viernes, 4 de octubre de 2013

Operaciones Especiales: Puntos de recogida (III)


-¡Eh, perdedor! –exclamó Jayme.
El droide dejó de disparar. Ahora que le estaba mirando, Jayme por fin pudo tener una visión clara del objeto: su cuerpo con aspecto de serpiente flotaba sobre la viga, balanceándose ligeramente hacia delante y hacia atrás mientras su cabeza plana giraba para mirarle. Se parecía mucho a un sluissi metálico. Salvo que no tenía el brillo del metal normal; los reflejos parecían fundirse en él como imágenes aleatorias mostrándose en un monitor.
Jayme lanzó su propio ataque casi a bocajarro. Múltiples disparos de ambos blásters, un ruido penetrante, las manos que le ardían mientras los escudos del droide chisporroteaban y caían. Entonces algo negro se lanzó sobre él.
Jayme estaba en el extremo de una viga cerca de la pasarela del cuarto nivel. En un instante estuvo sobre la barandilla de la pasarela, dio un paso rápido hacia la escalera, y se lanzó hacia arriba, equilibrando los metatarsos sobre el pasamanos de la escalera. Mirando hacia atrás, vio lo que había salido del droide: un par de tentáculos con aspecto de látigo. Dejó caer sus armas, se lanzó en una voltereta hacia atrás fuera del pasamanos y aterrizó en la viga justo detrás del droide.
Un segundo demasiado tarde, el droide destrozó el pasamanos con sus tentáculos. Antes de que pudiera darse la vuelta y descargarlos contra él, Jayme volvió a saltar sobre la barandilla a la pasarela, tan cerca del droide que este quedó sorprendido. Se escabulló sobre sus manos y rodillas, y luego se puso en pie tambaleándose ligeramente.
Bajo él, El Creador hacía ocasionales ruidos de arranques fallidos. Pensó en Haathi y Morgan... imágenes cálidas y confortantes. De pronto sintió como si le hicieran la zancadilla, arrebatándole el apoyo de sus piernas. Estaba cayendo, con ruidos chasqueantes en los oídos y polvo en los ojos, y algo frío envolviéndole dolorosamente los tobillos. Luego se detuvo.
Jayme se quedó ahí colgando por un instante, aturdido. La sangre bombeaba a su cabeza; todo estaba oscuro. Recordó haber visto un pozo cubierto por un trozo de plastilámina cuando se puso en pie; debía de haber caído a través de él. El droide no era lo bastante fuerte para levantarle ni lo bastante listo para dejarle caer. Pero se encontró preguntándose, mientras iban desapareciendo las sensaciones de sus extremidades, lo fuertes que serían los tentáculos.
La respuesta vino en forma de un chasquido metálico y una sensación de caída.
Cuando aterrizó, Jayme se echó a un lado; astillas de plastilámina se deslizaron por su espalda y un dolor sordo se extendió desde sus hombros hasta el dedo meñique de los pies. Se levantó lentamente, sintió un dolor penetrante en el hombro y el cálido subidón de la sangre descendiendo desde su cabeza al resto del organismo. La plastilámina había ido frenando su caída en cada nivel hasta que golpeó el nivel del suelo. No se veía al droide por ninguna parte.
No vio sus blásters cerca en el suelo, ni enterrados en la plastilámina astillada. Decidió que lo mejor era seguir moviéndose. Trepando a gatas sobre una montaña de cajas de metal rojas, pudo ver con claridad la carnicería: el suelo estaba cubierto por trineos repulsores destrozados, droides de carga B-1 calcinados, y cadáveres humanos que emanaban el abrumador aroma metálico de la sangre y de la carne quemada. Técnicos y oficiales y mozos de carga surgían de los rincones oscuros del almacén, cruzando a toda velocidad el suelo y ascendiendo rápidamente la rampa de entrada de la nave.
Sin embargo, El Creador aún no conseguía ponerse en marcha.
Jayme descubrió un montón de herramientas en el suelo al otro lado de las cajas. Respiró profundamente y descendió con cuidado al calor insoportable, y rebuscó hasta que encontró un par de cortadores de casco.
-¡Capitán!
Una voz femenina, gastada por la tos. Alzó la mirada, parpadeando en el aire caliente y reverberante. Maglenna Pendower estaba justo frente a él, encorvada sobre sí misma mientras trataba de aguantar su extraña carga de un extintor en una mano y la semi consciente Morgan colgando del hombro opuesto.
-¡Maglenna! ¿Estás bien? ¿La has curado?
Maglenna respondió tirándole el extintor. Jayme estaba tan sorprendido que no tuvo la oportunidad de moverse antes de que el improvisado proyectil le golpease en las piernas haciéndole caer. Sintió cómo la agonía cruzaba la pierna en la que le impactó, y la bilis se le acumuló en la garganta.
Mientras se ahogaba, un proyectil de energía rebotó contra el suelo.
Luego vio la reluciente serpiente de metal flotando sobre las cajas, con cables desgarrados colgando de ella como intestinos. Desde ese ángulo, el disparo le habría arrancado la cabeza con toda  seguridad... de haber estado de pie.
Jayme sintió un inmenso subidón de adrenalina. El droide bajó disparado hacia su rostro, pero los cortadores de casco de Jayme se levantaron para recibir a su panza. Hubo un sonido desgarrador seguido de una lluvia de chispas, y Jayme rodó sobre sí mismo para apartarse antes de que la cosa aterrizase sobre su cabeza.
El droide gritó, con su unidad repulsora destrozada y los regordetes extremos de sus látigos rotos agitándose inútilmente mientras zumbaban y chisporroteaban violentamente en el suelo. Jayme estaba ahora levantado sobre su rodilla buena, con los cortadores todavía en las manos. Comenzó a golpear.
No sabía qué partes del droide estaba golpeando, pero sintió como iba mellándose con cada golpe, metal blando al que se suponía que nadie podría llegar ni remotamente cerca.
-Sí, ¿lo sientes? ¿Te gusta? ¿Eh? ¿Quieres más? ¡Toma! ¡Saboréalo, disfrútalo, sí, es dolor, es lo que das y es lo que recibes!
El droide dejó de moverse, pero él siguió golpeándolo, gritándole, hasta que sintió una mano sobre el hombro.
-Creo que lo has matado –dijo Maglenna.
Jayme bajó la mirada, jadeando. Su gracilidad pintoresca había desaparecido; ya no parecía un sluissi, ni siquiera un droide. La mareante pintura electromagnética estaba medio desgastada y presentaba un aspecto chabacano en lugar de misterioso. Jayme sintió un dolor penetrante en el hombro, y con él una punzada de decepción; había esperado que el droide le arrastrara hasta su último aliento, expirar justo después de que la máquina emitiera sus últimos sonidos.
El sonido de la toz de Morgan le hizo ponerse alerta de nuevo. Colocó su brazo bueno bajo ella, y apoyó su peso contra Maglenna al mismo tiempo que le ayudaba a aguantar a Morgan. Se inclinó y escupió en los restos del asesino.
Fue entonces cuando se fijó en la pantalla de la aplastada unidad del torso.
01:35
01:34
01:33
-Oh, no –dijo.

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