martes, 21 de agosto de 2012

La Tribu Perdida de los Sith #9: Pandemonio (VI)


6

Las nubes se abrieron y el sol se reflejó de nuevo en las torres de cristal de Tahv.
-No puedo ver una maldita cosa -dijo el viejo, protegiéndose los ojos-. ¡Todo este maldito cristal no era una idea tan buena!
-Sí, Gran Señor. -Una solemne keshiri dio unas palmadas, y otro ayudante tiró de un cordón de seda. En la azotea del edificio del capitolio, trabajadores en estado de alerta corrieron cortinas oscuras sobre las vidrieras de la cúpula del atrio.
-Hace demasiado calor aquí -gruñó su amo, enjugándose el inexistente sudor de su frente irregular-. Me voy a mi oficina.
-Sí, Gran Señor.
Los asistentes que llevaban los abanicos volvieron a meterse en las alcobas, permitiéndole pasar. Varner Hilts, el líder supremo de la Tribu Perdida de los Sith en Kesh, se dirigía de vuelta a la pequeña habitación donde había pasado la mitad de su vida. ¿Y por qué no? Todavía era Cuidador, además de Gran Señor. La habitación era suya... como todas las habitaciones lo eran ahora. Si quería sentarse delante de un viejo escritorio enterrado bajo textos antiguos y tomar un sorbo de cerveza, podía hacerlo.
Últimamente, lo único que quería era privacidad. Tal cómo él lo veía, hacía tiempo que había cumplido sus responsabilidades principales. Había devuelto la estabilidad a la Tribu y restaurado su antiguo esplendor al edificio que amaba. El resto era trivial. El octogenario había perdido el interés en la gestión del día a día de la Tribu, y en la gran misión que había propuesto a su pueblo veinticinco años antes. Había otros para encargarse de esas cosas.
Su consorte, Iliana, aún robusta a los cuarenta y nueve años, tenía sus manos ocupadas gestionando la política. El Cuidador Gran Señor seguía siendo una figura venerada por la mayoría, pero, entre los Sith, incluso una barra de pan se crearía enemigos si se la colocaba sobre un trono. Nadie había sido tan irreverente como para desafiarlo directamente, pero Hilts no era tan ingenuo como para pensar que siempre le respetarían. Aunque si envejecía más, probablemente no sería capaz de distinguir la hoja que le golpeó de cualquiera de sus otros dolores.
Pero aquellos en el poder son los creadores de las tradiciones... y ahí, Hilts encontraba la única razón que le levantaba por las mañanas. Había transcurrido un cuarto de siglo desde la última lectura del Testamento de Yaru Korsin en Tahv, y ya era hora de hacerlo de nuevo. Sin embargo, con la destrucción del antiguo dispositivo de grabación, el Korsin espectral nunca volvería a entregar el mensaje en voz alta. A pesar de los daños a los archivos durante los horribles disturbios de la Gran Crisis, el texto del Testamento todavía existía. Las bibliotecas en Orreg y Elvarnos habían escapado la destrucción total, y de todas formas Hilts conocía el discurso de memoria. Sin embargo, esa misma memoria, esa mente –todavía razonablemente fuerte, después de todos estos años- le decía que el mensaje postrero de Korsin ya no era apropiado para el momento, ni para su pueblo.
Así que Hilts y un equipo de escribas se habían puesto a trabajar en un nuevo discurso. En parte manifiesto, recordando a los oyentes de lo que significaba ser Sith; en parte documento legal, reforzando la jerarquía de Altos Señores, Señores, y Sables y reafirmando las prácticas en torno a la sucesión. Pero el meollo del mensaje, y lo que más excitaba al anciano gobernante, era una sección que detallaba el linaje de los humanos de Kesh, retrocediendo hasta los miembros Tapani de la Casa de Nidantha. Para Hilts, éste representaba su mayor logro, más allá incluso de su cargo de Gran Señor.
