viernes, 20 de diciembre de 2013

Un bláster caliente llamado Amor (II)


Los agentes de Seguridad de la Nueva República que montaban guardia ante la puerta observaron en silencio cómo Daniera y Amor salían del turboascensor y avanzaban por el pasillo. La pareja de soldados fuertemente armados cambió ligeramente de postura y saludó a los recién llegados con los cañones de sendas carabinas bláster.
Daniera mostró su identificación y los guardias relajaron inmediatamente su postura, permitiéndoles pasar a la habitación del hotel. Ella entró primero, colocándose un par de guantes de examinación Duraguard.
Amor se detuvo, volviendo la mirada al pasillo donde los equipos de agentes de la INR escaneaban electrónicamente la zona en busca de la más pequeña pista. Se encogió de hombros y entró tras Daniera en la habitación, cerrando la puerta tras ellos.
Ella ya estaba moviéndose metódicamente por la zona de estar.
-Toda la planta ha sido precintada por la Seguridad de la Nueva República. Mientras hablamos, hay agentes de la INR interrogando a todo el personal, realizando escáneres a nivel molecular, y revisando el registro de huéspedes del último mes.
Amor asintió.
-Qué bien. Una pérdida de tiempo y dinero, pero, oye, la burocracia siempre es la burocracia, sin importar lo altos que sean sus ideales y su moral.
Daniera se le quedó mirando, tratando de encontrar una forma de expresar lo que estaba pensando.
Él le tendió una mano.
-Lo siento. Sólo dame las lentes de aumento, ¿vale? Oye, ¿te molesta si te llamo Dani?
-Sí.
-Bien. Empecemos, Dani...
Daniera suspiró.
-La víctima número cuatro es el senador Luralon Odaay, turiano, casi humano, del sector Limbala. Tenía 47 años estándar de edad, casado, con un hijo. El senador Odaay habitualmente regresa a su planeta natal cuando se suspenden los plenos del Senado, así que cuando la sesión está convocada ocupa una habitación de hotel en lugar de tener una residencia permanente en Coruscant. –Señaló a la bien equipada habitación-. El Reina de Kaerlia ha sido su favorito en los últimos años. De hecho, pidió esta misma habitación el año pasado.
Amor asimiló la información.
-No hay signos de que se haya forzado la entrada, y el crimen tuvo lugar... –Buscó con la mirada la entrada al dormitorio-. ¿Allí?
Daniera asintió lentamente con la cabeza, aparentemente poco entusiasmada por volver a visitar la escena del crimen.
Él pasó a su lado, colocándose un par de guantes Duraguard.
-¿Cómo sabéis que es Dolor?
-Muerte violenta y sangrienta.
-La mayor parte de homicidios entran en esa categoría.
-Y el engendro Sith dejó su tarjeta de visita. Dolor –siseó entre sus dientes apretados-. ¿Qué clase de nombre es ese, de todas formas?
-Uno latarziano. Al nacer, sólo nos ponen nombre de pila. Nos ganamos nuestros apellidos con nuestras acciones.
-Pero, ¿”Dolor”?
Su voz se volvió distante.
-Probablemente, sus padres lamentaban el hecho de haberle engendrado.
Daniera se le quedó mirando.
-Entonces no estoy segura de querer saber.
-¿Qué?
-Acerca de tu apellido... ¿Amor?
Él le ofreció una sonrisa maliciosa y le guiñó el ojo.
-Pregúntamelo en otro momento.
Amor mostró una macabra sonrisa y luego entró en el dormitorio.

