jueves, 20 de marzo de 2014

Buena caza (y II)


Anji corría con excitación, escarbando con sus garras profundos surcos en la tierra cubierta de humus y musgo, con la cabeza erguida y sus cuatro penetrantes ojos brillantes. Allana la llamaba cuando se aventuraba demasiado lejos, y ella, Tenel Ka y Jaina mantuvieron un cómodo aunque rápido ritmo que las introdujo más profundamente en el bosque. Los gigantescos árboles se erguían descomunales sobre ellas, con troncos que medían tanto de ancho como Allana de alto. El día permanecía cubierto, y las frondosas copas del bosque parecían no querer permitir que ni siquiera la más leve luz las atravesase.
Jaina se encontró dejando caer su mano sobre la empuñadura de su sable de luz. Al igual que Anji, estaba en gran sintonía con su entorno. Más de lo que estaba razonablemente justificado. Como había dicho Tenel Ka, ningún depredador de Luuhar actuaba antes del ocaso. La relativa seguridad del lugar era una de las principales razones por las que Tenel Ka lo había elegido. Por supuesto, en ese sistema siempre estaba la amenaza de los piratas; el Cúmulo de Hapes había sido colonizado por ellos, y la “tradición” aún no había desaparecido por completo.
Y la Reina Madre y la Chume’da –su heredera- vivían bajo la constante sombra de posibles intentos de asesinato.
Pero Jaina se estaba dando cuenta de que su nerviosismo anterior no estaba originado por el disgusto ante el clima frío y lluvioso. Procedía de la Fuerza. Algo malo estaba fraguándose, aunque el peligro no era inminente. Aún no.
Decidió hablar con Tenel Ka. Si la otra mujer sentía lo mismo, tendrían que convertir su gran aventura de caza en algo mucho más aburrido, pero más seguro. Allana se vería decepcionada, pero lo comprendería.
Sin embargo, viendo cómo Anji disfrutaba de su libertad, Jaina se preguntó si la nexu lo haría.
Se detuvieron para descansar y tomar un bocado en un pequeño claro junto a un arroyo. El agua estaba gélida, y Jaina se estremeció de nuevo. El frío y la humedad del lugar se agarraban a ella como una mano sudada y pegajosa. Cruzó su mirada con la de Tenel Ka. La reina de Hapes se levantó de donde ella y Allana habían estado observando cómo Anji miraba fijamente a un pez que nadaba veloz por el agua, y se acercó para sentarse junto a Jaina.
Jaina le ofreció una barra de raciones, se inclinó hacia ella y habló en voz baja.
-Algo no está bien aquí.
-Lo sé –dijo Tenel Ka, y suspiró_. Yo también lo siento. Allana y Anji se lo están pasando muy bien. La vida en el palacio ha sido dura para ella, después de tener una vida tan activa con tus padres durante tanto tiempo. Odio tener que detener esto, pero...
-No merece la pena correr el riesgo –completó Jaina, y al decirlo supo que estaba en lo cierto.
Tenel Ka asintió con tristeza.
-¿Allana? –Extendió un brazo hacia su hija-. Ven aquí, cielo. Tenemos que decirte algo.
Allana no respondió. Su atención estaba centrada en Anji. Justo cuando Allana comenzaba a responder, Anji se puso en tensión y saltó al arroyo. Durante un instante, Jaina pensó que la nexu simplemente estaba persiguiendo al pez, pero Anji estaba atravesando el arroyo con un propósito claro. Su comportamiento era tan confuso que Jaina no se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo hasta que Allana gritó con voz desgarradora:
-¡Anji! ¡No te escapes!
Anji reaccionó a la voz de Allana con una sacudida, pero desobedeció deliberadamente la orden. Jaina se puso en pie de un salto, furiosa consigo misma por su lenta reacción, y usó la Fuerza para alcanzar la mente de Anji y tratar de detener su huida. Demasiado tarde. Anji ya estaba al otro lado del arroyo y trepó a un árbol en dos saltos, saltando desde allí a las ramas de otro árbol a varios metros de distancia.
