Como Eaden había previsto, Kood Gareeda no
apareció; despegaron sin él. Apenas habían escapado del pozo de gravedad del
planeta y entrado en el espacio profundo, cuando fueron contactados.
-Deténganse –dijo una voz rasposa por el
comunicador, hablando en shyriiwook, como Dash advirtió con sorpresa.
-¿Quién lo dice? –preguntó.
-Lo dice Kravengash, socio comercial de Hox Bilan.
Dash parpadeó ante el comunicador. Ninguno de los
nombres significaba nada para él, pero la frase “socio comercial” sí.
Significaba “Problemas” con P de Pistola Bláster mayúscula. Tan lejos en el
Borde, el ubicuo sindicato del crimen Sol Negro era poco más que un nombre; aún
así, seguía siendo un nombre que inspiraba precaución. Incluso el Imperio
vigilaba sus pasos cerca de la organización criminal interplanetaria. Dash se
los había cruzado en su camino más de una vez y los odiaba con pasión; una
emoción que muchos criminales comunes compartían de corazón, aunque la aversión
de Dash iba bastante más allá. Sin embargo, no tenía tiempo para pensar en eso
ahora.
Según tenía entendido, ahí fuera en el espacio
profundo estaba el sueño de la mayoría de los pequeños traficantes de órganos,
contrabandistas de especia, y proveedores de otras mercancías de procedencia
dudosa: poder realizar algún día algo de tal audacia criminal como para ser
reconocidos por los señores del crimen de los bajos fondos galácticos...
convertirse en un “ser hecho y derecho”, por así decirlo.
Dash apretó los dientes. Había pensado –esperaba- que alejándose tanto
finalmente se libraría de toda esa molesta tropa de rebanagaznates, al menos de
momento. Así tal vez podría al menos dejar que algunos recuerdos se asienten antes
de volver al centro más “civilizado”.
Aparentemente no iba a ser así.
-Parece que ahora sabemos por qué Kood Gareeda
estaba tan ansioso por cerrar su trato con nosotros –dijo Eaden suavemente.
-¿Tú crees? –Dash apagó el comunicador-. Hora de
irse. Preparado para velocidad luz.
Pero el wookiee estaba impaciente; comenzó a
disparar antes de que pudieran saltar. Rayos de partículas cargadas les pasaron
rozando, lo bastante cerca para chamuscar la pintura.
Dash inclinó la nave a babor, pero no lo bastante
rápido; un rayo chocó contra los deflectores traseros, agitando al Escolta y sacudiendo a su tripulación.
Una lluvia de chispas surgió de la consola.
Eaden miró a Dash.
-El hipermotor está...
-Apagado de nuevo, sí, me he dado cuenta.
Aceleró los impulsores, lanzó la nave en una
parábola cerrada y comenzó a buscar cobertura. No había nada salvo la lisa
negrura del espacio, con unas pocas estrellas parpadeando...
Muy
pocas, se dio cuenta.
En algún lugar cercano había una fuente de luz lo
bastante grande como para diluir la luz de las estrellas. Dash miró al
indicador de masa y rápidamente localizó la fuente: un inmenso gigante gaseoso,
de más de 200.000
kilómetros de diámetro. No se paró a pensarlo. Hizo
virar la nave a babor y hacia arriba.
-¡Necesito cálculos, Leebo! Traza una órbita de
catapulta alrededor del gigante de gas. Si podemos lograr suficiente velocidad,
podemos hacer arrancar el hipermotor.
-¿Y qué le hace pensar que puedo hacer eso?
–preguntó Leebo-. Y si por alguna casualidad pudiera, la integridad del casco se vería comprometida, y...
-¡Los disparos de esa nave de guerra comprometerán
la integridad del casco bastante más, cabeza de tornillo! Gareeda dijo que la
navegación orbital formaba parte de tu paquete. Así que dame esas cifras o
comenzaré a soltar lastre... ¿Adivinas qué es lo primero en salir por la
esclusa?
