martes, 18 de junio de 2013

Sólo los droides sirven al Creador (IV)


La lanzadera se había detenido. Las perneras sangrientas de Daye habían formado costra con sus articulaciones. Nee se paró frente a él, rodeada por el aura de las luces de cabina en la cirriniebla. Una sensación de shock terrible le despertó como una bofetada.
-¿Qué pasa? -preguntó.
Ella agitó un largo brazo.
-Ven. Aiteff te llevará.
El droide de pecho plano rodó para colocarse en posición. Nee corrió hacia la escotilla y desapareció a través de ella, dejando a Daye solo con Aiteff. Él se subió a los brazos de metal del droide.
-¿Qué ha pasado? –preguntó-. ¿Qué ocurre?
-Llamada de socorro -respondió Aiteff-. Agapos debía haber transmitido hoy. Alguien encontró su base de transmisión.
A Daye se le erizaron los pelos de la base del cuello.
-¿Los imperiales?
-Esperamos que no. -Aiteff se puso en marcha-. Sus escoltas estaban prácticamente desarmados.
-¿Por qué?
-Para evitar la detección. Él dice que su defensa es el Creador.
Agapos... desaparecido. Con un precio puesto por su cabeza.
Aiteff rodó por un pasillo largo y curvado, con el techo oculto por la bruma brillante. Inmediatamente, dando una curva cerrada, entró en una habitación atestada de droides, humanos y desgarbados sunesis. Las luces de las consolas parpadeaban, creando semiesferas de aire brillante y coloreado.
Aiteff se acercó rodando a un gran pozo de observación. Un droide de protocolo humanoide se puso a su lado, cerca de Toalar y Woyiq.
-Aiteff -saludó el droide-. Daye, soy Be-Ka-Cuatro, el segundo al mando de Agapos. Os damos las gracias a todos vosotros por las armas que habéis traído, pero no podemos recuperarlas todavía. Nuestro equipo de búsqueda acaba de llegar al bunker de Agapos. Sus ayudantes se están despertando del aturdimiento. La sangre de Agapos está por todas partes. -Indignado, Daye apretó los puños-. No rastreamos ninguna nave entrante -continuó Be-Ka-Cuatro-. Sin Agapos para bendecir nuestras batallas, no podemos sobrevivir.
En otras circunstancias, Daye podría haber desconfiado de un androide sin restricciones. Éste parecía haberse puesto al mando sin que nadie objetase.
-Hay una que se está marchando -señaló Toalar con vehemencia en el pozo de observación.
Un bulto sospechoso redondo y rojo avanzaba a toda velocidad para salir del sistema. Cuatro dardos dorados le seguían. Desde el otro lado de Monor II, ocho naves más salieron en su persecución.
-Deben de ser los asesinos caza-recompensas -convino Be-Ka-Cuatro-. Les hemos llamado. No responden.
Daye señaló los dardos.
-¿Esos son los tuyos?
-Y los otros son de Brago. -Nee se tocó la manga chamuscada. La intensidad de su dolor hizo que Daye desease que Una no lo hubiera entrenado.
El droide plateado se giró.
-Ampliad la zona de objetivo.
El bulto y los dardos llenaron el pozo. Daye ya no necesitaba entrecerrar los ojos. Los dardos se estaban acercando.
Be-Ka-Cuatro tamborileó con sus dedos en su costado.
-Si no los abatimos, Brago debería hacerlo.
-La venganza corresponde al Creador -objetó Nee.
El droide respondió:
-No debemos dejar que los asesinos escapen.
-Acabad con ellos -murmuró Woyiq.
Daye miró al bulto. De pronto vio su distintiva forma de platillo. Se le hizo un nudo en la garganta.
-¿Qué lectura obtenéis de los escudos de esa nave?
Otro androide tocó un punto de la interfaz del pozo, y luego respondió:
-Marginal. El blindaje de partículas es sólo el 37 por ciento del estándar, y los escudos de energía tienen lagunas de frecuencia. Esto no será difícil.
¡Tinian! Pero, ¿por qué aquí?
¡Por la recompensa por la cabeza de Agapos! Chenlambec no era un cazarrecompensas ordinario. Una se había negado a dar más explicaciones. El pequeño platillo ni siquiera estaba tratando de devolver los disparos.
-¡Alto el fuego! -exclamó-. ¡Es un agente rebelde! ¿Cuántas formas de vida hay a bordo?
-¿Perdón? -La cabeza de Be-Ka-Cuatro se volvió hacia él.
-Formas de vida -espetó Daye-. ¿Cuántas? ¡Puede que ese cazarrecompensas haya fingido la muerte de Agapos para salvarlo del Imperio! -Cuñas azules aparecieron a distancia disparo frente a los dardos sunesianos.
Be-Ka-Cuatro tocó la interfaz.
-Tres formas de vida. ¿Qué te hace tener esta extraña idea?
Chenlambec... Tinian... y otro. ¡El amigo de Una no había asesinado a Agapos!
-Vuestro líder está en esa nave -insistió Daye.
Cada sunesi, cada droide, cada humano en la sala se quedó inmóvil y le miró fijamente. Su asombro le golpeó con fuerza.
