viernes, 23 de agosto de 2013

Pequeños favores (I)

Pequeños favores
Paul Danner

Permanecía completamente inmóvil frente al ventanal, devolviendo con gélida indiferencia la estática mirada al sol de Kuat. Visto en algún planeta primitivo en las lejanas distancias del espacio, la alta figura con la pulida armadura negra podría aparentar ser la imagen tallada de una maligna deidad. A bordo de la Estación de Transferencia Imperial, el Señor Oscuro de los Sith raramente era confundido con una estatua.
Darth Vader observaba el poderío del Imperio convergiendo a su alrededor. La flota reunida era inmensa. Las naves se contaban por millares. Pero el Señor Oscuro ignoraba la multitud de naves de combate y apoyo que llegaban disparadas a sus posiciones como un enjambre de insectos. Apenas echó un rutinario vistazo a los cientos de cruceros, acorazados y fragatas. Incluso los Destructores Estelares reunidos, más de tres docenas, recibieron una atención mínima.
La plataforma de observación quedó en absoluto silencio cuando el foco de la concentración de Vader aparecía lentamente a la vista. Y su llegada hacía que todas las demás naves se apartaran de su camino...
Con una eslora de 8.000 metros, o cinco Destructores Estelares, la nave de guerra empequeñecía todo salvo la propia estación espacial. El primer Destructor Estelar de clase Super era un presente del Emperador, y como todos los favores de Palpatine, venía con un precio. El Ejecutor estaba destinado a servir como buque insignia personal de Lord Vader, desde el que llevaría a cabo la orden de dirigir la destrucción final de la Alianza Rebelde.
Finalmente, el Señor Oscuro se movió, inclinando ligeramente su cabeza enmascarada.
-Su presencia fue requerida hace más de una hora. –Hubo una pausa puntuada por una respiración hueca y filtrada-. Llega tarde, Sollaine.
-Mis disculpas, Lord Vader –respondió una figura desde las sombras del pasillo de entrada-. Estaba atendiendo asuntos más importantes.
-¿Ah, sí?
-El Emperador me ha encargado descubrir espías Rebeldes.
Sollaine entró en la sala, con sus botas resonando con chasquidos metálicos contra el suelo pulido. Vestía con una versión personalizada del uniforme imperial estándar de la OIS: negro, sin insignia de rango, y con una raya tan marcada como el filo de una cuchilla. Sin embargo, lo que llamaba inmediatamente la atención no era el sentido de la moda del hombre: ambas manos de Sollaine estaban sustituidas por prótesis. No era algo inusual en sí mismo, salvo por el hecho de que no estaban cubiertas por sintocarne. Sus manos no albergaban ninguna pretensión de parecer reales, con su metal azul plateado de aspecto aterradoramente esquelético, y una uña larga y dentada adornando cada dedo.
Sollaine se acercó con calma a Vader, aparentemente impasible ante el miedo que afectaba a todo el mundo en presencia del Señor Oscuro. Con ese fin, la OIS había sido dejada bajo su mando.
Sin darse la vuelta, Vader extendió una mano hacia Sollaine. Una pequeña tableta de datos descansaba entre los dedos enguantados.
-Qué suerte, entonces, que le haya seleccionado para esta misión, la primera que asumirá en su nuevo puesto.
Sollaine aceptó la tableta y rápidamente estudió con detenimiento la información que albergaba. No mostró ninguna emoción externa, excepto un casi imperceptible tic facial.
-Estos archivos están fuertemente codificados. Harían falta al menos cinco días estándar para que Criptoanálisis los descifre. Y sabemos perfectamente que la escoria rebelde hará desaparecer a todos sus agentes en la mitad de tiempo.
-Entonces, sugiero por su bien que trabaje con el doble de eficiencia. El Emperador considera que esta es una misión de la más vital naturaleza.
-¿A qué se refiere?
Vader giró lentamente su cabeza para mirar al oficial de la OIS.
-Se le ha asignado la misión de identificar a un agente encubierto de la Alianza y entregarme esa piedra en el zapato del Emperador. –Una larga y resonante respiración interrumpió al Señor Oscuro-. Con vida.
Sollaine observó el dedo enguantado que podía controlar el lado oscuro de la Fuerza para exprimir la vida de un hombre.
-Como desee –respondió, con una voz que goteaba veneno-. Así se hará.
Vader devolvió su mirada a las lejanas distancias del espacio.
-Habría realizado esta tarea yo mismo, pero el Emperador tiene otro trabajo para mí –dijo, señalando con la cabeza en dirección al Ejecutor.
Sollaine miró fijamente la impresionante nave espacial sin molestarse en ocultar su envidia.
Vader continuó.
-De modo que le recomiendo...
Sollaine abrió los ojos como platos al comprender de repente.
-Me complace que podamos entendernos –dijo el Señor Oscuro.
Después de una breve pausa, Sollaine recuperó la voz.
-Y a mí.
-Excelente.
Vader cruzó la sala con tres majestuosas zancadas.
Sollaine permaneció en silencio por unos instantes, demasiado aturdido para hacer otra cosa excepto mirar fijamente la tableta de datos que tenía en las manos. La máquina simplemente le devolvía la mirada, ofreciéndole en su memoria electrónica el triunfo o la perdición.
-Ah, Sollaine –La voz atronadora reclamó la atención del oficial de la OIS.
El Señor Oscuro se había detenido en el umbral.
-Enhorabuena -dijo Vader, y, con un remolino de su voluminosa capa negra, se fue.

