martes, 4 de febrero de 2014

Caza justa (y II)


Rocas. Primero pastizales, luego bosque, ahora una vasta extensión de rocas rojizas, algunas del tamaño de un carguero. Vegetación de matorral se asomaba entre las grietas protegidas y, ocasionalmente, algún artrópodo de caparazón duro asomaba de una pequeña madriguera. Hacía tiempo que Noone había renunciado a estimar la cantidad de dinero que se necesitaría para terraformar una región hasta tal punto. Uno coma tres millones eran calderilla, pensó airado. Pedazo de tacaño.
Los vendajes improvisados con los que se había envuelto el hombro, elaborados apresuradamente a partir de tiras rasgadas de las mangas de la chaqueta, estaban negros de sangre coagulada. Las suelas de sus botas raspaban contra la superficie de piedra, mientras trataba ascender a la cumbre de una losa gigantesca, una tarea que se hacía aún más difícil al poder usar un solo brazo.
Noone alcanzó la cima, miró la caída vertical de tres metros al otro lado, y saltó. Golpeó la superficie y sus labios dejaron escapar involuntariamente una bocanada de aire. Extrañamente, el suelo parecía artificialmente liso y sonaba a hueco. Noone avanzó unos pasos, vio otra caída más corta, y bajó de un salto.
Había estado de pie sobre una jaula. Las sólidos láminas de duracero que componían la parte posterior y los lados estaban parcialmente enterradas, pero la parte frontal –un amplio panel de fuertes cuadrados de malla- estaba totalmente expuesta. A sabiendas de que tenía que seguir adelante, pero curioso a su pesar, Noone acercó el rostro hacia la red y miró al interior.
Algo golpeó contra la puerta con un estrepitoso chisporroteo. Aterrorizado, Noone dio un paso hacia atrás, tropezó con una piedra y cayó de plano sobre su espalda. La cosa se retiró a la oscuridad en la parte trasera de la jaula mientras furiosas chispas amarillas jugaban por toda la superficie de la malla.
Una jaula de fuerza. Diseñada para ofrecer una descarga aturdidora incapacitante a cualquier prisionero que intentara escapar. Noone había visto muchas como esa a lo largo de su vida e incluso había quedado encerrado dentro de una durante uno de sus desastrosos primeros robos. Las cerraduras estándar instaladas de fábrica eran bastante fáciles de derrotar.
Se levantó y puso una mano de forma segura contra las barras entrelazadas. La carga aturdidora en una jaula de fuerza se proyectaba sólo a través de la superficie interior. La bestia enjaulada se agitó y volvió la cabeza -si se podía llamar cabeza- en su dirección.
Era un lamproide. El otro lamproide, se recordó Noone a sí mismo, la hembra que Viveca estaba guardando arrogantemente para una futura cacería. La primitiva criatura era totalmente horrible, un gusano intestinal parasitario al que la naturaleza hubiera bendecido increíblemente con un tamaño colosal y el instinto de un depredador. Su piel gris aceitosa guardaba las marcas de las quemaduras eléctricas. El suelo del estrecho recinto estaba cubierto con fétidos deshechos de animal, sangre y bilis.
La lamproide acercó su cara de púas hasta la malla, al otro lado de la palma de Noone. La rejilla metálica comenzó a zumbar peligrosamente, pero la criatura se detuvo a escasa distancia del campo aturdidor paralizante. Un pequeño filamento húmedo se curvó entre dos colmillos amarillentos y tembló en el aire como si estuviera analizando el aroma de Noone. El apéndice se retractó abruptamente. La bestia se echó hacia atrás y pareció evaluar cuidadosamente a su visitante.
Un molesto picor atacó la nuca de Noone. Levantó su brazo bueno para rascarse hasta que se dio cuenta de que las cosquillas emanaban desde el interior de su cráneo. La sensación de hormigueo se extendió poco a poco a través de la mitad superior de su cerebro como si estuviera sondeando la manera de entrar. Le devolvió la mirada a la lamproide, fascinado. ¿Era telepatía, o algo más?
El hormigueo se hizo más fuerte, más insistente, hasta que lo sintió como si una polilla lunar se hubiera arrastrado aleteando por su oído y hubiera quedado atrapada en su cráneo. Un instante después, sintió dos ráfagas gemelas de calidez, desde la parte superior de su columna vertebral y desde las yemas de los dedos de su mano izquierda. Ambas corrientes recorrieron sus huesos y convergieron en el hombro, generando un resplandor caliente que giraba lentamente alrededor de la articulación lesionada. Noone era vagamente consciente de su pulso acelerado.
La extraña sensación se retiró suavemente, y con ella se fue la mayor parte del dolor de Noone. Sorprendido, levantó el brazo y cerró la mano formando un puño. Sangre fresca brotó de las heridas punzantes y brilló en las vendas sucias.
Ups. Eso no le había curado, solo lo había hecho más fácil de soportar. Presionó los apósitos y volvió a mirar a su benefactora.
-Uh... gracias. Muchas gracias.
La lamproide no se movió. Noone sintió una incómoda presión detrás de sus ojos, como un repentino dolor de cabeza sinusal. Las palabras saltaron espontáneamente a su lengua.
-Hay que salir de allí.
Más presión.
-Abriré esta puerta...
Un tirón suave condujo a Noone hacia la cerradura. Su consciencia observaba desde un lugar lejano, mientras sus manos manipulaban su multiherramienta y extendían el berbiquí. Un juego de niños. Con sólo hurgar en la ranura de entrada, se desactivó el campo de aturdimiento; con un ligero tirón hacia arriba pudo soltar el candado. La puerta se abrió con un chirrido.
Todavía inseguro de lo que acababa de ocurrir, Noone vio como la lamproide desaparecía entre la maleza.

