jueves, 21 de noviembre de 2013

Crédito denegado (II)


-A mí me parece que es mala idea –dijo Nopul Etrefa, con su ronca voz kerestiana acentuando su pronunciación. Los orificios respiratorios ubicados bajo sus ojos se expandieron al soltar aire; lo que en fisiología humana habría sido considerado sin duda un suspiro.
Rendra echó un vistazo a la ecléctica concurrencia de la cantina: una colección de alienígenas de todas partes del sector, y de más allá; algunos oficiales de seguridad fuera de servicio emborrachándose en un reservado un poco más lejos, una intensa partida de dejarik desarrollándose en una esquina. La clientela habitual del bar de una estación espacial en la Periferia.
Finalmente volvió a mirar a Nopul, que la estaba mirando fijamente, aparentemente esperando todavía que respondiera a su comentario.
-Le debemos a GalactiNúcleo más créditos de los que algunos planetas ganan en un año. Y si no les pagamos, nos quedaremos varados... y no quiero volver a pasar por ese trago. No creo que pudiera soportarlo.
Nopul no dijo nada, sólo continuó jugueteando con el holo-medallón que llevaba colgando del cuello con una cadena. Ella no estaba completamente segura de qué estaría pensando, pero sabía que no iba a gustarle.
-¿Qué, crees que yo quiero hacer esto? –dijo-. Creía que me conocías mejor.
Él la miró a los ojos, con expresión acusadora, pero permaneció sin decir nada.
-Oye, si tienes una solución mejor, oigámosla.
Él respiró profundamente y meneó la cabeza.
-No, no. Tu resumen de nuestra situación es acertado, y no tengo ninguna alternativa. Sólo quería asegurarme de que este trabajo te molestaba aunque fuera un poco.
Rendra miró a su compañero por un par de segundos, y luego no pudo menos que sonreír.
-Sabes, eres mejor amigo de lo que me merezco. –Tomó su bebida de la mesa-. Pero que no se te suba a la cabeza –dijo, y luego terminó el resto de su whiskey corelliano de un solo trago.
-Entonces, ¿cuándo se supone que aparecerán esos mercenarios? –preguntó él, examinando al último grupo de recién llegados.
-No estoy segura. Dania dijo que simplemente debíamos...
-¿Qué? ¿Dejaste que Starcrosser acordase este trato?
-Sí. ¿Por qué?
Nopul la miró como si de repente le hubiera crecido un brazo en mitad de la cara.
-¿Gelgelar? ¿Incendio terrible? ¿Pérdida de toda la carga? ¿Algo de esto te resulta familiar?
Rendra sintió que se ponía a la defensiva.
-Eso no fue culpa de Dania...
Él meneó la cabeza, y sus ojos se entrecerraron en ese molesto gesto kerestiano de sorpresa e incredulidad.
-Será mejor que dejes de beber ese whiskey. Está empezando a afectarte la memoria.
-Vale, vale, hemos tenido nuestros problemas con Dania en el pasado, pero ahora mismo no tenemos tiempo para establecer un nuevo contacto en este sector o para viajar hasta el Borde para contactar con Keleni. Si no nos encargamos inmediatamente de este trabajo, nos quedaremos sin suerte y sin créditos. Y luego nos quedaremos sin nave.
La expresión de Nopul cambió lentamente de la incredulidad a la comprensión y luego a una reticente aceptación.
-Bien, argumento captado. Pero sigue sin gustarme; no me gusta nada de esto. –Sus ojos volvieron a examinar el gentío-. No puedo esperar a terminar con esto.
-Ya somos dos –dijo ella mientras hacía una seña a la camarera de la barra para pedir otro whiskey-. Sigue manteniendo un ojo abierto por si ves a alguien con una bufanda, una faja o  alguna cosa roja. Esa es la señal.
-Bueno, hasta ahora no...
El sonido de cristal haciéndose añicos interrumpió su frase, y su atención se dirigió inmediatamente a la mesa de dejarik en la esquina del fondo. Dos alienígenas estaban de pie a ambos lados del tablero de juego, gritándose el uno al otro en lenguajes que parecían no entender mutuamente.