***

El general Airen Cracken miró con incredulidad el informe en su tableta de datos. ¿Cómo podía pasar esto?, preguntaba a cualesquiera dioses de la fortuna que gobernaban la galaxia. Si le escuchaban, no daban ninguna respuesta.
-¿Quería usted verme?
Sorprendido, Cracken miró al hombre que estaba de pie a su puerta. El general trató de suprimir una sonrisa, pero sólo tuvo éxito a medias.
-¿No llamas nunca a la puerta?
-Sólo cuando debo hacerlo –dijo Cryle Cavv con un guiño. Estaba bien entrado en la cuarentena, pero sus brillantes ojos azules brillaban con la picardía de un hombre mucho más joven.
Cracken se levantó para abrazar a su amigo.
-Ha pasado demasiado tiempo, viejo ladrón.
-Bueno, el famoso General de la Alianza siempre está ocupado. ¿Y a quién estás llamando viejo? –Cavv cruzó los brazos sobre el pecho-. Me siento insultado.
-Y yo –dijo Cracken, tendiendo su mano ante él con la palma hacia arriba.
Tímidamente, Cavv devolvió al general su cronómetro.
-Como siempre he dicho, puede que seas capaz de detectar a un ladrón en un segundo...
-...pero para entonces tu cronómetro ya estará en su bolsillo. –Cracken meneó la cabeza-. El mismo Cavv de siempre.
Cavv examinó la pequeña oficina, espartana en todos los sentidos.
-El mismo Cracken de siempre. Sólo lo necesario para salir del paso. –Sus ojos se centraron en el único objeto que parecía fuera de lugar, un pequeño expositor de cristal que contenía una hidrollave dorada tallada con la inscripción: “El equipo de Cracken manda sus saludos”. Cavv sonrió, pasando una respetuosa mano por el expositor-. Los buenos viejos tiempos en Contruum.
Cracken asintió con la cabeza.
-Ni lo pienses.
El ladrón sonrió, y luego apartó la mano del expositor y tomó asiento.
-Bueno, ¿cómo están Josta y los niños?
-Muy bien. Dena acaba de empezar el colegio, y Pash... Bueno, puede que aún consiga hacer un piloto de caza de él. –Cracken se puso serio-. Lamento las noticias sobre Tascin y Rannah. El ataque a Ryvellia fue un duro golpe para todos nosotros.
Cavv asintió.
-Cuando llegué a V’eldalv, no quedaba nada salvo ruinas humeantes. Tuve suerte de poder encontrar a mi sobrino, y más aún con vida.
-¿Qué tal lo está llevando?
-Bueno, no ha sido fácil, pero aún es joven. Los niños son duros, y Sienn no es ninguna excepción. Después de todo, el muchacho lleva sangre cavviana en sus venas.
-Sí... pobre chico.
Cavv sonrió con actitud traviesa.
-Bueno, por mucho que disfrute intercambiando insultos con mi ex-comandante favorito, supongo que ese no es el único motivo para esta afortunada invitación.
-Ojalá la galaxia fuera tan complaciente... –El general lanzó un largo suspiro-. Y como bien sabes, últimamente se ha convertido en un lugar aún más peligroso.
-¿Lo dices sólo porque tenemos un Emperador borracho de poder blandiendo libremente tecnología capaz de destruir planetas como la Estrella de la Muerte? Debes estar de broma...
Cracken puso los ojos en blanco y continuó.
-Bueno, es aún más peligroso si resultas ser un espía de la Alianza...
-Sé cómo se siente –dijo Cavv arqueando una ceja.
-Un infiltrador imperial ha obtenido recientemente un archivo codificado de la Alianza que contenía información de alto secreto, incluyendo las identidades de algunos de nuestros agentes. Fue atrapado, pero no antes de que pudiera transmitir los datos al Imperio... Afortunadamente, la mayor parte de nuestros operativos pueden desaparecer fácilmente antes de que los archivos sean desencriptados.
Cavv palideció ligeramente.
-¿Estaba mi nombre en esos archivos?
-No. Y aunque estoy seguro de que el Imperio sería feliz de atrapar al ex agente de Operaciones Especiales favorito de todos, puede que consigan algo igual de valioso: un operativo encubierto extremadamente útil cuya tapadera es realmente bastante auténtica.
-¿Un chaquetero imperial bien colocado? Muy interesante, general –dijo el ladrón con una sonrisa-. Tienes mi completa atención.
-El operativo en cuestión es Rivoche Tarkin, sobrina del difunto Gran Moff.
Por primera vez, Cavv se quedó sin habla.
-Debes de estar de broma.