***

El nashtah tiraba de la correa. Sus seis patas con garras cavaban ansiosas en el suelo húmedo mientras resoplaba sobre un montón de hojas caídas. Recogiendo el olor, el animal levantó su pesada cabeza y aulló de total alegría. El aullido terminó con un jadeo ahogado cuando Viveca tiró fuertemente de las riendas.
-¡Ven aquí! –le ordenó.
La zona de bosque había terminado. Delante de ellos, en una división abrupta, obviamente artificial, se extendía la zona de peñascos. Miles de titánicas rocas yacían amontonadas en una gran maraña, algunas apiladas unas sobre otras como bloques de construcción para niños, y otras dispersas al azar como si se hubieran dejado caer desde la órbita. La caza sería más difícil a partir de aquí, pero sólo ligeramente. Viveca no creía que su presa hubiera pensado en entrar en las redes de cavernas subterráneas que había modelado siguiendo el patrón de las madrigueras de los momes de Trammis, a pesar de que las entradas eran evidentes y que ofrecían una excelente cobertura. No, Noone seguramente mantendría la misma ruta en línea recta que había seguido hasta el momento. Era una pena que el paisajista que había contratado no hubiera venido todavía para instalar las boquillas emisoras de lava.
Viveca enrolló la correa del nashtah alrededor de su muñeca izquierda y pasó su rifle bláster pesado a la misma mano. Sin mediar palabra, tendió la palma vacía. Rutt, el criado houk, sacó un dispositivo de rastreo del tamaño de una tableta de datos de su abarrotada mochila de equipo y se lo entregó a su amo.
El sistema de drones de práctica de caza rodianos estaba demostrando ser una gran decepción. Viveca tecleó un comando en el dispositivo y leyó los datos que aparecieron. Dos de los droides no habían encontrado nada, uno había vuelto a casa para arreglar su motor repulsor dañado, otro se había visto atrapado en una mata de tuercespina a no más de un kilómetro de aquí, y el último... bueno, ese parecía haber desaparecido por completo. Sin duda iba a tener unas palabras con su distribuidor de armas rodiano la próxima vez que se encontraran.
A veces, decidió el krish, era imposible vencer a un perro dravian entrenado, a un leal porteador, y a una tarde de aire fresco. Los viejos métodos seguían siendo los mejores.
Mirando todavía el informe sobre la situación de los drones, Viveca sacudió la correa del nashtah y chasqueó la lengua. El animal dio un salto y avanzó con júbilo hacia adelante, trepando por la primera columna de piedras. Viveca sonrió. A menudo era difícil seguir un olor sobre terreno rocoso, pero Noone había estado perdiendo sangre desde el inicio de la zona boscosa. ¡Una rama de pinchos! Oh, ha sido grandioso. Que alguien pudiera suponer que caería en una trampa semejante era risible; que la trampa se volviera en contra de esa persona era hilarante. El enfrentamiento final sería una delicia. Bueno, Sr. Noone, parece que la caza ha llegado a su fin... al igual que su vida. No, él quería algo rápido, algo memorable. Una agradable persecución, Sr. Noone, pero...
Un torbellino oscuro brotó de las rocas delante de ellos y se lanzó hacia delante con un golpe sonoro. Más rápido de lo que el ojo podía seguir, el borrón difuso se lanzó sobre Rutt, que estaba de pie directamente en su camino. En el mismo instante, un lazo de apretados anillos giró hacia el sobresaltado nashtah como la soga de un ahorcado.
El aliento de Viveca se le heló en la garganta y dejó caer la pantalla de datos desde la punta de sus dedos. Un extremo del borroso atacante alcanzó el pecho de Rutt y siguió avanzando como una limpia puñalada quirúrgica a través de múltiples capas de hueso y cartílago. Una cola con púas surgió desde el centro de la mochila de campo, asomando con un brillo a la luz, y se retiró antes de que los reflejos de Rutt pudieran ejecutar cualquier respuesta. Las manos del houk fueron tardíamente al agujero en su pecho y sus rodillas se doblaron.
Viveca pasó su rifle bláster a su mano derecha y comenzó a levantar el cañón.
La furiosa maraña rodeó al nashtah y salió violentamente hacia afuera, cortando la correa y lanzando por los aires al aullante sabueso. Una pata amputada volaba locamente hacia los árboles. Viveca apuntó su arma y se preparó a disparar. Con un hirviente siseo, la criatura cayó sobre él. Oscilantes anillos de carne envolvieron al krish con la velocidad del rayo y una fuerza implacable. El monstruo se enrolló alrededor de su torso –sujetando el brazo en el que llevaba el arma- y lanzó su boca de dientes afilados hacia adelante en un letal ataque depredador. La mano izquierda de Viveca salió disparada e interceptó la cabeza del demonio a escasos centímetros de los suaves pliegues de su área yugular.
Ambos se quedaron enfrascados en un silencioso combate de voluntades. Los dedos de Viveca se clavaron en la piel caliente de la bestia mientras sus anillos se movían y fluían a lo largo de su cuerpo. El agarre sobre su arma perdió fuerza y Krish casi la dejó caer. En respuesta, los anillos musculares se apretaron y aumentaron su presión asfixiante. La cara de pesadilla se acercaba, agitando sus trituradores anillos de dientes, y una temblorosa gota de humeante veneno asomó en la punta de un colmillo. El brazo de Viveca tembló por el esfuerzo. Dejando escapar un gruñido atormentado, Viveca movió el cañón láser de un centímetro, y luego otro. El horror serpentino apretó aún más. El bláster continuó avanzando en pequeñas sacudidas. Viveca sintió una presión insoportable aumentando dentro de su cráneo. Con un último y agónico movimiento, el Mark II quedó libre. Al darse cuenta de su repentino peligro, la bestia aflojó sus anillos y echó hacia atrás el aguijón de su cola preparándose para asestar un golpe destripador en el vientre de su enemigo.
Algo reventó dentro del cerebro de Viveca y un hilo de sangre brotó de su nariz. No aflojó su agarre. Viveca colocó el gran cañón del rifle contra la barbilla de la criatura y disparó. Un rugido de energía inmoló el pedazo de carne y salió hacia el cielo como una columna de llamas. El cadáver decapitado quedó inerte y Viveca lo dejó caer al suelo. Un patético hilillo de humo se alzaba del muñón de cenizas cauterizado que una vez había sido un cuello. Disgustado, Viveca pateó los restos inmóviles de la lamproide. La lucha le había costado una cabeza de trofeo. Desde algún lugar detrás del cercano cúmulo de bloques de piedra, el nashtah gruñó y ladró con dolor.
Rutt yacía boca abajo en la grava y, por el aspecto de la herida de salida, no se movería de nuevo.
Un siervo muerto, un perro cojo, una lamproide perdida, y una tarde perfectamente espléndida estropeada. Los ojos de Viveca ardían.
Noone tenía mucho por lo que responder.

