lunes, 20 de enero de 2014

Emisario del vacío (VIII)


Capítulo 5: Un Plan Peligroso

A medida que el Suerte Innecesaria avanzaba lacónicamente por el vacío, Vook Gehu observaba cómo las estrellas pasaban ante su vista, recordando una máxima durosiana más antigua que algunas especies.
Si una estrella no hiciera sino parpadear, se perdería toda nuestra historia.
A las estrellas no les importaba quién ganase esta guerra. No les importaba si Vook acababa congelado y seco en el vacío o vaporizado por un bláster. Que fuera a morir sin compañeros no les causaba la menor preocupación.
Vook encontraba un extraño consuelo en ello.
Se aseguró de que el transpondedor de emergencia estaba funcionando correctamente. Así era, emitiendo una señal de auxilio constante. Esperaba que fuera respondida pronto, o todo esto habría sido en vano.
No tenía por qué haberse preocupado. Cinco minutos más tarde, llegó una respuesta, y la sangre de Vook pareció caer a la temperatura del espacio circundante. Observó las estrellas algunos instantes más antes de encontrar al recién llegado: una oscuridad irregular que no era una nebulosa distante, sino algo mucho más cercano.
Algo que -a diferencia de las estrellas- sí que mostraba interés en lo que le pasara a Vook.
Y esto no le confortaba en absoluto. Su mente vagó de nuevo a la conversación que le había llevado a esta situación -sólo una hora o así antes-, y suspiró.
Contestó a la llamada.
-Al habla Vook Gehu del Suerte Innecesaria. Necesito ayuda. El resto de la tripulación ha muerto, y estoy herido. Mi red de sensores no funciona y mi nave está muy dañada. Necesito ayuda desesperadamente.
La unidad de comunicaciones chasqueó y crepitó, y luego habló con una áspera y nasal voz de barítono.
-Acabas de encontrar tu ayuda, infiel -fue la respuesta-. Soy Vintul Qat de los yuuzhan vong. Apaga todos tus sistemas auxiliares y prepárate para ser abordado.
Vook lanzó otro suspiro y pulsó la tecla para responder.
-Hola, yuuzhan vong –dijo-. Así que se me ha acabado la suerte... Esperaba atraer alguna nave amistosa, pero veo que he perdido mi apuesta.
-La suerte no existe -contestó Qat-. Sólo los dioses y su voluntad.
-¿Sí? Entonces puedes decir a tus dioses que no voy a ser abordado, Vintul Qat, ni por ti ni por ningún otro de tu despreciable especie. Moriría antes que rendirme.
-Tú mismo has admitido que no tienes sensores -respondió Qat-. Tu nave está perdiendo atmósfera.
-Mis armas todavía funcionan -respondió Vook- . Y mi reactor está dañado, sí. De hecho, en su condición bien podría resultar un arma mejor que cualquier fuente de alimentación. Considera eso, y ven a por mí por tu cuenta y riesgo.
-Mi nave está llena de cautivos -dijo el yuuzhan vong-. Algunos de tu propia especie. Si consigues destruirla, matarás muchos más infieles que gloriosos yuuzhan vong.
-Es mejor morir que recibir el destino que les ofrecéis -dijo Vook.
-En cualquier caso, esta discusión carece de importancia –espetó Qat-. Estamos fuera de tu alcance.
-Por el momento -respondió Vook-. Intenta abordarme.
-Puedo ser paciente -respondió Qat-. En poco tiempo, tu reactor llegará a nivel crítico o bien fallará sin más. Si se sobrecarga, te veré morir. Si no es así, entonces te capturaré.
-Engáñate a ti mismo si lo deseas -murmuró Vook-. Para mí no supone ninguna diferencia. Vosotros destruisteis mi planeta y dispersasteis a mi pueblo. No creas que me vas a encontrar una presa fácil, sea cual sea la condición de mi nave.
La única respuesta de Vintul Qat fue una áspera carcajada.
Vook cerró los ojos, deseando que fuera una hora antes, cuando el jefe aún estaba a su lado.