-Ojalá lo estuviera. –Cracken hizo una pausa, con rostro mortalmente serio-. Todo lo que te estoy diciendo es extremadamente secreto, por supuesto. Sólo unos pocos de mis mejores agentes conocen su existencia.
Cavv asintió.
-Rivoche nos ha sido de increíble ayuda. Nueva Cylimba nunca podría haber sido evacuada sin su información. Quiero devolverle el favor. Su parentesco no la va a salvar de una ejecución pública y dolorosa cuando el Imperio descubra la verdad.
El rostro del ladrón reflejó que había comprendido la situación.
-Quieres que la saque de allí...
-Eres el único con el que puedo contar para esto, Cavv. Seré honesto contigo: he estado a punto de no pedirte ayuda, pero no he tenido otra opción. Los recursos de Inteligencia ya están tan dispersos como es posible, y Mon Mothma no puede autorizar un intento de rescate a gran escala. –El general bajó el tono de su voz-. Por desgracia, también hay consideraciones políticas que debemos tener en cuenta. Habrá repercusiones en el seno de la Alianza si el nombre de Rivoche se hace público. Mucha gente simplemente no estará dispuesta a creerla debido a su parentesco. Tarkin y su Doctrina sembraron el terror, el odio, y la muerte por toda la galaxia. Sus manos estaban manchadas con la sangre de millones.
Tomando aliento profundamente, Cavv se recostó en su asiento.
-Muy bien, iré a buscarla.
El general Cracken sonrió aliviado, dando una palmada en el hombro de su amigo.
Cavv alzó un dedo a modo de advertencia.
-Pero no estoy seguro de poder llevar a cabo esto yo solo. ¿Puedo tomar prestado a alguien?
-Ya me he ocupado de eso –dijo Cracken, pulsando el comunicador de su escritorio.
El ladrón meneó la cabeza, riendo suavemente entre dientes.
-Crees conocerme muy bien, ¿eh?
-Por eso conseguí la insignia de rango...
La puerta se abrió, y un hombre de escasa estatura entró a trompicones en la habitación. Su rostro apenas era visible sobre la pila de tabletas de datos que llevaba en sus brazos. El apocado ayudante consiguió finalmente dejar su carga sobre el escritorio. Se incorporó y se aclaró la garganta.
-¿Ha llamado, general?
Cavv lanzó una mirada a Cracken.
-Por favor, dime que no es él.
El general soltó una franca risotada.
-No. Este es Gerind, mi ayudante. Esas tabletas de datos contienen todo lo que necesitas saber para la misión. –Cracken señaló detrás de Cavv-. Ese es tu compañero.
El ladrón se dio la vuelta, pero todo lo que vio fue un pecho acorazado. Cavv inclinó lentamente la cabeza hasta que se encontró mirando a un rostro. El extraño de gran tamaño bufó, mostrando sus dientes afilados.
Cavv dio rápidamente un paso atrás.
Divertido por la escena, Cracken rodeó el escritorio para hacer las presentaciones.
-Cavv, quisiera que conocieras a Quillin Arkell.
Arkell gruñó en reconocimiento.
-El placer es mío, estoy seguro –dijo Cavv, extendiendo una mano.
El gigantesco hombre se la quedó mirando, pero no hizo ningún movimiento para aceptar el saludo.
Cavv se encogió de hombros, examinando a su camarada. Arkell medía más de dos metros de alto, con un mechón de cabello plateado afeitado al estilo militar en la nuca y las sienes. Sus ojos eran de un azul puro y no tenían pupilas. Placas de armadura del color de la ceniza cubrían el torso de Arkell, y el mono oscuro que llevaba debajo estaba tirante por la sólida musculatura.
-Me alegro de que esté de nuestro lado –señaló el ladrón.
Cracken comprobó su cronómetro.
-Odio interrumpir esta presentación conmovedora, pero podéis terminar de conoceros por el camino. En esta misión, puede que el tiempo sea el enemigo más peligroso del que debáis preocuparos.
Cavv sonrió con aire sombrío.
-Por algún motivo, tengo la sensación de que ese no será el caso.
El general les estrechó la mano a ambos.
-Buena suerte, y que la Fuerza os acompañe.
El ladrón se detuvo en la puerta, levantando una ceja.
-Suponiendo que sobreviva a esta pequeña empresa, probablemente vaya a necesitar un pequeño favor a cambio...
-Haz esto, Cavv, y podrás tener cualquier cosa que quieras...
-Bien –dijo Cavv con un inconfundible brillo en los ojos, y abandonó la sala.

