lunes, 15 de julio de 2013

Medidas desesperadas (y V)


-¿Y bien? -preguntó Merinda desde la mesa recreativa en medio de la sala común. Ella y Thera había estado jugando un holojuego-. Hemos escuchado un montón de gritos. Pero no pareces contento.
-No lo estoy -Mak frunció el ceño. Se sirvió un vaso de agua y se lo bebió de un trago-. Tenías razón, Thera. No estoy hecho para este negocio de los interrogatorios. No ha picado con mi farol. -Mak dejó el vaso y se volvió hacia ellas-. Y yo no tengo estómago para intentar hacerle nada peor que un par de golpes. Ni siquiera por Ketrian. -Agitó un brazo y arrojó el vaso a la cubierta-. ¡Menudo amigo!
-Ella no te querría como amigo si fueras diferente, Mak -dijo Merinda suavemente-. ¿Significa esto que pasamos al plan C?
Mak asintió y luego retuvo a Merinda con un gesto de la mano cuando ella se puso de pie.
-No, quédate ahí. Yo lo haré. Yo soy quien nos metió en este lío. Espero que el Coronel Farland esté de buen humor. Todavía debería estar en el cuartel general del Sector.
-Buena idea -dijo Merinda-. Quieres evitar la base local, probablemente Baran esté intentando que te disparen en cuanto te vean.
Mak suspiró.
Otra cosa más para que mi vida sea interesante.
-¿Qué es el Plan C? -Thera vio cómo Makintay desaparecía en la cabina.
Merinda explicó.
-Pedimos ayuda. Mak va a contactar con el cuartel general y pedirles que nos envíen aquí un equipo de interrogación. Así no ponemos en peligro vidas rebeldes si alguien nos está rastreando.
-¿Rastrearnos? -comenzó Thera-. ¿Pueden hacer eso?
-Sí, ya se ha hecho antes. Plantan un transpondedor en miniatura en el casco de un barco. A veces lo hacen como algo normal en cualquier carguero que atraque en un mundo bajo control imperial. Pero yo no creo que tengamos nada de qué preocuparnos. Preparé un video-escaneo y sé que nadie se acercó a esta nave durante mi ausencia.
Vieron como Makintay volvía y caía abatido en un asiento frente a ellas.
-Ánimo, mi príncipe. -Merinda se acercó y le apretó el brazo-. El equipo de interrogación hará cantar a tu prisionero en un abrir y cerrar de ojos.
-¿Príncipe? -Thera se enderezó y miró con recelo a Makintay-. No eres... no podrías ser... ¿ese Makintay?
Merinda disfrutó de la reacción mientras decía:
-Sí, es él, el único e inimitable, Lord Stevan Makintay.
Thera necesitó un momento para para encontrar su voz.
-Tu padre dice que estás muerto.
-Para él, lo estoy -dijo Mak sin darle importancia. Tenía otras cosas en la cabeza-. Estoy seguro de que Pedrin está tramando algo. Pensaba que cedería tan pronto como viera quién lo tenía preso, pero ni siquiera se sorprendió al verme. No hizo ni parpadear cuando le dije que Ketrian está con la Alianza. Estaba tan malditamente petulante acerca de algo...
-Me dijo que tenía una importante jugada para descubrir información rebelde -señaló Thera-. Está desesperado por conseguir un ascenso que lo devuelva al mando de los AT-AT’s. Tienes razón, probablemente está tramando algo.
-Oh, genial -dijo Makintay con tristeza-. ¿Alguna idea?
Ella negó con la cabeza, luego alzó la mirada de repente.
-Espera, ¿qué es eso que mencionaste acerca del rastreo, Jefe? ¿Cómo de grandes son esas cosas? ¿Qué aspecto tienen? -Merinda se lo indicó. Thera se puso de pie con entusiasmo-. ¡Entonces es eso! ¡Tiene que serlo!
-¿Qué? -preguntaron Makintay y Merinda al unísono.
-Anoche, cuando Pedrin me besó, traté de empujarlo -explicó Thera, deteniéndose de manera significativa antes de añadir-: Y sentí una extraña protuberancia dura en su brazo izquierdo. Gritó y se enojó porque le había hecho daño, debía de haber alcanzado un punto sensible. Le pregunté qué le pasaba a su brazo. Me dijo que había tenido una operación. Luego puso esa mirada realmente desagradable en sus ojos y dijo: "Pero les va a doler a los rebeldes mucho más de lo que me duele a mí."