-Su punto es convincente –dijo Leebo. Un instante
después, el droide recitó un complejo cálculo.
-Impleméntalo –dijo Dash a Eaden con voz tensa.
-No hay tiempo para comprobar la secuencia
–protestó Eaden-. Si se ha confundido aunque sólo sea en un decimal...
-¡Hazlo!
El crucero del wookiee se cernía detrás de ellos,
tan cerca como si estuviera enganchada en un rayo tractor, cuando Dash lanzó al
Escolta hacia los lejanos confines de
la atmósfera del gigantesco planeta.
Tras él, Leebo recitaba coordenadas, velocidades y
vectores.
-Perigeo óptimo dentro de doce coma nueve
segundos... incrementar impulso en cero coma ochenta y uno... a mi señal, giro
de noventa y siete grados en vertical, treinta y siete grados a estribor –dijo
el droide-. Cuatro... tres... dos… uno... ¡Ahora!
Eaden hizo las correcciones mientras Dash activaba
los impulsores. El Escolta salió
disparado del pozo de gravedad del gigante gaseoso como un láser reflejado en
un espejo de duracero perdiéndose en el vacío... lo bastante cerca del crucero
como para ver su propio reflejo distorsionado en su fuselaje.
-¡Muy bien!
–exclamó Dash. La nave vibraba con la combinación de la velocidad, la gravedad,
y el empuje de sus propios motores. Le rechinaron los dientes, pero el casco
aguantó.
-Tenemos hipermotor –dijo Eaden, con la mirada fija
en los instrumentos.
-Actívalo. Larguémonos de este sistema.
El crucero estaba girando, pero no había forma de
que completase la maniobra a tiempo. Eaden lanzó al Escolta al hiperespacio. Las estrellas se difuminaron, y un momento
después desaparecieron del espacio normal.
-Mi anterior amo no me habría gritado –se quejó
Leebo.
Dash le miró con furia, empezando a perder la
paciencia.
-Sólo decía que... –comenzó a añadir el droide.
Eaden se aclaró la garganta.
Dash se volvió hacia él.
-¿Qué?
-Parece que hemos perdido a Kravengash –dijo el
nautolano, con voz exasperantemente suave.
-¿Sí? –Dash activó ambos escáneres, tanto de corto
como de largo alcance. No se detectaban huellas de hipermotor-. ¿Todavía crees
que Leebo ha sido una mala inversión? Si no hubiera estado aquí, seríamos
plasma.
Eaden no dijo nada.
-¿Qué, demasiado testarudo para admitir que estabas
equivocado?
-En absoluto. Simplemente me estaba preguntando qué
quería de nosotros ese tal Hox Bilan.
Dash se encogió de hombros.
-¿Dónde quieres llegar con esto?
-Antes en la cantina, resultaba obvio que esos
cuatro matones estaban buscando algo que creían que teníamos.
Dash se volvió para mirar al droide. No le gustaba
a dónde les estaba llevando esa conversación.
-Puede que tuvieran una razón perfectamente
legítima...
-Y supongo que es una coincidencia que Kood Gareeda
no esté en esta nave, a pesar de que estaba desesperado por escapar a Rodia. Y
también que un jefe criminal local trate de detenernos justo después de
despegar.
Dash parpadeó. Sí. No hacía falta ser astrofísico
para calcular la intersección de esos
caminos.
-Pon el piloto automático. Tú, yo y Leebo vamos a
bajar a la sala de descanso para tener una pequeña charla...
***
-Me vendió.
Aún no puedo creerlo.
-Sí, sí, eso ya ha quedado claro. Sigamos. ¿Por qué
ese Hox Bilan podría estar buscándote, con tanto interés como para enviar
matones y un crucero?
-Ni idea. No he hecho nada que justifique tal
acción... que yo recuerde.
-¿Y qué hay de Gareeda? ¿Hizo él algo?