-Pero el Imperio puso una recompensa por su muerte. -Be-Ka-Cuatro agitó sus brazos plateados.
-De modo que fingieron su muerte. -¿Estaba advirtiendo Toalar sus pensamientos de pánico? ¡Escudos inadecuados!-. ¿Podéis correr el riesgo de matar a Agapos si está a bordo?
-¡No! –trinó Nee-. ¡Beká, cambia las órdenes!
Be-Ka-Cuatro ladeó su cabeza metálica, exasperantemente calmado.
-Si esos son agentes rebeldes, ¿por qué no lo dijiste...?
-¡Acabo de reconocer sus especificaciones!
Una de las cuñas azules a distancia de disparo casi barrió el platillo sin blindaje.
-Alto el fuego -suplicó Daye-. Nosotros les perseguiremos. Dadnos una nave.
-Esa es toda nuestra fuerza de defensa -trinó Nee.
-Entonces pedid a una que vuelva -dijo Daye-, pero dejadnos perseguirles. Si esos imperiales ponen sus manos sobre Agapos, será asesinado de verdad.
Be-Ka-Cuatro tocó la interfaz.
-Cambio de órdenes –entonó-. Desactivar pero no destruir. Luego esperen para escoltar una recuperación de armas.
Una cuña azul brilló en rojo. Daye tragó saliva presa del pánico. ¿Be-Ka-Cuatro había cambiado sus órdenes demasiado tarde?
Las cuñas azules se apagaron. El platillo de color rojo continuó huyendo. Be-Ka-Cuatro contempló la interfaz.
-Daños menores –observó-. Ralentizados pero no paralizados. Aiteff, lleva a estas personas a mi lanzadera personal. -Su cabeza giró hacia Toalar-. Llegué a Monor como botín, robado a un amo cruel. Servir a Agapos es suficiente libertad. Debéis traerlo de vuelta.
Daye estaba preocupado: ¿Cómo de graves serían los daños en la nave de Chenlambec? ¿Necesitarían rescate?
-Lo intentaremos -prometió. ¡Vamos, vamos!
-Pero si estás equivocado -continuó el droide-, si Agapos está muerto, entonces los cazadores de recompensas no deben vivir para recoger su recompensa. Agentes rebeldes o no.
-Lo juramos -declaró Toalar-, pero ten esto en cuenta: puede que Agapos desee permanecer oculto.
-¡Hoil! –Beká se volvió hacia un lado-. Ayúdales. Luego regresa para informar.
Un sunesi cerca de una escotilla se cuadró. Su piel era más verde que la de los demás, y las crestas de su frente más amplias.
-Seguidme -exclamó.
¡Por fin! Woyiq avanzó hacia Daye, pero Aiteff ya estaba girando sobre su eje. Haciendo rechinar sus cadenas, persiguió a Hoil y Toalar por la pasarela exterior de la cúpula, para a continuación subir una rampa en espiral. Woyiq corría a su lado. La lanzadera de tres aletas que había en la pista tenía líneas claramente imperiales.
-Bonita -gruñó Woyiq-. Pero, ¿es rápida?
-La más rápida que tenemos. -Aiteff depositó a Daye en un asiento de la segunda fila, y luego se retiró-. ¡Id con el Creador!
Daye se pasó una mano por los ojos. No había habido ningún dolor, ninguna mejora gradual. Sólo curación instantánea.
-Lo haremos –respondió-. Gracias. –Fuera lo que fuese en lo que creían los sunesis (la curación, o la vida después de la muerte), quería saber más de ello. Si no interceptaban a Agapos, volvería.
La escotilla se cerró. Woyiq se dejó caer al lado de Daye. Tomando los controles con sus manos provistas de garras, Toalar despegó.
¿Y si no era Tinian? Daye miró por encima del hombro de Hoil. El sensor principal brillaba en verde.
-¿Radar? -preguntó, recordando su suposición.
-Beká modificó esta nave. -Hoil acarició la consola-. El nuestro tiene menor alcance que la mayoría de los escáneres, pero podemos calibrar la aceleración de salto.
-¿Qué quieres decir? -palpitó la voz monótona de Toalar.
Los huesudos dedos de Hoil bailaron en el panel.
-Leeremos su impulso cuando salten. Eso nos dará una buena conjetura en cuanto a su distancia. -¿Era Tinian? Daye intentó relajarse en la Fuerza. En un impulso, rogó: Por favor... quien quiera que seas... muéstrame si...
La presencia de Tinian atravesó su mente como un dardo. A continuación, el platillo desapareció con un parpadeo.
Los daños no eran tan graves, entonces. Habían saltado. ¡Pero allá arriba estaba Tinian! ...y Agapos. Quizás Agapos pudiera curar sus piernas. Pero, ¿cómo reaccionaría Tinian si lo viera de esta manera?
Daye echó un vistazo a la pantalla de popa. La nave de Beká estaba dejando atrás con facilidad a la escuadra imperial. Esta debía ser una lanzadera de los Mundos del Núcleo. ¿A quién había pertenecido Beká?
-Hemos abandonado el pozo de gravedad -anunció Toalar-. ¿Estamos programados?
Hoil pulsó una tecla.
-Ahora.
-¡Agarraos! -ordenó Toalar.
Las estrellas se transformaron en líneas brillantes.

