jueves, 27 de febrero de 2014

Y con Leebo somos tres (y II)


Como Eaden había previsto, Kood Gareeda no apareció; despegaron sin él. Apenas habían escapado del pozo de gravedad del planeta y entrado en el espacio profundo, cuando fueron contactados.
-Deténganse –dijo una voz rasposa por el comunicador, hablando en shyriiwook, como Dash advirtió con sorpresa.
-¿Quién lo dice? –preguntó.
-Lo dice Kravengash, socio comercial de Hox Bilan.
Dash parpadeó ante el comunicador. Ninguno de los nombres significaba nada para él, pero la frase “socio comercial” sí. Significaba “Problemas” con P de Pistola Bláster mayúscula. Tan lejos en el Borde, el ubicuo sindicato del crimen Sol Negro era poco más que un nombre; aún así, seguía siendo un nombre que inspiraba precaución. Incluso el Imperio vigilaba sus pasos cerca de la organización criminal interplanetaria. Dash se los había cruzado en su camino más de una vez y los odiaba con pasión; una emoción que muchos criminales comunes compartían de corazón, aunque la aversión de Dash iba bastante más allá. Sin embargo, no tenía tiempo para pensar en eso ahora.
Según tenía entendido, ahí fuera en el espacio profundo estaba el sueño de la mayoría de los pequeños traficantes de órganos, contrabandistas de especia, y proveedores de otras mercancías de procedencia dudosa: poder realizar algún día algo de tal audacia criminal como para ser reconocidos por los señores del crimen de los bajos fondos galácticos... convertirse en un “ser hecho y derecho”, por así decirlo.
Dash apretó los dientes. Había pensado –esperaba- que alejándose tanto finalmente se libraría de toda esa molesta tropa de rebanagaznates, al menos de momento. Así tal vez podría al menos dejar que algunos recuerdos se asienten antes de volver al centro más “civilizado”.
Aparentemente no iba a ser así.
-Parece que ahora sabemos por qué Kood Gareeda estaba tan ansioso por cerrar su trato con nosotros –dijo Eaden suavemente.
-¿Tú crees? –Dash apagó el comunicador-. Hora de irse. Preparado para velocidad luz.
Pero el wookiee estaba impaciente; comenzó a disparar antes de que pudieran saltar. Rayos de partículas cargadas les pasaron rozando, lo bastante cerca para chamuscar la pintura.
Dash inclinó la nave a babor, pero no lo bastante rápido; un rayo chocó contra los deflectores traseros, agitando al Escolta y sacudiendo a su tripulación. Una lluvia de chispas surgió de la consola.
Eaden miró a Dash.
-El hipermotor está...
-Apagado de nuevo, sí, me he dado cuenta.
Aceleró los impulsores, lanzó la nave en una parábola cerrada y comenzó a buscar cobertura. No había nada salvo la lisa negrura del espacio, con unas pocas estrellas parpadeando...
Muy pocas, se dio cuenta.
En algún lugar cercano había una fuente de luz lo bastante grande como para diluir la luz de las estrellas. Dash miró al indicador de masa y rápidamente localizó la fuente: un inmenso gigante gaseoso, de más de 200.000 kilómetros de diámetro. No se paró a pensarlo. Hizo virar la nave a babor y hacia arriba.
-¡Necesito cálculos, Leebo! Traza una órbita de catapulta alrededor del gigante de gas. Si podemos lograr suficiente velocidad, podemos hacer arrancar el hipermotor.
-¿Y qué le hace pensar que puedo hacer eso? –preguntó Leebo-. Y si por alguna casualidad pudiera, la integridad del casco se vería comprometida, y...
-¡Los disparos de esa nave de guerra comprometerán la integridad del casco bastante más, cabeza de tornillo! Gareeda dijo que la navegación orbital formaba parte de tu paquete. Así que dame esas cifras o comenzaré a soltar lastre... ¿Adivinas qué es lo primero en salir por la esclusa?
-Su punto es convincente –dijo Leebo. Un instante después, el droide recitó un complejo cálculo.
-Impleméntalo –dijo Dash a Eaden con voz tensa.
-No hay tiempo para comprobar la secuencia –protestó Eaden-. Si se ha confundido aunque sólo sea en un decimal...
Hazlo!
El crucero del wookiee se cernía detrás de ellos, tan cerca como si estuviera enganchada en un rayo tractor, cuando Dash lanzó al Escolta hacia los lejanos confines de la atmósfera del gigantesco planeta.
Tras él, Leebo recitaba coordenadas, velocidades y vectores.
-Perigeo óptimo dentro de doce coma nueve segundos... incrementar impulso en cero coma ochenta y uno... a mi señal, giro de noventa y siete grados en vertical, treinta y siete grados a estribor –dijo el droide-. Cuatro... tres... dos… uno... ¡Ahora!
Eaden hizo las correcciones mientras Dash activaba los impulsores. El Escolta salió disparado del pozo de gravedad del gigante gaseoso como un láser reflejado en un espejo de duracero perdiéndose en el vacío... lo bastante cerca del crucero como para ver su propio reflejo distorsionado en su fuselaje.
Muy bien! –exclamó Dash. La nave vibraba con la combinación de la velocidad, la gravedad, y el empuje de sus propios motores. Le rechinaron los dientes, pero el casco aguantó.
-Tenemos hipermotor –dijo Eaden, con la mirada fija en los instrumentos.
-Actívalo. Larguémonos de este sistema.
El crucero estaba girando, pero no había forma de que completase la maniobra a tiempo. Eaden lanzó al Escolta al hiperespacio. Las estrellas se difuminaron, y un momento después desaparecieron del espacio normal.
-Mi anterior amo no me habría gritado –se quejó Leebo.
Dash le miró con furia, empezando a perder la paciencia.
-Sólo decía que... –comenzó a añadir el droide.
Eaden se aclaró la garganta.
Dash se volvió hacia él.
-¿Qué?
-Parece que hemos perdido a Kravengash –dijo el nautolano, con voz exasperantemente suave.
-¿Sí? –Dash activó ambos escáneres, tanto de corto como de largo alcance. No se detectaban huellas de hipermotor-. ¿Todavía crees que Leebo ha sido una mala inversión? Si no hubiera estado aquí, seríamos plasma.
Eaden no dijo nada.
-¿Qué, demasiado testarudo para admitir que estabas equivocado?
-En absoluto. Simplemente me estaba preguntando qué quería de nosotros ese tal Hox Bilan.
Dash se encogió de hombros.
-¿Dónde quieres llegar con esto?
-Antes en la cantina, resultaba obvio que esos cuatro matones estaban buscando algo que creían que teníamos.
Dash se volvió para mirar al droide. No le gustaba a dónde les estaba llevando esa conversación.
-Puede que tuvieran una razón perfectamente legítima...
-Y supongo que es una coincidencia que Kood Gareeda no esté en esta nave, a pesar de que estaba desesperado por escapar a Rodia. Y también que un jefe criminal local trate de detenernos justo después de despegar.
Dash parpadeó. Sí. No hacía falta ser astrofísico para calcular la intersección de esos caminos.
-Pon el piloto automático. Tú, yo y Leebo vamos a bajar a la sala de descanso para tener una pequeña charla...