Makintay y Merinda se miraron el uno al otro.
-¡Un rastreador! -dijo Mak, con el rostro pálido-. Debí haberlo adivinado. Conseguimos salir del planeta con él demasiado fácilmente. -Se puso de pie-. Vamos, Merin, y lleva el botiquín. ¡Pedrin está a punto de tener otra operación!
Thera les siguió, pero de repente bloqueó el paso a sus compañeros cuando estaban a punto de abrir la puerta de la celda.
-¡Esperad! -insté con impaciencia-. Tengo una idea. Tal vez no necesitemos a vuestros amigos interrogadores después de todo. -Apretó los labios en una línea delgada y dura-. Y puedo extraer un poco de venganza del asunto.
Makintay frunció el ceño.
-La Alianza no tortura a los prisioneros, Thera. Ni siquiera a él. No voy a usar la extracción de este transpondedor como una excusa para...
Thera palideció un poco al pensarlo.
-No, no –aseguró-. Nada de eso. Sólo escucha y sígueme el hilo.
Pedrin casi sufrió un paro cardíaco cuando vio a Makintay regresar con un kit médico en sus manos. Pero eso no fue nada en comparación con su reacción cuando descubrió que su red de seguridad -por no hablar de cualquier esperanza de futuros ascensos- estaba a punto de salir por la escotilla. ¡Ahora puede que nunca lograse escapar! Su único consuelo era la anestesia local que Makintay había aplicado a su brazo antes de hacerle el corte. Tan pronto como el transpondedor fue extraído, Merinda lo arrojó al vacío del espacio. Poco después hizo que la nave efectuase otro salto hiperespacial.
-Tus amigos nunca sabrán lo que te pasó, Cerebro-a-Pedales -anunció Merinda cuando volvió a la sala común y miró maliciosamente al oficial imperial atado con las piernas abiertas sobre la mesa recreativa. Makintay estaba colocando algo de sintocarne sobre la herida en la parte superior del brazo izquierdo del hombre.
-No tiene ningún amigo -indicó Thera maliciosamente.
Pedrin se volvió torpemente a mirarla. Así que ella también había estado implicada en su captura. ¡Pagaría por eso! Si tan sólo pudiera encontrar una manera de salir de este lío...
-Entonces, ¿cómo se siente al estar por una vez en el lado afilado de la navaja? -Thera se movió para pararse sobre él-. Si yo hubiera sido quien hiciera el corte no habría utilizado anestesia.
Makintay abrió el grillete izquierdo y el imperial se sentó, aunque su mano derecha permanecía encadenada al costado de la mesa.
-Debería haber pensado en eso antes -dijo Mak, mirando pensativamente a la mujer-. Si quieres cortarle, adelante. Hay un montón de lugares donde todavía lo sentirá. -Le entregó el bisturí a Thera, que hizo un gesto de agradecimiento con la cabeza y recorrió el lado plano de la hoja con un dedo evaluador-. Tal vez sea mejor que antes lo lleves de vuelta a su celda; no quiero sangre aquí por toda la cubierta.
-Me parece bien -dijo Thera con frialdad-. Arrástralo allí y átalo, y llegaré en un momento. Hay algunas otras cosas que también quiero probar en él. -Se volvió hacia Merinda-. ¿Me prestas tu caja de herramientas, jefe?
-Claro -asintió la sullustana-. Voy a por ella.
-Muévete. -Makintay liberó las cadenas de la mesa y las manos de Pedrin fueron a protegerse el estómago-. Vuelve a tu celda, escoria, la señora quiere ponerse al día. Vi las cicatrices que le dejaste por todo el cuerpo. Supongo que estará ocupada contigo todo el camino de regreso a la base. -Makintay sacudió la cabeza con tristeza fingida-. Y ya nadie va a venir a rescatarte. Es una pena.
-¡Espera! -declaró Pedrin, con todo su autocontrol desvanecido en una inmensa oleada de puro pánico-. Puede que ella me mate, y entonces nunca obtendrás esa cura para Altronel.
-Oh, me aseguraré de que sigas respirando, héroe -escupió Thera-. No quiero privar a Makintay de su turno.
-Pero, pero... -balbuceó Pedrin, haciendo girar frenéticamente los ojos mientras Makintay lo empujaba hacia la cabina-. Altronel no morirá si le doy el antídoto a tiempo.