***

El Gato G entró en el hiperespacio. La elegante nave trazaba con facilidad su curso por las líneas estelares.
-Tenemos unas diecinueve horas hasta que lleguemos a Corulag –anunció Cavv desde la silla del piloto. Miró hacia atrás, a los asientos de los pasajeros, esperando alguna respuesta, pero Arkell estaba mirando justo al frente como si no hubiera oído nada.
-Se han comenzado a servir refrescos en la cubierta de recreo –continuó Cavv-, y nuestro torneo de shockball comienza a las 12:00, hora estándar.
Aún no hubo respuesta del hombre gigantesco...
-Vaaale –dijo Cavv, volviéndose de nuevo-. Veo que este va a ser un viaje muy largo.
Un silencio incómodo llenó la cabina por lo que pareció ser toda una eternidad. Era roto únicamente por los periódicos pitidos del único otro ocupante: una curtida unidad R2 dorada y verde. El droide astromecánico reposaba cómodamente en un precario compartimento que normalmente habría servido para el habitual asiento del copiloto.
-Es deshonroso entre mi gente asociarse con ladrones.
Cavv estaba tan aturdido por el sonido de una voz distinta de la suya, que casi sale de un salto de su asiento.
-¿Disculpa?
-No es adecuado para un noble guerrero aliarse con escoria cobarde –dijo Arkell mostrando los dientes.
-No te preocupes por eso, colega, no vayan a formársete nudos en ese pelo brillante. –Cavv le guiño un ojo con gesto tranquilizador-. En tu caso simplemente haré una excepción.
-¿Te atreves a burlarte de mí? –Arkell se alzó de pronto en toda su estatura, un gesto que ciertamente habría resultado impresionante de no haber sido realizado en los relativamente estrechos confines de una nave espacial.