***

-Me vendió. Aún no puedo creerlo.
-Sí, sí, eso ya ha quedado claro. Sigamos. ¿Por qué ese Hox Bilan podría estar buscándote, con tanto interés como para enviar matones y un crucero?
-Ni idea. No he hecho nada que justifique tal acción... que yo recuerde.
-¿Y qué hay de Gareeda? ¿Hizo él algo?
-¿Aparte de irritar al público por carecer dolorosamente de gracia? –El droide agitó sus hombros en lo que podría considerarse el equivalente a encogerlos-. Aunque probablemente no era tan malo como para que un criminal de carrera pusiera precio a su cabeza. Probablemente no.
-Siento curiosidad –dijo Eaden-. ¿Por qué le tienes tanto afecto?
Leebo dudó.
-Me programó para que me cayera bien.
Dash se rio.
-Eso sí es gracioso.
-Su cara es graciosa. –El tono de Leebo era decididamente malhumorado.
Eaden había estado estudiando detenidamente al droide.
-Ese perno de contención está consumiendo demasiada energía –dijo entonces.
Dash le miró.
-¿Y por qué sabes eso?
-Una vez trabajé en la seguridad de una fábrica de droides en Coruscant. Eso no es un diseño estándar.
-Toma una llave y echémosle un vistazo.
Eaden retiró el perno. Cuando le dio la vuelta, una varilla corta y estrecha cayó sobre la mesa.
-Hmm. Eso parece ser una micro-vara de datos.
Dash recogió el pequeño dispositivo, que era tan largo como la uña de su pulgar y con una octava parte de su anchura. Miró a Leebo.
-¿Tienes una ranura de lectura?
-Desde luego. –Leebo tomó la vara de datos que le ofrecían y se la introdujo presionando en la punta de un dedo. Hubo una breve pausa-. Está encriptado.
Claro que lo está.
-¿Puedes descifrar el código? –preguntó Dash.
-Con tiempo.
Dash lanzó un juramento en voz baja. Se apostaría el Escolta y todo su contenido a que la vara de datos pertenecía a Bilan y que el criminal quería recuperarla. Con todas sus ganas.
Esto era malo... pero tal vez no malo del todo. Tal vez pudieran llegar a un trato. Si pudieran convencer a Kravengash de que ni sabían ni les importaba lo que había en la vara de datos...
Hey, lo hemos obtenido por error, no sabemos qué es, ni nos importa, con gusto os lo devolvemos, y si queréis, no sé, darnos alguna cosilla por las molestias, pues también nos parecería bien.
Que esos bandidos fueran más bien de poca monta podría jugar realmente en su favor. La mayoría de ellos eran apenas más sofisticados que piratas espaciales. Seguramente podría escapar de sus hostilidades con un poco de labia.
Podría ser peor...