***

-Decidme, asesinos a sueldo: ¿Habéis hecho las paces?
Tinian giró su silla de vuelo. Agapos estaba enmarcado por la escotilla retráctil del mamparo de popa. Chen le había dejado tirado en una litera, todavía aturdido, y encerrado en la cabina de popa; el Wroshyr tenía dos pequeñas celdas de las que los cazadores llamaban "armarios de carne", pero Chen se negó a confinar a Agapos allí.
-¿Qué quieres decir? -exclamó. No podía aturdirlo; había guardado su bláster-. Coqueta, ¿le has dejado salir?
-¡No! -hipó Coqueta, instalada en la consola principal-. ¡Ha usado ultrasonidos!
La cabeza de Chen apareció por la escotilla de la cubierta. Había reparado una letal brecha del tamaño de la cabeza de un alfiler, pero ahora tenía que reiniciar el soporte vital. El oxígeno de a bordo les duraría sólo hasta mitad de camino al Punto Tekra. El aire ya empezaba a saber a oxido.
-Haced las paces con el que os creó. -Agapos cruzó los dedos por encima de su túnica plateada-. En breve moriremos.
Chen rugió.
-Tienes razón -tradujo Tinian a toda prisa-. Agapos, si no arregla los depuradores estamos todos muertos.
-Estoy en contra de matar -le aseguró Agapos-. Pero he jurado hostilidad eterna contra toda forma de tiranía. No se me utilizará para viles fines imperiales. Yo...
-¡Cállate! -exclamó-. ¡No somos imperiales! Estamos tratando de salvar tu miserable vida.
Agapos miró hacia Chen, y luego de vuelta a ella.
-Dices verdad –declaró-. Lo siento en la Fuerza. Pero, ¿cómo puede ser? En mi bunker, actuasteis salvajemente.
-Teníamos miedo -espetó Tinian. ¿Agapos sentía la Fuerza, como Daye? Oh, Daye...
Chen le corrigió, luego volvió a desaparecer bajo la cubierta.
-Yo tenía miedo –admitió-. Él estaba herido. Chen tiene una licencia de cazador de recompensas imperial, pero si el Imperio se entera de lo que hace con ella, su cabeza valdrá el doble que la tuya.
Agapos inclinó la cabeza bulbosa.
-¿Y eso por qué?
Tinian explicó rápidamente.
-Ya veo -dijo el sunesi cuando hubo terminado-. Entonces estoy en deuda con vosotros. Pero mis seguidores se lamentarán profundamente.
-Vengarán tu muerte contra el Imperio -señaló Tinian.
-Espero que no -dijo Agapos-. La venganza pertenece al Creador. Sólo la libertad merece el derramamiento de sangre. Yo no soy la libertad.
Tinian frunció el ceño. Una vez, ella había creído en una causa más grande. Había estado preparada a dirigir Armamento I'att por el bien del Imperio. Era a la venganza a quién servía ahora, no a la Rebelión.
-Pero estarán terriblemente enojados –argumentó-. Lucharán sin ti.
Chen rugió una sugerencia.
-Correcto –dijo-. Estarán más seguros sin ti. Mira, estamos en problemas... si no te importa.
El alto alienígena se dejó caer sobre la cubierta y se asomó por la escotilla.
-¿Cuál es vuestra necesidad?
Chen soltó un chorro de jerga técnica. Tinian se agachó y trató de traducir.
