miércoles, 27 de noviembre de 2013

Crédito denegado (III)


-Así que lo que me estás diciendo es que finalmente has perdido el juicio –dijo Nopul mientras pasaban por el amplio arco que salía del distrito comercial de la estación hacia el complejo de la bahía de atraque.
Rendra miró al dresseliano y al nikto para asegurarse de que no habían escuchado el comentario de Nopul. Los dos estaban en medio de alguna acalorada discusión, ajenos a cualquier cosa que pasara a su alrededor. Satisfecha, se volvió hacia su compañero.
-¿Qué se supone que debo hacer? No tenemos tiempo para encontrar a otros, e incluso si lo tuviéramos, ¿cómo sabemos que no serían peores?
Nopul volvió la mirada a los mercenarios y luego miró a Rendra.
-No creo que eso sea posible.
No estaba segura de si Nopul sólo trataba de hacerle pasar un mal rato o estaba realmente preocupado. En cualquier caso, no tenía elección. GalactiNúcleo quería su dinero; no le importaba si tenía problemas con el personal. Decidió cambiar el tema de la conversación.
-¿Pirateaste esos códigos de Naves y Servicios?
SI Nopul había advertido su táctica, no dio muestras de ello.
-¿Dudas de mi capacidad? Bueno, tal vez deba aliarme con alguien que...
-¿Lo hiciste?
-Claro que lo hice. Por las estrellas, qué irritable eres. Sólo trataba de aligerar los ánimos.
Rendra comenzó una réplica, y entonces se dio cuenta de que era ella quien estaba de mal humor. Algunas veces Nopul mostraba más sabiduría de la que ella creía que poseía. Estar constantemente a la que salta no iba a ayudarle a completar su misión, especialmente dada su cantidad actual de problemas. Otro de los axiomas de su padre comenzó a asomar a su mente, pero lo silenció tan pronto como reconoció su fuente. Gracias, papá, pero me ocuparé de esto por mi cuenta.
-Ah –comenzó, tratando de recordar donde se había quedado la conversación-. Entonces, ¿cuál es nuestro estado?
Giraron por un pasillo más estrecho hacia el borde exterior del complejo, el más alejado del resto de la estación. Estar escaso de créditos realmente tenía sus desventajas.
-Bueno, he intercambiado nuestros números de registro de la OdNS con una nave mercante llamada Rodeo. El Zoda todavía tiene el mismo código de transpondedor; sólo he cambiado la información en la base de datos del ordenador de la OdNS para reflejar la nueva información de la nave. Es mucho más difícil detectar un archivo falso que un transpondedor falso.
-Rodeo. Suena apropiado. –Miró a Nopul, y ambos se detuvieron de golpe. Nopul se detuvo un par de pasos por delante, y los alienígenas apenas consiguieron evitar chocar contra ambos.
El nikto murmuró algo tras ella. Rendra había aprendido lo suficiente de su lenguaje para saber que estaba preguntándose qué ocurría. Ella se giró y se llevó un dedo a los labios para hacer que él y el dresseliano se callaran, y luego hizo un gesto a los tres para que estuvieran quietos mientras ella comprobaba las cosas.
A medio camino del pasillo se detuvo ante la escotilla de la bahía 919-A, donde había atracado su nave. Comprobó el panel de acceso en la pared y descubrió que había habido un acceso desde que se había marchado.
Se estaba volviendo para dar instrucciones a Nopul y los alienígenas cuando la puerta de la bahía se abrió hacia arriba de repente, revelando el infame cañón de una carabina bláster apuntándole al pecho.
-Maex. Qué coincidencia. Precisamente te estaba buscando –dijo el nimbanel en su lengua nativa, pero ella entendió cada palabra; había tenido más experiencia con hutts y sus subordinados nimbaneses de lo que le gustaría recordar.
Trató de ocultar el hecho de que se encontraba a punto de hacer señales a alguien fuera de la vista del nimbanel, pero al hacerlo sacrificó su oportunidad de desenfundar rápidamente su bláster.
