viernes, 10 de agosto de 2012

Tenebrous y la senda tenebrosa (y II)


Necio, patético Plagueis...
El aprendiz muun de Tenebrous nunca comprendería sus propias limitaciones. Estas limitaciones se debían sólo tangencialmente a la desafortunada tendencia de los muuns, como especie, a medir cada interacción como una transacción que podía ser manipulada buscando el máximo beneficio. No, la debilidad real de Plagueis era el miedo. Un miedo tan profundo y omnipresente que el necio ni siquiera lo registraba como una emoción: una y otra vez a través de las décadas de su aprendizaje, Plagueis había insistido en que su miedo no era miedo en absoluto, sino que afirmaba que era meramente una racional prudencia. Pero Tenebrous sabía la verdad. Siempre la había sabido. Tenebrous había elegido a su aprendiz precisamente debido a ello.
Plagueis tenía miedo de morir.
Si Tenebrous hubiera sido la clase de persona capaz de experimentar compasión, posiblemente habría sentido alguna por su aprendiz. Lisiado por el miedo, Plagueis nunca conocería la libertad de una voluntad sin ataduras que era el verdadero legado de Bane para los Sith. Y si Tenebrous hubiera sido la clase de persona capaz de ser imparcial en esas cosas, habría asumido gran parte de la culpa de la incapacidad de Plagueis. Sin embargo, dado que tanto la piedad como la justicia eran completamente ajenos a su naturaleza, en lugar de eso Tenebrous recordaba gratamente como azuzó implacablemente a su aprendiz a través de sus largos, largos años juntos. Había pinchado constantemente en la llaga de Plagueis, para asegurarse de que no pudiera sanar nunca.
Ni siquiera los animales temen a la muerte, Plagueis. La más humilde bestia de la existencia exhibe más "prudencia racional" de la que tú nunca tendrás. Sólo temen el dolor y las heridas. Las luces brillantes y los ruidos fuertes. Eres menos que una bestia. Tienes miedo de un concepto...  de un concepto que ni siquiera entiendes.
Así fue como la tierra quedó cuidadosamente preparada. Así fue como la semilla del miedo de Plagueis brotó y floreció en la obsesión. Así fue como Tenebrous apartó hábilmente la aptitud sin par de su aprendiz para manipular los midiclorianos lejos de la profundización de la comprensión, de la intuición del futuro, y de la acumulación de poder personal y político -lejos de todas y cada una de las empresas que podrían haber supuesto un inconveniente para el plan definitivo de Tenebrous- y la dirigió hacia una sola meta. Una meta que Tenebrous había elegido para sus propios fines.
El dominio de la vida y la muerte.
Más de un siglo antes, cuando el propio Tenebrous no era más que un aprendiz Sith, el magnífico poder computacional de su cerebro bith le había llevado mucho más allá de los estudios simplistas de la Fuerza que su Maestro le imponía. Él siempre había sido demasiado inteligente para dejarse seducir por la tradicional palabrería metafísica Sith del destino oscuro y la estúpida fantasía de la guerra sin fin contra la también estúpida Orden Jedi. Pronto había confirmado, para su propia satisfacción, que el lado oscuro de la Fuerza, lejos de ser cierta sensibilidad mística malévola dedicada a la difusión del sufrimiento por toda la Galaxia, no en realidad más que una fuente de energía, y una herramienta con la que podía imponer su voluntad sobre la realidad. Era una especie de amplificador natural que podría utilizar para multiplicar la eficacia de sus muchas habilidades útiles.
Ninguna de las cuales era más útil que su intelecto sin igual.
Al igual que muchos Sith antes que él, había dedicado sus poderes hacia el conocimiento del futuro. Pero a diferencia de cualquier Sith antes que él, tenía el enorme cerebro de su gente, que combinaba un enorme poder de procesamiento bruto con un nivel de precisión analítica simplemente más allá de la capacidad de cualquier otra especie. El futuro estaba siempre en movimiento, y mientras otros Sith se esforzaban para prever los signos más débiles y menos específicos de lo que había de venir, Tenebrous no tenía necesidad de ver el futuro.
Podía calcularlo.