Makintay dio la vuelta a Pedrin para mirarlo cara a cara.
-¿Qué antídoto? Dijiste que ya habíamos probado el único.
-Yo, yo mentí -balbuceó Pedrin-. Pensé que la flota estaría aquí pronto para liberarme. Ahora, bueno, tal vez podríamos llegar a un acuerdo.
-¿Qué clase de acuerdo?
-Yo curo a Altronel y tú garantizas mi libertad. -Pedrin esperó, poniéndose cada vez más nervioso al ver que Makintay no parecía estar demasiado conforme y Thera jugueteaba con el bisturí-. Piensa en todas esas vidas rebeldes que podréis salvar con la nueva tecnología de Altronel. ¿Qué perdéis por dejarme marchar? No sé dónde estamos.
Makintay respiró hondo.
-Trato hecho -Pedrin se derrumbó, aliviado, y Mak levantó un índice amenazador-, pero no te dejaremos marchar hasta que estemos seguros de que Ketrian está totalmente recuperada.
-Por supuesto. -Pedrin intentó enjugarse con una mano temblorosa el sudor que goteaba por su frente y que estaba haciendo que su bigote, de normal perfectamente arreglado, estuviera desastrosamente empapado.
-Eso significa que vamos a tener que llevarlo a la base -señaló Merinda.
Makintay frunció el ceño y antes de que pudiera cambiar de opinión, Pedrin dijo:
-Nunca veré las coordenadas de navegación, ni siquiera la vista desde la cabina. Nunca podría identificar vuestro planeta. Pero tengo que ir allí; el antídoto necesitará ajustes continuos. Es un veneno complicado. Serán necesarios análisis de sangre frecuentes y...
-Será mejor que sepas de lo que estás hablando -interrumpió Mak-. Si Ketrian muere, Thera hará terapia de choque contigo para liberar el estrés.
Pedrin tragó saliva, asintió con la cabeza y miró a la cubierta. Apenas podía creer que hubiera ganado una segunda oportunidad. No tenía la menor idea de lo que estaba mal con Altronel, pero sus amigos le acababan de dar la oportunidad de redimirse con su alto mando. Podía jugar a los médicos durante el tiempo que tardase en encontrar una oportunidad para escapar... y un rehén que conociera la ubicación de la base.
-¿Tu oficial al mando estará de acuerdo con mi liberación en esas condiciones? -Mantuvo los ojos bajar como si estuviera acobardado, pero en realidad pretendía ocultar la astucia que sabía que se leía en ellos.
Thera miraba horrorizada a sus compañeros. Mak le guiñó un ojo para asegurarle que no tenía intención de liberar nunca a Pedrin. Su boca magullada formó una sorprendida y satisfecha "O" cuando lo entendió.
-No involucraremos a mi oficial al mando -dijo Mak. Ya tenía bastantes problemas con Baran-. Nadie excepto nosotros tres sabrá nunca que estuviste en la base.
-Ya veo -asintió Pedrin. Se estremeció cuando el poderoso puño de Makintay le sujetó la mandíbula, obligándole a mirar al rebelde a los ojos.
-Eso espero. -Makintay le miró fijamente-. Harás exactamente lo que te digamos mientras estemos allí, o algún rebelde con gatillo fácil disfrutará friéndote un pedazo cada vez. Reclutamos a gente en Hargeeva, como ya sabes. Mantén la cabeza baja y la boca cerrada o alguien te reconocerá, y no obtendrás tratos de ellos. Se acuerdan de las familias que esclavizaste y asesinaste.
De repente, Pedrin ya no necesitaba ocultar sus verdaderos sentimientos. Makintay pareció mucho más feliz al leer el miedo genuino en los ojos de su prisionero. Luego empujó Pedrin de nuevo en la celda para el resto del viaje a la Base Nido de Águilas.
Makintay esperó hasta que en la Base Nido de Águilas ya era noche cerrada antes de contactar con el oficial de cubierta; uno de sus antiguos pilotos que había sido retirado temporalmente del servicio de combate después de haber sido gravemente herido en  batalla. A Mak no le gustaba mentir al hombre, y encontraba poco consuelo en la teoría de Merinda de que era sólo una media mentira. Lo cierto era que Makintay necesitaba mantener en secreto su presencia en la base hasta que el coronel Farland regresase para acabar con el reinado de terror de Cabeza Hueca Baran. El oficial de puente se rió de esa descripción, y dijo que él y su equipo estarían encantados de ayudarle en todo lo posible. Mak explicó que habría dos recién llegados con él, refugiados de Hargeeva. Ellos también debían permanecer en la clandestinidad durante unos días.
