viernes, 19 de abril de 2013

Kella Rand, informando... (II)


El sol poniente arrojaba un espectacular resplandor rojo dorado sobre las calles de la ciudad cuando Kella finalmente subió los escalones que conducían a la oficina de la RGN de Indu. Rebuscando en su bolso de datos, sacó su tarjeta de crédito identificativa y la introdujo en la ranura de la puerta.
La escena que la recibió estaba en marcado contraste con el circo mediático que acababa de dejar. Había dos reporteros sentados en escritorios, Juloff leyendo un cuaderno de datos y Crislyn mecanografiando en su terminal, mientras que más en la esquina Nostler tenía ambos pies sobre su mesa y se rascaba la barbilla mientras observaba un holo que surgía de la tableta en su escritorio. Los únicos sonidos eran el escáner de comunicaciones que escupía fragmentos ocasionales de charla de la Autoridad de la Ciudad, y la suave música que acompañaba al informe que tenía absorto a Nostler. Levantó la vista cuando ella entró
-Hey, Kella. Pensé que tal vez te habías perdido -le saludó.
-No, sólo pillé un atasco -dijo, buscando una silla vacía a su alrededor. Nostler señaló un escritorio frente al suyo, y ella se deslizó agradecida en su asiento-. No te creerías la multitud que había en la rueda de prensa... todas las emisoras de medio pelo del sistema deben de haber enviado a alguien. Tampoco es que fuera tan emocionante –agregó-. Las Autoridades ofrecieron una declaración, respondieron a cuatro preguntas, y se fueron. -Se encogió de hombros (la misma historia de siempre) y luego preguntó-: Entonces, ¿de cuánto tiempo dispongo?
-El plazo acaba a las 22:00, el droide llegará en algún momento después de eso -dijo Nostler-. Consigue que tu artículo esté listo para entonces, y te daré el código de acceso al banco de noticias para que puedas transmitir las actualizaciones directamente.
-Está bien. -Se quedó en silencio un momento, pensando. Alrededor de tres horas para desenterrar algo más, y entonces su historia tendría que esperar hasta que pudiera enviarla en el siguiente droide de mensajería programado, dentro de cuatro días. Aunque, con el aparente escándalo político que se estaba gestando, RGN podría considerar la historia lo suficientemente caliente como para enviar un correo especial para recoger una actualización antes... Nostler interrumpió su línea de pensamiento.
-Tengo entendido que el asesinato se está achacando a la Nueva República -dijo.
Ella alzó la mirada.
-Sí, eso parece. En realidad, los indus aún no han llegado a acusarles, pero más o menos todo el mundo lo piensa.
-¿En base a qué?
-No hay nada concluyente, pero es probable que sea suficiente –dijo-. Casi seguro que es suficiente para olvidarse de cualquier posibilidad de una alianza. Pasarán unos días hasta que los investigadores averigüen exactamente cómo se produjo la explosión, pero el Consejo ya ha anunciado su intención de elegir a un nuevo presidente y se han apresurado a convocar otra votación mañana. Para mí, suena como que ya tienen una idea clara.
-¿Qué tiene que decir la Nueva República sobre todo esto? -preguntó Nostler-. Seguro que pudiste conseguir la historia desde dentro, ya que conoces tan bien a L'varren.
-No tan bien -dijo, por lo que parecía ser la centésima vez desde aquel incidente en Corellia el pasado año. ¿Alguna vez se olvidarían de eso?- Está sorprendido, aturdido, horrorizado... más o menos lo que se espera cuando tu ayudante es sospechoso de hacer estallar al líder del sistema.
-Ajá -dijo Nostler-. ¿Alguna posibilidad de que no lo hiciera?
-Las Autoridades no parecen creerlo. Esa especie de detonador hace que la cosa pinte muy mal para Aden, y L'varren no ayudó al alegar inmunidad diplomática para evitar que el resto de su gente fuera arrastrado hasta la Sala e interrogado.
-¿Tú qué piensas? -preguntó.
Kella vaciló.
-No estoy segura –admitió-. La evidencia circunstancial apunta ciertamente a Aden, y si tienen otros sospechosos, no nos lo están diciendo. Pero por otro lado, ¿qué sentido tendría? ¿Por qué querría la Nueva República deshacerse de Barayel?
-Tal vez iba a votar no -sugirió Nostler.
-Sí, pero deshacerse de él sólo significa que tienen que empezar desde el principio con alguien nuevo que también podría votar no –dijo-. Y, en cualquier caso, no es descabellado suponer que los indus ya no ven con buenos ojos la idea de una alianza después de todo este desastre. A menos que la Nueva República planee atacar y conquistar, todo lo que se ha conseguido en realidad es asegurar prácticamente que Indu San acabará permaneciendo neutral hasta que la guerra haya terminado. Y –agregó-, puede que encuentre esto interesante. Algunos indus incluso están yendo en la dirección opuesta. Hablé con un grupo de presión para un consorcio empresarial que básicamente quiere patear la Nueva República fuera del sistema e invitar a volver al Imperio.
Nostler asintió, sin mostrar sorpresa.
-El imperio no era tan impopular aquí, no al menos entre algunas de las personas en el poder –explicó-. Claro, los grupos de la resistencia estuvieron contentos de verlos partir, pero también hay un montón de gente que hizo un montón de créditos con los imperiales, y no quieren renunciar a eso. A menos –añadió-, que la Nueva República quiera recurrir al mismo tipo de comisiones ilegales que el gobernador imperial les ofrecía para mantenerlos gordos, contentos y leales... -Negó con la cabeza-. No. Probablemente no.