Cuando todavía era sólo un aprendiz, su análisis le había mostrado el inevitable fin de los Sith de Bane y su absurda Regla de dos. Sus cálculos indicaban claramente la llegada de una sombra tan grande oscurecería la galaxia por completo... tan vasta que marcaría el final tanto de los Jedi y como de los Sith tal y como el universo los había conocido hasta ahora. El ascenso de la sombra sería el final de la propia historia.
Tenebroso no tenía la menor duda de que toda la galaxia mediría el tiempo de acuerdo con su llegada. Los eventos estarían marcados por cuánto habían precedido a la sombra, o cuánto tiempo después de ella llegaron.
Aunque la naturaleza exacta de la gran sombra se mantenía oculta, la lógica implacable de su extrapolación detallaba la destrucción inminente del sistema de Bane, y el surgimiento de lo que se conocería como "Un Sith." ¡Un Sith! La conclusión era tan obvia que no requería confirmación: un único Señor Sith se alzaría con tanto poder que no tendría necesidad de ningún aprendiz ni temería a los Jedi. Tomaría y dominaría la galaxia él sólo, por su propia mano. Sin un aprendiz -o una Orden Jedi- para acabar con él, ¡el Un Sith gobernaría para siempre!
Una perspectiva embriagadora, con sólo un único inconveniente: Tenebrous no sería ese Señor Sith. Su propia muerte estaba claramente vaticinada, totalmente inevitable, y precedería varias décadas a la aparición de la sombra. Su destino estaba explícito en los números, y los números no mienten. Sin embargo –tal y como Tenebrous llegó a darse cuenta a lo largo de sus muchos años de investigación, contemplación y cálculo- podría ser posible que esos números en cuestión hubieran sido, de algún modo, falseados...
La clave, descubrió, estaba en una oscura leyenda mencionada de pasada en el Diario de los Whills, sobre un héroe bastante típico en la mayoría de las culturas: la clase de futuro salvador prometido que aparece en los mitos fundacionales de casi todas las sociedades desarrolladas. Lo que distinguía a este salvador en particular de sus simples equivalentes era que, de acuerdo con cuatro de las once posibles traducciones, iba a ser "nacido de pura Fuerza". Después de tres años estándar dedicado específicamente a la exploración de todas las permutaciones posibles de la interpretación, Tenebrous determinó que tal nacimiento era de hecho posible, al menos metafóricamente: "nacido de pura Fuerza" podía leerse como una indicación de la creación de un ser vivo a través de la manipulación directa de los procesos midiclorianos en un ser que ya vivía.
Y además, como Tenebrous descubrió con creciente entusiasmo, el potencial en la Fuerza de tal ser no estaría limitado por el propio recuento de midiclorianos de su creador, sino tan sólo por el nivel de disciplina y la atención al detalle de su creador. De hecho, sus cálculos indicaban un rango potencialmente mucho más allá del suyo propio. Con la ejecución adecuada, ¡el "salvador" podría tener un recuento de midiclorianos de cerca de quince mil! Tal vez incluso más. ¡Podría ser posible crear un ser con el mayor potencial de la Fuerza que jamás se hubiera registrado!
Y -por la aplicación de su propia y adecuada sutil variación de la antigua transferencia Sith de la esencia de la fuerza bruta- Tenebrous podía garantizar que su propia consciencia estaría presente en la creación de este ser, este salvador, este Elegido. Y, en el momento de la creación -mucho antes de que el Elegido pudiera desear resistirse-, Tenebrous se apoderaría de él. Se convertiría en él.
Con este único golpe, décadas después de la muerte de su cuerpo, se convertiría en el usuario de la Fuerza más poderoso de la historia de la galaxia.
Todo estaba ahí, en los números. Era imposible que fallase.
Una vez que su análisis fue sido analizado a su enésima potencia, pulido en una gema perfecta más allá de posibilidad de error, Tenebrous dedicó cada segundo de cada día de su vida al cumplimiento de su plan. Nada sería dejado al azar. Exterminado a su decrépito Maestro con su eficiencia habitual, y se embarcó inmediatamente en una búsqueda de décadas de duración para encontrar su propio aprendiz. Y no sólo un aprendiz, sino el aprendiz: uno en posesión de una combinación muy específica de determinadas habilidades -principalmente alrededor de la percepción directa y la manipulación de la actividad de midiclorianos-, pero también de una serie de debilidades, desde una escasa visión de futuro, preocupado por obtener un beneficio personal, hasta un miedo invencible de los reinos desconocidos más allá de los muros de la muerte.