Y así fue como Mak se encontró con un Pedrin disfrazado a cuestas, de pie ante la entrada a la enfermería. El oficial de cubierta le había dicho que Ketrian todavía estaba viva, pero no sabía más detalles. Mak esperaba que no estuviera mucho peor que el terrible estado de coma en el que la había visto por última vez.
-Recuerda -advirtió a Pedrin en voz baja-, cuida tus modales aquí. Tendré esto apuntándote en todo momento. No creo que quieras otro dolor de cabeza por aturdimiento. -Empujó a Pedrin en la espalda con el cañón del desintegrador. El arma estaba cuidadosamente oculta bajo la manta que Mak había arrojado sobre su brazo; a menudo llevaba una consigo durante anteriores vigilias junto a la cama de Ketrian. Construida en un acantilado sobre el mar, la Base Nido de Águilas siempre estaba húmeda y fría a pesar de los intentos del generador que se esforzaba en proporcionar calefacción.
Pedrin empujó la manilla de apertura de la puerta y pasó a la luz mucho más brillante de la enfermería, con Makintay siguiéndole de cerca.
El doctor Tarrek apartó la vista rápidamente de su trabajo, con una sonrisa iluminando su rostro cansado al reconocer al más alto de los dos visitantes.
-¡Mak! –saludó-. Gracias a las estrellas que has vuelto. Está aguantando, pero por poco. -Frunció el ceño cuando notó que Makintay no sonreía-. Lo has conseguido, ¿no?
-Más o menos -Makintay empujó a Pedrin hacia delante-. Mi prisionero, aquí presente, dice que sabe cómo curarla. Debería saberlo... él es quien la envenenó, para empezar.
Pedrin se estremeció cuando el doctor le dirigió una furiosa mirada acusadora.
-Tardará algún tiempo -dijo Pedrin con nerviosismo-. En curarse, quiero decir. Tenemos que trabajar como un equipo. Necesito que interprete los análisis de sangre para que yo pueda determinar cuál es la combinación de sustancias de liberación prolongada presentes actualmente y elaborar el antídoto correcto.
-He estado realizando análisis de sangre cada hora -dijo Tarrek con frialdad. Se alegró de ver que Makintay tenía un bláster debajo de la manta que ahora había puesto a un lado-. Y he sido incapaz de encontrar ningún contra-agente eficaz. La los resultados de los análisis de sangre nunca cambian.
Pedrin tragó saliva en su garganta seca. Ahora sólo había un bláster apuntándole, nunca antes había estado bajo una vigilancia tan débil. Makintay había enviado a Merinda a algún recado. Tenía que intentar escapar pronto. Se acercó a la cama de Altronel y fingió leer los monitores de signos vitales.
-Los resultados de los análisis nunca parecen cambiar –corrigió-. Sus ordenadores no sabrían buscar las sustancias que hemos creado recientemente. Tendrá que reprogramar sus marcadores químicos para luego realizar otro análisis de sangre. ¿Puedo utilizar este cuaderno de datos para sacar una lista de las entradas?
-Cuanto antes, mejor -asintió Tarrek-. Si vamos a ejecutar unos análisis tan sofisticados, necesitaremos más potencia de la que esta simple máquina puede ofrecer. Voy a tomar prestadas algunas tarjetas de datos del lujoso ordenador de Baran. Sé exactamente lo que necesito. -Miró con preocupación a Makintay-. ¿Necesitas más guardias?
Mak negó con la cabeza.
-Baran no sabe que estoy aquí, y quiero que siga siendo así.
Los labios de Tarrek temblaron.
-Tuve que tratarle por una conmoción. Debió haber sido un buen puñetazo.
-En realidad -Mak sonrió-, creo que se golpeó la cabeza contra la pared.
-Lo que tú digas -dijo Tarrek alegremente-. Se lo merecía. Buen trabajo, Mak. -Se acercó a la puerta, se detuvo y dijo-: Volveré enseguida. ¿Estás seguro de que puedes arreglártelas?
-Está configurado para aturdir. -Mak levantó el desintegrador-. Sólo tengo que apretar el gatillo.