-¿Aparte de irritar al público por carecer
dolorosamente de gracia? –El droide agitó sus hombros en lo que podría
considerarse el equivalente a encogerlos-. Aunque probablemente no era tan malo
como para que un criminal de carrera pusiera precio a su cabeza. Probablemente
no.
-Siento curiosidad –dijo Eaden-. ¿Por qué le tienes
tanto afecto?
Leebo dudó.
-Me programó para que me cayera bien.
Dash se rio.
-Eso sí
es gracioso.
-Su cara
es graciosa. –El tono de Leebo era decididamente malhumorado.
Eaden había estado estudiando detenidamente al
droide.
-Ese perno de contención está consumiendo demasiada
energía –dijo entonces.
Dash le miró.
-¿Y por qué sabes eso?
-Una vez trabajé en la seguridad de una fábrica de
droides en Coruscant. Eso no es un diseño estándar.
-Toma una llave y echémosle un vistazo.
Eaden retiró el perno. Cuando le dio la vuelta, una
varilla corta y estrecha cayó sobre la mesa.
-Hmm. Eso parece ser una micro-vara de datos.
Dash recogió el pequeño dispositivo, que era tan
largo como la uña de su pulgar y con una octava parte de su anchura. Miró a Leebo.
-¿Tienes una ranura de lectura?
-Desde luego. –Leebo tomó la vara de datos que le
ofrecían y se la introdujo presionando en la punta de un dedo. Hubo una breve
pausa-. Está encriptado.
Claro que lo
está.
-¿Puedes descifrar el código? –preguntó Dash.
-Con tiempo.
Dash lanzó un juramento en voz baja. Se apostaría
el Escolta y todo su contenido a que
la vara de datos pertenecía a Bilan y que el criminal quería recuperarla. Con
todas sus ganas.
Esto era malo... pero tal vez no malo del todo. Tal vez pudieran llegar a un
trato. Si pudieran convencer a Kravengash de que ni sabían ni les importaba lo
que había en la vara de datos...
Hey, lo hemos
obtenido por error, no sabemos qué es, ni nos importa, con gusto os lo
devolvemos, y si queréis, no sé, darnos alguna cosilla por las molestias, pues
también nos parecería bien.
Que esos bandidos fueran más bien de poca monta
podría jugar realmente en su favor. La mayoría de ellos eran apenas más
sofisticados que piratas espaciales. Seguramente podría escapar de sus hostilidades
con un poco de labia.
Podría
ser peor...
***
Una hora más tarde, Leebo entró en la cabina.
-He descifrado la vara de datos.
-¿Y...? –dijo Dash.
-Es una lista de los vigos del Sol Negro en el
Tercer Cuadrante, junto con registros de datos de sus transacciones en los
últimos seis meses, pérdidas y beneficios, junto con nombres de las personas
que tienen en nómina... incluyendo policías, militares, jueces y políticos.
Dash se le quedó mirando, sin habla.
-¿Todo eso...?
-Para empezar.
De acuerdo, no
podría ser peor.
-Finjamos que no hemos escuchado esto. –Miró a
Leebo-. Y tú olvida que lo sabes.
-Un poco difícil sin borrarme la memoria.
Dash sintió como si un wampa le hubiera dado un
puñetazo en la cabeza.
Estaba literalmente aturdido, sin habla.
-¿Cómo... cómo ha...?
-No importa –dijo Eaden.
Dash le miró fijamente.
-Lo más probable es que el rodiano necesitase
dinero y accediera a transportar, o a dejar que Leebo transportara, los datos.
–Miró al droide-. ¿Tienes alguna idea del destino final de la vara?
-Lo siento. A mi amo le gustaba la frase “No tienes
por qué saberlo”.