Un aprendiz cuyo único propósito era crear el ser en el que Tenebrous se convertiría.
Y de ese modo Darth Tenebrous, la mente más grande en la historia de los Sith, volvería a nacer para gobernar la galaxia.
Para siempre.
Ahora que los sentidos físicos de su cuerpo habían desaparecido por completo. Tenebrous descubrió que su percepción de la Fuerza había aumentado proporcionalmente. Con gloriosa precisión, podía trazar la más mínima brizna de las torpes sondas de Fuerza de Plagueis con las que su aprendiz trataba de registrar y analizar cada detalle de la muerte de Tenebrous. Podía sentir al propio Plagueis: agachado cerca, con los ojos cerrados, los largos y arácnidos dedos de una mano estirados como si fuera a agarrar en el aire los midiclorianos que iban desapareciendo de Tenebrous.
Esta era la técnica habitual de Plagueis: un examen minucioso, a través de la Fuerza, de la decadencia de los midiclorianos que acompañaba a la muerte física de sus víctimas. Tenebrous era de lejos el usuario de la Fuerza más poderoso cuya muerte Plagueis había tenido la oportunidad de observar, y él había sabido todo el tiempo que su aprendiz aplicaría todas sus capacidades físicas, mentales, y de la Fuerza –por penosas que estas fueran- para ser testigo de cada insignificante detalle.
Como si los midiclorianos encarnasen de alguna manera el principio de la vida misma, se desvanecían mientras la vida se escapaba. Plagueis había especulado más de una vez que de alguna manera migraban de las células moribundas y volvían a unirse a la Fuerza de la que habían surgido... una evidencia más del pensamiento turbio y el patéticamente romántico misticismo de su aprendiz, pero no importaba. La ilusión del estudiante había demostrado ser una fuente de inspiración para el maestro, y el concepto de la migración de los midiclorianos –pese a estar equivocad- se convirtió en la clave del golpe maestro de Tenebrous.
Entre los miles y miles de millones de muertes de midiclorianos individuales en las células de Tenebrous, había una pequeña fracción de midiclorianos que no estaban muriendo. Que no morirían mientras habitasen en un huésped vivo. Esos midiclorianos especialmente tenaces -Tenebrous los había bautizado, medio en broma, con el nombre de maxi-clorianos- habían sido alterados, mejorados. No sería una exageración, en opinión de Tenebrous, usar la palabra perfeccionados. Esos maxiclorianos realmente iban a migrar, pero no hacia la Fuerza.
Migrarían al interior del propio Plagueis.
Para detectar este porcentaje infinitesimal haría falta la precisión de un bith; estaba mucho más allá de las limitadas percepciones de su aprendiz... y, de hecho, Tenebrous había pasado por considerables dificultades para asegurarse de que siempre sería así.
En lugar de entrenar realmente a su estúpido aprendiz, Tenebrous había halagado el misticismo de Plagueis, mientras que explotaba sus inseguridades, enviándolo una vez tras otra a misiones inútiles, condenadas al fracaso. Por su parte, Tenebrous había invertido cada segundo disponible de la libertad que esto le ofrecía en el diseño, creación y despliegue de la única arma que Plagueis nunca sospecharía. Que nunca podría sospechar. Sus propios prejuicios acerca de la Fuerza aseguraban que Plagueis no creería que tal cosa fuera posible.
Tenebrous creó un retrovirus que podía infectar a los midiclorianos.
Los midiclorianos, después de todo, sólo eran simples orgánulos simbióticos que contribuían a los procesos orgánicos de las células vivas que habitaban. Debido a su papel en las interacciones de la Fuerza, alterarlos era singularmente difícil -tenían una inquietante tendencia para expresar de manera espontánea inesperados y desafortunados efectos secundarios- pero mediante la aplicación de toda la destreza analítica de su inmenso cerebro bith y el poder sobrenatural de sus sentidos bith para detectar y resolver la estructura sub-microscópica, finalmente tuvo éxito en la creación de un retrovirus que transformaría midiclorianos normales en maxiclorianos de larga duración.
