David J. Williams y Mark S. Williams
Gina Moonsong abrió la compuerta de su cabina y se deslizó
por la escalerilla hasta la cubierta del hangar. Se retiró el casco de vuelo
para revelar su cabello pelirrojo con el corte radical que lucía desde
Dantooine, y se secó el sudor de su piel olivácea. Antes de poder entregar el
informe de vuelo al jefe de equipo, la atronadora voz de barítono del líder de
ala auxiliar resonó por el hangar.
-¡Vista al frente, cadete!
Moonsong se quedó inmóvil en posición de firmes,
con el fantasma de una sonrisa flotando al borde de la insubordinación mientras
el teniente Braylen Stramm acercaba su rostro al de ella para mirarla frente a
frente. Parecía todo lo molesto que podría estar cualquier oficial que acabara
de presenciar cómo un vital ejercicio de entrenamiento fracasaba... y aún más
cuando la orden para avanzar sobre la Flota Imperial podría llegar en cualquier
momento.
-Por los tres soles, ¿qué creías que estabas
haciendo, cadete?
Moonsong dudó mientras los pilotos salían de sus
naves a su alrededor. Las expresiones de sus rostros variaban desde el fastidio
-¿otra vez la extranjera causando
problemas?- hasta el interés profesional: ¿cómo iba a encargarse su comandante,
tan amigo de seguir el reglamento al pie de la letra, de la última infracción
de la niña problemática del escuadrón? Ella sostuvo la mirada de Stramm,
mirándole a los ojos, y sonrió sardónicamente.
-Completar la misión. Con éxito, señor.
-¿Con éxito? Los ordenadores no dicen eso. Fuiste destruida. Junto con la mitad del
escuadrón.
-Señor, obtuvimos tres impactos en el Destructor
Estelar. Señor.
-Salvo que eso no era un Destructor Estelar. Era un
puñado de drones en el espacio simulando la posición
de un Destructor Estelar. Y rompiste la formación para conseguir esos impactos.
Después de lo cual fuiste aniquilada.
-Con el debido respeto, señor, los cálculos que
envió el líder de ala eran erróneos.
-¿Y después de menos de cincuenta horas, tú eres
una experta pilotando un ala-B? Esto no es lo mismo que sacar contrabando de
Coruscant, cadete. Cuando salgamos a la batalla no será contra algún crucero de
seguridad local. Nos enfrentaremos a la Armada Imperial.
-Bueno, usted lo sabe todo acerca de ella, ¿no?
Un momento de silencio asombrado. Luego Stramm tomó
una respiración profunda para sancionar a Moonsong con un inevitable castigo
disciplinario. Pero antes de que pudiera hablar:
-Ya basta.
El comandante de ala Adon Fox se acercó a ambos a
grandes zancadas. Rechoncho y de rostro colorado, compensaba su falta de físico
de guerrero con reflejos y habilidad mental. Era conocido en toda la flota como
un extraordinario líder de pilotos. Pero ahora todo lo que podía hacer era
evitar que se mataran entre ellos.
-Voy a fingir que los últimos cinco segundos nunca
han tenido lugar –dijo-. Porque la cadete tiene razón. Mis números estaban
equivocados. –Moonsong comenzó a responder, pero Fox la interrumpió-: Pero en
lugar de comenzar un combate individual ahí fuera, debería habernos advertido
antes de lo que iba a hacer.
-Señor, no tenía tiempo...
-Pues saque tiempo de donde sea -dijo con una voz
tan fría y cortante que Moonsong supo que no era buena idea replicarle-. Todo
el sentido de un escuadrón de ataque de alas-B se basa en que la unión de las
naves actúa como un multiplicador de fuerzas. Si integramos nuestros vectores
de ataque, tenemos muchas más probabilidades de completar la misión con
éxito... y vivos. ¿Entendido?
-Sí, señor.
-No creo que ella lo entienda en absoluto –murmuró Stramm.
-Consiguió llevar a cabo la tarea, teniente; nadie
dijo nunca que esta guerra fuera a ser fácil.
Fox se volvió hacia una cabizbaja Moonsong. A la
cadete, los ojos negros del comandante le recordaban a los de su antiguo
mentor, Barthow Quince. Tenían ese mismo aspecto de decepción que le causaba un
nudo en el estómago.