-De acuerdo. -Tarrek se fue y las puertas se cerraron tras él con un zumbido.
Makintay observó mientras Pedrin aporreaba teclas en el cuaderno de datos. Sin dejar de mirar a su prisionero, Mak se acercó a Ketrian. Parecía tan inmóvil y pálida como un cadáver y un escalofrío de miedo le atravesó.
-Estoy aquí, Ket -dijo suavemente, tocando su cara con la mano libre-. Conseguiremos que te pongas bien.
Desde el exterior del pasillo se oyó el sonido de tacones resonando en el duracemento, seguidos de cerca por las pisadas más pesadas de unas botas militares. Una voz de mujer se quejó:
-Estoy segura de que no necesito ningún guardia sólo para traer estos suministros al doctor.
-Los suministros médicos valen una fortuna en el mercado negro, ayudante -contestó la voz más profunda de un soldado-. Hemos tenido médicos atacados en el pasado. Nunca está de más tener cuidado.
-¡Demonios! -maldijo Mak-. Parecen un par de los bobos nerviosos de Baran. –Buscó un escondite a su alrededor, y vio una pantalla de privacidad independiente-. Ve allá -dijo señalando el lugar a Pedrin, y el Imperial se apresuró a obedecer. Mak acababa de ocupar su lugar en el pequeño, pero oculto espacio junto a Pedrin cuando la puerta se abrió y entraron la Asistente Médico Griek y dos soldados de seguridad.
-Te esperaremos aquí, Asistente Médico -dijo el guardia de mayor graduación, y él y su pareja adoptaron una rígida postura en posición de firmes junto a la puerta.
-Les aseguro que toda esta preocupación no es necesaria. -Griek sonaba casi al límite de su paciencia-. Pero si insisten, entonces no se acerquen más. Sólo Dios sabe qué gérmenes están transportando aquí en esas sucias botas.
Makintay casi no se atrevía a respirar mientras la asistente médico se acercaba a un estante en la pared a apenas a un palmo de distancia del escondite donde estaban él y Pedrin. Apiló los paquetes de suministros, y a continuación dio dos o tres pasos para colocarse en la cabecera de Ketrian. Makintay observó cómo la mujer se inclinó y puso su mano sobre la pálida frente de Altronel, comprobando al parecer si había fiebre. Entonces Griek comenzó a toquitear la ropa de cama.
Mak se estremeció cuando un fuerte pitido sonó en uno de los comunicadores de los guardias. El guardia llamó a Griek.
-Si ya ha almacenado de forma segura esos suministros, tenemos que irnos. Alguien está tratando de trastear con el ordenador principal de Baran.
-Bien -dijo Griek, sonando contenta de librarse de ellos.
Mak reprimió un gruñido al darse cuenta de que el doctor estaba teniendo problemas para conseguir el equipo necesario. Mak deseó haber golpeado a Baran con más fuerza. Esperó con impaciencia a que Griek se marchase, pero ella continuó con sus movimientos inquietos.
-Ahora estamos solas, Ketrian -dijo Griek, y su tono burlón hizo que a Makintay se le pusiera la carne de gallina-. ¿Cómo te hace sentir eso? Estoy segura de que puedes escucharme, la gente suele hacerlo cuando están en estado de coma.
Desconcertado, y no del todo seguro de que le gustara lo que estaba oyendo, Makintay vio como Griek sacaba un objeto de su bolsillo, pellizcando con su mano libre la carne expuesta del brazo de Ketrian.
-Una inyección más -continuó Griek-. Eso es todo lo que hace falta, y obtendré mi venganza por el marido y el hijo que me arrebataste. ¿Sabes cuántas personas murieron debido a que trajiste a esos salvajes imperiales hasta Hargeeva, Ketrian? ¡No, por supuesto que no, lo único que te importaba era tu valioso trabajo! Bueno, tú no es la única inteligente. Casi te he matado, y el médico nunca ha encontrado ningún rastro de mis venenos.
Makintay tomó una respiración profunda y avanzó, pero se detuvo de nuevo cuando Griek añadió:
-Pero no puedo matarte, ¿verdad? Estás siendo retenida como rehén tal y como lo hizo Pedrin. Pero recuerda mis palabras, algún día serás llevada ante la justicia. -Levantó el objeto y Makintay pudo ver que era un hipoinyector cargado-. Tengo aquí la cura, haré que mejores, pero sólo por el bien de los rebeldes a los que puedes ayudar con tu trabajo. Cuando esta guerra termine, morirás.
