miércoles, 3 de julio de 2013

Medidas desesperadas (III)


Con el comandante Farland fuera de la base, no había misiones planeadas para los cazas. Era una hora muy temprana de la mañana y el hangar principal estaba inusualmente tranquilo, lo que era apropiado para el propósito de Makintay. Se dirigió rápidamente hacia el área asignada al Escuadrón Verde. Su ala-X se recortaba contra el sol naciente más allá de la boca abierta del hangar, con su elegante cuerpo de metal reluciente bajo la pálida luz amarilla. Makintay se detuvo repentinamente, dándose cuenta en ese instante del escollo imposible en su impulsivo plan. Maldijo silenciosamente y dio media vuelta, mirando las otras naves agrupadas más allá de los escuadrones de alas-X-
-Tienes un problema allí, ¿no te parece, Mak? -dijo una voz cercana, arrastrando las palabras con aire divertido. Makintay se sobresaltó cuando una figura baja y rechoncha vestida con el monótono uniforme gris de los técnicos salió de debajo del puerto de acceso de un ala-X.
-¡Maldita sea, Merin! -Mak frunció el ceño-. No te acerques tan sigilosamente.
-Sólo un hombre culpable se asusta de ese modo. ¿Qué estás planeando, oh, grande y noble líder? -La jefa de técnicos Merinda Niemeh, una sullustana, era traviesa por naturaleza y sonrió por su propia broma mientras se acercaba. Su ancha boca de labios gruesos parecía dividir su rostro desde una enorme oreja a la otra. Pero el brillo de malicia en sus grandes ojos oscuros se desvaneció al leer la expresión de su viejo amigo-. ¿Esa científica novia tuya no ha mejorado todavía?
Mak se estremeció y apartó la mirada, sacudiendo la cabeza. No quería decir lo mal que estaba.
Merinda se acercó y apretó el brazo de Mak.
-Todo irá bien. Tú y el equipo estaréis de vuelta con el antídoto antes de que te des cuenta. -Merinda había pasado por la enfermería varias veces y Mak le había hablado de su plan de contingencia. Agitó un brazo hacia los alas-X preparados-. He estado dando a vuestro escuadrón un último repaso. Están todos preparados para daros...
-Ellos no irán -dijo Makintay suavemente-. Acabo de darle un puñetazo al Cabeza Hueca de Baran.
Merinda parpadeó, pero se recuperó rápidamente.
-Bien por ti. Con Farland fuera de la base, sabía que ese idiota tendría delirios de grandeza. Llevaba mucho tiempo tratando de cortarte las alas, Mak. Supongo que rechazó la misión, ¿no?
Makintay todavía tenía la mirada perdida en las sombras del hangar.
-No voy a dejar que mate a Ketrian, Merin.
-¡Me encanta cuando la aristocracia se amotina! -resopló Merinda con ironía-. Voy un paso por delante de ti, mi príncipe. Ven por aquí. Tengo una sorpresa para ti.
-¿Eh? -dijo distraídamente Makintay, todavía perdido en sus maquinaciones.
Merinda suspiró y le agarró del brazo, tirando de él hacia delante.
-Al otro lado del hangar. Tengo un pequeño carguero esperándote. El que el Equipo Rojo capturó en Ongella, ¿recuerdas? Necesita una tripulación de dos personas. –Makintay la miró fijamente-. Sí, sé que estaba hecho una ruina -dijo, dedicándole otra sonrisa-, ¡pero ya no! Los chicos y yo hemos estado trabajando en él en nuestro (si me perdonas la expresión) tiempo libre. Está cargado de combustible y listo para funcionar. Incluso tiene número de registro nuevo. -Makintay se había detenido, cómicamente boquiabierto-. Sigue avanzando, Su Realeza. Estamos a punto de desertar.
-¿Estamos? -Makintay parecía aturdido, pero siguió avanzando como se le había dicho.
Merinda sacudió la cabeza con fingida exasperación.