-Por favor, pasa –dijo el nimbanel con su boca y luego insistió en ello con su arma-. GalactiNúcleo no está muy contenta contigo en este momento, ¿sabes? Parece que te has saltado... –echó un vistazo a la tableta de datos que tenía en la otra mano- tres pagos.
Tan pronto como pasaron al interior, la puerta de la bahía se cerró deslizándose tras ella, bloqueándose con un golpe seco.
-Oh –dijo, recorriendo en su mente cada engaño y mentira que se le ocurriera. Por desgracia, a su mente no llegó a tiempo nada que resultase de utilidad, dejándole con la débil opción de ser honesta-. Mira, no tengo el dinero ahora mismo. Pero acabo de aceptar un trabajo con el que obtendré lo suficiente para saldar todos esos pagos, y dos más.
Un zumbido sordo se escuchó desde algún lugar detrás de la nave, y Rendra miró por encima del hombro del nimbanel para ver un droide espía aparecer flotando ante su vista, con sus escáneres oculares temblando mientras registraban cada centímetro cuadrado de la nave. Con esa tarea completada, se volvió hacia Rendra y su propietario para capturar datos acerca de su transacción verbal. Ella había tenido que usar tales precauciones en varios de sus propios trabajos anteriores, a veces por razones legales, a veces porque su benefactor quería ver cómo su presa se retorcía.
-Oh, sí –dijo el nimbanel, volviendo a recuperar la atención que se había perdido en el droide-. Mis informadores te ubican en Eryso, en el sistema Hedya, hace treinta y dos horas. Veamos, te reuniste con varios seres de una nave llamada Chasa Riv, número de registro de la OdNS 52462474-245. Te marchaste veintitrés minutos estándar después llevando una tableta de datos que no tenías cuando llegaste, y entonces, de acuerdo con cálculos de vector basados en la máxima velocidad de hipermotor de tu nave, saltaste inmediatamente aquí.
Tenía que admitirlo: el nimbanel había sido concienzudo. Pero mientras él malgastaba su tiempo leyendo el registro de sus actividades recientes, un plan comenzó a formarse en su mente. Sólo necesitaba un par de datos más para asegurarse de que al menos tenía una oportunidad de que funcionase.
-Me has estado vigilando –dijo, maniobrando lentamente hacia una conversación-. Me sorprende que no me hayas abordado hace veinte minutos cuando seguridad estaba realizando esa comprobación de antecedentes. –Se esforzó lo más que pudo para ocultar el hecho de que su frase era una completa invención.
Él la miró con una sonrisa forzada.
-Sí, bueno. Eso no parece importar ahora, ¿verdad?
Perfecto, decidió. No debe tener ningún informador aquí en la estación, o habría sabido que le estaba mintiendo... lo que significa que no sabe nada sobre mis recién adquiridos mercenarios.
-Bueno –continuó él mientras se guardaba la tableta de datos en el bolsillo-, me llevaré la documentación y la tarjeta llave de tu nave. Ahora. –Acentuó la petición agitando casi imperceptiblemente su carabina bláster.
La mirada de ella se desvió hacia su propio bláster...
-¿Tengo que tomar las llaves de tu cadáver? Eso no está en mi contrato... aunque en realidad no me supone ningún impedimento, aparte de tener que rellenar esos tediosos informes de seguridad.
-Escucha, eh… -dijo ella, tratando de sonsacarle su nombre. Cuando él no lo ofreció, ella continuó-. Hagamos un trato. Tú y yo. Voy a ganar mucho más de lo que necesito ahora mismo. Lo repartiré contigo si me das tan sólo tres días para...
Vio cómo él pulsaba un interruptor en la carabina –no sabía exactamente para qué servía, pero no podía ser nada bueno- y supo que se había quedado sin tiempo.
Se volvió y saltó hacia los controles de la puerta justo cuando un disparo bláster pasó silbando sobre su cabeza, arrancando de la pared un pedazo de duracemento del tamaño de un puño. Desde su posición tumbada estiró la mano y pulsó el mecanismo de liberación.
Y nada ocurrió.
Otro disparo bláster salió de la carabina, y esta vez golpeó el suelo y roció la espalda de Rendra con una cascada de escombros. Siguió rodando, dando varias vueltas hacia su derecha mientras el nimbanel continuaba disparándole.