***

Fuera cual fuese el elixir mágico que la lamproide había vertido en su hombro, tenía una duración muy breve. O tal vez el efecto adormecedor disminuía con la distancia. EN cualquier caso, la articulación le latía más dolorosamente que nunca cuando Noone entró en la zona de selva.
Cañas de bambooi brotaban abundantemente del suelo esponjoso en apretadas agrupaciones. Otros tallos, al parecer de una especie diferente, tenían diámetros de más de sesenta centímetros en la base y se extendían en cuatro afiladas ramas, luchando por alcanzar el cielo. El matorral se extendía varios metros por encima de su cabeza y oscilaba ligeramente mientras una brisa agitaba las temblorosas agrupaciones de hojas de una planta llamada estallido estelar. En algunos lugares, los brotes crecían tan juntos que era imposible seguir avanzando. Noone pasaba a través de los huecos que iba encontrando y mantenía un ojo puesto en la posición del sol. Se vio obligado a volver sobre sus pasos cuatro veces en los primeros veinte minutos y fue un gran alivio cuando, después de un frustrante quinto callejón sin salida, se topó con lo que parecía un sendero.
El camino, de poco más de un metro de ancho, avanzaba relativamente en línea recta en la dirección que tenía que seguir. Asombrado por su buena fortuna, Noone echó a andar con un trote cansado.
Un repentino pensamiento le detuvo en seco. ¿Por qué había un sendero ahí? Era demasiado claro para ser el resultado natural del patrón de crecimiento del bambooi. Dado que Viveca había diseñado sus territorios de caza según sus especificaciones personales, debía de haber diseñado también ese camino. Y Viveca no era de los que facilitarían las cosas a sus presas.
Con cautela, Noone siguió avanzando lentamente, explorando el terreno y los brotes a cada lado en busca de cualquier cosa que pareciera fuera de lugar. Después de avanzar una corta distancia sin incidentes, el camino de repente se duplicó en anchura. Se detuvo frente a un pequeño claro circular. El camino continuaba en su borde opuesto. El lugar perfecto para una trampa. El suelo en el borde del claro se veía áspero y removido, y las cañas muertas amontonadas en el centro parecían haber sido cortadas con una vibrohoja.
Aunque Noone nunca en su vida se había encontrado con una, cualquier niño que alguna vez hubiera leído una historia de aventuras estaba familiarizado con una trampa para tigres de Ralltiir.
Noone se rio. Él, al menos, no era ningún tonto. Retrocediendo varios pasos, comenzó a buscar un hueco en las agrupaciones de cañas que le permitieran eludir todo el claro. Moviéndose rápidamente -porque quizá la fosa cubierta estuviera diseñada para detenerlo tanto como para atraparlo- se apretujó para pasar entre dos tallos y se abrió camino hacia adelante.
Teniendo en cuenta que había abandonado el camino principal, su avance fue sorprendentemente fácil. Casi parecía como si hubiera encontrado un sendero de caza con mucha vegetación. La idea no le tranquilizó, y consideró la idea de volver al camino principal. Ya debía de estar más allá de la trampa...
Un paso lo llevó hasta el borde de un pequeño claro; el segundo paso lo llevó dentro de él antes de que pudiera detenerse. Inmediatamente, una mano invisible le tiró al suelo cual largo era con tal salvajismo que sus dientes empujaron un puñado de tierra hacia la parte posterior de su garganta.
¿Qué había pasado? Noone levantó la cabeza, escupió el arenoso bocado, y llegó a la preocupante conclusión de que no podía mover el resto de su cuerpo. Estaba paralizado. El impacto le había roto la columna vertebral.
Espera, recordó Noone. No hay que dejarse llevar por el pánico. Su sombrío diagnóstico debía ser erróneo, ya que podía ver claramente sus dedos retorciéndose. Arrastró ambos antebrazos hacia atrás y adelante por la tierra y luego trató de agitar los pies. Un susurro lejano le respondió.
No era parálisis, entonces. Pero algo estaba sujetando al suelo sus muslos y su torso con una fuerza inhumana. Sentía como si un carguero de transporte industrial hubiera aparcado en su espalda.
Con un gemido, se dio cuenta de la verdad. Una trampa para hombres. Una losa cuadrada de metal de un metro de lado aparejada con generadores de campo gravitatorio. A diferencia de los repulsores estándar, que empujaban contra la masa de un planeta y permitían flotar a los deslizadores terrestres, los campos gravitatorios intensificaban la gravedad local en un factor de ocho. Una vez capturado por una trampa para hombres, ni siquiera un wookiee podría luchar por liberarse.
Pero intentarlo no le haría ningún daño. Trató de empujar con las palmas contra el suelo, pero no obtuvo nada, salvo producir más agonía en su lesionado brazo izquierdo. Inexplicablemente, el esfuerzo relativamente menor le dejó incapaz de respirar. Noone trató de recordar rápidamente todo lo que había oído o leído sobre las trampas para hombres.
Las noticias no eran alentadoras. Aunque se anunciaban como una forma segura y no letal de someter a un blanco fugitivo, el modelo R-TechApp de Ubrikkian tenía una serie de efectos secundarios perjudiciales. Una vez atrapado, los pulmones de la víctima luchaban para expandirse bajo condiciones en las que nunca fueron diseñados para funcionar. El bombeo de un corazón se convertía en una tarea laboriosa para evitar un paro cardíaco. Los fluidos vitales se abrían paso a través de pasajes comprimidos por la gravedad y podían estallar bajo la presión. Con el tiempo la sangre empezaba a formar un charco en los órganos abdominales y el cerebro se apagaría por falta de oxígeno. Cualquier cazador de recompensas que dejase una trampa para hombres desatendida volvería para encontrarse una presa muerta.