***

Una hora más tarde, Leebo entró en la cabina.
-He descifrado la vara de datos.
-¿Y...? –dijo Dash.
-Es una lista de los vigos del Sol Negro en el Tercer Cuadrante, junto con registros de datos de sus transacciones en los últimos seis meses, pérdidas y beneficios, junto con nombres de las personas que tienen en nómina... incluyendo policías, militares, jueces y políticos.
Dash se le quedó mirando, sin habla.
-¿Todo eso...?
-Para empezar.
De acuerdo, no podría ser peor.
-Finjamos que no hemos escuchado esto. –Miró a Leebo-. Y tú olvida que lo sabes.
-Un poco difícil sin borrarme la memoria.
Dash sintió como si un wampa le hubiera dado un puñetazo en la cabeza.
Estaba literalmente aturdido, sin habla.
-¿Cómo... cómo ha...?
-No importa –dijo Eaden.
Dash le miró fijamente.
-Lo más probable es que el rodiano necesitase dinero y accediera a transportar, o a dejar que Leebo transportara, los datos. –Miró al droide-. ¿Tienes alguna idea del destino final de la vara?
-Lo siento. A mi amo le gustaba la frase “No tienes por qué saberlo”.
Eaden planteó lo obvio:
-Este conocimiento nos convierte en un peligro tanto para el Sol Negro como para el Imperio. Los imperiales moverían planetas para obtener estos datos. Con ellos podrían barrer una gran parte de la organización criminal en el Tercer Cuadrante. El Sol Negro quiere esto, obviamente, y cualquiera que puede haber tenido constancia de su contenido será vaporizado.
Dash miró al droide.
-Probablemente haya alguna especie de transpondedor en la vara de datos. Así es como te rastrearon.
-Oh, me siento tan querido. ¿No podemos eyectarla al espacio y dejar que la encuentren?
-Podrían saber su ha sido descodificada, y eso no nos interesa –dijo Eaden-. La única esperanza que tenemos de sobrevivir es asegurarnos, de algún modo, que ellos (Bilan, el Sol Negro, el Imperio, quien quiera que la encuentre primero) piensen que nunca supimos de su existencia, y mucho menos de su contenido.
-¿Ayudaría –preguntó Leebo- si pudiéramos estar de repente al otro lado de la galaxia?
-Desde luego, no haría ningún daño. ¿Qué tienes en mente?