Finalmente, se puso en pie y sacó el bláster de su funda. Antes de que él pudiera efectuar otro disparo, ella le había lanzado un par de disparos bláster directos al pecho.
El primero impactó en una barrera invisible que se mostró fugazmente como un patrón de luz estática, como si las moléculas del aire frente a él hubieran estallado momentáneamente en un caótico frenesí y luego hubieran regresado a la normalidad. El segundo disparo corrió la misma suerte, dejando al nimbanel completamente ileso. Rendra siempre había querido su propio escudo personal, pero encontraba que los precios eran desorbitados. Aparentemente, este cazarrecompensas era bueno en su trabajo su podía permitirse semejante dispositivo.
Su mente discurría mientras el nimbanel sonreía y apuntaba de nuevo, moviéndose lentamente como para mostrar su confianza en su éxito inevitable. ¿Por qué Nopul y los otros no habían entrado a la carga en cuanto escucharon el intercambio de disparos bláster? Echó un vistazo a la puerta... y luego al panel de control. Ah, claro, se dio cuenta, está codificado. Veamos qué podemos hacer al respecto...
Alzó su arma para disparar de nuevo, pero en lugar de apuntar a su oponente, ajustó el objetivo al cierre de la puerta al otro lado de la sala.
El nimbanel sonrió ante ese obvio error, y se tomó un momento adicional para apuntarle a Rendra a la cabeza.
Ella disparó, pero el alienígena no prestó atención al disparo mientras la observaba a través del punto de mira. Comenzó a apretar el gatillo...
Y entonces una cortina de fuego bláster atravesó el hangar desde la puerta abierta y le hizo salir despedido por la sala hacia la nave, donde chocó contra el suelo y se quedó inmóvil.
Rendra volvió la mirada a la entrada del hangar mientras Nopul y los mercenarios entraban con las armas aún dispuestas por si hubiera más problemas.
-Bueno –dijo Nopul, con aire inocente-. ¿Necesitas ayuda?
Ella sonrió con desdén.
-Exactamente, ¿cuál era tu plan? ¿Esperar a que se me ocurriera uno a mí y entonces actuar?
-Vaya, si hubiera sabido que te ibas a poner así...
Rendra advirtió que Vakir había avanzado hasta el cadáver del nimbanel y estaba registrando sus pertenencias. Tras recoger algunos objetos pequeños, presionó el cañón de su pistola bláster contra la sien del nimbanel.
-¡Eh! –exclamó Rendra, sorprendiendo a todo el mundo, incluida ella-. ¿Qué estás haciendo? –Llegó rápidamente junto al nikto y apartó su bláster de la cabeza del nimbanel-. Si todavía está vivo, déjalo. Tenía un trabajo que hacer... no me lo tomo personalmente. Además, ya nos habremos ido mucho antes de que despierte.
Vakir bajó la mirada hacia el nimbanel, se encogió de hombros, y se apartó.
Un pensamiento cruzó de pronto la mente de Rendra, y examinó el hangar en busca del droide de espionaje.
-¿Alguien ve un pequeño y molesto droide volando por ahí?
Sus compañeros registraron el hangar, pero no encontraron nada.
-Bueno –dijo, dirigiéndose a la nave-. Supongo que ahora ya no importa demasiado. De acuerdo, todo el mundo, en marcha. Tenemos mucho trabajo que hacer y no demasiado tiempo para hacerlo.

***

Rendra volvió a la zona recreacional, más o menos circular, del Zoda -ahora el Rodeo-, para encontrarse al nikto, al dresseliano y a Nopul enfrascados en una mano de sabacc de varias rondas, a juzgar por el número de créditos en el bote.
-¿Quién va ganando? –preguntó mientras se dejaba caer en un sofá cercano.
-Oro –dijo Nopul sin apartar la vista de sus cartas-chip-. De momento.
El dresseliano rio: un siseante sonido en staccato que hizo que Rendra se preguntara por un instante si el alienígena realmente estaba teniendo problemas para respirar. Pero cuando Vakir le lanzó una furiosa mirada y Oro se calló de pronto, supo que no tenía que preocuparse.