No muy deportivo, ¿verdad? Noone se preguntó si el amor de Viveca por la caza quedaría satisfecho encontrándose una víctima indefensa ahogándose en su propia bilis. Dudaba de que fuese así, y eso le molestaba. Por supuesto, como con la trampa para tigres, la diversión de Viveca podría consistir en descubrir si Noone era capaz de evitar la trampa en primer lugar. No lo había hecho. La caza había terminado.
¿O no? ¿Sería esto otra prueba de ingenio? Noone giró el cuello y escudriñó la maleza. El R-TechApp de Ubrikkian venía con un activador remoto y un cable de activación de 10 metros. Tenía que estar cerca, y... ¡ahí!
A su izquierda, encajada entre un grupo de cañas delgadas a poco menos de dos metros de distancia, brillaba el plateado plastiacero del activador remoto. Su sorprendente proximidad intrigó y tranquilizó a un tiempo a Noone. Viveca podría haber enterrado el dispositivo en el montículo de tierra cercano. En lugar de ello, lo había colocado ahí; a la vista y fuera del alcance.
El cable de activación probablemente estaría conectado a la esquina más cercana. La mano izquierda de Noone escarbó a lo largo del borde liso de la trampa y encontró el puerto de conexión. Un tirón en el cable lo liberó de la capa superficial de tierra que lo ocultaba e hizo que el activador se deslizara uno o dos centímetros.
El cable de activación y la placa gravitatoria estaban firmemente unidos entre sí. Noone sabía que nunca podría separarlos sin un conjunto de herramientas, pero de todos modos lo intentó, sin éxito.
Tiró del cable acercar más el activador, pero el dispositivo estaba bloqueado tras una maraña de juncos. Romper el cable estaba fuera de la cuestión.
Una brisa barrió el claro, refrescando su rostro cubierto de sudor y trayendo consigo un sonido que le heló aún más. El aullido lejano del nashtah de Viveca.
¡Piensa, piensa! Su multiherramienta, escondida en un bolsillo del pantalón, podría estar a los efectos en el lado oscuro de la luna de Kabal. No podía atraer el activador a su alcance. ¿Podría lanzar algo contra el activador?
Echó un vistazo otra vez al suelo. Ni rocas, ni cables, ni carretes de fibrocuerda. A su alrededor, los brotes de bambooi eran gruesos como troncos de árboles. A excepción, claro está, de la maleza. Estirando el brazo con un gemido, Noone cerró su mano derecha alrededor de un grupo de pequeñas plantas recién nacidas y las sacó de raíz.
El esfuerzo desencadenó una explosión de sufrimiento en su pecho y cerró los ojos hasta que la agonía se calmó. Su corazón palpitaba en débiles revoloteos temblorosos.
Cada tallo era tan largo como su antebrazo, tan ancho como su dedo, y ligeramente cónico cerca de la punta. Y además, cada uno era hueco y sorprendentemente rígido. Nadie rompió la parte de la raíz de una planta y encajó el resto en la parte superior de un segundo vástago. El puntero de doble longitud se notaba ligero en sus manos y no mostraba signos de flexión.
Añadió dos brotes más, luego se estiró para arrancar más. Fuegos artificiales aparecieron detrás de sus ojos. Trató de tragar saliva, pero no pudo, y el líquido se filtró fuera de su boca. Otro tallo se unió cuidadosamente a la pértiga improvisada.
En el punto donde sus rodillas quedaban fuera de la placa gravitatoria, sentía como si algún demonio le estuviera amputando las piernas amputando con una antorcha de plasma. Similares líneas de fuego ardían a través de la parte superior de su pecho.
Con un sobresalto, Noone se dio cuenta de que la trampa para hombres en realidad estaba apartando la sangre de su hombro perforado. Si la herida hubiera quedado en el interior del campo de gravedad cuando cayó al suelo, ya se habría desangrado hasta morir.
Un último tallo. Con manos temblorosas, Noone levantó la oscilante vara de dos metros. En uno de esos pequeños milagros que a veces acontecen a los jugadores profesionales, no se rompió.
Guio la temblorosa vara hacia el activador. Mientras trataba de estabilizar su avance, aparecieron manchas oscuras en los bordes de su visión, un chillido estridente sonó en sus oídos, y su dolor se alivió enormemente, lo que le aterrorizaba más que nada. Eso significaba que estaba a escasos instantes de la inconsciencia.
El palo avanzó hacia el control de intensidad en la parte superior del activador. Si podía hacerlo bajar a dos o tres gravedades, debería ser capaz de rodar fuera de la placa de gravedad. El sol se oscureció de repente.
Concéntrate, por favor, concéntrate, se suplicó. Sólo estás tú y la rama, la rama y el mando. Nada más importa. La punta de bambooi cayó inútilmente fuera de la base del activador. Noone la hizo retroceder para intentarlo de nuevo. Tambaleándose por la tensión, el puntero rozó delicadamente el plastiacero.
Un pie cubierto de pelaje y manchado de barro pisoteó la varilla y la partió limpiamente en dos.
Noone parpadeó y una forma apareció ante su vista.
-¡Dawson! -rugió, enfurecido-. ¡Me has roto la vara!
El tynnan miró hacia abajo, a sus pies, abrió la boca en una silenciosa "O" de sorpresa, y dijo algo distante y amortiguado. Noone ya no podía oír nada excepto el estruendo de la sangre a través de los tímpanos. Una vaga figura pálida apareció detrás de Dawson y apuntó un bláster, y el activador desapareció en un insonoro estallido de luz.
Un bienvenido alivio inundó su cuerpo aplanado y se deslizó de buena gana en la inconsciencia.