***

El cuerpo del senador Odaay estaba tendido boca abajo sobre la cama de tamaño imperial. Las gruesas sábanas habían absorbido la mayor parte de la sangre azul oscura; la afelpada alfombra tapani había quedado empapada con el resto. Un vibrocuchillo de empuñadura dorada asomaba de la parte inferior de la espalda de la víctima. Ciertamente no era el golpe letal, probablemente infligido post-mortem. La tarjeta de visita personalizada de Grandyl Dolor, derivada de su nombre; Grandyl era la palabra latarziana para nombrar el oro.
Amor se detuvo en la entrada, examinando la escena durante todo un minuto antes de acercarse al cuerpo de la víctima.
Daniera entró silenciosamente en la habitación tras él. Por su conducta firme y su experiencia, se veía que era aún una agente joven... nueva ante muchos de los horrores del negocio.
Él volvió la mirada hacia ella y sonrió tranquilizadoramente.
-¿Sabes cuál es el problema con la gente hoy en día?
Ella negó con la cabeza, sus ojos clavados en la funesta escena.
-Bueno, pues te lo diré. Nadie puede mantener nunca los hocicos fuera de los negocios de los demás. La galaxia sería un lugar más agradable si cada uno nos ocupásemos sólo de nuestros propios asuntos. –Amor se acuclilló junto al cuerpo, realizando un examen cuidadoso. El hombre se había desplomado sobre la cama, agarrando una almohada con una de sus manos de seis dedos. La otra colgaba del extremo opuesto de la cama. Amor dio la vuelta alrededor para poder ver mejor. Estaba firmemente cerrada en un puño-. Es un hecho, el 45 por ciento de los clientes de homicidio están tiesos porque siguieron su sentido del olfato hasta el más allá.
Ahora había captado la atención de Daniera. Ella cruzó los brazos y se le quedó mirando.
-¿Ah, sí?
-Sí –dijo Amor entre sus dientes apretados mientras trataba de abrir el puño del muerto-. Lo que me recuerda... ¿Sabes cuál es el sentido menos usado?
Ella le miró mientras forcejeaba con el cadáver, y se encogió de hombros sin querer responder.
-El sentido común. –Amor gruñó cuando, accidentalmente, quebró dos dedos. El senador Odaay había estado agarrando una pequeña figurita.
Estupefacta, Daniera dio un rápido paso hacia delante.
Amor se limpió con el brazo el sudor que goteaba por su frente.
-El otro 45 por ciento son los típicos crímenes pasionales –dijo, con una sonrisa lasciva-. Nada amarga tanto como el amor. Bueno, excepto tal vez el lum.
-¿Nunca te callas? –dijo ella al ponerse a su lado.
-El restante 10 por ciento son básicamente pobres diablos atrapados en el fuego cruzado. –Examinó la estatuilla dándole vueltas y vueltas en sus manos. Tenía un parecido bastante asombroso con Darth Vader-. Lo curioso es que la gente está más preocupada por caer en esta última categoría. Me preguntan cómo pueden evitar que les alcancen. Les digo a todos lo mismo... –Retorció la cabeza del pequeño Señor del Sith con un audible chasquido-. Agachándose.
Daniera observó con asombro cómo un sable de luz holográfico en miniatura surgía de la diminuta mano enguantada. Amor le tendió la réplica de Vader y ella tocó cuidadosamente el pequeño sable. Soltó un pequeño chisporroteo, dándole una diminuta descarga.
Amor volteó el cadáver sobre su espalda con cuidado y estudió la carnicería. El senador muerto mostraba un inmenso agujero en el centro de su pecho, rodeado por obvias quemaduras bláster. Amor estudió por un instante la herida letal, silbando ligeramente entre dientes.
Comenzó a retroceder, y luego se detuvo. De pronto se inclinó hacia delante hasta que su nariz casi estuvo tocando el cuello del senador muerto, y olfateó.
-Hmmm...
Daniera giró la cabeza de Vader, desactivando el sable de luz con un pequeño zumbido.
-Bueno, ¿qué tenemos?
-Tengo un cadáver que ha recibido lo que parece un impacto de artillería bláster a quemarropa. –Amor se volvió hacia Daniera-. No tengo testigos, ni punto de entrada, ni heridas defensivas.
-Justo como en los otros tres crímenes. –Daniera no pudo evitar sonreír, complacida consigo misma-. No me has dicho nada que no supiera ya.
Amor continuó como si ella ni siquiera hubiera hablado.
-Lo único que tengo es la fuerte corazonada de que nuestro amigo aquí presente era miembro del Club Vórtice Oscuro.
La sonrisa engreída de Daniera se desvaneció de pronto.
Amor caminó sin más ceremonia a la puerta, echándose los guantes Duraguard al hombro.
-Todo lo que tienes, cielo, es un buen desorden para limpiar. Mi trabajo aquí ha terminado.
Ella le siguió al exterior de la habitación de hotel.
-¿Ya está?
-Acabo de darte todo lo que necesitabas para resolver este caso –dijo, indicándole la estatuilla que llevaba en las manos-. Eso es una llave de pertenencia al club. Pero estoy seguro de que probablemente ya supieras eso también.
Daniera se detuvo por un instante, pero Amor continuó avanzando por el pasillo.
-Bueno, lo habría descubierto por mí misma... –Luego añadió en voz baja-: Antes o después.
-Buena suerte –exclamó él por encima del hombro mientras entraba en el ascensor-. Si tienes éxito, te enviaré un bonito ramo de flores. Si no, supongo que lo mandaré al funeral de Organa Solo.
Amor le guiñó el ojo justo antes de que las puertas se cerrasen y desapareciera.

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