miércoles, 6 de noviembre de 2013

El gran asalto a la nave rebaño (y VII)


Como suponían, el Viento Asaari estaba desierto. Dawson avanzó cauteloso por los pasillos vacíos, con Sonax deslizándose hoscamente a su lado.
-Dijissste que sssabíasss lo que essstabasss haciendo –escupió. Los golpes descontrolados al trineo de equipamiento durante su salto en gravedad cero le habían causado varios cardenales en su suave piel gris.
-Por centésima vez, lo siento –dijo él-. La física no es precisamente lo que mejor se me da. Y, de todas formas, conseguí traernos hasta aquí, ¿no?
Ella siseó entre sus dientes afilados.
-A durasss penasss. Y ahora tienesss que hacernosss volver del misssmo modo.
Una expresión de pesar cruzó el rostro de Dawson. Tras cortar un agujero de acceso en la pequeña y sellada cámara de motores, había parcheado apresuradamente la brecha antes de lanzarse a abrir la puerta de la cámara. Con la presión equilibrada, se despojó del destrozado traje ithoriano y liberó a Sonax.
Pero con gamorreanos montando guardia en el exterior de la escotilla de atraque, no tenían más opción que marcharse del mismo modo en que habían llegado. Dawson había localizado un traje de vacío de repuesto, de talla humana, en el armario de suministros del Viento; un poco grande, pero serviría. Deseó desesperadamente encontrar un traje sluissi, pero una vez más Sonax no tuvo suerte. Dio gracias a los Hados de que el trineo de equipo siguiera aún intacto.
Una luz indicadora de la cinta cibernética de Sonax parpadeó en rojo cuando ella accedió a su crono interno.
-Nosss quedamosss sssin tiempo. Encuentra la caja y vayámonosss.
Las pisadas de Dawson resonaron en el pasillo.
-Veamos. Si yo fuera un señor del crimen bimm adinerado y traicionero, con una vena despiadada y predilección por las naves caras, ¿dónde la pondría?
Comenzó a llevarse una zarpa a la barbilla con gesto teatral, pero se detuvo a mitad del movimiento.
-¿Has oído eso? –Sus orejas puntiagudas temblaron.
Sonax inclinó la cabeza. El débil zumbido que Dawson había escuchado duplicó y triplicó su fuerza. El sonoro tamborileo era ahora inconfundible. Un momento después, las planchas de cubierta comenzaron a vibrar.
La nave estaba arrancando.
Sonax y Dawson se miraron entre sí; una mirada acusadora y otra pidiendo disculpas. Dawson fue el primero en recuperar el habla.
-Oh oh.