-Esta no es su guerra personal, cadete. Si creyera
que serviría de algo, revocaría su estatus de vuelo aquí y ahora, pero,
francamente, ahora mismo no tenemos suficientes pilotos.
Alzó un poco más la voz, dejando que resonara por
toda la cubierta del hangar.
-Resulta que acabo de recibir nuestras órdenes del
almirante Ackbar. Mañana es la gran fiesta. La flota se traslada a Endor. Pero
no participaremos en el asalto principal. Salvaguardaremos las líneas de
comunicación de la flota y vigilaremos la reta...
-¿¡¿Retaguardia?!?
–Moonsong no pudo ocultar su decepción-. No he llegado hasta aquí sólo para...
-Ya basta, cadete. Tenemos nuestras órdenes. Pueden
retirarse.
Fox dio media vuelta sobre sus talones, y se alejó
a grandes pasos por la cubierta de vuelo. Tenía emociones encontradas acerca de
que el escuadrón no estuviera en primera línea. Por una parte, ansiaba
asestarle un golpe al Imperio. Pero (por mucho que odiara admitirlo) el
escuadrón simplemente no estaba listo. Y en cuanto a Stramm... lo hacía con
buena intención, pero, francamente, estaba poniendo demasiado empeño. Lo que
era de esperar; Stramm era un antiguo oficial de la Armada Imperial que estaba
acostumbrado a la disciplina estricta y a seguir la cadena de mando. Necesitaba
darse cuenta de que la Alianza no tenía los mismos recursos para entrenar a sus
pilotos. La mayoría de ellos nunca había pilotado cazas antes en toda su vida.
Demonios, la mayoría de los nuevos cadetes de vuelo procedían de mundos
perdidos con poca o ninguna experiencia militar.
Como era el caso de la tal Gina Moonsong. Como
tantos otros de los que poblaban la rebelión, carecía de entrenamiento formal y
había aprendido a pilotar en las rutas de contrabando de Coruscant. Puede que
Moonsong tuviera una constante aversión a las normas y regulaciones, pero no
podía negarse que era una piloto asombrosa. Ciertamente, mejor que él mismo,
tal vez incluso tan buena como el legendario Wedge Antilles.
Fox no pudo evitar sonreír mientras pensaba en la
auténtica razón de la fricción entre los dos pilotos. Pensaban que habían sido
muy cuidadosos, pero si Fox tenía algún don, era su capacidad de observación, y
había visto brillar la química entre ellos desde el momento en que se pusieron
los ojos encima por primera vez. Si habían llevado las cosas más lejos que
eso... bueno, eso no era asunto suyo. Las relaciones con subordinados eran algo
inaudito en la Armada Imperial, pero las cosas eran un poco más laxas en el
seno de la Rebelión, donde no había tales restricciones más allá de lo que cada
comandante de ala particular estuviera dispuesto a tolerar. Y Fox no sólo tenía
cosas más importantes de las que preocuparse, sino que no tenía intenciones de
establecer un doble rasero. En todo el escuadrón se chismorreaba acerca de cómo
los generales tonteaban con princesas, y si acaso la rebelión se había hecho más
fuerte por ello. El problema de Fox en su escuadrón no eran las relaciones
ilícitas; era el entrenamiento. Su gente aún estaba verde. Aún estaba asustada.
Él había estado igual, no hace tanto tiempo. Cuando
comenzó la Batalla de Hoth, él llevaba menos de un centenar de horas de vuelo,
y aun así pretendieron que pilotase su ala-X solitario como escolta de un
transporte de escape. Parecía una misión suicida, pero de algún modo no había
cedido y había sobrevivido. Con lo que no contaba era con que el transporte de
su esposa fuera destruido al despegar por el bloqueo de Destructores Estelares.
Pero después de eso, Fox no volvió a sentir miedo. A decir verdad, no sentía
gran cosa en los últimos tiempos. Y no tenía ningún problema con ello. Se
acostó en su catre, sabiendo que no habría forma de que lograse dormir antes de la operación del día siguiente.
Sabía exactamente por dónde vagarían sus sueños, y suponía que no tener sueños
en absoluto era mejor que enfrentarse a los fantasmas del pasado.
Stramm tampoco podía dormir.