***

De algún modo, la vuelta al espacio real siempre era una sorpresa después de la nada del hiperespacio. El universo relativista nunca era exactamente como Uldir lo recordaba, como si su mente se protegiera de lo absurdo del viaje más rápido que la luz distanciándose de la realidad que se había criado para comprender.
Fuera cual fuese la causa, la reversión era uno de los mayores placeres de Uldir, aunque la vista -desde cualquier otra perspectiva- no fuese en absoluto impresionante.
Pero a veces el espectáculo era mejor de lo esperado, y para la tripulación y la única pasajera del Suerte Innecesaria, esta fue una de esas veces.
Desde su punto de entrada por encima del plano elíptico del sistema, la estrella principal era una joya de color blanco azulado, como una chispa de electricidad constante que hubiera sido capturada. Pero algo había alcanzado a la estrella y sacaba de ella una serpentina de brillante plasma, trazando un arco de medio año luz de longitud antes de girar en una espiral que se enrollaba más y más antes de desaparecer. Cruzando la espiral y rodeando el brillante punto azul, había un gran objeto toroidal que resplandecía con un débil color índigo.
Sus instrumentos y mapas le decían que la causa del fenómeno era un agujero negro, absorbiendo materia hacia la nada de su horizonte de sucesos, y la gran corona eran los átomos de hidrógeno perdidos que habían escapado de la órbita en el camino de la singularidad, pero la causa no importaba. Por un momento, la belleza barrió todo de la mente de Uldir, incluyendo el negocio absurdamente peligroso que les había traído a él y a sus compañeros a este sistema despoblado en la Ruta Hydiana.
-No están aquí –pronunció Vega Sepen con ese tono de voz tan terriblemente seguro que significaba "te lo dije".
Uldir miró a la corelliana de cabello platino, preguntándose si ella sentía algo por debajo de ese exterior duro, si las maravillas del universo penetraban a través de esos ojos de acero hasta la persona que había debajo.
Tal vez. Creyó poder ver un fuego azul en ellos, no una reflexión del exterior, sino una luz interna.
Al menos eso es lo que él creyó percibir durante un nanosegundo. En ese instante, vio a Vega de un modo muy diferente. Las llanuras angulares de su rostro parecían más suaves; más jóvenes, a pesar de que ella que aún no había llegado a su trigésimo año estándar. Se dio cuenta con un sobresalto que era hermosa, de un modo peculiar. ¿Nunca antes se había dado cuenta de eso?
Entonces, el momento pasó como si fuera un fenómeno cuántico, destruido por la observación.
-¿Jefe? -La voz de Vega se hizo más insistente.
-¿Qué?
-¿Dónde estabas? He dicho que no están aquí. No hay señales de ninguna nave yuuzhan vong en el sistema.
-Nuestros sensores no son tan buenos -dijo Uldir.
-Bueno, no, no si se están ocultando. Pero este sector del espacio está completamente bajo el control de los yuuzhan vong, y no tienen ninguna razón para esperar compañía. Y con ese agujero negro de ahí, y todo el jaleo gravitacional que existe este sistema, sólo hay unos pocos lugares donde tiene sentido salir del hiperespacio para trazar el siguiente salto. Este es uno de ellos; he comprobado los demás. Nada.
-Estarán aquí -dijo otra voz femenina.
Vega levantó las cejas de la misma manera que Uldir le había visto hacer una vez cuando descubrió a un escorpión de maleza barraken acechándola. Aquella vez, la pequeña contracción de su frente había sido seguida rápidamente por un disparo de rifle bláster. Uldir se tensó involuntariamente.
La persona que acababa de hablar, Klin-Fa Gi, también se tensó, sin duda con sus sentidos Jedi advirtiéndole del peligro. Klin-Fa era pequeña, de ojos oscuros y pelo negro que le colgaba en largos mechones. Sus ojos se estrecharon como si desafiara a Vega.
-¿Sí? -La voz de Vega era suave, pero era seda myyn envolviendo un núcleo de duracero-. ¿Cómo sabes que no han estado aquí y ya se han ido?
-Lo sabría -respondió Klin-Fa.
-Ah, la infalible e inescrutable Jedi -se burló Vega-. Pero creía que no podías sentir a los yuuzhan vong en la Fuerza.
-No puedo -dijo Klin-Fa-. Siento a Bey.
A Uldir nunca le gustaba cuando Klin-Fa pronunciaba ese nombre. Nunca había conocido a ese tipo, pero estaba comenzando a creer que si alguna vez se lo encontraba no le iba a caer bien.
-Bien -dijo Vega-. Entonces encuéntralo ahora con tus sensores, y así podrás hacer algo útil.
-Vendrán aquí. Lo siento.