Observó cómo Vakir sacaba una carta-chip de su mano y luego miraba a sus dos oponentes, buscando aparentemente alguna pista de sus reacciones. Si descubrió algo o no, Rendra no tenía forma de saberlo, pero deslizó la carta de nuevo en su mano, seleccionó otra, y rápidamente dejó su nueva elección en el campo de interferencia ante él.
Por un instante, nadie dijo nada, y Oro y Nopul miraban fijamente a Vakir mientras él observaba su montaña de créditos, golpeando la mesa con sus afiladas uñas.
-¿Apuestas o no? –preguntó Oro.
Vakir levantó lentamente la mirada hacia su compañero alienígena... y entonces lanzó de pronto su brazo sobre la mesa y agarró al dresseliano por la garganta.
-Vale, vale –consiguió balbucear Oro-, tómate todo el tiempo que necesites.
Satisfecho, Vakir soltó su agarre letal. Observó sus créditos mientras murmuraba algo para sí mismo, y entonces aparentemente llegó a una conclusión mientras arrojaba el resto de sus créditos al bote.
-Veinte –dijo, aunque para Rendra la palabra podría haber sido sólo un gruñido.
Los otros dos igualaron la apuesta, y entonces mostraron sus cartas-chip en el campo de interferencia ante ellos.
-Parece que Oro gana de nuevo –dijo Nopul, apartándose de la mesa-. Me retiro.
Mientras Oro acercaba alegremente la pila de créditos hacia él, Vakir se derrumbó en su silla con un definitivo aire alicaído en su semblante. Oro continuó emitiendo diversos sonidos de felicidad hasta que se fijó en el nikto sentado en silencio junto a él.
Oro miró a los créditos, luego a Vakir, y luego de nuevo a los créditos. Con la mano dividió la pila por la mitad y empujó los créditos que cayeron en un lado hacia Vakir, cuyos ojos se iluminaron cuando las ganancias fueron hacia él.
Nopul observaba con confusión absoluta.
-¿Qué galaxias estás haciendo?
Oro le miró como si resultase obvio.
-Vakir no créditos, Oro no juega. No divertido para ninguno.
Nopul meneó la cabeza como si tratara de aclarar su mente ante la extraña lógica, mientras Rendra soltó una risita ante toda la serie de eventos.
-Tengo la impresión de que vosotros dos ya habéis trabajado juntos antes –dijo.
-Muchas veces –dijo Oro mientras guardaba su mitad de los créditos en un compartimento de su cinturón-. Y siempre.
Vakir simplemente asintió mientras recogía el resto del bote y comenzaba  a apilar los créditos en columnas del tamaño de una mano.
-Bien –dijo ella-, porque no podemos permitirnos no confiar unos en otros. Lo que estamos a punto de hacer es peligroso. Si cualquiera de nosotros se resbala, caemos todos.
Se levantó del sofá y avanzó hacia la pared de los compartimentos de almacenamiento.
-Y sólo tenemos una oportunidad para esto. Si fallamos en el primer intento, nos quedamos sin suerte.
-No has mencionado lo que tenemos que hacer –dijo Vakir.
-Sí... lo sé. Bien –comenzó a decir, y luego se aclaró la garganta. Al apoyar la espalda contra el tabique, se arriesgó a lanzar una mirada en dirección a Nopul y vio exactamente lo que estaba esperando: una expresión que le suplicaba que se lo pensase una vez más. Ella respondió con su propia expresión: no tenemos elección. Cuando hubo decidido que había dado a Nopul suficiente tiempo para captar la idea, se volvió hacia los mercenarios-. Vamos a asesinar a Uli Aaregil, el líder de clan de los weequay.
Dejó que la frase colgase en el aire un instante para permitir posibles reacciones, pero Oro y Vakir sólo la miraban con expectación.
-Bien –continuó-, nos faltan unas nueve horas hasta llegar al sistema Sriluur. ¿Por qué vosotros dos no vais a dormir un poco mientras Nopul y yo nos encargamos de algunos de los preparativos finales?