Se movía como si hubiera nacido para hacer eso; cosa que, por supuesto, era cierta. A fin de cuentas, Anji era un animal salvaje, sin ninguna herencia doméstica en su linaje. Tal vez fuera inevitable que abandonase algún día a Allana. Pero nunca en toda su vida había conocido la naturaleza salvaje; ni siquiera sabía cómo cazar por sí misma.
Casi como si fueran una única persona, las tres salieron corriendo tras la nexu fugitiva, chapoteando en el agua gélida con menos gracia que la que Anji había mostrado. Encontraron fácilmente su rastro en la otra orilla. La encontrarían; sólo era cuestión de cuanta ventaja les llevase la nexu en la persecución.
Se adentraron más en el bosque tenebroso, siguiendo el rastro del suelo cubierto de hojas aplastadas y de ocasionales mechones de pelaje pegados a la rugosa corteza de los árboles. La nexu les llevaba bastante ventaja, y la noche se avecinaba. Tenían varas luminosas para combatir la oscuridad que les envolvía, pero Jaina tenía miedo de perder el rastro. Sus temores fueron confirmados pocos minutos después.
-Hemos debido de haber pasado algo por alto –dijo después de haber avanzado algunos metros sin ver más señales. Tenel Ka y Allana se habían separado un poco, pero parecían perplejas.
-Simplemente... se acaba –murmuró, con una arruga de preocupación surcando su frente.
-Tía Jaina -dijo la voz de Allana-, ya no puedo sentir a Anji en la Fuerza. Yo... Ahí hay sangre.
Jaina se apresuró a acercarse donde se encontraba Allana. Esta miró a su tía con una expresión sombría en su pequeño rostro.
-¿Es... es de Anji?
Jaina, temiendo lo peor pero deseando estar equivocada, se arrodilló para examinar la tierra removida.
-Podría ser... pero aunque lo sea, no hay suficiente como para pensar que Anji esté muerta –dijo-. Puede que haya matado a algún animal pequeño, ¿pero dónde se lo habría llevado?
-Los nexu son muy buenos trepando...
-...a los árboles –completó Jaina, y las tres miraron hacia arriba para examinar las copas. En ese momento, el sentido del peligro de Jaina se activó al máximo. Encendió su sable de luz, agitándolo justo a tiempo para enviar un disparo de bláster de vuelta al hombre que lo había disparado, quemando un agujero humeante, curiosamente pequeño pero igualmente letal, en su pecho. Se desplomó.
Tras ella, Tenel Ka profirió un grito de batalla en dathomiri y sacó su propio sable de luz, cuya empuñadura estaba fabricada con un diente de rancor. Las hojas, de color verde azulado una y violeta la otra, se movieron en sendos borrones, reflejando blancos rayos de fuego bláster para que impactasen contra sus dueños. El fresco aire de la noche quedó de pronto lleno del inconfundible zumbido de los sables de luz y los gritos de los seres heridos y moribundos. Por el rabillo del ojo, Jaina vio cómo Allana se echaba al suelo, para presentar un blanco de menor tamaño, y comenzaba a disparar con su propio bláster.
Jaina subió la intensidad del ataque, haciendo una ligera pausa para empujar a uno de los tres hombres que quedaban contra el tronco de un árbol cercano antes de saltar y, con una voltereta en pleno vuelo, dar a otro una patada en mitad del pecho. Tenel Ka se sentía casi como en casa, luchando por defenderse a sí misma y a su hija en un mundo que se parecía tanto al de su madre.
Tan rápidamente como había comenzado, terminó. Cuatro formas yacían en el suelo. Parecían ser humanos, todos ellos hombres, y llevaban ropa de camuflaje que les permitía mezclarse con los colores marrones y verdes del bosque. Jaina frunció el ceño. El arma que sujetaban las manos amputadas del hombre que acababa de matar era un rifle de caza, un modelo reciente. Sus disparos eran potentes, pero estrechos, de modo que no dañarían excesivamente la piel de los animales cazados. No eran asesinos. Eran cazadores.
-Este aún está vivo –exclamó Tenel Ka. Sus ojos verdes llameaban cuando se arrodilló sobre el rival caído-. ¿Por qué nos habéis atacado a la Chume’da y a mí? –preguntó, mientras comenzaba a tratarle las heridas.
Él abrió los ojos como platos.
-Majestad... no sabía... perdóneme.