***

Kels apretó los dientes. Una carrera a lo loco cruzando la zona de fuego sería suicida. Si Ritinki se había colocado la máscara de oxígeno para poder inundar la zona con gases venenosos como Noone seguía diciendo, estaban condenados.
Examinó la sala una vez más. Tenían pocas opciones. Noone ya estaba agachándose en la postura inicial de un velocista, preparándose para salir corriendo. Miró a Kels tratando de darle confianza.
-¿Lista? Uno. Dos...
-¡Espera! –gritó ella, agarrándole del brazo. Él siguió la mirada de Kels, que estaba fija en el centro de la cúpula sobre sus cabezas. Una zona oblonga de estrellas temblorosas ya no era visible. En su lugar había una mancha oscura indefinida, punteada a intervalos regulares con luces rojas.
Parecían luces de posición de una nave estelar. Y estaban acercándose.
Noone tragó saliva.
-Parece que al final eso no era un control de gas nervioso. ¡Encuentra algo pesado y agárrate!
Las luces brillaron con más fuerza. La forma oscura se hizo más grande.
Y, con un estallido ensordecedor de transpariacero haciéndose añicos, el Viento Asaari atravesó la cúpula. Cientos de fragmentos cristalinos dentados salieron hacia el exterior del agujero empujados por la atmósfera al escaparse al espacio. Kels rodeó desesperadamente con ambas manos un pesado barril de vino andoano.
Los dos asesinos, sorprendidos casi directamente bajo la brecha, fueron absorbidos por el vórtice humeante junto con varias sillas, carros, y cartuchos bláster gastados. Agitando las extremidades, el chef de chaqueta blanca chocó con fuerza contra el casco del Viento Asaari –que aguantaba firme en medio del torbellino- y continuó volando hacia la fría negrura, con la cabeza doblada en un ángulo antinatural. El piel dorada apretó el gatillo de su rifle hasta el amargo final, rociando la sala con fuego bláster incluso mientras el vacío del espacio le aspiraba inexorablemente hacia una muerte rápida y dolorosa. El personal de seguridad superviviente se lanzó desesperadamente hacia la línea de árboles en busca de algo a lo que agarrarse. Algunos lo consiguieron, otros fueron aspirados, gritando en el vacío.
Kels volvió la cabeza hacia el estrado, lejos del abrasivo mordisco del polvo y los escombros voladores. Ritinki, agarrándose al borde de la plataforma, sostenía su máscara respiratoria firmemente con una mano mientras la atmósfera seguía escapando al espacio. El tonel al que se agarraba Kels comenzó a deslizarse por el suelo, no siendo suficiente su peso para soportar el terrible vendaval.
Y entonces, milagrosamente, el movimiento se detuvo. Un tembloroso campo de fuerza cobró vida en la parte interior de la cúpula para taponar la tremenda brecha. Las violentas turbulencias cesaron, y pequeños fragmentos de restos sueltos comenzaron a caer de nuevo al suelo. Kels jadeó, tomando aire en la debilitada atmósfera, y se puso temblorosa en pie.
Una cúpula transparente era una estructura bastante vulnerable para colocarla en el corazón de una nave que realizaba viajes espaciales. Naturalmente, la Canción de las Nubes debía tener un sistema de emergencia que permitía al ordenador central sellar la cúpula con un campo de contención atmosférica en caso de una brecha en la cúpula. Pero Kels se preguntó por qué había tardado tanto. Tenía que haber un plato sensor en el borde de la cúpula que activase instantáneamente el campo ante una caída súbita de la presión atmosférica.