***

Noone volvió en sí con una contracción espástica y un jadeo involuntario. Sus manos golpearon su cara mientras apartaba los pequeños viales que Kels mantenía bajo su nariz.
-¡Basta! dijo con voz ronca-. ¿Qué es eso?
Kels se encogió de hombros.
-Sales aromáticas químicas, parece. Del botiquín. Tenemos que seguir moviéndonos si queremos estar por delante de tu amigo, y no pienso llevarte a rastras.
-Puede que tengas que hacerlo -dijo Noone gravemente-. Ese campo gravitatorio he ha hecho polvo todo el cuerpo, menos el corte de pelo. -Miró de nuevo a la trampa para hombres desactivada-. ¿Cómo me habéis encontrado?
-Tomar el camino más corto y seguirlo en línea recta parecía ser tu estilo. Hemos tenido nuestras propias aventuras en el camino.
Noone miró a su alrededor.
-¿Dónde ha ido Dawson?
-Espera poder preparar una emboscada, pero sus explosivos son inútiles sin un detonador. Noone... ¿qué ha pasado con la pistola de mando?
-Niña, si aún tuviera el arma, Viveca estaría aquí en este momento masajeándome los pies. Dudo que alguna vez la veamos de nuevo.
Una furia fría se hizo evidente en los ojos de Kels, a pesar de que se aguantó la réplica enojada que se formó en su cerebro.
-Ya veo -logró decir en cambio, con voz gélida.
Noone la miró atentamente. Existía la posibilidad de que eventualmente pudieran recuperar el arma si Viveca la ponía de nuevo en circulación en el mercado de armas. Incluso podrían preparar un plan para asaltar la mansión. Pero no tenía sentido entrar en detalles cuando una preocupación más acuciante se dirigía hacia ellos.
-Será mejor que nos pongamos en marcha -admitió finalmente Kels, consultando su cuaderno de datos-. Sonax ha hecho una estimación aproximada de la posición del krish trazando la señal de un dron hasta su transmisor de mano. Está a menos de diez minutos.
Noone gimió cuando su joven cómplice le ayudó a ponerse en pie. De algún modo, tendría que encontrar un tanque de bacta.
Dawson salió del denso matorral al sendero, un poco más adelante.
-En marcha –anunció-. Es inestable, pero es lo mejor que he podido hacer, ya que alguien hizo volar los circuitos de la trampa para hombres.
-¿Qué has hecho...?
-¡Vamos! ¡Esa cosa es sensible al movimiento y no sé cuánto tiempo va a durar!
-Dawson...
-¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! -El tynnan echó a correr.