Se preparó algo de café, y se sentó a examinar esquemas
de alas-B, alas-X, cazas TIE y Destructores Estelares. Por no hablar de la
Estrella de la Muerte original. Había repasado todos los informes de la Batalla
de Yavin; centrándose especialmente en los registros de las naves de Antilles y
Skywalker. Habían logrado lo imposible, pero incluso ellos no habían tenido que
enfrentarse con naves capitales custodiando la estación. Stramm sabía que esta
vez la Armada Imperial no sería tan laxa en las inmediaciones, especialmente
debido a que la estación distaba de estar operativa.
Conocía la lógica imperial, por supuesto... la
conocía de primera mano. Tendrían al menos un puñado de Destructores Estelares
disponibles, y probablemente emplearían gran cantidad de cazas TIE como
avanzada a larga distancia. El plan del almirante Ackbar de salir del
hiperespacio tan cerca de la Estrella de la Muerte como fuera posible parecía
ser el único curso de acción posible, pero la idea de llevarlo a cabo ponía
dolorosos nudos en el estómago de Stramm.
Sin embargo, no era la muerte lo que temía. Era el
fracaso. Su fe en la rebelión no era precisamente ilimitada; no se había
alistado porque creyera que podían ganar. Era sólo que estaba cansado de luchar
por una fuerza opresiva; de aplastar con su bota la garganta de provincianos
cuyo único delito era no postrarse con la suficiente rapidez. Hacía sólo un año
que había desertado de su puesto en la guarnición imperial de Naboo y se había
dirigido al Borde Exterior para unirse a la Alianza. Había terminado
estallando, pensando que era mejor morir luchando contra la tiranía que
continuar siendo su sumiso sirviente.
Y en ese momento parecía que finalmente iba a
conseguir cumplir su deseo.
El timbre de la puerta rompió su concentración.
Stramm estaba algo más que ligeramente sorprendido
cuando la abrió para encontrar a Moonsong allí de pie. Sus ojos esmeralda
parecían casi brillar en la oscuridad. La tomó del brazo y tiró de ella hacia
sus aposentos.
-¿Te ha visto venir alguien? –preguntó.
-Francamente, la gente tiene cosas más importantes
de las que preocuparse. –Moonsong señaló los esquemas-. ¿Haciendo un repaso de
última hora, teniente?
-¿Qué quieres, cadete?
Por un momento, ambos se miraron mutuamente.
Luego...
-Quiero disculparme –dijo ella.
-Eso es nuevo.
-Por lo que dije en el hangar. No pretendía
cuestionar tu lealtad. Estaba enfadada y eso no venía a cuento.
Stramm se encogió de hombros.
-Sólo estabas constatando un hecho.
-Sabes a qué me refiero.
-Claro. Yo también me calenté un poco... es sólo
porque...
Moonsong dio un paso adelante y le puso la mano
suavemente sobre el pecho.
-Sé por qué.
Stramm colocó su mano sobre la de ella.
-Vamos a salir de esta.
-No digas cosas que no sientas.
-¿Y qué quieres que diga?
-La verdad.
-La verdad es que nadie de nosotros sabe lo que va
a ocurrir mañana.
Eso la hizo reír a carcajadas.
-¿Qué es tan divertido? –preguntó él.
-“Nadie de nosotros sabe lo que va a ocurrir mañana”...
por eso precisamente tenemos posibilidades de éxito.
Él sonrió ante esa idea, y la atrajo hacia sí.
1 En el original, Blade Squadron. A la hora de traducir el nombre, traté de encontrar
una palabra que comenzara con la letra B, como las naves usadas en el escuadrón
(alas-B) y que fuera sinónimo de hoja o filo (blade). Encontré la palabra “bastarda”, que se refiere a un tipo de
espada. Decidí que, pese a perder el sentido original de “hoja” o “filo”, y a
la posible malsonancia y sentido peyorativo de la palabra, “Escuadrón Bastardo”
podría ser un nombre adecuado, en la línea de otro famoso escuadrón con nombre
“denigrante” (el “Escuadrón Rebelde” o “Pícaro”). Por otra parte, al contar la
historia con personajes indisciplinados embarcados en una misión suicida, me
pareció un divertido guiño a la película “Malditos Bastardos (Inglourious Basterds)” de Tarantino. En
todo caso, como en otras ocasiones que me he encontrado con dudas en alguna
traducción, estoy abierto a sugerencias para modificarla y/o mejorarla. (N. del T.)
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