-¿Entiendes algo de eso? –preguntó Rendra.
Nopul siguió escuchando otro instante.
-Aparentemente el de la izquierda, el nikto, pensaba que estaban jugando con la Variante de Bespin, y el de la derecha, el dresseliano, pensaba que jugaban con la Opción del Contrabandista. –Hizo una pausa para escuchar un poco más de la discusión-. Y parece que ambos se toman el juego muy en serio.
Mientras continuaban observando, el nikto sacó de pronto de un compartimento de su cinturón un objeto esférico del tamaño de un puño. Al mismo tiempo, el dresseliano descubría un bláster de mano para apuntar al nikto.
-Genial –dijo Rendra, llenando la palabra con todo el sarcasmo que solía ser capaz-. Esto es exactamente lo que necesitamos.
-Diría que se impone una salida rápida.
Rendra se volvió hacia Nopul.
-Eh, ¿he mencionado que se supone que debemos encontrarnos con los mercenarios aquí; en este bar?
-Sí, pero en cuestión de minutos puede que ya no exista bar en el que encontrarse.
Rendra volvió a mirar al enfrentamiento. El nikto había preparado el temporizador del detonador termal, y el dresseliano aún tenía el bláster apuntando a la frente del nikto.
-Espera aquí –dijo Rendra mientras se levantaba de la mesa.
-Creo que preferiría esperar allí, junto a la puerta, si no te importa.
Rendra se habría reído ante el comentario de Nopul si no estuviera a punto de ponerse en medio de un conflicto entre dos alienígenas con aparentes malas pulgas que sostenían armas letales.
Para cuando llegó a la mesa de dejarik, aún no se le había ocurrido un plan concreto... pero de todas formas eso nunca le había detenido antes.
-¿Qué, algún problema con la comida?
Los dos alienígenas la miraron sin girar sus cabezas.
-Vete –dijo el nikto con su básico torpemente pronunciado.
-Escuchad... amigos... podemos solucionar esto. No hay razón para que hagáis que vosotros y todos los demás salgamos volando hasta el siguiente sistema. ¿Por qué no nos sentamos tranquilamente y hablamos...?
El nikto la miró a la cara y pulsó el temporizador del detonador en posición de “encendido”. Desde su ángulo podía ver la pantalla del contador: menos de treinta segundos y contando.
El dresseliano comenzó a gritarle en un torrente ininterrumpido de sonidos guturales y sibilantes, ninguno de los cuales le sonaba ni remotamente familiar. Aparentemente, una discusión calmada quedaba fuera de la cuestión, dejándole con una única opción.
Antes de que los alienígenas pudieran advertir siquiera sus movimientos, desenfundó su bláster, arrebató de sendos disparos el detonador y el bláster de las manos del nikto y el dresseliano, respectivamente, atrapó el detonador mientras volaba por el aire, y en ese momento ya estaba pulsando el temporizador.
Ambos alienígenas comenzaron a moverse como si fueran a saltar sobre ella, pero los contuvo con un gesto de su bláster.
-Oh, ¿qué pasa? ¿No queréis jugar ahora que habéis perdido vuestros juguetes?
El nikto parecía más avergonzado que furioso, mientras que el dresseliano ignoró por completo el comentario.
-Bueno, supongo que vosotros dos habéis aprendido la lección. Ahora jugad educadamente. No quiero volver a oíros durante el resto de...
Algo atrajo su atención. Pasó la mirada del dresseliano al nikto y luego de vuelta a dresseliano...
Ambos llevaban tiras de tela roja alrededor del cuello. Había estado demasiado preocupada por sus armas para darse cuenta antes.
-¿No seréis Vakir’sa’Jaina y Oro Memis? –preguntó-. Por favor, decid que no lo sois.
Se miraron el uno al otro, y luego a ella, y asintieron.
Rendra agachó la cabeza.
-Muy bien, Dania, esta era tu última oportunidad, y la has fastidiado –murmuró.
Miró a sus mercenarios.
-De acuerdo, vosotros dos. Ya vamos con retraso. En marcha.

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