-Es triste ver a nuestro poderoso príncipe reducido a palabras inconexas. Sí, “estamos”. –Ella sabía que él discutiría ferozmente en contra de ponerla en peligro, así que no paraba de hablar-. Te ha costado bastante tiempo darte cuenta de que destacarías como un faro sobre Hargeeva en tu flamante ala-X. ¿Y hasta dónde creías que podrías llegar vagando por una ciudad guarnecida por el Imperio con tu uniforme de oficial rebelde? -Ella chasqueó la lengua con desaprobación, al tiempo que le empujaba hacia el carguero-. ¡Por suerte para ti, tienes una astuta compañera sullustana! Tengo todo lo que necesitas a bordo... incluyendo tu unidad R2. Esperemos que pienses con más claridad después de haber dormido unas cuantas horas de camino a Hargeeva.

***

El Mayor Imperial Nial Pedrin nunca se había destacado por su carácter alegre, pero actualmente sus administradores prácticamente jugaban a sacar la pajita más corta con la esperanza de evitar la obligación de atenderlo. Estaba sentado pensativo en su oficina dentro los altos muros custodiados que rodeaban la refinería y la guarnición de Ciudad Arginall, malhumorado por el último comunicado que había recibido de su alto mando fuera del planeta.
Pedrin siempre había creído su talento se estaba desperdiciando en Hargeeva, un planeta atrasado útil tan sólo por sus exóticos depósitos de minerales y su brillante científica metalúrgica Ketrian Altronel. Pedrin había esperado que su descubrimiento de una nueva aleación resistente al calor también pudiera jugar a su favor. Esperaba además que la captura del comandante de la Alianza Makintay le hubiera proporcionado un ascenso, si hubiera tenido éxito al torturar al rebelde para que revelase la ubicación de la base.
Pero ninguno de los planes de Pedrin había dado sus frutos. Había fracasado al hacer hablar a Makintay y el rebelde había sido enviado, junto con Altronel, a Coruscant. Ahora Pedrin había sido informado de que ambos valiosos activos imperiales se habían perdido por el camino, al haber sido su transporte aparentemente atacado por piratas. En un ataque de puro rencor, el superior de Pedrin había decidido hacerlo responsable. Pedrin debía ser degradado y enviado a un mundo aún más aislado y atrasado que Hargeeva. Se acabaron todos los sueños de Pedrin de regresar a un puesto en su amado mando de AT-AT’s.
Y así se había recluido en su oficina, tratando desesperadamente de descubrir un medio de evitar su ignominioso destino. Y finalmente, justo cuando a parsecs de distancia través de las estrellas Makintay y Merinda dejaban la Base Nido de Águila, Pedrin encontró una solución. Estaba seguro de que los piratas habían sido en realidad rebeldes. Lo que significaba que Altronel probablemente todavía estaba sufriendo los efectos de la droga de seguridad imperial que se había asegurado que recibiera antes de salir de Hargeeva. ¿Qué podrían hacer los rebeldes con una valiosa científica enferma mucho? Enviarían a alguien a registrar los archivos de Pedrin en busca del antídoto.
Sonriendo maliciosamente para sí mismo, Pedrin llamó a su ayudante y le hizo preparar una comunicación con el alto mando. Pedrin conseguiría la ubicación de esa base y ganaría para sí un puesto de combate; esta vez no había fallas en su esquema, no había manera de que el agente rebelde evitase su trampa. Pedrin rió de nuevo, por lo que su ayudante se estremeció. Esperaba que enviasen al comandante Stevan Makintay. Esta vez Pedrin causaría a su prisionero rebelde algo mucho peor que el dolor físico.

***

El mono de técnico que Merinda había preparado para Makintay era más del tamaño de un wookiee que de un humano. Se había enrollado los puños de las mangas, pero las perneras de los pantalones seguían cayendo sobre sus talones y le hacían tropezar. Al tambalearse una vez más, y casi perder el agarre de los controles del trineo repulsor, un hargeevano cercano se apartó a toda prisa del camino, cubriéndose la nariz con la mano. El hombre cruzó al otro lado del estrecho callejón de Ciudad Arginall que cruzaba el sector industrial bordeando el puerto.