Eaden planteó lo obvio:
-Este conocimiento nos convierte en un peligro
tanto para el Sol Negro como para el Imperio. Los imperiales moverían planetas
para obtener estos datos. Con ellos podrían barrer una gran parte de la
organización criminal en el Tercer Cuadrante. El Sol Negro quiere esto,
obviamente, y cualquiera que puede haber tenido constancia de su contenido será vaporizado.
Dash miró al droide.
-Probablemente haya alguna especie de transpondedor
en la vara de datos. Así es como te rastrearon.
-Oh, me siento tan querido. ¿No podemos eyectarla
al espacio y dejar que la encuentren?
-Podrían saber su ha sido descodificada, y eso no
nos interesa –dijo Eaden-. La única esperanza que tenemos de sobrevivir es
asegurarnos, de algún modo, que ellos (Bilan, el Sol Negro, el Imperio, quien
quiera que la encuentre primero) piensen que nunca supimos de su existencia, y
mucho menos de su contenido.
-¿Ayudaría –preguntó Leebo- si pudiéramos estar de
repente al otro lado de la galaxia?
-Desde luego, no haría ningún daño. ¿Qué tienes en
mente?
***
Se estaban acercando a un sistema estelar binario,
donde una antigua puerta de salto hutt, aunque oficialmente fuera de servicio,
seguía operativa, mantenida por un grupo de contrabandistas que ofrecía pasaje
para naves con prisa... a un precio, por supuesto.
Conforme se fueron acercando, advirtieron dos
cosas: Primero, que las comunicaciones estaban en silencio; la tripulación de
la puerta no respondía. ¿Era que el comunicador no funcionaba, o que la
tripulación no estaba atendiendo?
¿O algo peor?
-Extraño –murmuró Leebo. Sus ópticas se
desenfocaron por un instante, lo que Dash sabía que era el equivalente droide
de un pensamiento profundo.
Dash se distrajo de pronto por un ¡ping! del sensor de popa.
Kravengash se acercaba rápidamente por detrás.
-Capitán Rendar, tenemos un problema –dijo Leebo.
-Lo sé. La tripulación de la puerta no está y el
wookiee vuelve a pisarnos los talones.
-Esos son los menores de nuestros problemas. –El
droide señaló un holoesquema del sistema estelar-. La estrella secundaria de
este sistema es una enana blanca.
-¿Y?
-Mis sensores muestran que ha acumulado suficiente
materia degenerada de la primaria para acercarla a su masa crítica.
Dash se quedó mirando la pantalla delantera, que
mostraba una vista asombrosa del sistema binario. Una lista de dígitos
alfanuméricos fue descendiendo por la pantalla.
-¿Cómo de cerca? ¿Milenios? ¿Siglos? ¿Años?
-Cerca de once...
Dash sintió una ráfaga de alivio.
-¿Once años? Eso no es tan...
-...minutos.
Dash se quedó sin habla. ¿Once minutos para que la estrella se convirtiera en supernova,
produciendo, por unos breves instantes, más energía que el resto de billones de
estrellas de la galaxia combinadas? ¡No podrían escapar de eso! No era de
extrañar que la tripulación de la puerta no estuviera a la vista. Esa operación
estaba a punto de cerrarse para mucho, mucho
tiempo...
-¡No dijiste nada de esto! ¡Todo lo que dijiste es
que había una puerta de salto cerca de un sistema binario!
-Y tenía razón.
-Sí –dijo Dash, furioso-. Felicidades. ¡Podrías haber mencionado la estrella que
dentro de... –miró su crono-... nueve
minutos convertirá esta nave y a nosotros con ella en una nube de quarks!
-Bueno, ¿cómo iba a saberlo? Una estrella existe
durante miles de millones de años; había una probabilidad literalmente astronómica de que...
-Basta. Tenemos
que cruzar la puerta –dijo Eaden-. Y no podemos hacerlo con Kravengash
bloqueándonos el paso. Nos acribillarán cuando deceleremos para la transición.
La mente de Dash trabajaba a plena máquina.
-Tal vez no lo sepa. Si se lo contamos, tal vez
ambos podamos salir de...