***


Tyro Viveca avanzaba con zancadas decididas, alimentado por la pura rabia. Ese absurdo humano le había humillado, le había arrebatado un valioso sirviente, y casi había conseguido matarle. Y lo irónico era que, sin lugar a dudas, el pequeño idiota no tenía ni idea de lo que había hecho realmente.
Un oponente inteligente habría formulado un plan para volver a la lamproide contra su perseguidor; Noone simplemente había abierto la puerta, descorchando una botella de rayos aleatorios. Viveca escupió al suelo con desprecio manifiesto. Que Noone no se hubiera matado a sí mismo era un milagro, y Viveca no toleraba a los tontos "afortunados". Cada paso le llevaba un poco más cerca del premio que le correspondía.
El nashtah olfateó el suelo alrededor de los tallos de bambooi. A pesar de que su correa se había arruinado en el ataque y había sido por tanto desechada, la pérdida de su pierna intermedia derecha parecía haber curado la tendencia la excesivamente ansiosa bestia a correr por delante. Los sabuesos dravian eran conocidos por su constitución resistente, y éste se había recuperado de su desmembramiento parcial en cuestión de minutos. Antes de continuar, sin embargo, el animal había destripado con saña el cadáver de seis metros de su atacante. A pesar de los segundos desperdiciados, Viveca lo había permitido. No podía pensar en ningún uso estético para la piel de lamproide sin una cabeza para acompañarla.
El nashtah renqueante siguió el olor hacia el camino principal. Viveca sonrió. ¿Habría caído su presa en la trampa para tigres? Sería delicioso ver a Noone empalado en una cama de vibro-estacas, pero Viveca esperaba más bien que el humano hubiera aterrizado de forma segura y hubiera soltado uno de los pinchos para usarlo como un arma de mano. Se imaginó a sí mismo arrebatando el pincho de las manos de su oponente, y luego destripando a su asombrado enemigo desde el vientre hasta el cuello.
Sorprendentemente, sin embargo, el olor rápidamente condujo fuera de la pista volviendo a la espesura. El nashtah desapareció entre los tallos y Viveca lo siguió con pasos medidos. Esto podría ser aún más agradable, pensó, al reconocer el camino mal cuidado y casi inexistente. Ahora podría medir el verdadero valor de Noone. Sería una lástima que el humano ya hubiera expirado por la presión gravitatoria, pero Viveca podría vivir con eso. Esa muerte siempre era lenta y dolorosa.
Se le ocurrió volver a llamar al nashtah para que no resultase dañado por la trampa para hombres, pero al doblar un recodo se dio cuenta de que su cautela era innecesaria. La placa de activación de duracero yacía en el suelo, inactiva y desocupada. El sabueso estaba ocupado pateando las cañas en el lado opuesto. Desconcertado, Viveca dio un paso adelante para examinar el activador a distancia. Nada quedaba del dispositivo salvo un puñado quemado de aleación fundida.
¡Un disparo de bláster! ¡Noone tenía cómplices! Maldiciendo, echó mano de su rifle y escudriñó el camino en busca de una emboscada sorpresa. No pasó nada, y Viveca comprendió que los fugitivos habrían huido presas del pánico a la primera oportunidad.
¡Su oponente había hecho trampa! El pensamiento pasó por su mente con un disgusto tan palpable que se acercaba la náusea física. Podía entender la falta de habilidad. La estupidez, incluso, de una manera compasiva. ¿Pero la poca deportividad? Nunca. Encontraría a todos los involucrados y desollaría sus pieles con un láser de alta intensidad.