-¡Retorcida traidora! -susurró Makintay, dando un paso fuera de la pantalla. Griek se sobresaltó y dejó caer el hipoinyector-. ¿Qué hay en esa cosa? -preguntó Makintay, tratando instintivamente de alcanzarla. Al inclinarse, un dolor punzante explotó en la parte baja de su espalda. Jadeando de dolor, se agarró el costado, y sus dedos súbitamente insensibles dejaron caer el desintegrador pesado.
Pedrin soltó el bisturí que había clavado en la espalda de Makintay y le arrebató el bláster antes de que llegase a caer al suelo. Luego dio un paso atrás cuando Makintay trató torpemente de agarrarle. Detrás del comandante rebelde, Griek quedó congelada por el horror, su finas manos esqueléticas enlazadas sobre la boca, y sus ojos azules mirando paralizada el brillante chorro de sangre que manaba de la espalda herida de Makintay. Pedrin esperaba salvajemente haber golpeado el riñón, como era su intención. Por el aspecto de toda esa sangre, parecía haberlo conseguido.
Makintay dio otro paso tambaleante y luego cayó doblado, gimiendo y casi inconsciente sobre la cubierta.
-Ahora tengo mis rehenes -anunció Pedrin con calma. Apuntó a Griek con el bláster-. Encuentra unas vendas.
Griek parpadeó y luego su mirada pasó del cañón del desintegrador a las manos ensangrentadas de Makintay que trataban inútilmente de detener el flujo de sangre. El instinto de la asistente médico tomó el control, y se apresuró a buscar un vendaje de presión y luego se inclinó para atender al herido.
Pedrin suspiró.
-Ese tipo de vendaje no. Algo con lo que atarlo. -Griek alzó la vista con confusión-. ¡Apártate de él! -ordenó Pedrin bruscamente.
-Pero, él... podría desangrarse hasta morir -balbuceó, todavía de rodillas. Colocó un vendaje de presión en las manos de Mak.
-¿En serio? -Pedrin la miró con desprecio-. ¡Entonces supongo que él no está en tu lista de asesinatos, mujer!
Impaciente, la agarró con su mano libre y la arrastró lejos de Makintay. Ella cayó hacia atrás y los únicos sonidos en la habitación repentinamente en calma fueron sus sollozantes respiraciones y los desesperadamente amortiguados gemidos de Makintay mezclados con los pitidos de fondo del monitor de signos vitales.
-¿Quién eres? -consiguió preguntar Griek después de un momento. Makintay se las había arreglado de algún modo para asegurar el vendaje de presión y mantenerlo en su costado, y el sangrado ya no era tan grave. A pesar de que odiaba a Ketrian con pasión, Griek siempre había apreciado al joven príncipe hargeevano que se había esforzado tanto tratando de llevar reformas a su pueblo.
-Estoy tan decepcionado de que no me reconozcas -respondió Pedrin un tanto distraído, pasando su mirada de sus prisioneros a la puerta y luego de vuelta a ellos. Ese médico regresaría pronto, y por lo que había dicho, traería varios guardias con él-. Me doy cuenta de este mono es poco favorecedor, pero aun así habría pensado que reconocerías al hombre que mencionaste tan vehemente en el pequeño discurso que pronunciaste para Altronel.
-Pedrin -dijo Makintay entre jadeos.
Griek olvidó su preocupación por el príncipe rebelde, enterrada bajo un torrente de odio.
-¡Tú! dijo entre dientes.
-Así es. -Pedrin hizo una ligera reverencia burlona-. ¡No te acerques! Esta arma está ajustada para aturdir, pero puedo hacer una excepción en tu caso. -Su labio se levantó en una fea mueca curva-. Después de todo, no eres sino una mera plebeya, y de poco valor como rehén... o cualquier otra cosa.
Griek apretó los puños y su hermoso rostro enrojeció con rabia. Pedrin cambió el ajuste de aturdir a matar y apuntó a su corazón. Ella retrocedió, transformando la rabia en terror.
-Mejor. Sería una lástima si tuviera que matarte, después lo bien que estabas haciéndome el trabajo, al envenenar a nuestra querida amiga la científica aquí presente. -El cañón de la pistola osciló hacia Ketrian-. O tal vez pretendieras matarla hasta que cambiaste de opinión. ¿Y eso es la cura? -Dio un paso hacia el hipo que yacía aún en el suelo.