-Oh, lo sabe –dijo Eaden-. Sin duda le han dicho
que le espera una muerte lenta y dolorosa si fracasa en recuperar la vara de
datos. Así que, para él, se trata de elegir entre una prolongada tortura, o una
aniquilación tan rápida que nunca llegaría a sentir nada.
-Eso no nos ayuda –dijo Dash-. En cuatro minutos
todos seremos rayos gamma.
-Los distraeré –dijo Leebo-
Dash parpadeó.
-¿Cómo?
-Tomaré una capsula de escape y les hostigaré.
¿Están armadas las cápsulas?
-Sí, pero...
-Ustedes pueden realizar el tránsito en la puerta
mientras yo mantengo ocupado al wookiee. Después de unos minutos, ya no les seguirá
más.
-Ni tú tampoco –señaló Eaden.
Los servos de Leebo gimieron mientras se encogía de
hombros.
-En sólo unas horas, han sido más amables conmigo
de lo que nunca habían sido mis anteriores dueños. Se lo debo.
***
Cuando el wookiee se preparaba para el golpe final,
la cápsula de escape de Leebo salió disparada por arriba y comenzó a disparar.
Los blásters de la cápsula no eran gran cosa, pero bastaban para que Kravengash
tuviera que ocuparse de ellos.
Dash observó por el parabrisas.
-Hasta siempre, Leebo –murmuró.
Miró la vara de datos que tenía en la mano. Pensó
en quedarse con ella... durante unos tres segundos. Luego la arrojó al espacio.
Buena suerte para encontrarla después de que estalle la estrella.
Dash dirigió el Escolta
hacia la puerta y Eaden activó el código de entrada. Dash esperaba que aún
funcionase; de otro modo iban a quedarse atrapados en el lado equivocado de la
puerta, dentro la esfera letal de una supernova.
Con un minuto y diez segundos de tiempo restante,
activó los impulsores...
...y sintió el familiar tirón de la transferencia
de energía mientras la puerta los lanzaba a otra parte de la galaxia.
-Lástima lo del droide –dijo Eaden cuando
estuvieron a salvo al otro lado del salto-. Estaba comenzando a... Qué raro.
-¿Qué? –Dash siguió la mirada de Eaden hacia el
parabrisas.
La puerta estaba dilatándose de nuevo.
No. El
wookiee no.
Hubo un destello de luz y la cápsula salvavidas
salió despedida de la puerta.
No puede ser.
Dash activó el comunicador.
-¿Leebo?
La cara del droide apareció en la pantalla
holográfica superpuesta en el parabrisas delantero.
-¿Esperaba a alguien más?
-¿Cómo...?
-No tengo ni idea. Estaba entre la nave y la
puerta, luchando noblemente por sus vidas...
-Sí –dijo Eaden-. ¿Y por casualidad el crucero
estaba eclipsando el sistema estelar cuando la estrella se convirtió en nova?
-Tal vez...
-Ah –dijo Eaden-. La energía de la supernova
interactuó con la hipermateria de los motores de ambas naves para crear un
hiper-pliegue local en el espacio tiempo que te protegió. Sólo hizo falta que
la masa del crucero protegiera a la cápsula por una fracción de segundo.
Dash se le quedó mirando como si le hubiera crecido
una segunda cabeza.
Eaden se encogió de hombros.
-Hiper-física elemental... para un droide con la
programación adecuada.
Dash Miró a Leebo con gesto torcido.
-Así que tenías pensada esa maniobra desde el
principio. Y me hiciste creer que ibas a sacrificarte por nosotros.
-Me siento insultado –dijo Leebo-. Asumí esa
peligrosa misión con lealtad, altruismo, sin pensar en mi propia seguridad...
-Y una boñiga de bantha –dijo Dash con una
sonrisa-. Sube a bordo. Y bienvenido a la tripulación, Hombre de Hojalata...
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