lunes, 22 de julio de 2013

Piezas de repuesto (I)

Piezas de repuesto
Pablo Hidalgo

-¡Díselo tú!
A pesar de ser bastante ineficaz a través de sus gruesos guantes, Lhojugg se retorció las manos para acompañar sus pasos nerviosos. La indiferencia de Fortuna estaba empezando a acabar con su paciencia.
-Eres tú, Lhojugg, quien era responsable de la mansión del Amo durante la estancia de nuestro huésped -dijo el twi'lek. Sus colas craneales se crisparon en sintonía con la sonrisa que se extendía por su rostro pálido.
Los dos pasaron bajo el arco tallado al bullicio criminal, lleno de humo y humedad, de la sala del trono de la mansión de Jabba el Hutt. La sala estaba llena, de alcoba a alcoba, con todo tipo de cazarrecompensas de mala muerte. Era la época de los nombramientos, un evento anual marcado en el calendario de Tatooine. Durante dos días seguidos, el señor del crimen hutt había estado entregando encargos de recompensas a cazadores nuevos y viejos.
Bib Fortuna y Lhojugg el nimbanel se abrieron camino con cautela entre dos grandes trandoshanos acorazados, acercándose al centro del asunto: el estrado del señor del crimen hutt.
-Ahh Bib, Lhojugg... tee hyatt. Bo shuda –dijo el cartilaginoso gángster con forma de babosa, pronunciando las palabras alrededor de la humeante boquilla de su pipa de agua. Jabba dejó a un lado un cuaderno de datos y dio una serie de encargos a su droide de protocolo plateado que permanecía de pie detrás de él.
A continuación siguió un ligero silencio, aunque Lhojugg estaba seguro de que toda la galaxia podía oír el sonido de sus rodillas chocando entre sí. Se aclaró la garganta, se pasó la mano por los mechones rojos de pelo que crecían a los lados de su hocico, y dio un paso hacia adelante.
-Su más magistral señoría, me temo que tengo que anunciar una discrepancia en el último inventario de la casa.
Los grandes ojos con pupilas en forma de rendija de Jabba miraron al droide traductor por un momento, y luego hizo una pausa para que el nimbanel soltara lo que tenía que contar. Ofuscación, pensó, el lenguaje de los burócratas y los nimbaneses.
-Parece que nuestros huéspedes se sintieron demasiado como en su propia casa en su última estancia -intervino Fortuna.
-Hmm, ¿te han hecho falta dos días para determinar que Mcgrrrr ha robado algo? -retumbó el Hutt.
-Sí, maestro. Por supuesto, como usted sabe, las fianzas de garantía cubren los requisitos estándar para la fiesta, la sustitución de tapices, los controles veterinarios de sus silbadores kayven, el reemplazo de muros... Pero me temo que algo insustituible ha desaparecido -dijo Lhojugg-. Uno de sus droides, Amo. Por la contabilidad, el número de referencia CZ-3, me temo.
Todo lo que Fortuna podía hacer era suprimir su risa con un ligero meneo de sus tentáculos. No hacía ni 20 minutos que Lhojugg gritaba con toda la fuerza de sus pulmones por el droide desaparecido, y ahora informaba del evento con la ferocidad de un ratón de arena. Podía ser tan cobarde a veces... Por supuesto, el autocontrol del propio Fortuna era una cuestión de protocolo, no de miedo. Por supuesto.
Hubo un silencio reverencial, aparte de los ligeros sonidos de las modernas armaduras cuando la sala llena de cazadores de recompensas se movió para ponerse en posición de ver cómo el poderoso Hutt masticaba a sus lacayos.
-Hawr hawr hawr hawr -resonó la risa del hutt en la sala-. Bueno, este importantísimo asunto debe ser tratado inmediatamente. –La enorme cabeza sonriente del hutt giró sobre lo que hacía las veces de cuello, examinando a los cazadores reunidos-. Takeel, closs niat lie!
Un grito sofocado se abrió camino por la habitación, seguido por el ruido de esferas metálicas y la confusión de las pisadas cuando un snivviano se adelantó saliendo de la muchedumbre, persiguiendo la munición de su primitiva arma.
-¿Sí, su... uh, hutteza?
Jabba miró por encima del snivviano gordo y jorobado con el pelo despeinado.
-Enhorabuena, has obtenido la primera recompensa del día. Debes encontrar una pieza de propiedad de lo más valiosa, empezando en la bahía de atraque 83. La nave de Mcgrrrr todavía debe estar en el puerto. Por supuesto, te das cuenta de la importancia de ser discreto, ¿verdad, Takeel?
-Uhh... ¿di-discreto? -tartamudeó Takeel cuando el droide de protocolo le entregó una orden nueva.
-Cuento contigo, Takeel.
-Sí, por supuesto, señor. ¡No le fallaré! -gritó Takeel, mientras salía corriendo de la sala del trono, consiguiendo a duras penas llegar a la salida.
Por un momento, el silencio se cristalizó sobre el ambiente, seguido inmediatamente por una sonora carcajada iniciada por Jabba, secundada por su bufón kowakiano Salacious Crumb, y completada por todos en la sala.
Lhojugg y Fortuna estaban aturdidos, mirándose el uno al otro. Las atronadoras risotadas que hacían temblar el vientre de Jabba se calmaron lo suficiente para que gritase a los cazadores de recompensas reunidos:
-Snaggletooth, ve a cuidar de tu hermano.

***

Los soles golpeaban con su implacable regularidad el centro de Mos Eisley, haciendo que las estructuras de piedra arenisca brillasen con la bruma del calor. A pesar de esto, Macemillian Winduartè caminaba dando pequeños saltitos y tarareando una melodía pegadiza. Saltó fuera de la cantina, en dirección a su tienda a la sombra de las ruinas en el centro de Mos Eisley.
Mace se pasaba de mano en mano un pequeño perno de restricción, admirando su brillo mientras lo hacía girar. Mace, un squib, siempre había sentido atracción por las cosas más brillantes de la vida. Por esa razón había abandonado su posición en la Flota de Recuperación Squib y se había convertido en vendedor de droides en Tatooine. A veces, su compañero, el jawa Aguilae, podría ser un auténtico aguafiestas, pero los dos lograban sacar un pequeño beneficio cada temporada.
Entró en la pequeña estructura casi oculta por una pila de basura y desechos, a la relativa frescura de su tienda/habitación. Los sensibles receptores olfativos de sus brazos detectaron por el hedor que Aguilae había estado allí recientemente. Ya se había acostumbrado al olor a Jawa. No era tan malo, a su parecer. Era bastante mejor que el de un ugor.
Mace puso el cerrojo de seguridad en un estante de especia desgastado y carcomido que colgaba a duras penas en su pared. Se encaramó a su cama, que era en realidad un edredón de piel de bantha extendido sobre el anillo oxidado de una lámpara de araña. Cerró sus grandes ojos de gacela, soñando agradables sueños generados por el nikta.
Su ensoñación de borracho fue interrumpida cuando Aguilae entró en su habitación, registrando un contenedor en busca de tubos de refrigerante. Una regla no escrita en la tienda El Comerciante Jawa es que si no lo encuentras, busca en la habitación de Mace.
-Vendí ese droide que recogiste -graznó el traductor de mano de Aguilae. No había dominado el básico, y la unidad traductora rescatada bastaba, cuando funcionaba.
-Snnzzleggg... -respondió Mace.
-¿Dormido otra vez? -Aguilae negó con la cabeza, sacudiendo de su capucha finas capas de polvo-. Lo juro, Mace, no sé cómo consigues hacer nada. -Siguió revolviendo las cosas de Mace, abriendo el estante de la especia. El cerrojo de seguridad cayó al suelo.
-Mace... -exclamó Aguilae-. Por el Gran Jawenko, Mace, ¿de dónde sacaste esto? Mace, despierta.
Mace entreabrió los ojos, enfocando lentamente la mirada sobre la jawa y el cerrojo de seguridad.
-Hmm... ¿qué? Oh, el cerrojo. Era de ese androide tipo-blanco serio-estirado tan chupimolón que encontré para ti.
-¿El droide de negocios? ¿El droide que acaba de vender? Mace, baja de ahí, esto es importado... -Aguilae se detuvo y golpeó el traductor contra una mesa-. Mace, esto es importante.
-¿Qué, qué pasa, Aggy? -preguntó Mace, frotándose los ojos, dejándose caer de la araña.
-Esto -dijo Aguilae, colocando el cerrojo ante el hocico del Squib. Señaló con la cabeza las letras en relieve en el borde del cerrojo. En aurebesh, decía "Jabba el Hutt".
-Aggy... -Mace sonrió-, ya sabes que no sé leer.

***

-¿Desaparecido?
-Sí, señor -dijo el lacayo jenet de hocico largo con un brillante implante cibernético rodeándole la base del cráneo.
Opun Mcgrrrr tiró hacia arriba del cinturón de su túnica lanuda, torciendo la cara en un gesto de rabia e incredulidad.
-¿Cuándo perdimos el maldito droide? ¿Esa cosa tenía archivos muy importantes en su interior?
-Bueno, señor -informó el jenet-. Parece que ayer, mientras estaba haciendo algunos arreglos con Lady Valarian, el droide desapareció de su garaje alquilado. He interrogado a los lugareños, pero no podía importarles menos.
-Mencionaste mi nombre, ¿verdad? -preguntó Mcgrrrr. El corpulento corelliano tenía un ego bien apoyado por su amplia figura.
-Sí, señor -suspiró el Jenet, preguntándose de nuevo cómo y por qué estaba en su actual posición-. Para mi gran e increíble sorpresa, parecía no tener ningún efecto.
-Extraño... ese droide debe ser encontrado. Recupéralo, y no descanses hasta que lo encuentres. -Mcgrrrr se dio la vuelta, tomando un trago del líquido que guardaba en su petaca plateada.
Diez mil kilo-trems de capacidad de almacenamiento de datos, y estoy jugando a buscar objetos perdidos.
-Sí, señor -dijo el jenet en voz alta-. ¿Puedo añadir, señor, que la búsqueda de droides parece ser un pasatiempo muy popular en Tatooine en este momento?
-Los imperiales... es cierto. –La única ceja de Opun se inclinó en un gesto reflexivo. Esa semana se había visto en Mos Eisley un equipo de soldados de asalto. Todo el mundo sabía que raramente se veían soldados de asalto en Mos Eisley, pero esa semana pasada había sido extraña-. Lo mejor es evitarlos.
-Infalible estrategia, señor -dijo el jenet mientras parte de su cerebro amplificado trabajaba en algoritmos hiperespaciales con el fin de inyectar un poco de diversión a su aburrido día.

***

La penumbra de la sala de conferencias tenue de la mansión resonaba con el sonido de las teclas y los pitidos del cuaderno de datos de Lhojugg. Reflexionó sobre la situación una y otra vez. Fortuna asomó la cabeza y una de sus colas cefálicas en la habitación.
-No tiene sentido, Fortuna. Según el inventario, se suponía que CZ-3 guardaba información de clase roja. Figura aquí como uno de los principales droides de negocios del Amo. No puedo entenderlo. -Lhojugg mordisqueó el lápiz por un momento-. ¿Por qué Jabba lo dejaría a la intemperie?
-Entonces no trates de entenderlo. -Las ruedas de la mente de Fortuna chasquearon. Para hacer que un nimbanel resuelva un rompecabezas, asegúrate de darle el incentivo adecuado-. No creo que Jabba espere que lo hagas.
La mueca que cruzó el rostro de Lhojugg causó que el lápiz cayera con estrépito sobre la mesa.
-Esto es un negocio, Fortuna. Y el negocio de nuestro Amo es mi negocio. Tú no haces más que anunciar a los que se presentan ante él.
-Por supuesto, Lhojugg -dijo Bib, inclinándose hacia la puerta. La actual tormenta casi había pasado, y el twi'lek paciente se ve recompensado, como decía el dicho. El palacio pronto tendría una vacante.

***

-Está bien, está bien, todo irá bien... sólo tendremos que explicaré a Jabba... que, accidentalmente, nosotros... -rumiaba Aguilae ella y Mace vagaban por las arenosas calles de Mos Eisley. Aguilae se detuvo y se volvió, al darse cuenta de que el squib no estaba allí.
-Mace... hkeek nkulla! -maldijo, un exabrupto jawa particularmente desagradable ajeno a la base de datos del traductor. Caminó de puntillas unos pocos metros, en un vano intento de mirar más allá de los relativos gigantes que deambulaban por las calles.
-Está bien –escuchó-, digamos que usted le da al quarren la mitad de mi pedido, pero él tiene que darme el dinero que iba a pagarle a usted, de modo que usted todavía conserva el interés, pero me permite elegir a mí la guarnición. -A través del tejido de su capucha, los precisos oídos de Aguilae fueron capaces de rastrear al squib hasta donde su nariz le decía que se estaban asando costillas de dewback.
Allí, a la sombra de un toldo a rayas, estaba el pequeño squib ante un whiphid de dos metros de altura. La montaña peluda de músculos y colmillos no parecía divertida, y el quarren cara de calamar detrás de él parecía muy confuso. Las fosas nasales del whiphid temblaron, y miró en dirección a Aguilae.
-Jawa, dile a tu socio que aquí ya no le servimos -gruñó la cara llena de dientes. Su garra sujetó el cepillo de salsa con un grupo de tendones apretados.
-Mis disculpas, Fillin... Mi socio, por supuesto, disfruta tanto de tus mercancías...
La nerviosa jawa empujó al squib a un lado.
-Mace, nos vanos... -un ligero ajuste-, nos vamos. Señaló con la cabeza lejos del whiphid, mientras Mace gritaba algo sobre renegociación.
-Mace -dijo, haciendo girar al squib para mirarla-. No tenemos tiempo para esto. Ese comerciante puede estar en cualquier lugar. Tenemos que encontrarlo.
-Aggy, Aggy, Aggy. -Mace agitó su hocico corto-. Iba a pedir información, como parte de una negociación adicional sobre la cantidad de servilletas. Tienes que entender las reglas de la calle.
-No. Tú tienes que entender que el Gran Hinchado tiene mil ojos, y el doble de hkedds... –hizo girar un dial-... el doble de oídos. Si se entera de que fuimos nosotros quienes causaron que uno de sus droides desapareciera, seremos aperitivos de sarlacc. Y Jabba no la clase de persona que negocia.
-¿No negocia? -Los ojos del squib se abrieron-. ¿Y los hutts son civilizados? Qué extraño.
Los dos pequeños vendedores de droides cruzaron desde el concurrido mercado hacia la tienda de alquiler de deslizadores. Aguilae tenía la esperanza de que el comerciante al que había vendido el droide hubiera alquilado el deslizador que le había visto usar, y que el dependiente Arcona de la tienda reconocería la descripción.
-Hmmm... -el Arcona se rascó cuidadosamente la frente curtida con una de sus enormes garras. Se formaron arrugas en los extremos de sus ojos verdes brillantes y ancianos mientras sondeaba su memoria-. Sí, creo que el tipo al que estás describiendo era corelliano. Sí, alquiló el Mobquet, desde luego. Lo miraré en los registros, pero sólo si podéis arreglar esos soportes de rodamientos de inercia.
-Sin problema, Unut. Mañana por la mañana, los tendrás. -Visiones de una feliz puesta de sol doble bailaban en la cabeza de Aguilae. Iban a salir de esto-. Mace, bájate de ahí.
El squib estaba sentado en la silla gastada de una elegante moto deslizadora Halcón Estelar, inclinándose hacia atrás, fingiendo estar montando un bantha desbocado. La deslizadora se meció sobre sus bloques de soporte, con el campo repulsor inactivo debido a los soportes de inercia defectuosos. Como de costumbre, el pequeño mundo personal de Mace excluía a la persistente Aggy.
-Mace... -La jawa se enderezó cuando el arcona regresó, sacando un cuaderno de datos de grandes botones.
--Veamos -dijo el anciano-. Sí, tengo su nombre, y su muelle de atraque, también. -Dio la vuelta al cuaderno de datos para que Aguilae pudiera verlo, y ella se puso de puntillas mientras sus ojos devoraban los datos.
-Muchas grasas… -será mejor encender y apagar el muy rápido el traductor-...  gracias, Unut. Tendrás la deslizadora en funcionamiento el próximo mediodía.

***

La última de las recompensas se había asignado, y ahora Jabba se relajaba escuchando una pieza de los Nodos Modales pregrabada. Su cola se balanceaba con el ritmo lento del compás 4/4 del blues wrooniano Noche de Niebla Talcharaim. Incluso Salacious estaba notablemente sobrio en la penumbra del salón del trono de la mansión.
Y luego se arruinó el momento.
-Su eminencia -exclamó Lhojugg, entrando apresuradamente en la habitación. Los dos gamorreanos en la puerta, que habían quedado traspuestos por la música, resoplaron en su dirección, echando mano a sus hachas.
-Huuooaa... -gruñó el Hutt, abriendo los ojos de golpe, y luego reduciéndolos a estrechas ranuras-. ¿Qué ocurre, Lhojugg? Más vale que sea bueno.
-S-sí, señor. -Lhojugg tragó saliva, con la boca imposiblemente seca. Consultó el cuaderno de datos en su mano-. Señor, me encontrado pruebas de conspiración. Aquí, en esta misma mansión.
-¿Ah, sí? ¿Cómo es eso? -Las abultadas manos del hutt se apretaron en impacientes puños.
-Tras realizar investigaciones adicionales en todo el asunto CZ-3, he descubierto que el droide, que tiene una designación de seguridad de clase roja, fue trasladado poco antes de la visita de Mcgrrrr. Debido a algún tipo de error burocrático increíblemente inepto, fuera de mi departamento, el droide fue dejado en el recipiente de almacenamiento abierto de la mansión cuando visitantes potencialmente hostiles, Mcgrrrr y compañía, estaban presentes. Traté de rastrear al error hasta la fuente, y descubrí que quien sea que cambió la orden de asignación, usó la autorización de su eminencia. ¡Alguien usó sus códigos de acceso, sire! -terminó Lhojugg, con algo más que un pequeño sentimiento de orgullo. El dramático ritmo de su discurso lo había colocado en el centro de la sala del trono de Jabba.
Se escuchó un silbido cuando Jabba exhaló aire con fuerza a través de sus grandes orificios nasales.
-Lhojugg, has cometido un error. No te pedí que hicieras esa investigación. –Los dedos grasientos del hutt bailaron sobre los controles de su reposabrazos. La Noche de Niebla Talcharaim había aumentado en tempo, para simbolizar los tempestuosos vientos de niebla que inspiraron la canción. Los gamorreanos dieron un paso atrás cada uno, y la mirada de Salacious se fijó en el techo oscuro.
-Señor, yo... simplemente estaba preocupado por la seguridad de... -tartamudeó Lhojugg.
-Tu investigación ha terminado. -Jabba pulsó un pequeño botón silenciador ultrasónico de su reposabrazos. Una jaula llena de herrumbre se desplomó sobre el nimbanel y el hutt se sirvió un sapo gordo como aperitivo mientras las cadenas chirriantes levantaban la jaula hasta el techo.
Conforme la canción alcanzaba su huracanado crescendo, la caja ascendió más allá de la pantalla de malla de alambre que mantenía alejados a los hambrientos silbadores kayven. Las fuertes ráfagas de cuernos kloo y beshniquel doreniano crearon una cacofonía que chocaba con los fuertes gritos de Lhojugg. Para cuando la música se acomodó en su coda silenciosamente introspectiva, los silbadores habían comido, y el susurro de la malla de alambre había terminado. Las gotas de sangre que caían desde el techo creaban un ritmo sincopado que los músicos bith probablemente habrían disfrutado.

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