Jaina se fijó en las heridas del hombre. Los esfuerzos de Tenel Ka serían en vano.
-¿Quiénes sois?
Él luchaba por encontrar las palabras.
-Vinimos... sólo a cazar. Caza mayor, ¿saben?
-Estoy segura de que sabéis que es ilegal en Luuhar –dijo Jaina-. Sois furtivos. ¿Pensasteis que os denunciaríamos? ¿Por eso nos atacasteis?
La mirada del hombre era confusa.
-Yo... él nos dijo que lo hiciéramos. –Se puso cada vez más nervioso y luchó por incorporarse-. Nuestro guía preparó la emboscada... ¡No soy un asesino! No sé por qué...
-Le creo –dijo Tenel Ka en silencio, y Jaina también lo pensaba-. No temas. Tu reina y tu Chume’da están ilesas. Te perdonamos. Ahora, descansa.
Ella levantó la mano e hizo un gesto. Los rasgos convulsionados del hombre se suavizaron, y sonrió. Su pecho se levantó y cayó en un profundo suspiro, y no volvió a levantarse.
Jaina comprobó a los otros dos. El que había empujado con la Fuerza había chocado con demasiada fuerza contra el árbol; el otro, al que había dado la patada, estaba inconsciente.
-Tenemos que llevarlo de vuelta a la nave –dijo Jaina, y Tenel Ka asintió. Allana pasó la mirada de su tía a su madre.
-Nos vamos, ¿verdad? –dijo Allana en voz baja.
Tenel Ka acarició con tristeza el pelo de su hija.
-Me temo que sí, cariño.
-Pero... ¡pero Anji no sabe cazar!
-Parece que ella misma ha podido atrapar algo para comer, por lo que viste donde... –Tenel Ka se detuvo de pronto.
-Donde dejé de ser capaz de sentirla en la Fuerza –dijo Allana, con voz ronca. La tenue luz captó el brillo de las lágrimas en sus ojos, pero las apartó y enderezó sus pequeños hombros-. Está bien. Mientras sea capaz de cuidar de sí misma, debería tener derecho de ser libre, si así lo quiere. Todos los seres deberían tener ese derecho.
-Podemos volver a buscarla –dijo Jaina- después de que nos ocupemos de este hombre. Para asegurarnos de que Anji está bien. Ahora vamos.
Allana se animó un poco. Jaina hizo levitar al furtivo inconsciente mientras Tenel Ka calculaba dónde se encontraban. Aunque se habían desplazado bastante, cerca de ellas había un grupo especialmente denso de árboles. Algo en la espesura ponía nerviosa a Jaina, pero de acuerdo con los cálculos de Tenel, si tomaban ese atajo saldrían más cerca de la nave de lo que Jaina pensaba. Se pusieron en marcha tan rápido como pudieron.
Conforme se abrían paso por la espesura, los árboles parecían incluso más grandes, más antiguos, y estaban tan juntos entre sí que sus ramas se entrecruzaban. Jaina sintió como si de pronto la temperatura hubiera descendido bruscamente. Maldición, pensó, enfadada. Llena de honesta furia. Los furtivos eran lo más bajo de lo más bajo. La caza no le gustaba demasiado, para empezar, pero hacerlo ilegalmente... y de un modo tan cobarde... y meter a su sobrina, a su amiga y a Anji en este...
-¡Deteneos! –dijo la voz de Allana. Jaina se detuvo, mirando al suelo aplastado de la selva, que ella había pasado por alto pero Allana no. La zona estaba fangosa, y el aire húmedo y frío llevaba el aroma de la sangre. Tenel Ka se arrodilló y tomó del suelo un pequeño pedazo de tela con manchas carmesís.
Vinimos... sólo a cazar... había jadeado el furtivo moribundo. Nuestro guía preparó la emboscada... ¡No soy un asesino! No sé por qué...
Oh, ahora Jaina sabía por qué. Y sabía por qué había estado tan inusualmente fuera de sí durante todo el viaje... y tal vez incluso por qué Anji se había comportado de forma salvaje.
-El guía de los furtivos era usuario de la Fuerza –dijo Tenel Ka, dándose cuenta de ello casi tan rápido como Jaina.