El nashtah, comenzó a ladrarle febrilmente; parecía haber captado un rastro. Se introdujo entre la maleza hasta que sólo fueron visibles sus dos patas posteriores, temblando de anticipación y sacudiendo violentamente los pálidos brotes. Viveca creyó oír voces cercanas.
Estúpidos. Sus labios se curvaron en una mueca triunfal conforme se acercaba. Pobres estúpidos.
Sí, desde luego. Una profunda voz masculina emanaba claramente del bosquecillo, justo delante de él, aunque no podía entender lo que estaba diciendo. Viveca preparó su arma y apartó los dóciles brotes que le separan de su trofeo.
Sus ojos observaron un instante el panorama.
Una pelota blanca de plástico, un juguete infantil, enclavada en una cuna de bambooi.
-LAS PERSPECTIVAS NO SON MUY BUENAS.
Dos cables de cobre entraban serpenteando en las entrañas expuestas del juguete, pegadas a un chip de sonido con lo que parecía savia naranja de maraffa.
-LAS PERSPECTIVAS NO SON MUY BUENAS.
Ambos filamentos dorados caían al suelo y llegaban hasta...
-LAS PERSPECTIVAS NO SON MUY BUENAS.
...Un pedazo de cinta de detonita del tamaño de un melón.
El nashtah gimió. Viveca hizo una mueca.
La explosión casi aplanó cuatro hectáreas de bambooi.

***

El bacta era una panacea milagrosa. Había curado plagas. Había curado a seres en las puertas de la muerte. Había cambiado la faz de la medicina moderna. El problema era que era casi criminalmente prohibitivo.
Los matones del ejército daban el cuidado médico de calidad casi por sentado, pensó Hass Sonax para sí misma. Para un ladrón anónimo con crédito incierto y seguro inexistente, los centros médicos de Kabal podrían bien haber sido castillos inexpugnables. Bueno, no había otra forma; tendrían que crear un informe de admisión falso en el ordenador central de la ciudad y pasar por alto las facturas. Suspirando, la sluissi activó su banda de interfaz cyborg y se preparó para una sesión de pirateo de datos.
Al otro lado de la opulenta cabina del yate, Noone yacía en un mullido sofá de aceleración, apoyando la cabeza y los pies en cojines decorativos. Dawson estaba sentado en el suelo junto a él, leyendo el manual de instrucciones que venía con el botiquín de emergencia de la nave.
-Y yo digo que ahora es el momento perfecto para ir a por la pistola. -Kels dejó de pasear a lo largo del centro de la nave y golpeó ansiosamente el suelo con el pie-. Si el krish está muerto, la mansión estará sumida en un caos total, o bien tranquila como una tumba. Demos ahora un golpe rápido, antes de que cualquier ratero local se nos adelante.
Dawson señaló en silencio la camilla improvisada de Noone.
-Un poco de respeto, ¿quieres? Él todavía respira, y yo estoy tratando de hacer que siga siendo así.
-Un botiquín lo mantendrá estable...
-¡Un botiquín no bastará! -Dawson se puso de pie en una inusual muestra de rabia-. ¿Cómo se supone que voy a detener la hemorragia interna con sintocarne y gasas?
Sonax desenchufó su toma de ordenador de la estación técnica y los miró con irritación.
-Perdonadme, pero me he topado con una entrada interesssante en la bassse de datosss policial. Tenemosss que levantar vuelo, ya. Lasss autoridadesss essstán deteniendo todosss losss vuelosss sssalientesss hasssta que losss passsajeros puedan ssser interrogadosss.
Kels maldijo y corrió hacia la cabina.
-El sssaqueo tendrá que esssperar -exclamó Sonax tras ella-. Y tendremosss que encontrar una inssstalación de bacta fuera del planeta.
Dawson asintió y aseguró a Noone al sofá con arneses de seguridad. Salió corriendo hacia popa para poner en marcha los convertidores traseros, y de pronto se detuvo derrapando sobre las placas de la cubierta pulida.
-¡Sonax! -exclamó-. ¡Nos hemos olvidado de la cadena de aterrizaje!

***

Kea Ki Trang ascendía con confianza por la rampa del yate estelar atracado en la Plataforma de Atraque P13. La nave era una belleza, desde luego, aunque sus cañones defensivos eran demasiado grandes para una nave de su tamaño. Se aseguraría de tener unas palabras con el capitán sobre la relación de carga comerciales/masa adecuada. Y, ya que estaba en ello, no estaría de más ver el permiso de ese turboláser militar.
Dos miembros escogidos de su personal de seguridad tomaron posición detrás de él cuando llamó a la escotilla.
-Les habla el Control del Puerto Estelar de Empalizada, solicitando hablar con el capitán del... -consultó a su portapapeles- Forma Espiral. Abran la compuerta de inmediato.
Trang ignoraba si los propietarios de esta nave estaban involucrados en esa extraña explosión en la finca de Viveca, pero el alcalde había exigido un operativo de seguridad completo. Afortunadamente, Tabor y Kilgore tenían una manera crudamente efectiva de aflojar lenguas. Volvió a llamar.
-Repito, les habla el Control del Puerto Estelar de Empalizada. Abran la escotilla o lo haremos nosotros. -Señaló con la cabeza a Tabor, que se trasladó hacia el portal con un equipo electrónico de apertura de cerraduras. En respuesta, la nave se estremeció y gimió con los familiares sonidos del arranque.
Los tres oficiales retrocedieron al asfalto caliente, intercambiando entre ellos sonrisas de diversión. La nave no podía ir a ninguna parte con las pesadas cadenas de seguridad de duracero de la plataforma de atraque sujetos todavía a su tren de aterrizaje. Al iniciar sus motores de todos modos, estaban admitiendo tácitamente su propia culpa. Trang meneó la cabeza y contactó con la torre de control. Un pelotón de soldados armados apareció rápidamente, cada uno de ellos con un rifle bláster pesado.
La nave flotó hacia delante sobre sus repulsores unos escasos centímetros, pero la cadena lo frenó y se mantuvo firme. En los trece años que llevaba en ese trabajo, Trang nunca había visto que se rompiera ninguna. Se quedó atrás y se cruzó de brazos para ver la diversión.
Las patas de aterrizaje rebotaron arriba y abajo contra el permacemento mientras el barco trataba inútilmente de romper la cadena. Los soldados se acercaron más, preparando sus armas para un tiro incapacitante.
Sin previo aviso, el enorme banco de motores subluz del yate se encendió con un rugido ensordecedor. Los soldados se quedaron inmóviles, y Trang se quedó boquiabierto de asombro. ¿Qué galaxias estaban haciendo?
La cadena se estremeció mientras la nave hacía fuerza hacia adelante, agitándose furiosamente de un lado a otro. El tren de aterrizaje encadenado comenzó a doblarse hacia atrás de forma desagradable. Dándose cuenta de repente de lo que sucedería a continuación, Trang agitó los brazos frenéticamente a los soldados que se acercaban.
-¡Disparadles! -gritó, pero sus palabras se perdieron en el rugido atronador.
En un único y terrible instante, la pata se soltó del cuerpo del yate, dejando caer una viga estructural, numerosas placas del casco, la otra pata de aterrizaje trasero, y todo el conjunto de repulsores de popa. Trang cayó al suelo mientras la cadena volvía bruscamente hacia atrás como un látigo. La masa retorcida de partes arrancadas de la nave espacial pasó sin causar daños sobre su cabeza.
La nave dañada salió hacia el mar, rebotando contra las olas como una piedra saltarina. Apuntando la proa hacia el cielo, el yate encendió sus motores iónicos, vaporizando un cono de agua salada y dejando una nube creciente de niebla blanca.
Momentos más tarde, la nave fugitiva desapareció en las espesas nubes grises.

No hay comentarios:

Publicar un comentario