Poco después de que comenzara la Restauración Hilts, él y otros investigadores habían empezado a poner en contexto todo lo que habían descubierto recientemente, desde las órdenes fragmentadas de Naga Sadow hasta la misiva de Takara Korsin a su hijo. Siempre había habido referencias desconcertantes en los antiguos escritos de los supervivientes originales del Presagio; ahora todo tenía sentido. Los humanos de la Tribu eran importantes en el esquema de la galaxia... y, sorprendentemente, eran un pueblo mucho más antiguo que el propio movimiento Sith.
A través de los estiletes de escritores keshiri más elocuentes que él, lo que había sido un simple recuento de los hechos se convirtió en poesía calculada para inspirar orgullo a la tribu. Ante la imposibilidad de lograr la supremacía en el sector Tapani, los miembros de la Casa de Nidantha habían decidido buscar un nuevo y mayor destino por su cuenta… sólo para ser atrapados y esclavizados por los Sith de la Caldera Estigia. Pero los antepasados de la tribu no se vinieron abajo, sobre todo después de aprender las filosofías de búsqueda de poder de los Sith y el funcionamiento del lado oscuro de la Fuerza. Sí, la llegada de la tripulación del Presagio a Kesh había sido tan accidental como la llegada de sus antepasados Tapani en el espacio Sith... pero no existían los accidentes. Los primeros años de la tribu de Kesh había sido, de hecho, una toma de poder, en la que los seres humanos se convirtieron en gobernantes y esclavistas... y en la que los Sith Rojos fueron rápida y justamente extinguidos. Si tan sólo los refugiados Tapani ya hubieran conocido la Fuerza cuando llegaron a la Caldera Estigia, ¡qué diferente habría sido la historia!
No importaba: ahora la Tribu estaba haciendo su propia historia. Pasara lo que pasase con Naga Sadow y los suyos durante los últimos dos mil años, las personas que eventualmente dejasen Kesh serían independientes. Un nuevo Sith, nacido de un viejo pueblo. Hilts había tenido la tentación de usar su Testamento Verdadero para llamar públicamente Nidanthanos a los miembros de la Tribu, pero lo había pensado mejor. Pueden que hubieran comenzado como parte de una casa de comercio interestelar, pero su identidad ahora residía en lo que habían hecho desde que llegaron.
Años atrás, el término Tribu Perdida había llevado connotaciones de fracaso. Ahora las palabras recordaban todo lo que ya habían logrado. Al perderse, la Tribu había encontrado mucho más.
-Es bueno -dijo Hilts, con un crujiente pergamino en sus manos pálidas-. Bastante bueno.
Dejó las hojas sobre el único espacio liso. Lástima que no puedas estar aquí para esto, Jaye. Siempre te gustaron mis historias.
-¡Varner, pareces el extremo equivocado de un uvak!
-¿Eh?
-No entiendo -dijo Iliana Hilts, entrando con un contoneo. Vestida con un vestido satinado cargado de piedras preciosas, la pelirroja le pellizcó las mejillas y frunció el ceño-. Traemos a los mejores especialistas de la piel para que tú...
-Los exilié del reino -dijo, frotándose la mandíbula-. Estaban todo el rato queriendo plantar árboles en mis poros.
-Es una cataplasma orgánica, Varner. Son expertos. Acicalan a las mejores personas.
-Bueno, ahora están acicalando a los icebergs.
Haciéndole bajar la cabeza, Iliana enderezo el cuello de la camisa de Varner.
-¿El numerito del gobernante irascible divierte a los keshiri? Porque no funciona conmigo.
-Nada funciona contigo, querida. -Él le sonrió con dientes de cerámica-. Es una de las verdades de las que puedo estar seguro.
Nunca podía saber si Iliana lo amaba o lo odiaba. Pero después de todos estos años, realmente no importaba. Funcionaban. Dudaba que muchas parejas en Kesh pudieran decir lo mismo. Desde luego, había hecho falta la amenaza de la muerte para despertar a un interés común. Él no podía luchar por sí mismo, y, como consorte, a ella se le permitiría vivir sólo mientras él siguiera con vida. Pero tal vez eso era lo que las relaciones de los Sith necesitasen.