Escaneó el borde de la cúpula, y encontró su respuesta... e inmediatamente deseó no haberlo hecho. El plato sensor que había esperado ver había sido aparentemente alcanzado por un disparo bláster perdido. La carcasa era un amasijo negro y retorcido del que colgaban componentes fundidos.
Noone se acercó tambaleándose a Kels. Señaló la caja sensora que Kels ya había localizado.
-Aún tenemos que irnos –graznó-. Eso no aguantará mucho tiempo. Los chips derivadores probablemente estén fundidos y se sobrecargarán en cualquier momento.
Como si fuera una señal, una lluvia de chispas surgió del sensor dañado.
Kels miró a Ritinki, que tecleaba un comando en lo que ahora pudo reconocer como una llamada de reclamo: el mando a distancia de una nave. El Viento Asaari, flotando a cinco metros sobre el suelo, cayó de pronto como una roca, aterrizando sobre la pesada mesa de comedor de madera y convirtiéndola en astillas. El bimm hizo una mueca y pulsó otro botón. El Viento se levantó un metro sobre sus repulsores, rotando en un ligero arco mientras la rampa de acceso se extendía grácilmente. Con sorprendente rapidez, Ritinki rodeó el estrado y corrió por el espacio abierto hacia la escotilla...
Sólo para ser derribado de espaldas cuando el turboláser ventral de la nave abrió un cráter del tamaño de un bantha junto a sus pies.
Las ventanas de la cabina aparecieron a la vista mientras el Viento continuaba su lento giro. Kels no daba crédito a lo que estaba viendo. A través de los cristales tintados, agitando excitadamente los brazos y gritando algo inaudible, estaba Dawson.
Noone levantó a Kels del suelo.
-Vamos –dijo casi sin aliento.
Corrieron hacia el sombrío rectángulo de la rampa del yate, que les daba la bienvenida, más allá del cuerpo inmóvil de Ritinki el bimm. La onda de choque le habrá dejado inconsciente, supuso Kels al no ver ninguna laceración ni quemadura en su cuerpo. Alcanzó el borde de la rampa justo cuando sus rodillas comenzaban a flaquear por el cansancio. Jadeando, cayó de pies y manos sobre el frío metal. Noone pasó delante de ella, luchando contra el viento causado por la presión de la cabina saliendo por la escotilla abierta.
La caja de control del campo sobre sus cabezas dejó escapar un gemido penetrante y estalló en una cascada de chispas. Kels miró hacia arriba. El campo de energía de emergencia parpadeó débilmente, y desapareció.
La sala estalló en un rugido atronador cuando el espacio trató nuevamente de reclamar la débil atmósfera. Flotando todavía, la nave estelar se agitó fuertemente en la tempestad, y Kels se encontró deslizándose por un lado de la rampa. Sus dedos chirriaron en la pulida superficie, tratando desesperadamente de sujetarse. Entonces una mano gris le agarró con firmeza la muñeca izquierda.
Kels alzó la vista. Sonax le sonrió desde arriba. La cola de la sluissi estaba firmemente enrollada en el pistón de soporte izquierdo de la rampa. Dando un tirón, como un látigo, llevó a ambas al interior y la rampa comenzó  a cerrarse.
Y, empujado por la atmósfera que se escapaba, el Viento Asaari ascendió hacia las estrellas.

