijo Nyran-. Tengo órdenes muy estrictas.
-Estoy revocando esas órdenes –dijo Sollaine apretando los dientes.
-Lamento informarle, señor, de que no tiene autoridad para hacer eso. Mis acciones han sido dirigidas por Lord Vader en persona.
Hubo un absoluto silencio en el puente del Devastador. Los tripulantes más cercanos a la estación de comunicaciones retrocedieron tanto como el decoro les permitía, ya que Sollaine parecía a punto de estallar.
En cambio, su voz se convirtió en un suave y peligroso susurro, y habló al comunicador.
-Déjeme que comprenda la situación, almirante. ¿Qué ocurriría si enviase mis fuerzas de tierra a Corulag a pesar de las órdenes?
-Entonces nos encontraríamos con una situación de lo más desafortunada. Aunque considerando la fuerza de mi flota de batalla, sería misericordiosamente breve. ¿Está lo bastante claro para usted? ¿Señor?
Un costado del rostro de Sollaine se retorció en una parodia de una sonrisa.
-Claro como el cristal. Gracias, almirante. Nos retiraremos inmediatamente, entonces. Disfruten de la celebración. –Golpeó la consola con el puño, terminando abruptamente la comunicación.
Para gran alivio de la tripulación de comunicaciones, Sollaine se alejó de allí. Gistol se apresuró a seguirle, con la tableta de datos en la mano.
-Que se prepare una lanzadera clase Beta –dijo Sollaine en un tono que dejaba claro que no estaba de humor para que se discutieran sus órdenes-. Quiero una escuadra de Comandos de Asalto preparada y lista para salir en tres minutos. En ese instante, el Devastador se tomará un momento para abrir fuego sobre cualquier nave independiente a la vista, y luego escapará al hiperespacio. En la confusión, la lanzadera se abrirá paso hasta el planeta donde yo personalmente dirigiré todo este asunto. –Hizo una pausa, permitiendo que su mirada pétrea barriera todo el puente-. ¿Alguien tiene algún problema al respecto?
Nadie lo tuvo.
Sollaine asintió, luego tomó a Gistol del hombro.
-Tenemos trabajo que hacer...