-Levántate –dijo ella, tirando de su silla desvencijada hacia atrás tan rápido que Varner casi se cayó de ella-. Te necesitan en la sala del trono.
-¿Otra vez? Prefiero lamer el suelo. -Hizo un gesto hacia el documento casi terminado sobre la mesa-. Es aquí donde me necesitan. Aquí es donde puede ser eficaz.
Iliana suspiró.
-Más palabras. -Introduciendo las manos bajo sus brazos, ella lo obligó a ponerse de pie-. Eso es acerca de lo único que sabes. Siempre has sido un pobre Sith. ¿Dónde está tu ira, tu envidia?
-Me enojo cada vez que me miro en el espejo... y siento envidia cada vez que veo a alguien que aún no ha llegado a los setenta.
Ella le arregló la túnica y se mordió el labio.
-Esto será suficiente. El Alto Señor Korsin Bentado está solicitando una audiencia.
Hilts gimió.
-Ya sabía que había vivido demasiado tiempo. -Miró con tristeza en el pergamino. A este ritmo, nunca llegaría a terminarse-. Despáchalo sin más.
-Nada me haría más feliz -dijo Iliana, poniendo los ojos en blanco-. Pero lo pusiste a cargo de la fuerza de invasión.
-¿Por qué habría de hacer eso?
-Porque yo te lo dije. Para empezar, un Bentado que está ocupado es mejor que un Bentado deambulando, buscando adeptos. -Ella se encogió de hombros-. Pero, sobre todo, porque yo te lo dije.
-Bentado –dijo él sombríamente. Sólo pensar en él hacía que le doliera el costado-. Edell Vrai, ése sí que es un hombre inteligente.
-Y lo enviaste a la expedición, Varner -dijo ella, empujándole hacia la puerta-. Ahora, vamos. ¡Yo hago todo lo demás por aquí, pero no voy a hacer esto!

***

-Las bendiciones del lado oscuro a su familia, Gran Señor -dijo Korsin Bentado.
Sentado en la silla de capitán del Presagio, Hilts murmuró una respuesta inaudible. ¿El lado oscuro bendice a las cosas? Imbécil.
-Como siempre, es un honor visitar este lugar, el más santo de los santos en Tahv -dijo Bentado, señalando alrededor de la sala del trono con su única mano restante. Yaru Korsin había muerto antes de que pudiera asentar la corte aquí, y la larga sala de altos techos había permanecido cerrada hasta que Hilts volvió a abrirla. Bentado seguía parloteando-. Me quedé asombrado afuera, ante las nuevas torres de vidrio. Esto demuestra lo que he dicho. La Restauración Hilts sólo comienza en Kesh. ¡Pero llegará a las estrellas, en las que algún día nos restaurarás a todos en nuestro lugar dominante!
-Está bien.
El Alto Señor Bentado se pavoneaba ante ocho guerreros Sith, todos vestidos de cuero negro al igual que él. Bien pasados los cincuenta años, Bentado mostraba el mismo aspecto que tenía en su juventud, calvo, con tupida barba negra. Hilts sospechaba que se había dejado hacer gran cantidad de trabajos por los "especialistas" de Iliana. ¿Qué clase de hombre se teñía las cejas?
-La noticia que hemos estado esperando durante años ha llegado al fin -declaró Bentado-. ¡Squab!
Bentado dirigió la mirada las grandes puertas, donde un keshiri jorobado entró portando una nota. De pie, justo detrás del Gran Señor, Iliana puso los ojos en blanco.
-Bueno -le susurró al arrugado oído de su marido-, ahora sabemos por qué tardó años en llegar aquí.