-Os vais a ahogar -intervino Coqueta-. Eso lo resume todo. Y después, ¿qué pasará conmigo?
-Nos queda menos de una hora de aire. -Tinian olfateó. Tal vez menos-. Hemos perdido mucho.
Agapos se levantó sobre sus largos brazos. Parecía un tritón color turquesa, sin cola y con largas patas.
-Tenéis tanques de oxiagua.
A Tinian se le puso la carne de gallina. ¿Cómo había sabido eso? Dentro del compartimiento más grande, el pequeño cilindro de clonación de Chen no era un auténtico Spaarti, pero el aparato casero daba resultados rápidos, aceptables y baratos. Chen había vertido las últimas gotas de sangre de Agapos de su medyector en su cámara de producción. Crearía suficiente tejido diferenciado para convencer a los pagadores de que Chenlambec, conocido en los círculos de caza como "el wookiee rabioso", una vez más había traído todo lo que quedaba del cadáver.
Quizás Agapos pudiera oler el oxiagua del mismo modo que ella olía los explosivos.
-Sí -dijo ella-, pero necesitamos que ese tejido.
Agapos se alzó sobre sus largas piernas y se irguió.
-Primero necesitamos oxígeno. Puedo cavitar el oxígeno disuelto en el oxiagua.
Tinian había supervisado la cavitación en Armamento I'att: un ultrasonido de alta energía podía dinamizar los gases disueltos de un líquido.
-¡Chen! -Se agachó-. ¿Has oído eso?
Él gruñó y siguió trabajando.
Una bocina de alarma sonó.
-¡Veinte segundos! -exclamó.
Chen saltó a través de la escotilla, con su pelaje con puntas plateadas flotando en el aire. Saltó sobre el asiento del piloto con la misma facilidad que si estuviera trepando un árbol.
-Asegúrate -ordenó Tinian a Agapos-. Estamos a punto de abandonar el hiperespacio. Sólo por un instante. Esto es un salto intermedio.
-¿Para evitar ser perseguidos? -Agapos se apresuró a sentarse detrás. Se movía bien para ser un místico.
Tinian dejó la escotilla abierta.
-Exactamente. Pero no podemos saltar tres veces. No si queremos seguir respirando cuando lleguemos al Punto Tekra. –El Punto Tekra era una vetusta nave colonizadora, robada al Imperio y remodelada con las riquezas de la familia de un rebelde. Chen a menudo dejaba allí sus "adquisiciones", cerca de un mundo poblado. O eso decía. Ella no le había visto hacerlo todavía.
Su asiento se tambaleó. Las estelas se redujeron a puntos. Chen se inclinó sobre el ordenador de navegación.

***

Toalar estaba tenso, escuchando a través de sus conos perceptores cualquier tenue zumbido de la Fuerza. Los relés a bordo del elegante del transbordador Imperial casi le dejaban sordo. Hoil sujetaba los mandos, preparándose para saltar de nuevo al espacio real. En la sala de control sunesiana flotaba la presencia de Agapos. Aquí, Toalar esperaba poder sentir...
¡Dolor!
-¡Están aquí! –exclamó-. ¡Rastreadlos de nuevo!

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