***

Se estaban acercando a un sistema estelar binario, donde una antigua puerta de salto hutt, aunque oficialmente fuera de servicio, seguía operativa, mantenida por un grupo de contrabandistas que ofrecía pasaje para naves con prisa... a un precio, por supuesto.
Conforme se fueron acercando, advirtieron dos cosas: Primero, que las comunicaciones estaban en silencio; la tripulación de la puerta no respondía. ¿Era que el comunicador no funcionaba, o que la tripulación no estaba atendiendo?
¿O algo peor?
-Extraño –murmuró Leebo. Sus ópticas se desenfocaron por un instante, lo que Dash sabía que era el equivalente droide de un pensamiento profundo.
Dash se distrajo de pronto por un ¡ping! del sensor de popa.
Kravengash se acercaba rápidamente por detrás.
-Capitán Rendar, tenemos un problema –dijo Leebo.
-Lo sé. La tripulación de la puerta no está y el wookiee vuelve a pisarnos los talones.
-Esos son los menores de nuestros problemas. –El droide señaló un holoesquema del sistema estelar-. La estrella secundaria de este sistema es una enana blanca.
-¿Y?
-Mis sensores muestran que ha acumulado suficiente materia degenerada de la primaria para acercarla a su masa crítica.
Dash se quedó mirando la pantalla delantera, que mostraba una vista asombrosa del sistema binario. Una lista de dígitos alfanuméricos fue descendiendo por la pantalla.
-¿Cómo de cerca? ¿Milenios? ¿Siglos? ¿Años?
-Cerca de once...
Dash sintió una ráfaga de alivio.
-¿Once años? Eso no es tan...
-...minutos.
Dash se quedó sin habla. ¿Once minutos para que la estrella se convirtiera en supernova, produciendo, por unos breves instantes, más energía que el resto de billones de estrellas de la galaxia combinadas? ¡No podrían escapar de eso! No era de extrañar que la tripulación de la puerta no estuviera a la vista. Esa operación estaba a punto de cerrarse para mucho, mucho tiempo...
-¡No dijiste nada de esto! ¡Todo lo que dijiste es que había una puerta de salto cerca de un sistema binario!
-Y tenía razón.
-Sí –dijo Dash, furioso-. Felicidades. ¡Podrías haber mencionado la estrella que dentro de... –miró su crono-... nueve minutos convertirá esta nave y a nosotros con ella en una nube de quarks!
-Bueno, ¿cómo iba a saberlo? Una estrella existe durante miles de millones de años; había una probabilidad literalmente astronómica de que...
-Basta. Tenemos que cruzar la puerta –dijo Eaden-. Y no podemos hacerlo con Kravengash bloqueándonos el paso. Nos acribillarán cuando deceleremos para la transición.
La mente de Dash trabajaba a plena máquina.
-Tal vez no lo sepa. Si se lo contamos, tal vez ambos podamos salir de...
-Oh, lo sabe –dijo Eaden-. Sin duda le han dicho que le espera una muerte lenta y dolorosa si fracasa en recuperar la vara de datos. Así que, para él, se trata de elegir entre una prolongada tortura, o una aniquilación tan rápida que nunca llegaría a sentir nada.
-Eso no nos ayuda –dijo Dash-. En cuatro minutos todos seremos rayos gamma.
-Los distraeré –dijo Leebo-
Dash parpadeó.
-¿Cómo?
-Tomaré una capsula de escape y les hostigaré. ¿Están armadas las cápsulas?
-Sí, pero...
-Ustedes pueden realizar el tránsito en la puerta mientras yo mantengo ocupado al wookiee. Después de unos minutos, ya no les seguirá más.
-Ni tú tampoco –señaló Eaden.
Los servos de Leebo gimieron mientras se encogía de hombros.
-En sólo unas horas, han sido más amables conmigo de lo que nunca habían sido mis anteriores dueños. Se lo debo.

***

Cuando el wookiee se preparaba para el golpe final, la cápsula de escape de Leebo salió disparada por arriba y comenzó a disparar. Los blásters de la cápsula no eran gran cosa, pero bastaban para que Kravengash tuviera que ocuparse de ellos.
Dash observó por el parabrisas.
-Hasta siempre, Leebo –murmuró.
Miró la vara de datos que tenía en la mano. Pensó en quedarse con ella... durante unos tres segundos. Luego la arrojó al espacio. Buena suerte para encontrarla después de que estalle la estrella.
Dash dirigió el Escolta hacia la puerta y Eaden activó el código de entrada. Dash esperaba que aún funcionase; de otro modo iban a quedarse atrapados en el lado equivocado de la puerta, dentro la esfera letal de una supernova.
Con un minuto y diez segundos de tiempo restante, activó los impulsores...
...y sintió el familiar tirón de la transferencia de energía mientras la puerta los lanzaba a otra parte de la galaxia.
-Lástima lo del droide –dijo Eaden cuando estuvieron a salvo al otro lado del salto-. Estaba comenzando a... Qué raro.
-¿Qué? –Dash siguió la mirada de Eaden hacia el parabrisas.
La puerta estaba dilatándose de nuevo.
No. El wookiee no.
Hubo un destello de luz y la cápsula salvavidas salió despedida de la puerta.
No puede ser. Dash activó el comunicador.
-¿Leebo?
La cara del droide apareció en la pantalla holográfica superpuesta en el parabrisas delantero.
-¿Esperaba a alguien más?
-¿Cómo...?
-No tengo ni idea. Estaba entre la nave y la puerta, luchando noblemente por sus vidas...
-Sí –dijo Eaden-. ¿Y por casualidad el crucero estaba eclipsando el sistema estelar cuando la estrella se convirtió en nova?
-Tal vez...
-Ah –dijo Eaden-. La energía de la supernova interactuó con la hipermateria de los motores de ambas naves para crear un hiper-pliegue local en el espacio tiempo que te protegió. Sólo hizo falta que la masa del crucero protegiera a la cápsula por una fracción de segundo.
Dash se le quedó mirando como si le hubiera crecido una segunda cabeza.
Eaden se encogió de hombros.
-Hiper-física elemental... para un droide con la programación adecuada.
Dash Miró a Leebo con gesto torcido.
-Así que tenías pensada esa maniobra desde el principio. Y me hiciste creer que ibas a sacrificarte por nosotros.
-Me siento insultado –dijo Leebo-. Asumí esa peligrosa misión con lealtad, altruismo, sin pensar en mi propia seguridad...
-Y una boñiga de bantha –dijo Dash con una sonrisa-. Sube a bordo. Y bienvenido a la tripulación, Hombre de Hojalata...

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