***

La caja fuerte reposaba en el regazo de Noone, emitiendo reflejos dispersos bajo la brillante luz de la cabina de pasajeros del yate. Tanteó la lisa superficie plateada golpeándola con un nudillo.
-Dawson, estás seguro de que desactivaste las medidas de seguridad. –No era una pregunta.
El tynnan alzó la mirada desde su posición, reclinado en el suelo cerca del sillón de aceleración acolchado de Noone.
-Jefe, lo he repasado un centenar de veces. Es seguro, lo garantizo. –Noone aún parecía dubitativo-. ¿Qué pasa, no confías en mí?
Noone soltó una risita.
-Ahora no es el momento de hacer esa pregunta, mi peludo amigo. Aún estaba muy enfadado porque Sonax y Dawson no fueran capaces de obedecer su orden de retirada, pero esto era una banda de ladrones, no un regimiento de obedientes soldados de asalto. Además, llevaba en ese negocio el tiempo suficiente para saber que el éxito no se discute.
A través de la portilla de estribor, retorcidos hilillos de vapor luminiscente se arremolinaban a su paso en mareantes patrones caleidoscópicos. Habían pilotado su nave estelar robada adentrándose en la gran nebulosa radioactiva cercana a Nal Hutta; no tanto como para perderse en su interior, pero a bastante profundidad para desalentar cualquier persecución.
Suspiró pesadamente.
-Bueno, allá va. Puede que todos queráis retroceder unos pasos por si acaso estalla en mi cara. –Dawson puso los ojos en blanco. Kels y Sonax avanzaron de hecho medio paso, para no perderse la apertura.
Con un chasquido apagado, Noone soltó los cierres girando ambos pulgares. Presionando suavemente el lateral de metal estriado, levantó cuidadosamente la tapa, que giró sobre sus bisagras. Cuatro cabezas se reunieron para tener una vista clara del contenido.
-Esss... –comenzó Sonax.
-Es una pistola –interrumpió Kels.
-¿Eh? –murmuró un Dawson claramente desconcertado.
Ajustadamente encajadas en un embalaje de espuma anti golpes, las dos mitades del arma negra –cañón y culata- estaban llenas de cableado externo y relés eléctricos. Uniendo las mitades, tendría el tamaño y peso aproximado de un rifle bláster.
Noone extrajo cuidadosamente la culata.
-Ciertas personas poderosas están muy interesadas en esto, gente. –Tendió la sección de la culata a Kels, y luego ofreció el cañón a Dawson-. ¿Alguna idea de qué es?
Se sentaron a examinarla un instante. Un relajante sonido de estática resonaba en la sala, causado por los gases irradiados que chocaban contra los escudos de energía.
Dawson finalmente se arriesgó a lanzar una hipótesis.
-¿Algún tipo de prototipo de arma imperial? Parece equipado para disparar ondas electromagnéticas, pero realmente no sé para qué serviría eso.
Kels levantó la mirada con los ojos como platos.
-Es una Pistola de Mando.
Todo el mundo se volvió para mirarle fijamente.
-¿Una qué? –dijo Noone.
Les mostró la culata. En su base había una breve línea con una diminuta inscripción estampada a máquina en una escritura desconocida para ellos.
-Esto es hapano. Identifica esto como un producto del Real Gremio de Armamento de Charubah.
Sabe hapano, pensó Noone. Otra sorpresa.
-Niña, el Cúmulo de Hapes ha estado aislado del resto de la galaxia durante tres mil años. Nunca he oído hablar de...
-La Pistola de Mando dispara un estallido magnético lo bastante potente para aturdir el cerebro de incluso el más fuerte soldado de infantería –continuó Kels-. Convierte a los seres en estúpidos de mente débil que siguen cualquier orden que se les da, sin importar desproporcionada que esta sea.  Dicho de un modo sencillo, es irresistible.
Noone se recostó pesadamente en su asiento.
-Ya veo. Creo que estoy comenzando a comprender por qué Ritinki y Vop estaban tan interesados en esta pequeña caja.
Kels asintió.
-No hay límite en lo que un señor del crimen ambicioso y carente de escrúpulos podría lograr con una Pistola de Mando totalmente operacional.
-En ese caso –dijo Noone con una amplia sonrisa, entrelazando los dedos detrás de su cabeza-, no queremos las grasientas pezuñas de Guttu en el gatillo.
Dawson se quedó boquiabierto de asombro.
-Jefe, lo que estás diciendo es...
-Lo que estoy diciendo –interrumpió-, es que lancemos a Guttu por una esclusa. Hay muchos grupos ahí fuera que nos pagarían el rescate de un emperador por este chisme. La Autoridad del Sector Corporativo, la Alianza Rebelde, el Imperio...
Sonax lanzó un siseo grave y lleno de amenaza. Su odio al Imperio era profundo, y todos lo sabían. Noone alzó las manos con gesto tranquilizador.
-Vale, los Impes tal vez no. Pero estamos sentados sobre una mina de crisopacio, y no estoy dispuesto a cederle la propiedad voluntariamente a ese apestoso hutt.
-Pero, ¿qué pasa con el Borgove? –lloriqueó Dawson.
Noone hizo un amplio gesto de barrido, abarcando la gran cabina de pasajeros.
-Yo personalmente prefiero nuestro nuevo alojamiento. Sillas confortables, panelado de madera greel, y una despensa bien surtida por la que muchos matarían. Siempre habíamos soñado con dar un gran golpe. Bueno, amigos míos, es este.
-Pero Ritinki...
-El bimm está muerto –dijo Noone, poniéndose en pie y dirigiéndose por el pasillo curvado hacia la cabina-. No es posible que nadie que quedase en esa sala haya sobrevivido.
Llegó junto al timón y se sentó en el asiento del piloto.
-Esta nave es ahora nuestra –dijo, pulsando los interruptores de encendido-. Pero si realmente echas tanto de menos esa vieja carraca, Dawson, eres libre de volver aquí algún día y tratar de sacarla del depósito de naves incautadas.
Sonax se deslizó hasta un asiento a su lado y asumió su acostumbrada posición de navegante. Con las manos bailando sobre el panel de control, Noone los sacó de la nebulosa que les rodeaba. Los gases de diversos colores se apartaron como un telón. Con un grito de júbilo, realizó un rizo cerrado con el potente yate espacial.
-Agarraos fuerte, amigos –gritó exuberante-. Tenemos una fortuna que hacer.
Las líneas estelares temblaron, y el Viento Asaari desapareció en el Hiperespacio

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