jueves, 21 de febrero de 2013

Un duro invierno (II)


-¡He hecho la carrera de Kessel y he sobrevivido al espectáculo! He aparecido en los tablones de anuncios de Mos Eisley; pero soy ningún héroe, sólo un pícaro solitario. Dulce dama, ¿tienes algo especial para mí?
Sorprendido por el coro jactancioso, Drake se despertó. Desorientado, se cayó de la cama, envuelto en las mantas. Al levantar la cabeza hacia las sombras que se desvanecían, se golpeó con fuerza la frente contra el armazón de la cama. Invocando varias maldiciones socorranas, se masajeó la contusión y se sentó en un revoltijo de mantas y almohadas. Recordando mentalmente sus pasos, recordó el mensaje desesperado que le había llevado al lejano mundo de Tatooine y su enloquecido intento de romper las reglas del hiperespacio para llegar a las coordenadas prescritas en el tiempo señalado.
Habían pasado varias horas, de acuerdo con su indicador, y el confuso socorrano no recordaba haber dado la orden de partir. De repente, su mente evocó las imágenes inquietantes del rostro gris e hinchado de Toob y la voz confusa de Tait Ransom y la tormenta de arena que se acercaba. Cruzando la puerta a trompicones, corrió por el pasillo mientras el coro estridente resonaba en la sección de popa de la nave.
-¡No desapareceré en ningún censo Imperial! ¡No, no trabajaré en las minas del Emperador! ¡No tengo miedo a dar el Salto Final yo solo, mientras pueda desear cielos despejados a todos mis compañeros! -Un verso melódico de wookiee sonó a mitad del estribillo-. ¡Buena chica, Nikaede! Ahora voy a buscar a Drake -gruñó Toob-. Tú ve a la cabina y pon rumbo a Redcap.
-¿Redcap? –dijo Drake para sí mismo, escuchando el silbido de las placas de la cubierta deslizándose en su posición. Asomándose al pasillo de acceso, vio cómo Nikaede desactivaba el último de los escudos de las bobinas del impulsor. Toob estaba cerca, mirándola-. ¿Por qué Redcap?
-¡Drake! –exclamó Toob con sincero afecto. Su rostro aún estaba enrojecido por la fiebre, su voz áspera e inflamada por la infección-. ¿Qué te pasa, muchacho? Parece que hubieras visto un fantasma.
Cruzando sus brazos sobre el pecho, Drake se apoyó contra el mamparo.
-No estoy tan seguro de no haberlo hecho.
Sonriendo alegremente, Toob se acercó cojeando hasta él, golpeando la frente del joven socorrano con la palma de su mano.
-¿Puede un fantasma hacer esto? -bromeó. Se volvió hacia la wookiee-. Establece un rumbo a Redcap. ¡A toda potencia!
Nikaede vaciló. A pesar de que el viejo le caía bien y se había acostumbrado a confiar en él, incluso en ausencia de su capitán, era reacia a traspasar los límites de la lealtad.
Drake sonrió, con su fe en la amistad renovada.
-Adelante, Nik. Redcap.
-Tienes aquí un buen primer oficial, Drake. La mejor mecánica que he visto a este lado del Borde Exterior.
Antes de que se le olvidase su pregunta, Drake susurró:
-¿Qué hay en Redcap, Toob? Y no empieces a echar balones fuera para evitar contestarme. Esta es mi nave -afirmó son seriedad-. Si estás hasta el cuello de estiércol de bantha, quiero saber cómo y por qué.
-Me parece justo -reconoció Toob. Por un momento, Drake pudo ver a través de las gruesas cicatrices y la piel escamosa al antiguo Toob, de ojos marrones, sonrojado, y siempre sonriendo con picardía-. Es el cargamento más grande de especia que tú o cualquier otro contrabandista hayáis visto jamás. ¡Especia suficiente para convertirme en rey! Vaya, con mi parte, podría comprar esta bola de polvo y convertirla en una casa de retiro. Y te diré algo Drake; voy a asegurarme de que Marji te dé una tajada del negocio.
-¿Marji?
-Saylor Marjan, un amigo mío de los viejos tiempos. -De pronto su rostro se ensombreció, mostrando las señas de la enfermedad y la preocupación-. Hablando de esos días, tengo algo para ti. -Extrayendo la cadena y las chapas metálicas del bolsillo de su chaleco, Toob entregó las identificaciones militares a Drake-. Eran de tu papá -susurró el corelliano-. Escuché que hizo su fortuna hace unos años y pensé que querrías tenerlas.
Drake tomó la cadena, contemplando en silencio los grabados metálicos del nombre de su padre, su rango y su unidad.
-¿Un coronel? –preguntó extrañado-. ¿Fue uno de los Bha'lir Negros? ¿Esto es real?
-¿Te parece real, muchacho? –le regañó Toob. Había brusquedad en su voz-. Tu papá podía superar a un caza TIE con una mano en el acelerador y la otra en una botella de whisky corelliano. Le llamaban la Plaga Socorrana...
El ojo del contrabandista se apagó sin previo aviso. Cayó de rodillas, apoyándose pesadamente contra la pared del pasillo.
-Te tengo -exclamó Drake, sujetando la forma desplomada contra su cuerpo.
-¿Qué ha pasado? –murmuró Toob.
-Creo que será mejor que te acuestes hasta que lleguemos a Redcap. -Ayudar a Toob a volver a su habitación, se defendió de la protesta que estaba a punto de pronunciar el contrabandista, añadiendo-: Podrás contarme todo sobre los Bha'lir Negros y cómo mi padre terminó siendo coronel.
-Bueno, lo que vas a escuchar es auténtico -insistió Toob-. Por mis bandas de sangre, es una historia verdadera.

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