Makintay hizo un débil intento de agarrarlo y Pedrin le apartó la mano de un puntapié.
-¿Aún sigues con nosotros, comandante? -Pedrin le miró de reojo-. Bien. No me gustaría que te perdieras el último acto de este pequeño drama. Todos tus esfuerzos para salvar a la señorita Altronel han sido en vano, ¿ves? Uno de los vuestros era el asesino. -Miró el hipo-. O aspirante a asesino.
-Tú... mentiste... sobre... todo- -Aturdido, Makintay intentó centrar su mirada en el otro hombre.
Pedrin negó con la cabeza.
-No todo. Cuando te dije la verdad, no me creíste.
-¿Y ahora qué? -preguntó Mak.
-Necesito un billete de salida de este planeta. Preferiblemente uno que lleve las coordenadas para que la flota pueda encontrar el camino de regreso hasta aquí.
Mak resopló dolorosamente.
-Nadie va a dejar que tú...
-¿No? -Pedrin ladeó la cabeza al oír pisadas en el pasillo exterior-. Tal vez tengas razón. Pero entonces, si tus amigos no negocian, por lo menos puedo asegurarme de que Altronel muera. -Levantó su bota y se dispuso a aplastar el hipo.
Makintay agarró débilmente la pierna de Pedrin y el Imperial se volvió y le dio una patada en las costillas. Makintay golpeó fuertemente contra la pared, aturdido y con ojos llorosos, pero fue Griek quien había recuperado el hipo.
-Dame eso ahora mismo, plebeya -dijo Pedrin volviéndose hacia ella. Ella negó con la cabeza y se alejó.
La puerta se abrió y el doctor Tarrek entró. Estaba empujando un carrito sobre el que se mantenían en equilibrio un espectrógrafo y un montón de tarjetas de datos. Detrás le seguían los mismos dos soldados que habían estado con Griek antes. Más atrás, desapercibida debido a su baja estatura, llegó Merinda.
-¿Pero qué demonios...? -comenzó Tarrek. Comenzó a avanzar hacia Makintay.
Merinda dio un paso adelante, vio a su amigo herido, e hizo ademán de sacar su bláster para disparar a Pedrin.
-¡No os acerquéis o ella muere! -gritó Pedrin. Su mano temblaba mientras agitaba la pistola más o menos en dirección a la cabeza de Ketrian.
Griek, viendo que la atención del imperial estaba distraída, dejó caer el hipoinyector hacia la cama y trató de agarrar el desintegrador de Pedrin. Él apretó el gatillo con fuerza y ella recibió toda la fuerza de la explosión en el pecho. Sus ojos azules se abrieron en shock, y luego se pusieron vidriosos mientras caía inerte, con un agujero quemado en la parte delantera de su túnica blanca.
Pedrin trató de recuperarse a tiempo para reajustar su objetivo sobre los recién llegados, pero Makintay atacó, dándole una fuerte patada en la espinilla y haciéndole perder el equilibrio. Esa era la oportunidad que Merinda necesitaba. Disparó y derribó al imperial con un tiro aturdidor. Cuando Pedrin golpeó la cubierta, la pequeña sullustana comprobó su bláster y maldijo.
-¡Maldita sea! Pensé que estaba ajustado para matar. Bueno, puedo arreglar eso. -Alteró la configuración de su arma y se acercó hacia el imperial inconsciente.
-Olvídate de eso... -jadeó Mak-. Ayuda... a Ket.
-¿Ketrian? -repitió confusa Merinda. Los guardias se movieron para asegurar el prisionero y Merinda sacudió la cabeza con pesar fingido. Miró a Altronel y vio el hipo lleno que se encontraba sobre la cama junto al brazo desnudo de Ketrian-. ¿Esto? -dijo, cogiéndolo y mostrándoselo a Makintay.
-Es la cura -dijo Mak. Trató de apartar al médico lejos de él-. Ocúpate de ella... primero.
Tarrek suspiró, pero decidió que sería más fácil obedecer. Tomó rápidamente el hipo, lo inyectó en Altronel, y volvió a atender a Makintay.
-¿Contento ahora? -dijo con amargura-. Me estás llenando el suelo de sangre.