-¿Alguna vez se ha lavado este mono? -se quejó Mak mientras revisaba las correas que mantenían su unidad R2 segura y oculta en el trineo, y siguiendo después a su amiga técnica-. Huele como si alguien hubiera muerto dentro.
-Quejas, quejas –murmuró ella, haciendo una pausa para comprobar la esquina que daba entrada a un callejón de sentido único-. ¡Lamento no haber podido encontrar ninguna capa con joyas incrustadas! Te estás mezclando con la plebe, mi príncipe.
-¿Podrías dejar de llamarme así? Tal vez pueda acostumbrarme al olor... tal vez... ¡pero vas a tener algunos problemas para llevarme cuando tropiece y me rompa una pierna! Algo de mi talla habría estado bien.
-No es culpa mía que parezcas tan alto como una montaña desde aquí abajo. Además, necesitas todos esos tropezones. Honestamente, tal y como sueles caminar con la nariz levantada al cielo, cualquiera distingue de inmediato que formas parte de la poderosa alta sociedad.
-Yo no ando con...
-Shh... -lo interrumpió ella cuando se detuvo ante una puerta-. Vamos. Este es el lugar. Mete aquí dentro ese trineo repulsor. Tu pequeño amigo droide va a hacer algo de elegante pirateo.
Hasta aquí todo bien, pensó Makintay, siguiéndola al interior. La población local, por lo general poco acostumbrada a la vista de elevadores de repulsión y no humanos, no se había mostrado demasiado inquieta, asumiendo que las dos figuras con monos eran extranjeros entregando alguna pieza de equipo técnico desde fuera del planeta al centro industrial de Arginall. Y tal era efectivamente la tapadera que él y Merinda habían ideado durante su viaje allí. Mak había hecho todo lo posible para disuadir a su amiga de que lo acompañase en lo que podría ser una misión suicida, pero Merinda había dicho que iría ella sola si fuera necesario.
No tuvieron problemas para pasar los controles de varios supervisores aburrido dentro de la fábrica de comunicadores; Merinda era experta fabricando documentos de identidad y permisos de trabajo falsos. Makintay descargó el androide en una oficina de ventas vacía y vio como las diestras manos de Merinda trabajaban expertamente para comprobar la conexión correcta. A pesar de todas sus protestas, Mak sólo podía sentirse intensamente agradecido y aliviado por que ella estuviera allí para ayudarle con cosas en las que él sólo habría podido probar suerte.
-Vamos, Cerebro de Barril -indicó al droide que rodaba hacia delante, con su acoplamiento informático extendido-. Haz lo que sabes.
Esa fábrica suministraba a la guarnición repuestos y piezas de reemplazo para gran parte de su equipo de alta tecnología. El droide charlaba con pitidos para sí mismo mientras se abría camino a través de un código de seguridad tras otro. Makintay esperaba que tuvieran éxito: si pudieran acceder a los archivos de Pedrin y encontrar la fórmula del veneno aquí y ahora, podrían estar de nuevo fuera del planeta en menos de una hora y Ketrian se salvaría. Makintay temía al pensar en poner en peligro la vida de Merinda más de lo que ya había hecho.
El alegre pitido del pequeño droide se convirtió gradualmente en quejidos que sonaban preocupados. Finalmente se quedó completamente en silencio y retiró su enlace del ordenador.
-¿Y bien? -dijo Makintay con impaciencia desde donde estaba vigilando las oficinas exteriores. Se volvió cuando escuchó a Merinda soltar una grosera maldición.
-No ha habido suerte -dijo ella con cansancio-. Tu pequeño amigo ha atravesado sin problemas todos los códigos de seguridad, pero...
-¿No hay archivo del veneno? -terminó Mak con tristeza.
-Me temo que no, mi príncipe. Sin embargo, hay buenas noticias; tu encantador antiguo amigo, el mayor Nial Pedrin, ha sido degradado. Se lo llevarán del planeta mañana, en el mismo transporte que va a traer a su sustituto. -Consternado por el fracaso en el pirateo, Makintay simplemente se encogió de hombros. Merinda suspiró-. Vamos, tenemos que salir de aquí antes de que alguien empiece a sospechar.