-Genial -dijo Vega, poniendo los ojos en blanco.
Klin-Fa apretó los labios en una fina línea y no respondió. Uldir sintió un deseo momentáneo de defender a la joven Jedi. Se había se había quitado las ropas vivientes yuuzhan vong que llevaba puestas cuando llegó a bordo y estaba ahora vestida con uno de los monos rojos de Vook. Era demasiado grande para ella, haciéndola parecer pequeña y vulnerable.
Sí, claro, se recordó. Tan pequeña y vulnerable como para cortar a un guerrero yuuzhan vong en dos por la cintura. La había visto hacer exactamente eso. Por no mencionar los problemas que había causado a su tripulación, su barco, y a él mismo; dejándolos varados en el medio de la nada, por ejemplo. Ella era un gran problema en un frasco pequeño. Vega tenía razón; estaba loco al confiar en ella, después de todo lo que había hecho.
Aun así...
-Sal del punto de seguridad -dijo a Vega-, y corta la energía. No quiero que nos vean cuando lleguen aquí.
-¿Cuándo lleguen? -preguntó Vega con escepticismo.
-Si llegan -concedió Uldir-. Y Vook, tú y Uuve ejecutad de nuevo diagnósticos en los sistemas de armas y escudos. Fue un pequeño milagro que os las arreglaseis para remendar a nuestra chica tan rápido como lo hicisteis... si tenemos un respiro, quiero aprovecharlo para prepararnos al máximo para el combate.
-Bueno, eso al menos tiene sentido –admitió Vega-. ¿Y cómo vamos a hacerlo? ¿Vamos a buscar un destructor estelar y volvemos? Eso debería mejorar un poco nuestras posibilidades. Esto que tenemos no es exactamente una nave de guerra.
-No estamos precisamente indefensos, Vega -Uldir señaló.
-Y nuestro objetivo tampoco es una nave de guerra -añadió Klin-Fa.
-Cualquier nave vong es una nave de guerra -respondió Vega-. Y vendrá con escolta.
Klin-Fa puso los ojos en blanco.
-Estamos hablando de un transporte yuuzhan vong de esclavos viajando a través de territorio vong seguro. Los yuuzhan vong son orgullosos; la escolta será mínima, ya que no querrán parecer cobardes. Además, cuando me infiltré en sus sistemas de datos descubrí algo interesante; una de cada tres naves de guerra en servicio en este sector ha sido trasladada. Sucedió de un día para otro.
Vega frunció el ceño.
-Eso suena como si estuvieran comenzando una nueva ofensiva. Eso sí es algo que vale la pena saber. ¿No deberíamos estar informando de eso en vez de tratar de rescatar a ese antiguo noviete tuyo?
Klin-Fa se sonrojó ligeramente.
-No se trata de eso. No se trata de Bey, o de mí. Los Jedi luchan, los Jedi mueren. Conocemos los riesgos. Bey conocía los riesgos... pero el secreto que lleva es crucial. Y es más importante que cualquier ataque yuuzhan vong convencional.
-A pesar del hecho de que no sabes exactamente en qué consiste esta hipotética nueva arma suya -dijo Vega.
Klin-Fa se cruzó de brazos y se apoyó en el mamparo.
-Sé que ellos creen que prácticamente pondrá fin a la resistencia de la Nueva República a su invasión.
-Bueno, sí, eso es lo que tú dices -respondió Vega-. Con eso y dos átomos de hidrógeno conseguirás helio si aprietas lo suficiente.
-Ya basta -interrumpió Uldir-. Se acabó esta discusión.
Vega se mostró sorprendida por su tono, y él se dio cuenta de que había sido inusualmente brusco.
Pero Klin-Fa se había ruborizado cuando Vega se refirió a Bey como su “noviete”. A Uldir el Jedi ausente le caía cada vez peor.
-Es sólo que... -Se detuvo, y suspiró-. Vega, puede que sea una locura, pero yo la creo. Y yo soy el capitán, o eso creo recordar. Vamos a hacer esto. Ahora necesito tu ayuda, no tu disidencia.
Los ojos de Vega se agrandaron.
-Jefe, sólo porque no esté de acuerdo contigo no significa que no esté al cien por cien a tu lado. Cuenta conmigo.
-Me alegra oír eso.
-Quiero decir, incluso aunque pensase que esto no es más que una testaruda, irresponsable y absurdamente peligrosa maniobra para rescatar los fragmentos restantes de tu masculinidad...
-He captado la idea, Vega. Estás conmigo. Ahora cállate.
-Sí, señor. Siempre con ganas de callarme.
-Yo también estoy contigo, capitán -dijo la voz de Vook por el intercomunicador-. Y estaremos preparados para luchar, lo prometo.
Parecía confiado, para variar. Vook nunca sonaba de esa manera.
Vega también lo notó.
-¿Ese es realmente Vook? -preguntó en voz baja.
-No lo sé -respondió Uldir, silenciando la unidad de comunicaciones-. Después de aquel arranque que tuvo ayer... será mejor que tenga una charla con él.