-Lo siento. -Pero había una sonrisa en el rostro de Mak cuando se desmayó.
-¿Le importaría a alguien decirnos qué narices está pasando aquí? -preguntó irritado uno de los guardias.
-A mí no me miren. -Merinda retrocedió-. Sólo soy una humilde técnico.

***

-Despierta, Mak.
Alguien estaba acariciando la cara de Makintay con suaves y cálidas manos. Era una sensación tan agradable, que en realidad no quería despertar. Entonces reconoció la voz que pertenecía a esas manos.
-¿Ketrian? -dijo con aturdida esperanza. Se obligó a abrir los ojos y trató de incorporarse, pero sólo pudo gemir cuando el dolor estalló en su costado herido.
Ketrian Altronel sacudió la cabeza con exasperación y se volvió hacia el médico, que estaba volviendo a recostar a Makintay sobre las almohadas de su cama de la enfermería.
-Hemos estado dos días esperando a que se despierte, y ahora él quiere saltar directamente fuera de la cama. Típico.
-¡Ketrian! -exclamó Mak cuando finalmente su visión se asentó y se dio cuenta de que no estaba soñando-. ¡Estás despierta! ¿Estás bien? -Se volvió torpemente para mirar al doctor-. Está bien, ¿verdad?
-Está bien -dijo Tarrek-. Ahora permanece quieto. Creo que no queda ni una gota más de tu grupo sanguíneo de reserva en esta base.
Mak se limitó a mirar a Ketrian, que le estaba sonriendo, con sus ojos verdes iluminados de travieso buen humor y las mejillas encendidas con el brillo rosado de la buena salud.
-He oído que me salvaste la vida -dijo Ketrian, inclinándose para darle un beso.
-Bueno. Tuve ayuda -Los cálidos labios de Ket se cerraron sobre los de él, y mientras ella se echó hacia atrás, Mak agregó-, pero no demasiada. Creo que me merezco otro beso.
-Ejem. -Merinda se aclaró la garganta y se acercó más-. Antes de que vosotros dos vayáis más allá con las celebraciones, me gustaría señalar, mi príncipe, que estás en un gran problema.
-¿Baran va someterme a un consejo de guerra? -Makintay no sonaba en absoluto insatisfecho. Extendió la mano y tomó la de Ketrian. Le besó los dedos.
-Oh -dijo Merinda con picardía-, creo que preferiría esperar hasta que puedas ponerte de pie, y luego hará que un pelotón de fusilamiento te dispare.
Eso llamó la atención de Mak. Se volvió y miró a su amiga.
Tarrek ahogó una risa.
-Está bromeando, Mak –dijo-. Pero probablemente haya sido mejor que permanecieras a mi cargo hasta que Farland volviera y cambiara las órdenes.
-¿Entonces todo está bien otra vez? -preguntó Mak.
-No del todo -dijo Ketrian-. Se habla de degradarte y confinarte en la base por un tiempo.
-Oh, bueno. -Mak señaló su condición, y declaró-: Parece que no voy a ir a ninguna parte por un tiempo, de todas formas.
-Puedes contar con eso -dijo Tarrek severamente.
-Pero -Merinda levantó un dedo rechoncho y sonrió de oreja a oreja-, no temas, poderoso líder. Ketrian ya los tiene dando marcha atrás.
-¿Ah sí? -Mak sonrió Ketrian, aún deleitándose por verla con su salud restaurada.
-Bueno, de hecho -apuntó Tarrek-, hay quien lo llamaría chantaje.
-¿Chantaje, doctor? -Ketrian intentó una expresión inocente que fracasó miserablemente-. Sólo les dije que estaría encantada de proporcionarles esa nueva aleación para sus alas-X con tal de que Mak pudiera dirigirlos a la batalla.
-¿Eso hiciste? -Mak sonrió.
-Eso hizo -dijo Merinda-. Se dice que coronel Farland ha logrado que Baran sea enviado a algún oscuro trabajo de oficina en un mundo seguro. -Mak parecía estar a punto de lanzar vítores, pero Merinda continuó-, y el nuevo oficial de inteligencia te está muy agradecido por proporcionarle un prisionero imperial de alto rango que sabe todo lo que hay que saber sobre estrategias de batalla de AT-AT y señales de llamada.
-Misión cumplida. -Mak suspiró con satisfacción y se recostó de nuevo en la comodidad de su cama.

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