-Bueno, eso no viene al caso ahora -dijo Kella-. Parece que no van a querer mojarse, como todos los demás.
-¿Puedes culparlos?
-En realidad, no –reconoció-. Con todas las escaramuzas que sigue habiendo, ¿por qué irritar a los imperiales con una gran muestra de apoyo a la Nueva República cuando siempre hay una posibilidad de que el Imperio vuelva a estar algún día al mando? -Hurgó en su bolso de datos, y extrajo un puñado de tarjetas de datos-. Bueno, supongo que será mejor que me ponga a trabajar. ¿Hay alguna cabina que pueda usar?
-Siéntete como en tu casa.
-Siempre lo hago. -Sonrió abiertamente mostrando su agradecimiento.
Instalándose en la pequeña cabina de edición, Kella pasó la siguiente hora y media repasando los clips de vídeo que había recogido durante las dos últimas semanas. En vista de la nueva dirección que había tomado la historia, con el enfoque pasando de la alianza al asesinato, la mayoría de ellos eran inutilizables, pero un perverso sentido de la curiosidad le hizo estudiar de nuevo todos los concernientes a Barayel.
Tal vez mostrasen algún indicio que revelase en qué sentido había planeado votar, o alguna pista de que supiera que las cosas estaban a punto de estallar. Sólo por si había dejado escapar algo importante... Hacia la mitad, descubrió que así era.
El clip procedía de la tarjeta de datos que había utilizado ayer cuando, como de costumbre, después de un lacónico "sin comentarios" de Barayel, se había dirigido a arrinconar a su ayudante. La aerocámara mostraba que lo había encontrado cerca de la silla de su jefe en la Sala del Consejo, y que habían pasado varios minutos charlando.
Pero mientras miraba, poco a poco cayó en la cuenta de que el verdadero tema de interés en la entrevista no era la conversación en sí. Más bien, era lo que podía vislumbrar de vez en cuando ocurriendo al fondo.
Alguien estaba trasteando con algo en el lugar de Barayel en la mesa. El lugar que, apenas 26 horas después, había estallado tan desagradablemente en la cara del consejero jefe.
Golpeando el botón de pausa, congeló la imagen y estudió la pantalla. Visible más allá del hombro del ayudante, alguien vestido con el uniforme azul de la Autoridad del Consejo estaba agachado delante del sitio de Barayel en la cabecera de la larga mesa en forma de U del consejo. Se había retirado la parte de atrás del panel de comunicaciones y votación del jefe, y aunque no podía distinguir lo que ese hombre estaba haciendo, sí que reconoció quién era.
De rodillas, de nuevo, estaba Darme, el mismo agente de la Autoridad que había disparado a Aden.
Kella se recostó en su asiento y frunció el ceño pensativamente ante la pantalla. En las últimas semanas, había visto tantos de los guardias vestidos de azul en el Salón del Consejo que había dejado de fijarse en ellos. A cargo de la seguridad, estaban por todas partes, todo el tiempo, haciendo todo tipo de cosas. Sin llamar en absoluto la atención, y por encima de toda sospecha.
Pero dadas las circunstancias actuales...
Haciendo retroceder el clip de video al punto donde la aerocámara había comenzado la grabación de la entrevista, rodeó un lugar en la pantalla de visión con una pluma de edición y esa sección quedó ampliada inmediatamente. A pesar de la mala calidad, la imagen era lo suficientemente clara para ver lo que Darme tenía en la mano y, con el corazón acelerado de repente, hizo avanzar el clip clic a clic.
Y mientras miraba, sonrió.
Algunos seres pensaban que la mejor manera de ocultar algo era simplemente ponerlo a la vista. Parecía que el asesino de Barayel estaba de acuerdo. Por accidente, había descubierto a Darme colocando una pequeña pero poderosa bomba dentro del panel de comunicaciones de Barayel. Y que ella supiera, era el único reportero que lo sabía y, más aún, que tuviera una grabación visual del hecho.
¡Chúpate esa, TriNeb!
Golpeando la mesa con emocionado deleite, se levantó de un salto y abrió la puerta de la cabina de edición, estrellándola contra la pared y haciendo que todo el mundo levantara la vista, sorprendido.
-¡Echad un vistazo a esto! -gritó, y desapareció de nuevo en el interior. Juloff y Crislyn se miraron confusos, pero Nostler pulsó el botón de pausa de su holovídeo y la siguió, dejando sobre su escritorio a un artista ithoriano suspendido en mitad de su gorjeo. Ambos reporteros se esforzaron por seguir la conversación que se filtraba por la puerta abierta.
-¿Sabe ese viejo dicho acerca de ocultarse a plena vista? –le preguntó Kella a Nostler-. Bueno, ¡pues mire esto!
Un breve silencio y luego...
-¿Qué demonios? ¿Eso es lo que parece?
-Es una bomba –confirmó-. Y ese tipo es el mismo agente de la Autoridad que disparó y mató al ayudante de L'varren. Sobre el que encontraron el detonador -añadió de forma significativa.
Afuera, en la sala de prensa, los periodistas se miraron.
-Esto tengo que verlo -dijo Crislyn y se levantó para estar de pie en la puerta de la cabina de edición, mirando por encima de los hombros de la pareja. Juloff esperó unos minutos para asegurarse de que estaban todos absortos. Luego, sacando su comunicador, se dirigió a la puerta de la oficina.
Entusiasmados por el descubrimiento de Kella, nadie en la cabina de edición se percató de que se había marchado.

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