Pero eso fue sólo el comienzo.
Con la atención paciente y minuciosa al detalle más mínimo e insignificante que era su sello distintivo, Tenebrous había codificado su retrovirus personalizado con su arma más poderosa: su propia consciencia.
Una vez completado, Tenebrous había liberado el virus en su propio torrente sanguíneo. Se había extendido por todo su cuerpo, infectando midiclorianos en cada una de sus células con presteza gratificante. No todos sus midiclorianos, sin embargo, ya que los maxiclorianos infectados ya no eran plenamente funcionales: infectarlos a todos habría cortado su propia conexión con la Fuerza. Un cese parcial de esta conexión era un sacrificio necesario, sin embargo, y a través de un largo proceso de ensayo y error, fue capaz de ajustar el efecto y limitarlo al único sector de sus poderes de la Fuerza que ya no le era necesario: su capacidad para detectar el movimiento del futuro.
¿De qué podía servirle la capacidad de ver un futuro que ya conocía?
Ahora, muerto al fin, pudo comenzar a disfrutar de los frutos de su trabajo de toda la vida. En la Fuerza, podía sentir que su cuerpo ya había sufrido una muerte cerebral irreversible, sin embargo, su conciencia se mantuvo, con plena conciencia, completamente funcional, y conectada a la Fuerza de una manera más íntima de lo que jamás hubiera creído que fuera posible. Liberado ahora de los crudos procesos biológicos que marcaban el paso del tiempo, Tenebrous descubrió que podía percibir el limitado tic-tac de cada nanosegundo individual y al mismo tiempo comprender el barrido completo de eones galácticos.
Junto al cadáver de Tenebrous, mientras Plagueis observaba cuidadosamente la desaparición de los midiclorianos de Tenebrous, los maxiclorianos estaban siendo sutil e invisiblemente transportados a través del espacio intermedio para instalarse en los ojos y la boca de Plagueis, en su piel y en una herida abierta en su espalda, donde entraron en el torrente sanguíneo del aprendiz y se metieron en sus células, liberando su carga viral de la mente de Tenebrous.
Perfecto. Y lo que lo hacía aún más perfecto era que su aprendiz nunca comprendería el juego de palabras irónico del nombre que Tenebrous le había dado: Plagueis.
El enfermo.
Impulsado por la voluntad del Maestro Sith, reforzada en el lado oscuro, el retrovirus se propagó a una velocidad increíble. Mientras transportaba su consciencia a través del cuerpo de su aprendiz, Tenebrous se encontró siendo placenteramente consciente de que estaba ganando acceso a los sentidos de Plagueis. Literalmente, podía sentir lo que Plagueis sentía, tanto la satisfacción con clínica frialdad por haber logrado con éxito el asesinato de Tenebrous... y la percepción de la Fuerza que permitía a Plagueis hacer el seguimiento de los últimos desvanecientes restos de los midiclorianos de Tenebrous no infectados.
¡Acceso completo a la percepción de la Fuerza de su aprendiz! Delicioso. Mejor de lo que Tenebrous se había permitido desear. Hmm... tal vez debería haber invertido algo de tiempo en entrenar de verdad al estúpido muun. Aprovechar los poderes de la Fuerza de Plagueis sería más entretenido si no estuvieran tan atrofiados por el desuso. Y sin embargo...
A medida que continuaba explorando, Tenebrous se dio cuenta poco a poco de todo el alcance de la conexión de su aprendiz con la Fuerza, que era mucho más profunda, más amplia y más poderosa de lo que Tenebrous había sospechado nunca. Reflexionó, con una punzada de presentimiento incómodo, que tal vez Plagueis tenía razón cuando sostenía que Tenebrous siempre le había subestimado.
Ahora Tenebrous tocaba los poderes de prospectiva de su aprendiz, que también eran mucho más desarrollados de lo que Tenebrous había creído. Por un momento. Tenebrous encontró que su percepción avanzaba en el tiempo hasta la propia muerte de Plagueis a manos de su aprendiz, quien sólo era visible como una mancha de oscuridad...