***

Arkell abrió lentamente los ojos, y gimió cuando un dolor sordo pareció clavarse en su cráneo. De lo aturdido que estaba, le costó un momento orientarse. El gigante estaba tumbado en un catre, observando la cara sonriente de Cavv.
Meneando con arrepentimiento la cabeza, el ladrón volvió a dejar un pequeño medipac en su cajón.
-Parece que me había equivocado –dijo, comprobando su cronómetro-. Ha resultado un viaje bastante rápido.
Arkell gruñó algo ininteligible y comenzó a levantarse. Oleadas de nausea y unas súbitas punzadas en la cabeza lo devolvieron a su orientación horizontal.
Cavv tomó asiento en la cama opuesta.
-El analgésico debería hacer efecto en cualquier momento. Nos queda una hora, y sugiero que la uses para relajarte y recuperar las fuerzas.
-Sabias palabras... ¿A quién se las robaste?
-Aunque puede que encuentres esto difícil de creer, no voy por ahí tomando cualquier cosa que no esté protegida por un campo de fuerza. –Cavv entrecerró los ojos, evaluando al gigante-. Ya conocí a uno como tú antes. A un velabri, quiero decir. He conocido muchos duros de mollera.
Arkell parecía estar a punto de enfrentarse al dolor y levantarse para aplastar a Cavv.
-Si afirmas conocer mi especie, entonces deberías saber también que nos ofendemos ante la estupidez.
-Nada de sentido del humor, quieres decir.
-No hay nada de divertido en la guerra. Y la guerra es la vida para un Lancero Velabri. Somos los soberanos protectores de nuestro pueblo. La élite de la élite elegida para luchar por la especie velabri.
-¿Entonces dónde encaja en ese puzzle el famoso Voto de Sangre Velabri?
Fue el turno de Arkell de mostrar sorpresa, aunque rápidamente recuperó su compostura.
-¿Qué es lo que sabes sobre juramentos de honor?
Los ojos de Cavv parecieron mirar más allá de Arkell.
-Sólo lo que aprendí cuando le prometí a mi hermana en su lecho de muerte que criaría a su hijo como si fuera el mío propio.
Arkell se dio la vuelta, mirando la parte inferior de la litera que había sobre él con inusual interés. Hubo un silencio incómodo, y luego el gigante habló en voz baja.
-Hace mucho tiempo, en los primeros días de la Alianza, los rebeldes ayudaron en la evacuación del gobierno legítimo de Velabri, el planeta natal de mi gente. Los oficiales y sus familias fueron transportados clandestinamente fuera del sistema justo antes de que llegase la flota de invasión imperial. Uno de los transportes fue atacado y estaba a punto de ser capturado. De no ser por la rápida acción de un joven piloto de caza, el transporte se habría perdido. El transporte llevaba a la familia de Quillin Durand, mi padre, y juró mediante un Voto de Sangre que la deuda sería pagada algún día. –Su voz tembló sólo ligeramente-. Fue asesinado poco después, pero el Voto de Sangre pasó del padre al hijo mayor... a mí. Bueno, ese joven piloto era Airen Cracken. –Los ojos de Arkell brillaron-. Y estoy aquí para pagar la deuda que mi familia le debe.
Cavv asintió mostrando su comprensión.
-Esperemos que quede completamente pagada.
-Supongo que tienes algo parecido a una estrategia para esta misión.
-Claro –dijo el ladrón, poniéndose en pie-. Cuando te encuentres mejor, ven a la cabina y te hablaré de ello.
-En otras palabras, no hay ningún plan –dijo Arkell secamente.
Cavv mostró una amplia sonrisa, y luego desapareció por el pasillo.

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