Los dos alienígenas asintieron, se levantaron de la mesa, y se dirigieron al camarote sin decir una sola palabra. Rendra encontró bastante incómodo su silencio.
-Bueno –dijo después de que se hubieron marchado-. Se lo han tomado bastante bien.
-Sí, supongo que sí –dijo Nopul mientras se frotaba los dos mechones de pelo que recorrían su cráneo-. Demasiado bien, diría yo.
-No necesitamos gente que cuestione lo que les pedimos.
Él la miró de forma extraña.
-¿No?
Rendra se encontró meneando la cabeza.
-¿Tenemos que pasar otra vez por esto? Creía que ya lo habíamos aclarado todo.
-Sí, explicaste todo el razonamiento en términos explícitos y extremadamente lógicos.
Él la estaba mirando así de nuevo, de ese modo que le hacía querer saltar sobre él y estrangularle. Sabía que tenía que apartar sus ojos de él para evitar actuar siguiendo su instinto, así que abrió una de las unidades de almacenamiento y sacó una caja llena de dispositivos electrónicos.
-Ni siquiera puedes mirarme a la cara –dijo Nopul-. ¿Eso no te dice nada?
Ella se volvió hacia él sin tiempo siquiera para pensarlo.
-Sí, me dice que debería empezar a buscar un nuevo socio.
-Ah, ya veo, dices que esto es una sociedad. Tenía la impresión de que el voto de los socios tenía igual valor...
-Muy bien, de acuerdo. Esto no es una sociedad... nunca lo fue. Yo soy quien siempre tiene que planear todo, quien tiene que discurrir cómo llegar al siguiente trabajo sin que nos maten, nos quedemos sin créditos, o perdamos la nave.
-Y yo me quedo sentado y no hago nada, simplemente te sigo en esos “trabajos”, como tú los llamas, chupando de ese dinero que tanto te cuesta ganar. Sólo soy otro alienígena inútil, alimentándose al cobijo de la humanidad. –El desdén brillaba en su rostro-. Tal vez deberías echarte un vistazo más de cerca antes de decidir acerca del valor de otra persona.
Ella dejó caer la caja de componentes electrónicos sobre la mesa, esparciendo las cartas-chips por el suelo.
-No necesito que seas mi brújula moral. Tal vez carezca de ética, no lo sé. Pero tú no eres mejor que yo, y esta pose de rectitud tuya me está empezando a poner de los nervios.
-Muy bien, entonces, discúlpame por tratar de evitar que cometas un error que podría perseguirte durante el resto de tu vida. Y tienes razón, no soy mejor que tú. Quieres matar a Aaregil por dinero... apúntame. Tomaré mi parte y comenzaré mi propio negocio legítimo.
La última inflexión de la voz de Nopul casi hizo rabiar por completo a Rendra, pero consiguió controlarse lo suficiente para decir:
-Limítate a hacer que estos inhibidores funcionen.
Dicho eso se dirigió a sus aposentos personales, con las emociones asomando justo bajo la superficie... mucho más a flor de piel de lo que le gustaría.
Uno de los dichos de su padre acerca de esto o aquello comenzó a cobrar forma en su mente, pero lo aplastó antes de que pudiera desarrollarse del todo. Fuera lo que fuese, no iba a hacerle sentir mejor... eso era algo acerca de los dichos de su padre que jamás ponía en duda.
Una vez a solas en sus aposentos con la puerta cerrada, caminó directamente hacia una de las cajas de madera de valla que contenían sus objetos personales, y golpeó con toda la fuerza que pudo. La madera antigua se astilló en el punto de impacto, revelando las ropas antiguas que guardaba dentro. Conforme su mente se llenó de recuerdos activados al ver las viejas ropas, comenzó a sentir algo, como si estuviera siendo...
Un gemido zumbante a su espalda le hizo dar media vuelta, con el bláster extendido hacia el origen del sonido.
Flotando ante ella -y con aspecto completamente inocente- estaba el droide de espionaje del nimbanel, con sus escáneres oculares zumbando mientras grababa.
Rendra enfundó su bláster.
-Vaya, aquí es donde decidiste esconderte –dijo-. Supongo que pensamos parecido.

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