¡Una sombra!
Por un instante, Tenebrous sintió la angustia de la muerte de Plagueis... y sintió la ardiente agonía que sentía Plagueis... ¡ante su fracaso al no haber podido crear nunca el usuario de la Fuerza en el que Tenebrous debía convertirse! Iba a permitir a su propio aprendiz matarlo antes de tiempo...
Esto no podía ser. No podía ser contemplado, y mucho menos podía permitirse que sucediera. La furia compitió con el pánico mientras Tenebrous lanzaba su mente hacia el futuro, tratando de comprender cómo Plagueis podía ser tan complaciente, tan estúpido...
Tan ciego.
La punzante verdad le llegó a través de la creciente oscuridad que nublaba su previsión prestada. Pronto todo lo que podía ver del futuro era una mancha borrosa de sombras... conforme el retrovirus en que se había convertido infectaba cada célula de Plagueis. El retrovirus le había permitido sacrificar su capacidad de mirar hacia adelante en el tiempo... y por lo tanto había robado a su aprendiz su poder para sentir el futuro.
Lo que a su vez también sellaría su propio destino.
Su decidido propósito de buscar la vida eterna y el poder supremo sólo había logrado eso. Sería destruido por su propio triunfo.
Entregado ahora totalmente al pánico, Tenebrous dirigió su voluntad a deshacer el daño que había causado. Con todo su poder multiplicado, arrancó sus maxiclorianos fuera del cuerpo de Plagueis en un chorro de energía de la Fuerza desde sus ojos, su boca, la herida y todas las demás células. Tenía que pensar... tenía que encontrar una salida... o tal vez no. Tal vez no la hubiera
Tal vez lo mejor que podía esperar era la extinción lenta e inevitable de su consciencia conforme también sus maxiclorianos se desvanecían y se apagaban. Entonces, al menos, ya no tendría que retorcerse en la agonía de su auto-infligida derrota...
Si sus maxiclorianos desaparecían.
Porque se dio cuenta de que no estaba seguro de exactamente cuánto tiempo tardaría el proceso, pero desde luego no parecía estar perdiendo la consciencia. Se extendió con la Fuerza... tal vez pudiera sentir algo. Cualquier cosa. O incluso contactar con Plagueis, hacer notar su presencia de algún modo, ya que su aprendiz no le permitiría sobrevivir, no importa lo reducidos que fueran sus poderes...
Pero Plagueis no estaba ahí. No sólo Plagueis había desaparecido de alguna manera, sino que Tenebrous no podía sentir el menor rastro de que hubiera estado allí jamás... ¿qué estaba sucediendo? ¿Cómo podía ser eso?
El único rastro de vida orgánica que Tenebrous podía eran algunos antiguos restos momificados...
De un bith.
¿Cuánto tiempo había estado ahí? ¿Cuánto tiempo habría hecho falta para que desapareciera todo rastro de Plagueis? Estos restos tenían años, décadas, quizás siglos de antigüedad.
Tenebrous se preguntó, con terror creciente, si su retrovirus podría haber mutado de alguna manera, si sus efectos sobre los maxiclorianos podrían de alguna manera haber ido más allá de la escisión de la previsión.
¿Y si su vida eterna fuera... esto?
O peor aún: ¿y si su previsión no se hubiera eliminado, sino que de alguna manera hubiese sido retorcida sobre sí misma? ¿Y si sus restos eran antiguos porque esta era la milésima vez que revivía su muerte y la dolorosa revelación de su larga vida de auto-engaño... y si ésta era la millonésima vez que lo había revivido?
¿La milmillonésima?
Entonces lo supo, y en ese momento deseó tener aún una boca, porque realmente, realmente necesitaba gritar.
Morir, observó Tenebrous con leve sorpresa, estaba resultando ser no sólo agradable, sino totalmente maravilloso; si hubiera sospechado alguna vez lo mucho que iba a disfrutar del proceso, no habría perdido todas estas décadas esperando a que su necio aprendiz Plagueis lo asesinase.

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