***

Encontró a Vook en la torreta, trabajando en el turboláser. No levantó la vista cuando Uldir entró. Su rostro plano de duro no registró emoción alguna que Uldir pudiera reconocer.
-Vook, ¿hay algún problema?
-No, señor. Estoy ajustando la modulación de fase para obtener disparos más eficientes.
-Eso está muy bien, pero no estaba hablando del turboláser. Estaba hablando de mi mecánico.
-Estoy bien, señor -dijo Vook, con rigidez-. Puedo hacer mi trabajo.
-Nunca he cuestiono tu capacidad para hacer tu trabajo, Vook. Estoy preocupado por tu ira.
-Los yuuzhan vong destruyeron mi mundo -dijo Vook sin rodeos-. Mi gente volaba entre las estrellas cuando la mayoría de especies en esta galaxia aún subsistían a base de las frutas y los insectos de sus bosques nativos. Y que fuera destruido por los yuuzhan vong, por unos bárbaros que ni siquiera tienen el cerebro suficiente para comprender lo que han hecho... -se interrumpió.
-Nadie espera que sientas ningún aprecio por los yuuzhan vong, Vook. Nadie espera que llores la pérdida de tu mundo natal...
-Sí. Llorar es lo que hago. ¿Crees que no sé lo que todos pensáis de mí? Vook el llorón. Vook, el siempre triste. Pobre viejo Vook. Bueno, pues estoy cansado de eso. Si mi elección es estar entre la miseria y la ira, elegiré la ira, señor. Me siento mejor así.
-Esas no son las únicas dos opciones -señaló Uldir.
-Señor, con todo respeto, tú no tienes un planeta natal que perder. No lo entenderías.
Uldir se quedó en silencio por un momento.
-Había un arboreto en Bburru. ¿Lo sabías?
La frente de Vook se arrugó de forma extraña.
-Sí.
-Pasé mi quinto y mi undécimo cumpleaños allí. Había un árbol en particular, un gran olop, y si cantabas cerca de él, hacía sonar un acompañamiento.
-Recuerdo ese árbol -dijo Vook-. Era nativo del planeta natal, el último de su especie. Estaban tratando de clonarlo cuando los vong destruyeron la ciudad. Ahora se ha perdido para siempre.
-Sí -dijo Uldir-. Lo echaré de menos.
-No tanto como yo -contestó el Duro.
-Probablemente no. Pero no era ahí a donde quería llegar. Pasé mi cuarto cumpleaños en Coruscant. Pasé el decimoquinto en Yavin Cuatro. Tienes razón, Vook, no tengo ningún mundo natal. Mis padres eran comerciantes y pilotos de cargueros, y yo crecí en las rutas espaciales. Esta galaxia es mi planeta natal. Mira lo que le han hecho los yuuzhan vong.
Vook bajó la cabeza y asintió levemente.
-Entiendo.
-Sé que lo haces. No me duele más que a ti, Vook; esa es una competición de la que puedo prescindir. Pero no puedes encerrarte en ti mismo y pensar que no todos nosotros hemos perdido algo. Y no puedes ceder a la ira. Puede que mi entrenamiento Jedi resultase un fiasco, pero eso lo sé. La ira no es buena para nadie, Jedi o no. Simplemente siento que es así.
Vook suspiró.
-Hay lógica en lo que dices. La lógica debería ser reconfortante. Pero no lo es.
Uldir ladeó la cabeza con curiosidad.
-¿Por qué ahora, Vook? ¿Por qué, después de todo este tiempo, empiezan ahora tus emociones a apoderarse de ti?
Vook se volvió hacia el turboláser.
-Es esa mujer Jedi. Me ha hecho comprender lo poco que hago en realidad.
-¿Te ha dicho algo?
-No. Pero ella actúa. Planta cara a los vong. Y tú también.
-No, yo no -afirmó Uldir-. Soy un piloto de rescate. Me convertí en piloto de rescate porque no tengo lo que se necesita para ser un Jedi, pero yo quería ser como ellos; ayudar a la gente en problemas. Los Jedi no viven para matar, Vook, los buenos no. Lo evitan cuando pueden. A veces lo evitan a costa de sus propias vidas. He rechazado ofertas de media docena de escuadrones de cazas, porque me gusta hacer lo que hago. Hemos estado en un montón de refriegas desde hace una semana o así, pero nunca porque yo quisiera atacar a los yuuzhan vong. Nunca porque yo quisiera matar a uno solo. Yo sólo trato de hacer mi trabajo... un trabajo que sería imposible sin ti, por cierto. Nunca podríamos haber escapado de Wayland sin tu experiencia, Vook. ¿Quién más podría haber reparado nuestro hipermotor con basura centenaria? ¿Por qué crees que solicité que estuvieras en mi equipo?
-¿Me solicitaste a mí? -El duro sonaba genuinamente sorprendido.
-Por supuesto. ¿Qué pensabas?
-Creía... quiero decir, que nadie más...
-Vook, eres el mejor mecánico que tiene el servicio. Y me caes bien.
Vook bajó la mirada a la cubierta, y luego la levantó para encontrarse con la de Uldir.
-Gracias, señor.
-Y ahora...
-Hey, muchachos –dijo la voz de Vega por el intercomunicador.
-¿Qué ocurre?
-Tenemos compañía.

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