***

Rivoche Tarkin se sorprendió de escuchar el timbre de su puerta. No esperaba a nadie. De hecho, había dado a los guardias órdenes de no molestarla. Ya era lo bastante malo que en pocas horas tuviera que estar interpretando el papel de amable anfitriona para medio sector. Todo lo que quería mientras tanto era un poco de paz y tranquilidad. ¿Era eso mucho pedir?
Con un largo suspiro resignado, Rivoche se levantó de la confortable tumbona en la terraza de su suite del ático. Caminó hacia la puerta, aumentando su fastidio a cada paso. Colocándose un mechón de pelo rebelde sobre la oreja, preguntó bruscamente:
-¿Quién es?
Hubo una ligera pausa.
-Entrega de flores, señora.
-Entonces déjelas junto a la puerta.
-Ehhh... tiene que firmar la entrega.
-Alguien de abajo puede hacerlo –dijo, cada vez más irritada-. Estoy ocupada.
-Son, hmm, flores delicadas. Puede que, hmm, se marchiten si no las pone en agua inmediatamente.
Alcanzando su límite, Rivoche tecleó en el panel y la puerta se abrió deslizándose y revelando a Cavv y Arkell. El ladrón sostenía bajo el brazo un paquete elegantemente envuelto, atado con un lazo.
-¿Qué está ocurriendo aquí? –preguntó ella.
Cavv estaba demasiado ocupado mirando a su socio para responderle.
-Esta es la última vez que te dejo intentar andar con sutilezas. Mejor que te limites a golpear cráneos. –El ladrón meneó la cabeza con disgusto-. Vaya idea, entrega de flores.
-¿Esto es alguna especie de broma? –Ella entrecerró los ojos, estudiando a la pareja.
Cavv mostró su mejor sonrisa.
-Estoy seguro de que puedo explicarlo todo.
-De algún modo, lo dudo. Pero siéntase libre de intentarlo y comience mientras llamo a mis guardias.
-No es una buena idea –avisó Cavv-. Se están tomando una prolongada siesta...
Rivoche lanzó de pronto la mano al panel de control. Pero antes de que la puerta pudiera deslizarse para cerrarse de nuevo, Arkell dio un paso adelante y extendió un brazo musculoso. La puerta permaneció abierta. Rivoche retrocedió dando un traspié, insegura de qué hacer.
Cavv rodeó al velabri y entró en la habitación.
-No pasa nada. Estamos aquí para ayudarle. –Observando la mirada en su rostro, añadió rápidamente-: El jawa cabalga a medianoche.
Rivoche se detuvo, inclinando la cabeza. Tras un momento de confusión, respondió.
-El jawa cabalga solo.
El ladrón asintió con aprobación y le tendió la mano.
-Hemos venido para sacarla de aquí. Esta usted en grave peligro, Rivoche.
Arkell entró, dejando que la puerta se cerrara tras él.
-Hay poco tiempo. Debemos darnos prisa...
Ella parecía ligeramente desorientada.
-Nunca pensé que llegaría este día...
Notando su intranquilidad, Cavv rodeó la cintura de Rivoche con el brazo.
-Por mucho que me duela decirlo, mi socio está en lo cierto. Nuestra mejor posibilidad de escape reside en la celeridad. Podemos aclarar las cosas cuando estemos a salvo fuera del sistema.
Rivoche asintió mostrando su acuerdo.
-¿Hay algo importante que necesite llevarse con usted? –preguntó Cavv.
-Todas mis posesiones importantes están en la finca de la familia, en Eriadu. No hay nada aquí que vaya a echar en falta especialmente.
-Bien, entonces vayámonos.
Ella hizo una pausa, mirando el regalo que llevaba Arkell.
-¿Eso es para mí?
Arkell soltó un bufido con sorna.
-Mujeres, siempre igual...
Rivoche puso los brazos en jarras y le miró fijamente.
-¿Qué se supone que significa eso?
-¿Podemos continuar con esta conversación más tarde, por favor? –preguntó Cavv, pulsando el panel de control.
Sollaine estaba esperando al otro lado de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho y una sonrisa de triunfo en el rostro. Detrás de él había un puñado de Comandos de Asalto imperiales con armadura negra, con las armas preparadas.
-Disculpe... Tengo motivos para creer que hay un traidor en su entorno –dijo Sollaine, mirando directamente a Rivoche con una sonrisa depredadora. Luego advirtió a Arkell y Cavv, y estrechó los ojos con aire suspicaz-. ¿Puedo ver sus invitaciones, caballeros?
-Por supuesto –dijo Cavv rápidamente-. Las tengo aquí mismo-. Mostró una sonrisa avergonzada al darse cuenta de que tenía las manos completamente ocupadas con el paquete-. ¿Puede sostener esto un momento?
Sin esperar respuesta, Cavv empujó el paquete en los brazos de Sollaine, haciendo que comandante de la OIS retrocediera de vuelta al pasillo. El ladrón cerró rápidamente la puerta justo cuando un disparo de bláster salió desde la entrada.
Conforme la puerta comenzaba a ceder bajo el fuego continuado, Cavv alcanzó un dispositivo de control atado a su cintura. Pulsándolo una vez, se lanzó al suelo y gritó:
-¡Abajo!
Los reflejos de Arkell tomaron el mando y el guerrero obedeció sin decir palabra, llevándose al suelo consigo a una confusa Rivoche.
La atronadora explosión que llegó a continuación pareció sacudir todo el edificio. Los restos quedaba de la puerta salieron desencajados de su marco y cruzaron volando todo el apartamento, chocando contra la pared opuesta. Humo y cenizas cubrieron la habitación, y todo quedó oscuro por unos instantes.
Arkell se puso en pie, ayudando a Rivoche a hacer lo mismo. Cavv tosió ligeramente y se limpió el rostro. Los tres estaban cubiertos de oscuro hollín, pero por otra parte indemnes.
No había ni rastro de Sollaine o sus Comandos de Asalto, pero el pasillo mostraba la marca de un inmenso agujero en la parte del suelo donde se encontraban. Unos cuantos transeúntes sorprendidos miraban confusos desde abajo a través de la apertura.
El techo había sufrido un destino similar como resultado de la explosión, ofreciendo una espléndida vista del cielo azul de Corulag.
-¿Qué había en ese regalo? –preguntó Rivoche.
-Termita –respondió Cavv.
-Estoy realmente conmovida –dijo ella.
-Nunca falla –dijo el ladrón con un teatral movimiento de cabeza-. Tratas de hacer algo bonito por alguien y termina estallándote en la cara.
Arkell puso los ojos en blanco.
-Si los dos habéis acabado de intercambiar agudezas, me gustaría marcharme. Preferiblemente antes de que alguien avise a las autoridades de nuestro improvisado ajuste de la decoración del edificio.
-Yo no diría que sea una gran mejora –dijo Rivoche, arrugando la nariz.
Cavv hizo un teatral mohín.
-Ahora todos somos críticos de arte...

***

Dolor.
Era toda la consciencia que podía abrazar por el momento. La agonía era tan abrumadora que no había lugar para nada más.
La cegadora luz blanca no se desvaneció, pero otra funciones comenzaron a regresar lentamente.
Recuerdos.
Con su visión borrosa, las imágenes recordadas era todo lo que tenía para apoyarse. Lo último que recordaba era arrojar lejos de sí el paquete. La orden para que la escuadra abriera fuego...
Y luego su mundo estalló con fuerza y furia.
Supuso que los cuerpos acorazados de los Comandos de Asalto que le rodeaban le habían proporcionado un escudo adecuado. De otro modo, habría compartido su destino...
Sus ojos comenzaron a enfocarse y se dio cuenta de que el gran borrón azul era en realidad el cielo. En ese momento, supo que debía de estar sobre el tejado.
Con gran dolor, tomó nota de sus heridas. Algo iba mal internamente; podía sentir movimientos inusuales dentro de su cavidad torácica. Le costaba tomar aliento, pero por otra parte la respiración no se había visto afectada. Incontables cortes y magulladuras habían encontrado su hogar bajo los desgarrados restos de su uniforme.
Flexionó las manos, confortado por el chasquido metálico de sus garras. Sus piernas estaban igualmente intactas, y tras un pequeño esfuerzo, consiguió ponerse en pie.
Con cautela, Sollaine dio un paso, y luego otro. Y otro. Pronto se hizo más fácil ignorar el dolor.
Sonrió lo mejor que pudo, a pesar del gran tajo rojo que dividía en dos su rostro.
Mientras siguiera con vida, no habría dudas sobre el resultado. Vader había planteado un desafío sobre la supremacía, pero sería Sollaine quien ganaría el juego.
Sólo era cuestión de tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario