miércoles, 25 de septiembre de 2013

La ocupación de Rhamalai (y IV)


Nadra suspiró de alivio cuando cruzaron la puerta. Estaban en marcha. Se volvió para sonreír a su madre, pero la sonrisa murió abruptamente.
-¡Denel! –gritó-. ¡Hay soldados de asalto corriendo hacia las puertas!
Justo entonces los dos guardias de la puerta abrieron fuego.
-¡Agachaos! –exclamó Denel mientras los disparos láser rojos pasaban de largo.
Varios disparos golpearon el compartimento del motor de su vehículo, y su velocidad disminuyó abruptamente.
Denel condujo el deslizador tras un grupo de grandes árboles a unos treinta metros de distancia de la puerta.
-Toma. Conduce tú. –Saltó fuera mientras empujaba a Nadra al asiento del conductor.
-¡Pero no sé cómo se hace!
-No discutas. Pisa el acelerador con el pie, controla la dirección con esto. –Le colocó las manos sobre el volante-. Llévate a tu madre y sal de aquí. Os cubriré. –Sacó dos rifles bláster de debajo del asiento del pasajero.
-¿Cómo ha llegado eso...?
-No hay tiempo para explicaciones. –Denel le puso un pequeño cilindro en la mano-. Esto es un comunicador. Llama al Refugiado, os recogerán. –Le mostró cómo encenderlo y la besó con fuerza-. ¡Ahora, vete!
-¡Pero, Denel!
-¡Vete! –gritó por encima del hombro mientras comenzaba a devolver el fuego, manteniendo a los soldados de asalto sin salir de la puerta.
Nadra se volvió, pisó el acelerador, y salió a toda velocidad.

***

-¡Están activando los cañones grandes! ¡No tenemos mucho tiempo! –gritó Artis Moonrunner a su marido desde el atiento del copiloto del Refugiado al escuchar la frecuencia de mando del general Yrros.
-Será mejor que contactes con Denel ahora, antes de que entremos en rango visual. –Lorn estaba concentrado en pilotar el yate modificado. El Refugiado nunca había sido puesto a prueba en batalla, y habían pasado años desde la última vez que él luchó.
Artis cambió de frecuencia.
-¿Denel? Hijo, ¿puedes oírme?

***

El deslizador terrestre avanzaba con dificultad a media velocidad cuando Nadra entró en la ciudad. Zigzagueó por un laberinto de calles y callejones, tratando de despistar a cualquier perseguidor. Aceleró hacia los límites de la ciudad antes de introducirse en un establo abandonado. Saltó fuera del vehículo y cerró la gran puerta tras ellas.
En ese momento, el pequeño dispositivo en su mano trinó. Nadra hizo girar sus dos mitades hasta que el sonido se detuvo.
-¿Hola? –dijo a uno de sus extremos-. ¿Hola? ¿Alguien puede oírme?
-¡Nadra! ¿Eres tú? ¿Dónde está Denel?
Nadra se sorprendió al escuchar a Artis Moonrunner.
-Denel está atrapado en un grupo de árboles, justo fuera de la puerta de la guarnición –exclamó al pequeño cilindro-. ¡Tenéis que rescatarle!
-¿Pero dónde estás tú, querida? Describe tu ubicación.
La preocupación de Artis la conmovió, pero en ese momento Nadra estaba más preocupada por salvar a Denel.
-Id primero a por Denel. Madre y yo estamos a salvo por ahora. –Apagó el comunicador para evitar más protestas.

***

-¡Nos ha cortado la comunicación! –jadeó Artis, incrédula-. ¡No puedo localizarla sin una señal!
Supongo que tendremos que recoger primero a Denel –respondió Lorn-. ¿Cuánto falta para que los turboláseres de la base estén listos para disparar? –El Refugiado voló a ras de los últimos árboles y se acercó a baja altura a la ciudad. Podía ver disparos bláster volando entre la puerta de la guarnición y un grupo de árboles cercano. Denel debía de seguir con vida.
Artis se presionó el auricular sobre la oreja, escuchando cómo el general Yrros gritaba sus órdenes.
-Otros dos minutos hasta que estén a plena potencia. –Escuchó un poco más-. ¡Nos han visto! ¡Van a lanzar los cazas!
-Espero que Cuatrobé pueda completar su misión –murmuró Lorn-. No aguantaremos mucho contra un escuadrón de cazas TIE.
Lanzó al Refugiado en picado sobre las puertas, haciendo que los soldados de asalto se arrojaran al suelo cuan largos eran.
-Voy a posarnos justo entre Denel y esa puerta –exclamó Lorn-. Prepárate para abrir la escotilla mientras los mantengo ocupados con el cañón láser. –Mientras el Refugiado giraba para aterrizar, Lorn abrió fuego con todo lo que tenía la nave. Ni siquiera trató de apuntar. Mantener en el suelo a esos soldados era todo lo que importaba. Si tan sólo pudiera contener su creciente número...

***

Cuando el general Yrros entró en la cubierta del hangar, advirtió que tres cazas TIE ya estaban siendo elevados a la cubierta de vuelo en la parte superior de la guarnición.
-Que esos ascensores se muevan más rápido –gritó al oficial de cubierta-. ¡Necesitamos esos cazas en el aire ya!
Los tres ascensores desaparecieron en el techo de la cubierta del hangar, donde los cazas se prepararían para el despegue. El general caminó con grandes zancadas al centro de control de vuelo.
-¿Están preparados los rayos tractores para la secuencia de lanzamiento? –gruñó al capitán que estaba allí sentado.
-Sí, señor –respondió el oficial-. Los pilotos están encendiendo las máquinas ahora. Listos para el despegue.
-Lancen cazas. –El general Yrros observó tres puntos aparecer en la pantalla cuando los cazas TIE despegaron. Los ascensores comenzaron a descender para otra carga. Caminó a la entrada de la estación de control-. ¡Dense prisa! –gritó a las tropas que manejaban los pequeños rayos tractores para conducir los cazas por los reíles del techo a los ascensores.
Justo entonces, algo chocó contra su pierna izquierda. Yrros miró hacia abajo.
-¿Qué está haciendo aquí esta unidad R2? –Se volvió a un soldado sentado cerca-. Cabo. Baje este droide a mantenimiento. Obviamente tiene un problema de funcionamiento.
-Sí, señor. –El cabo examinó al droide-. R2-4B, sígueme. –El pequeño droide no respondió. Chocó de nuevo contra el general.
-Tiene un perno de contención. Ve a buscar un controlador –le dijo el general Yrros. Observó cómo tres cazas más eran elevados a la cubierta de vuelo.
El cabo regresó rápidamente con el controlador en la mano. Apuntó con él al perno de restricción del droide y pulsó el interruptor de encendido. Pero, en lugar de desactivar el droide, una pequeña luz indicadora roja en el perno de restricción comenzó a parpadear rápidamente.
-¿Qué es esto? –El general se inclinó para examinarlo más de cerca-. Esto no es un perno de restricción estándar. Es... ¡es un detonador!

***

Denel vio cómo el Refugiado barría las puertas con fuego láser. Su escotilla se abrió antes de que la nave aterrizase del todo. Corrió al pie de la rampa y la subió corriendo, dejando atrás los rifles bláster.
En cuestión de segundos estaban en el aire y Denel se dirigió a la cabina.
-Justo a tiempo, papá –dijo, jadeando-. Un par de aeroexploradores estaban saliendo del hangar de vehículos.
-Los he visto –dijo su padre mientras volaban volviendo a la ciudad.
-Tenemos que localizar a Nadra –añadió Denel-. ¿Puedes comunicarte con ella?
-Lo intentaré. –Su madre volvió a ponerse los auriculares de comunicaciones.
En ese momento, tres cazas TIE aparecieron en su camino, sacudiendo la nave de lado a lado.
-¡Escudos arriba! –gritó Lorn-. ¡Denel, ocúpate del cañón láser!
Denel corrió a la torreta artillera trasera. Se ajustó sobre los oídos los auriculares del intercomunicador de la nave, y comenzó a seguir a uno de los cazas con la mira del arma.
-¡Allá va! –gritó. Cegadores disparos láser impactaron de lleno en el caza. La andanada hizo estallar el TIE en pedazos, pero al desvanecerse la explosión aparecieron más cazas.
-¡Tres más, papá! –gritó Denel.
En la cabina, una luz indicadora cobró vida en el panel de control.
-¡Cuatrobé ha sido activado! –gritó Lorn. Inclinó la nave hacia un lado e hizo un viraje cerrado de vuelta a la base-. Esta vez el tiempo va a ser muy justo. -Voló bajo sobre la parte superior de la guarnición, con los cazas TIE siguiéndole muy de cerca a su estela. Los turboláseres de la base estaban siguiendo la trayectoria del Refugiado, pero con los cazas tan cerca no podían arriesgarse a disparar. La nave pasó sobre la base ilesa.
De pronto, un géiser de llamas y humo negro estalló por los aires, desintegrando los niveles superiores de la base de la guarnición. Un caza TIE quedó atrapado en la explosión y desapareció.
Lorn luchó por mantener el control de la nave cuando lo alcanzó la onda de choque.
-¡Cuatrobé lo ha conseguido! –aulló Denel por el intercomunicador.
Lorn trató de quitarse de encima los cazas TIE restantes, pero podían maniobrar más rápido que el Refugiado. Se preguntó cuánto aguantarían las modificaciones de sus escudos.
Artis hacía lo que podía con el enlace de comunicaciones.
-¡Nadra! Adelante, Nadra. ¡Si puedes oírme, por favor, responde!

***

Desde la puerta del establo, Nadra apuntó el deslizador terrestre en dirección a la base imperial.
-Aparta, madre. Voy a dejarlo marchar. –Configuró los controles en lo que esperaba que fuera el piloto automático, pulsó el arranque y saltó. Las dos observaron cómo volaba en línea recta por varios segundos y luego chocaba contra un almacén abandonado, explotando en una gran bola de fuego-. Espero que eso convenza a los imperiales para no buscarnos –murmuró Nadra.
Al volver a encender el comunicador, Nadra escuchó los sonidos de una batalla por el pequeño altavoz. De pronto, una gran explosión sacudió el viejo establo de lado a lado, arrojando polvo sobre sus cabezas.
-¡Oh, no! –gimió Nadra.
La voz desesperada de Artis se escuchó cuando se apagaron los ecos de la explosión.
-Nadra, ¿puedes oírme?
La esperanza corrió por las venas de Nadra.
-Os oímos, Refugiado. De momento estamos a salvo.
De pronto, la voz de Denel irrumpió.
-Nadra, danos vuestra ubicación. ¡Trataremos de recogeros!
-Denel, tienes que olvidarte de nosotras –dijo ella con firmeza-. Es a ti y a tu familia a quien quiere el Imperio. –Los ojos de Nadra se llenaron de lágrimas-. Sólo vete. ¡Marchaos de aquí!
No hubo respuesta por unos segundos, pero Nadra pudo escuchar los cañones de la nave disparando a los cazas imperiales. El establo tembló y se sacudió cuando el Refugiado pasó volando justo por encima, con los cazas TIE pisándole los talones.
-Nadra, no voy a abandonaros. Danos un minuto para localizar tu señal. –Podía oír la desesperación en la voz de Denel.
-Estaremos bien. Sé de un lugar para escondernos –respondió ella-. Dejadnos y marchaos a un lugar seguro.
-¡Nadra, por favor!
-No discutas conmigo, Denel –insistió ella, apretando con fuerza el comunicador-. No hay tiempo. No voy a decirte dónde estamos. ¡Simplemente marchaos!
-Nadra. –La voz de Denel tembló de emoción-. Quédate con Cazador y cualquier otra cosa que necesites. Es todo tuyo.
-Cuida de ti y de tu familia. –Nadra se limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas.
-Volveré, Nadra. Volveré cuando pueda...
Nadra apagó el comunicador y lo arrojó al sucio suelo. Con un rápido pisotón, lo aplastó con el talón.
Las dos mujeres se quedaron mirándose mutuamente unos instantes.
-Vamos, madre.

***

Denel se recostó contra el asiento del artillero en la torreta trasera. Todas sus frustraciones salieron hirviendo a la superficie. Soltó un feroz grito de batalla al atrapar otro caza TIE en su visor y dispararle. Consiguió arrancarle su panel solar de babor, haciendo que saliera girando sin control.
El Refugiado recibió un impacto directo.
-¡No podemos saltar a la velocidad luz a tiempo! –gritó Artis-. ¡Nos habrán derribado los escudos antes de que podamos marcharnos!
-Tengo un truco más en la manga –respondió a voces Lorn-. Toma el control de la nave. Necesito el sistema de comunicaciones para esto. –Artis tomó los controles mientras Lorn pulsaba interruptores frenéticamente-. Si tan sólo pudiera...
Otro impacto sacudió la nave.
-¡Los escudos están cayendo! –aulló Artis.
Lorn consiguió emitir otra señal. De pronto el sonido de los llameantes cañones láser cesó. Sólo podía escucharse el aullido de los motores.
-¡Papá! ¡Los cañones no disparan! –gritó Denel por el intercomunicador.
-No pasa nada, hijo –respondió Lorn-. Ellos tampoco pueden dispararnos a nosotros. –Volvió a tomar el control de la nave-. El ordenador de navegación tiene las coordenadas. Salgamos de aquí. ¿Listos para el hiperespacio? –Lorn empujó las palancas del hipermotor, y el Refugiado desapareció en un destello de luz.

***

Mientras se alejaban lentamente de Argona, Nadra vio cuatro oscuras manchas alzándose rápidamente en el cielo. Cuando eran casi demasiado pequeñas para poder verse, la mancha que iba en cabeza brilló y desapareció. Los cazas TIE derrotados regresaron hacia la base.
-Han escapado, madre –dijo con respiración agitada-. Puedo sentirlo. Han escapado.

***

-¿Cómo has hecho eso? –preguntó Denel al entrar en la cabina.
Su padre rió y se dio golpecitos en la frente.
-Un pequeño programa que estaba desarrollando hace unos años, usando señales de comunicaciones como sistema de guía remoto para cazas TIE.
Lorn hizo girar los hombros y se estiró para liberar la tensión.
-Me llevé el programa conmigo cuando abandoné el Imperio. Alguien fue lo bastante listo para borrar la subrutina de reconocimiento del núcleo de memoria a los controles de los cazas, pero nadie sabía que había programado una secuencia para desactivar los sistemas de armas. Bastante efectivo. –Lorn miró sonriendo a su familia.
-Lástima que no podamos usarlo de nuevo –dijo Denel-. No tardarán nada en descubrir lo que ha pasado.
-Cierto –convino Lorn-. Me sorprende que aún sigan usando los mismos códigos de control de disparo.
-Y como las armas del Refugiado son de estándares imperiales, también se desactivaron.
-Correcto otra vez, hijo. –Quedaron unos instantes en silencio.
-¿Papá?
-Sí, Denel.
-Volveremos, cuando podamos. ¿Verdad?
Lorn se volvió para mirarle.
-Haremos todo lo que podamos, hijo. Te lo prometo.

***

Charis Enasteri miró al exterior por la ventana de la cabaña, al cercado más allá del patio. Sonrió al ver a Nadra alimentando al gorset negro con puñados de hierba fresca. Tras su breve experiencia con los imperiales, Nadra había mostrado signos de fortaleza y sabiduría. Va a ser igual que su padre, después de todo, pensó Charis.
Pensó en ese hecho mientras observaba a su hija. De algún modo, Nadra sabía que esta cabaña abandonada, a sólo dos días de camino desde Argona, era un lugar en el que los imperiales nunca las buscarían.
Las últimas semanas habían sido muy tranquilas. Charis sentía que finalmente podía relajarse. Sus terroríficos sueños se habían detenido. Su salud había mejorado, aunque sabía que sólo era algo temporal. Eran felices allí y Charis sintió que regresaba la esperanza. Tal vez Nadra encontraría a su padre algún día.
-Neth –susurró al aire-, tu hija te necesita.

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