-Los furtivos creían que estaban haciendo todo el trabajo, enfrentándose al desafío de la caza, y en realidad ese sleemo estaba usando la Fuerza para obligar a los animales a ir a su encuentro para que los masacrasen. ¡No había nada de real en esa caza en absoluto!
Ella y Tenel Ka activaron sus sables de luz, y Jaina extendió sus sentidos de la Fuerza.
-No es sólo él. Está usando este lugar. –Esa parte del bosque rebosaba de energía del lado oscuro, que se cernía hambrienta sobre ellas-. Intensifica sus habilidades –dijo Tenel Ka-. Por eso trae aquí a los cazadores.
-Llevemos al furtivo a la nave, y luego trataremos de encontrar a ese maldito pedazo de escoria. Sólo nos defendemos. No comenzamos el ataque.
Jaina no tenía ningún problema con el odio y el miedo, en su justa medida. Podían ser muy útiles. Pero no estaba dispuesta a dejar que ese hombre los usase contra ella. Requirió un gran esfuerzo por su parte, pero se abrió a un sentimiento de serenidad y devoción a su deber para con la Fuerza. Más centrada, comenzó a buscar a su enemigo.
Ahora que sabía lo que buscar, la nebulosa ansiedad de la que anteriormente sólo había sido vagamente consciente cobró forma en una definida silueta fría y escurridiza de arrogancia y avaricia... y recelos. Jaina centró su mente en su determinación y en la seguridad de que lo iban a capturar, y fue recompensada con un súbito escalofrío de miedo.
La energía del lado oscuro que las envolvía aún nublaba su claridad. Ahora podía sentir al guía, pero no podía distinguir si estaba cerca o lejos. La respuesta llegó abruptamente; Jaina sintió una presión intangible en su pecho y salió volando. Inmediatamente, retomó el control y convirtió la caída en una voltereta, cayendo limpiamente sobre sus pies. Tenel Ka ya estaba enfrentándose a él, y el brillo aguamarina de su hoja chisporroteaba contra los destellos blancos de los disparos bláster, iluminando el campo de batalla. Más calmada ahora que sabía lo que estaba ocurriendo, Tenel Ka estaba tratando de desarmar al usuario de la Fuerza, en lugar de matarlo.
Mientras Tenel Ka lo distraía, Jaina trató de arrebatarle el bláster de la mano con la Fuerza. Lo consiguió, pero sólo a duras penas, y su propia mano oscilaba como si alguien estuviera tratando de apartarla. Pudo ver fugazmente su rostro; demasiado joven para tener semejante expresión de crueldad en él. Estaba herido y superado en número, y a estas alturas ya se había dado cuenta de que no obtendría la victoria contra Tenel Ka ni contra Jaina... y ciertamente no contra ambas. No tenía nada que perder.
Saltó sobre ellas y corrió hacia Allana.
Un chillido capaz de helar la sangre llenó el aire de la noche, y una pesadilla de dientes, garras y púas punzantes descendió desde las ramas de árbol. Durante un segundo que duró una eternidad, los gritos del hombre hicieron eco a los de la bestia, y luego todo quedó bruscamente en silencio.
Anji levantó la cabeza, lamiéndose la sangre de las mandíbulas. Buscó a Allana con sus cuatro ojos.
-¡Anji! –Allana corrió hacia la nexu. El corazón de Jaina estuvo a punto de salirle por la boca cuando Anji saltó, derribando a la Chume’da.
Allana cayó al suelo... entre risas.
Las inmensas mandíbulas de Anji estaban separadas en una sonrisa de alegría mientras golpeaba la cabeza de Allana con la suya. Jaina dejó que el alivio la invadiera, y sintió una tibieza casi física por el regocijo de Tenel Ka, que la había bañado a través de la Fuerza. Anji había sido convocada y controlada por una voluntad inusualmente poderosa. Pero en lugar de volverse contra su dueña, o incluso mantenerse al margen de la pelea, la nexu había luchado por defender y proteger a Allana.
No debería haber sido capaz. Jaina lo sabía.
Pero Anji no sabía eso. Su simple amor había sido más fuerte que la voluntad del lado oscuro. No había abandonado a Allana y Jaina sabía ahora que nunca lo haría.
-Buena chica, Anji –murmuró, enviando amor a la nexu a través de la Fuerza-. Muy, muy buena chica.

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