-Shhh -dijo Hilts, tratando de no reírse. Había sido su broma privada, cinco años antes, al sugerir a Squab como ayudante de Bentado. El Alto Señor había fingido placer en la recomendación, aceptando de buen grado al deformado keshiri en su séquito de perfectos especímenes humanos. Se había preguntado hasta cuándo lo soportaría... y se lo seguía preguntando todavía. Bentado nunca se presentaba sin su atrofiado asistente a su lado.
Bentado tomó la nota y la sostuvo en alto.
-¡Triunfo! –declaró-. Nuestros oyentes escucharon la llamada a través de la Fuerza hace sólo unas horas. Edell Vrai ha encontrado la tierra oculta que Yaru Korsin nos reveló. ¡Existe! -Arrugó el pergamino en su mano enguantada-. La exploración ha sido realizada. ¡Es hora de atacar!
Hilts miró a su mujer. Sus fuentes le habían dicho lo mismo al principio del día, pero no era nada para emocionarse todavía.
-Deberíamos esperar hasta que Edell vuelva.
-Gran Señor, la mayoría de las aeronaves están listas. Mis equipos están completos y esperando. ¡Usted estuvo de acuerdo en que, si se encontraba algo, valía la pena conquistarlo con todas nuestras fuerzas! -Bentado se volvió hacia sus tropas-. ¡Esperamos sus órdenes... para atacar!
-Eso ya lo has dicho.
Frotando los hombros de su marido sobre el respaldo de la silla, Iliana sonrió.
-No te está diciendo el resto, Gran Señor. Mi gente estaba escuchando, también. Sólo llegó un mensaje claro. Pero más tarde se sintieron otras emociones. Sorpresa. Shock. Confusión. -Dejó de frotar los hombros-. Y luego, nada.
Bentado se enfrentó a Iliana y levantó el muñón de su brazo izquierdo; ella le había causado esa herida, medio siglo antes.
-Han encontrado un nuevo mundo, consorte. Probablemente hay mucho que admirar... y es probable que estén confusos acerca de qué hacer a continuación. Edell Vrai no es un guerrero –dijo-. Respetado, sí, como debe serlo un Alto Señor. Pero sigue siendo un manitas con talento. Está esperando a que lleguen mis fuerzas, para llevar a cabo la invasión.
Iliana se burló.
-¿Qué pasa si los disparatados artilugios de Edell se hundieron en el océano?
-Edell no está muerto -dijo Hilts, de repente a la defensiva-. Lo habría sentido.
Iliana le fulminó con la mirada. Ella había dicho muchas veces que su marido no podría sentir el agua aunque estuviera en medio de un lago.
Bentado sonrió ampliamente.
-Comparto su confianza, Gran Señor. La expedición ya está lista. Los primeros sesenta dirigibles están inflados y equipados para la guerra. -Se arrodilló, y detrás de él sus seguidores hicieron lo mismo. El pequeño Squab captó la señal un poco demasiado tarde y casi cayó al suelo tratando de seguir su ejemplo.
-Le pido permiso -dijo Bentado, haciendo una reverencia-, para buscar nuestro destino.
Hilts parpadeó.
-Umm... sí, claro.
Los guerreros salieron. Antes de seguirles, el compañero keshiri de Bentado se inclinó de nuevo ante el trono... esta vez, con más propiedad. Hilts sonrió levemente por el esfuerzo. Aguardando hasta el final, Bentado saludó al Gran Señor y salió tras su tripulación.
Hilts miró a Iliana y arqueó una fina ceja blanca.
-Estamos malgastando un dirigible con él. Ese hombre es su propia bolsa hinchada de gas.
-Se apresura tanto -dijo Iliana. Parecía perpleja-. Debería esperar a que regresase Edell. Está dirigiendo a toda su gente a la muerte ahogados en el océano.
-¿Y eso te molesta?
-No, en absoluto -dijo Iliana, comenzando a marcharse en un torbellino de encaje-. Él los escogió. Cualquier persona en la que Bentado confíe merece ahogarse.

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