Cuando estuvieron a salvo de nuevo en el exterior, Merinda preguntó:
-Entonces, ¿qué hacemos ahora?
-“Hacemos” no, Merin. -Mak se volvió y le lanzó una mirada de advertencia mientras tomaba aire para discutir-. Ya no, no debería ni siquiera permitirte que me esperaras en la nave.
-Vale, vale -murmuró, pero parecía aliviada de que él no le hubiera dicho que despegara sin él-. ¿Supongo que esto significa que pasas al Plan B? -Él asintió con la cabeza. Ella maldijo-. He estado queriendo decirte algo, su Realeza, pero no quería herir tu delicada sensibilidad.
-¡Ja! -Mak resopló y sonrió con ironía, contento como siempre de la capacidad de su amiga para animarlo justo cuando más lo necesitaba-. ¡Eso nunca te ha detenido antes!
-Es verdad. -Ella sonrió, pero estaba muy seria cuando agregó-: El Plan B es tan descabellado como la ruta de vuelo de un mynock. Nunca funcionará.
Mak le acarició la parte superior de la cabeza; un gesto que él sabía que a ella le gustaba tanto como a él que le llamase por títulos reales.
-Sólo lo odias porque no formas parte de él.
-No -dijo ella en voz baja-, lo odio porque podría hacer que te maten.
Él dio media vuelta y le sostuvo la mirada.
-Podrían matarme cada vez que vuelo en una misión de combate, Merin. -Le guiñó un ojo-. Hey, por lo menos moriría como un hombre feliz. El Plan B tiene unas compensaciones muy buenas.
-Sí, supongo -accedió a regañadientes-. Cuando captures a ese cretino de Pedrin, ¿vas a traerlo de vuelta a la nave?
-Sólo si no puedo conseguir que hable de inmediato.
Los ojos oscuros de Merinda adquirieron un brillo salvaje cuando lo miró de nuevo.
-¡Bueno, entonces, asegúrate de darle un montón de incentivo y añade alguno de mi parte!
-Será un placer -respondió en el mismo tono salvaje.
Continuaron hacia la zona de la bahía de atraque, y se detuvieron en el cruce de una calle principal.
-Te veré más tarde, entonces -dijo Makintay, con los ojos mirando al flujo del tráfico. La mayoría de los vehículos eran coches de superficie pasados de moda. El ejército imperial tenía la mayor parte de los aerodeslizadores disponibles en Ciudad Arginall-. Espero poder encontrar un coche de alquiler, o va a ser una larga caminata.
Merinda le apretó el brazo para que bajase la mirada hacia ella.
-Prométeme que no vas a tratar de entrar en la guarnición, Mak. –Él quiso negar con la cabeza y ella apretó más fuerte-. ¡Por favor! Te arrestarán en el momento en que algún soldado te reconozca como su preso importante fugado número uno.
Mak apartó suavemente los dedos de ella de su muñeca.
-Ten calma, sé que tienes razón. No debería acercarme lo más mínimo a la guarnición. Te dije que Ketrian me dio un montón de información privilegiada sobre los hábitos de Pedrin. Si van a sacarlo fuera de aquí mañana, seguramente querrá decir adiós a su amiguita en la ciudad esta noche. Y... -alzó un dedo para impedir que ella le interrumpiera- Ket dice que Pedrin se avergüenza de admitir que es humano, por lo que nunca lleva un guardia consigo.
-Eso fue antes de que tú y... -empezó a decir ella.
-...Antes de que el equipo de la Alianza y yo causásemos cierta conmoción aquí, sí. Pero Merin, mataron a todo el mundo de ese equipo y acabaron con la célula clandestina con la que contactamos. Pedrin no tiene ninguna razón para creer que vaya a haber más problemas.
-Espero que tengas razón, Mak -dijo Merinda en voz baja-. Te espero de vuelta en la nave mañana por la tarde, entonces. –Él asintió con la cabeza y se volvió para marcharse y ella añadió-: Que la Fuerza te acompañe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario