Rocas.
Primero pastizales, luego bosque, ahora una vasta extensión de rocas rojizas,
algunas del tamaño de un carguero. Vegetación de matorral se asomaba entre las
grietas protegidas y, ocasionalmente, algún artrópodo de caparazón duro asomaba
de una pequeña madriguera. Hacía tiempo que Noone había renunciado a estimar la
cantidad de dinero que se necesitaría para terraformar una región hasta tal punto.
Uno coma tres millones eran calderilla, pensó airado. Pedazo de tacaño.
Los
vendajes improvisados con los que se había envuelto el hombro, elaborados apresuradamente
a partir de tiras rasgadas de las mangas de la chaqueta, estaban negros de
sangre coagulada. Las suelas de sus botas raspaban contra la superficie de
piedra, mientras trataba ascender a la cumbre de una losa gigantesca, una tarea
que se hacía aún más difícil al poder usar un solo brazo.
Noone
alcanzó la cima, miró la caída vertical de tres metros al otro lado, y saltó.
Golpeó la superficie y sus labios dejaron escapar involuntariamente una
bocanada de aire. Extrañamente, el suelo parecía artificialmente liso y sonaba
a hueco. Noone avanzó unos pasos, vio otra caída más corta, y bajó de un salto.
Había
estado de pie sobre una jaula. Las sólidos láminas de duracero que componían la
parte posterior y los lados estaban parcialmente enterradas, pero la parte
frontal –un amplio panel de fuertes cuadrados de malla- estaba totalmente
expuesta. A sabiendas de que tenía que seguir adelante, pero curioso a su pesar,
Noone acercó el rostro hacia la red y miró al interior.
Algo
golpeó contra la puerta con un estrepitoso chisporroteo. Aterrorizado, Noone
dio un paso hacia atrás, tropezó con una piedra y cayó de plano sobre su
espalda. La cosa se retiró a la oscuridad en la parte trasera de la jaula mientras
furiosas chispas amarillas jugaban por toda la superficie de la malla.
Una
jaula de fuerza. Diseñada para ofrecer una descarga aturdidora incapacitante a
cualquier prisionero que intentara escapar. Noone había visto muchas como esa a
lo largo de su vida e incluso había quedado encerrado dentro de una durante uno
de sus desastrosos primeros robos. Las cerraduras estándar instaladas de
fábrica eran bastante fáciles de derrotar.
Se
levantó y puso una mano de forma segura contra las barras entrelazadas. La
carga aturdidora en una jaula de fuerza se proyectaba sólo a través de la
superficie interior. La bestia enjaulada se agitó y volvió la cabeza -si se podía
llamar cabeza- en su dirección.
Era
un lamproide. El otro lamproide, se recordó Noone a sí mismo, la hembra que
Viveca estaba guardando arrogantemente para una futura cacería. La primitiva criatura
era totalmente horrible, un gusano intestinal parasitario al que la naturaleza hubiera
bendecido increíblemente con un tamaño colosal y el instinto de un depredador.
Su piel gris aceitosa guardaba las marcas de las quemaduras eléctricas. El
suelo del estrecho recinto estaba cubierto con fétidos deshechos de animal,
sangre y bilis.
La
lamproide acercó su cara de púas hasta la malla, al otro lado de la palma de
Noone. La rejilla metálica comenzó a zumbar peligrosamente, pero la criatura se
detuvo a escasa distancia del campo aturdidor paralizante. Un pequeño filamento
húmedo se curvó entre dos colmillos amarillentos y tembló en el aire como si estuviera
analizando el aroma de Noone. El apéndice se retractó abruptamente. La bestia
se echó hacia atrás y pareció evaluar cuidadosamente a su visitante.
Un
molesto picor atacó la nuca de Noone. Levantó su brazo bueno para rascarse
hasta que se dio cuenta de que las cosquillas emanaban desde el interior de su
cráneo. La sensación de hormigueo se extendió poco a poco a través de la mitad
superior de su cerebro como si estuviera sondeando la manera de entrar. Le
devolvió la mirada a la lamproide, fascinado. ¿Era telepatía, o algo más?
El
hormigueo se hizo más fuerte, más insistente, hasta que lo sintió como si una
polilla lunar se hubiera arrastrado aleteando por su oído y hubiera quedado
atrapada en su cráneo. Un instante después, sintió dos ráfagas gemelas de calidez,
desde la parte superior de su columna vertebral y desde las yemas de los dedos
de su mano izquierda. Ambas corrientes recorrieron sus huesos y convergieron en
el hombro, generando un resplandor caliente que giraba lentamente alrededor de
la articulación lesionada. Noone era vagamente consciente de su pulso acelerado.
La
extraña sensación se retiró suavemente, y con ella se fue la mayor parte del
dolor de Noone. Sorprendido, levantó el brazo y cerró la mano formando un puño.
Sangre fresca brotó de las heridas punzantes y brilló en las vendas sucias.
Ups. Eso no le había curado, solo
lo había hecho más fácil de soportar. Presionó los apósitos y volvió a mirar a
su benefactora.
-Uh...
gracias. Muchas gracias.
La
lamproide no se movió. Noone sintió una incómoda presión detrás de sus ojos,
como un repentino dolor de cabeza sinusal. Las palabras saltaron
espontáneamente a su lengua.
-Hay
que salir de allí.
Más
presión.
-Abriré
esta puerta...
Un
tirón suave condujo a Noone hacia la cerradura. Su consciencia observaba desde
un lugar lejano, mientras sus manos manipulaban su multiherramienta y extendían
el berbiquí. Un juego de niños. Con
sólo hurgar en la ranura de entrada, se desactivó el campo de aturdimiento; con
un ligero tirón hacia arriba pudo soltar el candado. La puerta se abrió con un
chirrido.
Todavía
inseguro de lo que acababa de ocurrir, Noone vio como la lamproide desaparecía
entre la maleza.
***
El
nashtah tiraba de la correa. Sus seis patas con garras cavaban ansiosas en el
suelo húmedo mientras resoplaba sobre un montón de hojas caídas. Recogiendo el
olor, el animal levantó su pesada cabeza y aulló de total alegría. El aullido terminó
con un jadeo ahogado cuando Viveca tiró fuertemente de las riendas.
-¡Ven
aquí! –le ordenó.
La
zona de bosque había terminado. Delante de ellos, en una división abrupta,
obviamente artificial, se extendía la zona de peñascos. Miles de titánicas
rocas yacían amontonadas en una gran maraña, algunas apiladas unas sobre otras
como bloques de construcción para niños, y otras dispersas al azar como si se hubieran
dejado caer desde la órbita. La caza sería más difícil a partir de aquí, pero
sólo ligeramente. Viveca no creía que su presa hubiera pensado en entrar en las
redes de cavernas subterráneas que había modelado siguiendo el patrón de las madrigueras
de los momes de Trammis, a pesar de que las entradas eran evidentes y que ofrecían
una excelente cobertura. No, Noone seguramente mantendría la misma ruta en
línea recta que había seguido hasta el momento. Era una pena que el paisajista
que había contratado no hubiera venido todavía para instalar las boquillas emisoras
de lava.
Viveca
enrolló la correa del nashtah alrededor de su muñeca izquierda y pasó su rifle bláster
pesado a la misma mano. Sin mediar palabra, tendió la palma vacía. Rutt, el
criado houk, sacó un dispositivo de rastreo del tamaño de una tableta de datos
de su abarrotada mochila de equipo y se lo entregó a su amo.
El
sistema de drones de práctica de caza rodianos estaba demostrando ser una gran
decepción. Viveca tecleó un comando en el dispositivo y leyó los datos que
aparecieron. Dos de los droides no habían encontrado nada, uno había vuelto a
casa para arreglar su motor repulsor dañado, otro se había visto atrapado en una
mata de tuercespina a no más de un kilómetro de aquí, y el último... bueno, ese
parecía haber desaparecido por completo. Sin duda iba a tener unas palabras con
su distribuidor de armas rodiano la próxima vez que se encontraran.
A
veces, decidió el krish, era imposible vencer a un perro dravian entrenado, a
un leal porteador, y a una tarde de aire fresco. Los viejos métodos seguían
siendo los mejores.
Mirando
todavía el informe sobre la situación de los drones, Viveca sacudió la correa
del nashtah y chasqueó la lengua. El animal dio un salto y avanzó con júbilo hacia
adelante, trepando por la primera columna de piedras. Viveca sonrió. A menudo
era difícil seguir un olor sobre terreno rocoso, pero Noone había estado perdiendo
sangre desde el inicio de la zona boscosa. ¡Una
rama de pinchos! Oh, ha sido grandioso. Que alguien pudiera suponer que caería
en una trampa semejante era risible; que la trampa se volviera en contra de esa
persona era hilarante. El enfrentamiento final sería una delicia. Bueno, Sr. Noone, parece que la caza ha
llegado a su fin... al igual que su vida. No, él quería algo rápido, algo
memorable. Una agradable persecución, Sr.
Noone, pero...
Un
torbellino oscuro brotó de las rocas delante de ellos y se lanzó hacia delante
con un golpe sonoro. Más rápido de lo que el ojo podía seguir, el borrón difuso
se lanzó sobre Rutt, que estaba de pie directamente en su camino. En el mismo
instante, un lazo de apretados anillos giró hacia el sobresaltado nashtah como la
soga de un ahorcado.
El
aliento de Viveca se le heló en la garganta y dejó caer la pantalla de datos
desde la punta de sus dedos. Un extremo del borroso atacante alcanzó el pecho
de Rutt y siguió avanzando como una limpia puñalada quirúrgica a través de
múltiples capas de hueso y cartílago. Una cola con púas surgió desde el centro
de la mochila de campo, asomando con un brillo a la luz, y se retiró antes de
que los reflejos de Rutt pudieran ejecutar cualquier respuesta. Las manos del houk
fueron tardíamente al agujero en su pecho y sus rodillas se doblaron.
Viveca
pasó su rifle bláster a su mano derecha y comenzó a levantar el cañón.
La
furiosa maraña rodeó al nashtah y salió violentamente hacia afuera, cortando la
correa y lanzando por los aires al aullante sabueso. Una pata amputada volaba
locamente hacia los árboles. Viveca apuntó su arma y se preparó a disparar. Con
un hirviente siseo, la criatura cayó sobre él. Oscilantes anillos de carne envolvieron
al krish con la velocidad del rayo y una fuerza implacable. El monstruo se
enrolló alrededor de su torso –sujetando el brazo en el que llevaba el arma- y lanzó
su boca de dientes afilados hacia adelante en un letal ataque depredador. La
mano izquierda de Viveca salió disparada e interceptó la cabeza del demonio a escasos
centímetros de los suaves pliegues de su área yugular.
Ambos
se quedaron enfrascados en un silencioso combate de voluntades. Los dedos de
Viveca se clavaron en la piel caliente de la bestia mientras sus anillos se
movían y fluían a lo largo de su cuerpo. El agarre sobre su arma perdió fuerza
y Krish casi la dejó caer. En respuesta, los anillos musculares se apretaron y aumentaron
su presión asfixiante. La cara de pesadilla se acercaba, agitando sus trituradores
anillos de dientes, y una temblorosa gota de humeante veneno asomó en la punta
de un colmillo. El brazo de Viveca tembló por el esfuerzo. Dejando escapar un
gruñido atormentado, Viveca movió el cañón láser de un centímetro, y luego
otro. El horror serpentino apretó aún más. El bláster continuó avanzando en
pequeñas sacudidas. Viveca sintió una presión insoportable aumentando dentro de
su cráneo. Con un último y agónico movimiento, el Mark II quedó libre. Al darse
cuenta de su repentino peligro, la bestia aflojó sus anillos y echó hacia atrás
el aguijón de su cola preparándose para asestar un golpe destripador en el
vientre de su enemigo.
Algo
reventó dentro del cerebro de Viveca y un hilo de sangre brotó de su nariz. No
aflojó su agarre. Viveca colocó el gran cañón del rifle contra la barbilla de
la criatura y disparó. Un rugido de energía inmoló el pedazo de carne y salió
hacia el cielo como una columna de llamas. El cadáver decapitado quedó inerte y
Viveca lo dejó caer al suelo. Un patético hilillo de humo se alzaba del muñón
de cenizas cauterizado que una vez había sido un cuello. Disgustado, Viveca
pateó los restos inmóviles de la lamproide. La lucha le había costado una
cabeza de trofeo. Desde algún lugar detrás del cercano cúmulo de bloques de
piedra, el nashtah gruñó y ladró con dolor.
Rutt
yacía boca abajo en la grava y, por el aspecto de la herida de salida, no se
movería de nuevo.
Un
siervo muerto, un perro cojo, una lamproide perdida, y una tarde perfectamente
espléndida estropeada. Los ojos de Viveca ardían.
Noone
tenía mucho por lo que responder.
***
Fuera
cual fuese el elixir mágico que la lamproide había vertido en su hombro, tenía
una duración muy breve. O tal vez el efecto adormecedor disminuía con la
distancia. EN cualquier caso, la articulación le latía más dolorosamente que
nunca cuando Noone entró en la zona de selva.
Cañas
de bambooi brotaban abundantemente del suelo esponjoso en apretadas
agrupaciones. Otros tallos, al parecer de una especie diferente, tenían
diámetros de más de sesenta centímetros en la base y se extendían en cuatro afiladas
ramas, luchando por alcanzar el cielo. El matorral se extendía varios metros
por encima de su cabeza y oscilaba ligeramente mientras una brisa agitaba las temblorosas
agrupaciones de hojas de una planta llamada estallido estelar. En algunos
lugares, los brotes crecían tan juntos que era imposible seguir avanzando.
Noone pasaba a través de los huecos que iba encontrando y mantenía un ojo
puesto en la posición del sol. Se vio obligado a volver sobre sus pasos cuatro
veces en los primeros veinte minutos y fue un gran alivio cuando, después de un
frustrante quinto callejón sin salida, se topó con lo que parecía un sendero.
El
camino, de poco más de un metro de ancho, avanzaba relativamente en línea recta
en la dirección que tenía que seguir. Asombrado por su buena fortuna, Noone echó
a andar con un trote cansado.
Un
repentino pensamiento le detuvo en seco. ¿Por qué había un sendero ahí? Era
demasiado claro para ser el resultado natural del patrón de crecimiento del
bambooi. Dado que Viveca había diseñado sus territorios de caza según sus
especificaciones personales, debía de haber diseñado también ese camino. Y
Viveca no era de los que facilitarían las cosas a sus presas.
Con
cautela, Noone siguió avanzando lentamente, explorando el terreno y los brotes a
cada lado en busca de cualquier cosa que pareciera fuera de lugar. Después de avanzar
una corta distancia sin incidentes, el camino de repente se duplicó en anchura.
Se detuvo frente a un pequeño claro circular. El camino continuaba en su borde
opuesto. El lugar perfecto para una trampa. El suelo en el borde del claro se
veía áspero y removido, y las cañas muertas amontonadas en el centro parecían
haber sido cortadas con una vibrohoja.
Aunque
Noone nunca en su vida se había encontrado con una, cualquier niño que alguna
vez hubiera leído una historia de aventuras estaba familiarizado con una trampa
para tigres de Ralltiir.
Noone
se rio. Él, al menos, no era ningún tonto. Retrocediendo varios pasos, comenzó
a buscar un hueco en las agrupaciones de cañas que le permitieran eludir todo
el claro. Moviéndose rápidamente -porque quizá la fosa cubierta estuviera
diseñada para detenerlo tanto como para atraparlo- se apretujó para pasar entre
dos tallos y se abrió camino hacia adelante.
Teniendo
en cuenta que había abandonado el camino principal, su avance fue sorprendentemente
fácil. Casi parecía como si hubiera encontrado un sendero de caza con mucha
vegetación. La idea no le tranquilizó, y consideró la idea de volver al camino
principal. Ya debía de estar más allá de la trampa...
Un
paso lo llevó hasta el borde de un pequeño claro; el segundo paso lo llevó
dentro de él antes de que pudiera detenerse. Inmediatamente, una mano invisible
le tiró al suelo cual largo era con tal salvajismo que sus dientes empujaron un
puñado de tierra hacia la parte posterior de su garganta.
¿Qué
había pasado? Noone levantó la cabeza, escupió el arenoso bocado, y llegó a la preocupante
conclusión de que no podía mover el resto de su cuerpo. Estaba paralizado. El
impacto le había roto la columna vertebral.
Espera, recordó Noone. No hay que dejarse llevar por el pánico.
Su sombrío diagnóstico debía ser erróneo, ya que podía ver claramente sus dedos
retorciéndose. Arrastró ambos antebrazos hacia atrás y adelante por la tierra y
luego trató de agitar los pies. Un susurro lejano le respondió.
No
era parálisis, entonces. Pero algo estaba sujetando al suelo sus muslos y su
torso con una fuerza inhumana. Sentía como si un carguero de transporte industrial
hubiera aparcado en su espalda.
Con
un gemido, se dio cuenta de la verdad. Una trampa para hombres. Una losa cuadrada
de metal de un metro de lado aparejada con generadores de campo gravitatorio. A
diferencia de los repulsores estándar, que empujaban contra la masa de un
planeta y permitían flotar a los deslizadores terrestres, los campos
gravitatorios intensificaban la gravedad local en un factor de ocho. Una vez
capturado por una trampa para hombres, ni siquiera un wookiee podría luchar por
liberarse.
Pero
intentarlo no le haría ningún daño. Trató de empujar con las palmas contra el
suelo, pero no obtuvo nada, salvo producir más agonía en su lesionado brazo
izquierdo. Inexplicablemente, el esfuerzo relativamente menor le dejó incapaz
de respirar. Noone trató de recordar rápidamente todo lo que había oído o leído
sobre las trampas para hombres.
Las
noticias no eran alentadoras. Aunque se anunciaban como una forma segura y no
letal de someter a un blanco fugitivo, el modelo R-TechApp de Ubrikkian tenía
una serie de efectos secundarios perjudiciales. Una vez atrapado, los pulmones
de la víctima luchaban para expandirse bajo condiciones en las que nunca fueron
diseñados para funcionar. El bombeo de un corazón se convertía en una tarea
laboriosa para evitar un paro cardíaco. Los fluidos vitales se abrían paso a
través de pasajes comprimidos por la gravedad y podían estallar bajo la
presión. Con el tiempo la sangre empezaba a formar un charco en los órganos
abdominales y el cerebro se apagaría por falta de oxígeno. Cualquier cazador de
recompensas que dejase una trampa para hombres desatendida volvería para
encontrarse una presa muerta.
No muy deportivo, ¿verdad? Noone se preguntó si el amor
de Viveca por la caza quedaría satisfecho encontrándose una víctima indefensa
ahogándose en su propia bilis. Dudaba de que fuese así, y eso le molestaba. Por
supuesto, como con la trampa para tigres, la diversión de Viveca podría
consistir en descubrir si Noone era capaz de evitar la trampa en primer lugar.
No lo había hecho. La caza había terminado.
¿O
no? ¿Sería esto otra prueba de ingenio? Noone giró el cuello y escudriñó la maleza.
El R-TechApp de Ubrikkian venía con un activador remoto y un cable de
activación de 10 metros .
Tenía que estar cerca, y... ¡ahí!
A
su izquierda, encajada entre un grupo de cañas delgadas a poco menos de dos
metros de distancia, brillaba el plateado plastiacero del activador remoto. Su
sorprendente proximidad intrigó y tranquilizó a un tiempo a Noone. Viveca
podría haber enterrado el dispositivo en el montículo de tierra cercano. En
lugar de ello, lo había colocado ahí; a la vista y fuera del alcance.
El
cable de activación probablemente estaría conectado a la esquina más cercana.
La mano izquierda de Noone escarbó a lo largo del borde liso de la trampa y encontró
el puerto de conexión. Un tirón en el cable lo liberó de la capa superficial de
tierra que lo ocultaba e hizo que el activador se deslizara uno o dos
centímetros.
El
cable de activación y la placa gravitatoria estaban firmemente unidos entre sí.
Noone sabía que nunca podría separarlos sin un conjunto de herramientas, pero
de todos modos lo intentó, sin éxito.
Tiró
del cable acercar más el activador, pero el dispositivo estaba bloqueado tras una
maraña de juncos. Romper el cable estaba fuera de la cuestión.
Una
brisa barrió el claro, refrescando su rostro cubierto de sudor y trayendo
consigo un sonido que le heló aún más. El aullido lejano del nashtah de Viveca.
¡Piensa, piensa! Su multiherramienta,
escondida en un bolsillo del pantalón, podría estar a los efectos en el lado
oscuro de la luna de Kabal. No podía atraer el activador a su alcance. ¿Podría lanzar
algo contra el activador?
Echó
un vistazo otra vez al suelo. Ni rocas, ni cables, ni carretes de fibrocuerda.
A su alrededor, los brotes de bambooi eran gruesos como troncos de árboles. A
excepción, claro está, de la maleza. Estirando el brazo con un gemido, Noone
cerró su mano derecha alrededor de un grupo de pequeñas plantas recién nacidas
y las sacó de raíz.
El
esfuerzo desencadenó una explosión de sufrimiento en su pecho y cerró los ojos
hasta que la agonía se calmó. Su corazón palpitaba en débiles revoloteos
temblorosos.
Cada
tallo era tan largo como su antebrazo, tan ancho como su dedo, y ligeramente
cónico cerca de la punta. Y además, cada uno era hueco y sorprendentemente
rígido. Nadie rompió la parte de la raíz de una planta y encajó el resto en la
parte superior de un segundo vástago. El puntero de doble longitud se notaba
ligero en sus manos y no mostraba signos de flexión.
Añadió
dos brotes más, luego se estiró para arrancar más. Fuegos artificiales
aparecieron detrás de sus ojos. Trató de tragar saliva, pero no pudo, y el
líquido se filtró fuera de su boca. Otro tallo se unió cuidadosamente a la
pértiga improvisada.
En
el punto donde sus rodillas quedaban fuera de la placa gravitatoria, sentía
como si algún demonio le estuviera amputando las piernas amputando con una
antorcha de plasma. Similares líneas de fuego ardían a través de la parte
superior de su pecho.
Con
un sobresalto, Noone se dio cuenta de que la trampa para hombres en realidad
estaba apartando la sangre de su hombro perforado. Si la herida hubiera quedado
en el interior del campo de gravedad cuando cayó al suelo, ya se habría desangrado
hasta morir.
Un
último tallo. Con manos temblorosas, Noone levantó la oscilante vara de dos
metros. En uno de esos pequeños milagros que a veces acontecen a los jugadores
profesionales, no se rompió.
Guio
la temblorosa vara hacia el activador. Mientras trataba de estabilizar su
avance, aparecieron manchas oscuras en los bordes de su visión, un chillido
estridente sonó en sus oídos, y su dolor se alivió enormemente, lo que le
aterrorizaba más que nada. Eso significaba que estaba a escasos instantes de la
inconsciencia.
El
palo avanzó hacia el control de intensidad en la parte superior del activador.
Si podía hacerlo bajar a dos o tres gravedades, debería ser capaz de rodar
fuera de la placa de gravedad. El sol se oscureció de repente.
Concéntrate, por favor, concéntrate, se suplicó. Sólo estás tú y la rama, la rama y el mando.
Nada más importa. La punta de bambooi cayó inútilmente fuera de la base del
activador. Noone la hizo retroceder para intentarlo de nuevo. Tambaleándose por
la tensión, el puntero rozó delicadamente el plastiacero.
Un
pie cubierto de pelaje y manchado de barro pisoteó la varilla y la partió
limpiamente en dos.
Noone
parpadeó y una forma apareció ante su vista.
-¡Dawson!
-rugió, enfurecido-. ¡Me has roto la vara!
El
tynnan miró hacia abajo, a sus pies, abrió la boca en una silenciosa "O"
de sorpresa, y dijo algo distante y amortiguado. Noone ya no podía oír nada
excepto el estruendo de la sangre a través de los tímpanos. Una vaga figura pálida
apareció detrás de Dawson y apuntó un bláster, y el activador desapareció en un
insonoro estallido de luz.
Un
bienvenido alivio inundó su cuerpo aplanado y se deslizó de buena gana en la
inconsciencia.
***
Noone
volvió en sí con una contracción espástica y un jadeo involuntario. Sus manos golpearon
su cara mientras apartaba los pequeños viales que Kels mantenía bajo su nariz.
-¡Basta!
dijo con voz ronca-. ¿Qué es eso?
Kels
se encogió de hombros.
-Sales
aromáticas químicas, parece. Del botiquín. Tenemos que seguir moviéndonos si
queremos estar por delante de tu amigo, y no pienso llevarte a rastras.
-Puede
que tengas que hacerlo -dijo Noone gravemente-. Ese campo gravitatorio he ha
hecho polvo todo el cuerpo, menos el corte de pelo. -Miró de nuevo a la trampa para
hombres desactivada-. ¿Cómo me habéis encontrado?
-Tomar
el camino más corto y seguirlo en línea recta parecía ser tu estilo. Hemos
tenido nuestras propias aventuras en el camino.
Noone
miró a su alrededor.
-¿Dónde
ha ido Dawson?
-Espera
poder preparar una emboscada, pero sus explosivos son inútiles sin un detonador.
Noone... ¿qué ha pasado con la pistola de mando?
-Niña,
si aún tuviera el arma, Viveca estaría aquí en este momento masajeándome los
pies. Dudo que alguna vez la veamos de nuevo.
Una
furia fría se hizo evidente en los ojos de Kels, a pesar de que se aguantó la
réplica enojada que se formó en su cerebro.
-Ya
veo -logró decir en cambio, con voz gélida.
Noone
la miró atentamente. Existía la posibilidad de que eventualmente pudieran
recuperar el arma si Viveca la ponía de nuevo en circulación en el mercado de
armas. Incluso podrían preparar un plan para asaltar la mansión. Pero no tenía
sentido entrar en detalles cuando una preocupación más acuciante se dirigía
hacia ellos.
-Será
mejor que nos pongamos en marcha -admitió finalmente Kels, consultando su
cuaderno de datos-. Sonax ha hecho una estimación aproximada de la posición del
krish trazando la señal de un dron hasta su transmisor de mano. Está a menos de
diez minutos.
Noone
gimió cuando su joven cómplice le ayudó a ponerse en pie. De algún modo,
tendría que encontrar un tanque de bacta.
Dawson
salió del denso matorral al sendero, un poco más adelante.
-En
marcha –anunció-. Es inestable, pero es lo mejor que he podido hacer, ya que
alguien hizo volar los circuitos de la trampa para hombres.
-¿Qué
has hecho...?
-¡Vamos!
¡Esa cosa es sensible al movimiento y no sé cuánto tiempo va a durar!
-Dawson...
-¡Vamos!
¡Vamos! ¡Vamos! -El tynnan echó a correr.
***
Tyro
Viveca avanzaba con zancadas decididas, alimentado por la pura rabia. Ese absurdo
humano le había humillado, le había arrebatado un valioso sirviente, y casi había
conseguido matarle. Y lo irónico era que, sin lugar a dudas, el pequeño idiota no
tenía ni idea de lo que había hecho realmente.
Un
oponente inteligente habría formulado un plan para volver a la lamproide contra
su perseguidor; Noone simplemente había abierto la puerta, descorchando una
botella de rayos aleatorios. Viveca escupió al suelo con desprecio manifiesto. Que
Noone no se hubiera matado a sí mismo era un milagro, y Viveca no toleraba a
los tontos "afortunados". Cada paso le llevaba un poco más cerca del
premio que le correspondía.
El
nashtah olfateó el suelo alrededor de los tallos de bambooi. A pesar de que su
correa se había arruinado en el ataque y había sido por tanto desechada, la
pérdida de su pierna intermedia derecha parecía haber curado la tendencia la excesivamente
ansiosa bestia a correr por delante. Los sabuesos dravian eran conocidos por su
constitución resistente, y éste se había recuperado de su desmembramiento
parcial en cuestión de minutos. Antes de continuar, sin embargo, el animal
había destripado con saña el cadáver de seis metros de su atacante. A pesar de
los segundos desperdiciados, Viveca lo había permitido. No podía pensar en
ningún uso estético para la piel de lamproide sin una cabeza para acompañarla.
El
nashtah renqueante siguió el olor hacia el camino principal. Viveca sonrió.
¿Habría caído su presa en la trampa para tigres? Sería delicioso ver a Noone
empalado en una cama de vibro-estacas, pero Viveca esperaba más bien que el
humano hubiera aterrizado de forma segura y hubiera soltado uno de los pinchos para
usarlo como un arma de mano. Se imaginó a sí mismo arrebatando el pincho de las
manos de su oponente, y luego destripando a su asombrado enemigo desde el
vientre hasta el cuello.
Sorprendentemente,
sin embargo, el olor rápidamente condujo fuera de la pista volviendo a la espesura.
El nashtah desapareció entre los tallos y Viveca lo siguió con pasos medidos.
Esto podría ser aún más agradable, pensó, al reconocer el camino mal cuidado y
casi inexistente. Ahora podría medir el verdadero valor de Noone. Sería una
lástima que el humano ya hubiera expirado por la presión gravitatoria, pero
Viveca podría vivir con eso. Esa muerte siempre era lenta y dolorosa.
Se
le ocurrió volver a llamar al nashtah para que no resultase dañado por la
trampa para hombres, pero al doblar un recodo se dio cuenta de que su cautela
era innecesaria. La placa de activación de duracero yacía en el suelo, inactiva
y desocupada. El sabueso estaba ocupado pateando las cañas en el lado opuesto.
Desconcertado, Viveca dio un paso adelante para examinar el activador a
distancia. Nada quedaba del dispositivo salvo un puñado quemado de aleación
fundida.
¡Un
disparo de bláster! ¡Noone tenía cómplices! Maldiciendo, echó mano de su rifle
y escudriñó el camino en busca de una emboscada sorpresa. No pasó nada, y
Viveca comprendió que los fugitivos habrían huido presas del pánico a la
primera oportunidad.
¡Su
oponente había hecho trampa! El pensamiento pasó por su mente con un disgusto tan
palpable que se acercaba la náusea física. Podía entender la falta de habilidad.
La estupidez, incluso, de una manera compasiva. ¿Pero la poca deportividad?
Nunca. Encontraría a todos los involucrados y desollaría sus pieles con un
láser de alta intensidad.
El
nashtah, comenzó a ladrarle febrilmente; parecía haber captado un rastro. Se introdujo
entre la maleza hasta que sólo fueron visibles sus dos patas posteriores,
temblando de anticipación y sacudiendo violentamente los pálidos brotes. Viveca
creyó oír voces cercanas.
Estúpidos. Sus labios se curvaron en una
mueca triunfal conforme se acercaba. Pobres
estúpidos.
Sí, desde luego. Una profunda voz masculina emanaba
claramente del bosquecillo, justo delante de él, aunque no podía entender lo
que estaba diciendo. Viveca preparó su arma y apartó los dóciles brotes que le
separan de su trofeo.
Sus
ojos observaron un instante el panorama.
Una
pelota blanca de plástico, un juguete infantil, enclavada en una cuna de
bambooi.
-LAS
PERSPECTIVAS NO SON MUY BUENAS.
Dos
cables de cobre entraban serpenteando en las entrañas expuestas del juguete,
pegadas a un chip de sonido con lo que parecía savia naranja de maraffa.
-LAS
PERSPECTIVAS NO SON MUY BUENAS.
Ambos
filamentos dorados caían al suelo y llegaban hasta...
-LAS
PERSPECTIVAS NO SON MUY BUENAS.
...Un
pedazo de cinta de detonita del tamaño de un melón.
El
nashtah gimió. Viveca hizo una mueca.
La
explosión casi aplanó cuatro hectáreas de bambooi.
***
El
bacta era una panacea milagrosa. Había curado plagas. Había curado a seres en
las puertas de la muerte. Había cambiado la faz de la medicina moderna. El
problema era que era casi criminalmente prohibitivo.
Los
matones del ejército daban el cuidado médico de calidad casi por sentado, pensó
Hass Sonax para sí misma. Para un ladrón anónimo con crédito incierto y seguro
inexistente, los centros médicos de Kabal podrían bien haber sido castillos
inexpugnables. Bueno, no había otra forma; tendrían que crear un informe de
admisión falso en el ordenador central de la ciudad y pasar por alto las
facturas. Suspirando, la sluissi activó su banda de interfaz cyborg y se preparó
para una sesión de pirateo de datos.
Al
otro lado de la opulenta cabina del yate, Noone yacía en un mullido sofá de aceleración,
apoyando la cabeza y los pies en cojines decorativos. Dawson estaba sentado en
el suelo junto a él, leyendo el manual de instrucciones que venía con el
botiquín de emergencia de la nave.
-Y
yo digo que ahora es el momento perfecto para ir a por la pistola. -Kels dejó
de pasear a lo largo del centro de la nave y golpeó ansiosamente el suelo con
el pie-. Si el krish está muerto, la mansión estará sumida en un caos total, o bien
tranquila como una tumba. Demos ahora un golpe rápido, antes de que cualquier
ratero local se nos adelante.
Dawson
señaló en silencio la camilla improvisada de Noone.
-Un
poco de respeto, ¿quieres? Él todavía respira, y yo estoy tratando de hacer que
siga siendo así.
-Un
botiquín lo mantendrá estable...
-¡Un
botiquín no bastará! -Dawson se puso de pie en una inusual muestra de rabia-.
¿Cómo se supone que voy a detener la hemorragia interna con sintocarne y gasas?
Sonax
desenchufó su toma de ordenador de la estación técnica y los miró con
irritación.
-Perdonadme,
pero me he topado con una entrada interesssante en la bassse de datosss
policial. Tenemosss que levantar vuelo, ya. Lasss autoridadesss essstán
deteniendo todosss losss vuelosss sssalientesss hasssta que losss passsajeros
puedan ssser interrogadosss.
Kels
maldijo y corrió hacia la cabina.
-El
sssaqueo tendrá que esssperar -exclamó Sonax tras ella-. Y tendremosss que
encontrar una inssstalación de bacta fuera del planeta.
Dawson
asintió y aseguró a Noone al sofá con arneses de seguridad. Salió corriendo
hacia popa para poner en marcha los convertidores traseros, y de pronto se
detuvo derrapando sobre las placas de la cubierta pulida.
-¡Sonax!
-exclamó-. ¡Nos hemos olvidado de la cadena de aterrizaje!
***
Kea
Ki Trang ascendía con confianza por la rampa del yate estelar atracado en la
Plataforma de Atraque P13. La nave era una belleza, desde luego, aunque sus
cañones defensivos eran demasiado grandes para una nave de su tamaño. Se
aseguraría de tener unas palabras con el capitán sobre la relación de carga comerciales/masa
adecuada. Y, ya que estaba en ello, no estaría de más ver el permiso de ese
turboláser militar.
Dos
miembros escogidos de su personal de seguridad tomaron posición detrás de él
cuando llamó a la escotilla.
-Les
habla el Control del Puerto Estelar de Empalizada, solicitando hablar con el
capitán del... -consultó a su portapapeles- Forma
Espiral. Abran la compuerta de inmediato.
Trang
ignoraba si los propietarios de esta nave estaban involucrados en esa extraña explosión
en la finca de Viveca, pero el alcalde había exigido un operativo de seguridad
completo. Afortunadamente, Tabor y Kilgore tenían una manera crudamente
efectiva de aflojar lenguas. Volvió a llamar.
-Repito,
les habla el Control del Puerto Estelar de Empalizada. Abran la escotilla o lo
haremos nosotros. -Señaló con la cabeza a Tabor, que se trasladó hacia el
portal con un equipo electrónico de apertura de cerraduras. En respuesta, la
nave se estremeció y gimió con los familiares sonidos del arranque.
Los
tres oficiales retrocedieron al asfalto caliente, intercambiando entre ellos
sonrisas de diversión. La nave no podía ir a ninguna parte con las pesadas
cadenas de seguridad de duracero de la plataforma de atraque sujetos todavía a
su tren de aterrizaje. Al iniciar sus motores de todos modos, estaban
admitiendo tácitamente su propia culpa. Trang meneó la cabeza y contactó con la
torre de control. Un pelotón de soldados armados apareció rápidamente, cada uno
de ellos con un rifle bláster pesado.
La
nave flotó hacia delante sobre sus repulsores unos escasos centímetros, pero la
cadena lo frenó y se mantuvo firme. En los trece años que llevaba en ese
trabajo, Trang nunca había visto que se rompiera ninguna. Se quedó atrás y se
cruzó de brazos para ver la diversión.
Las
patas de aterrizaje rebotaron arriba y abajo contra el permacemento mientras el
barco trataba inútilmente de romper la cadena. Los soldados se acercaron más,
preparando sus armas para un tiro incapacitante.
Sin
previo aviso, el enorme banco de motores subluz del yate se encendió con un
rugido ensordecedor. Los soldados se quedaron inmóviles, y Trang se quedó
boquiabierto de asombro. ¿Qué galaxias estaban haciendo?
La
cadena se estremeció mientras la nave hacía fuerza hacia adelante, agitándose
furiosamente de un lado a otro. El tren de aterrizaje encadenado comenzó a
doblarse hacia atrás de forma desagradable. Dándose cuenta de repente de lo que
sucedería a continuación, Trang agitó los brazos frenéticamente a los soldados
que se acercaban.
-¡Disparadles!
-gritó, pero sus palabras se perdieron en el rugido atronador.
En
un único y terrible instante, la pata se soltó del cuerpo del yate, dejando
caer una viga estructural, numerosas placas del casco, la otra pata de
aterrizaje trasero, y todo el conjunto de repulsores de popa. Trang cayó al
suelo mientras la cadena volvía bruscamente hacia atrás como un látigo. La masa
retorcida de partes arrancadas de la nave espacial pasó sin causar daños sobre
su cabeza.
La
nave dañada salió hacia el mar, rebotando contra las olas como una piedra saltarina.
Apuntando la proa hacia el cielo, el yate encendió sus motores iónicos,
vaporizando un cono de agua salada y dejando una nube creciente de niebla
blanca.
Momentos
más tarde, la nave fugitiva desapareció en las espesas nubes grises.
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