viernes, 19 de julio de 2013

Decisión de mando (y III)


Ya llevaban casi veinte minutos sentados en la cubierta del hangar, desde que las puertas de las escotillas exteriores se habían cerrado detrás de la lanzadera y los alienígenas los habían empujado allí sin contemplaciones, y las piernas de Parck estaban comenzando a sentir la tensión. Poco a poco, con cuidado, trató de adoptar una postura diferente...
El cañón de una pesada arma de fuego le golpeó contra el costado de la cabeza a modo de advertencia.
-No te muevas -siseó el alienígena.
Uno de los soldados sentado frente a Parck se agitó, ensombreciendo el rostro mientras miraba al guardia.
-Paciencia -murmuró Parck, en caso de que el otro estuviera pensando en intentar algo estúpido o desesperado. El tiempo de actuar, le había dicho Thrawn, vendría sólo después de que la gente de Creysis hubiera tenido tiempo de examinar la lanzadera y el caza TIE dañado que habían traído a bordo.
Por el aspecto de las cosas, ese tiempo debía de estar cerca. La lanzadera en sí había sido examinada sólo superficialmente, pero el TIE había sido prácticamente desmontado. El piloto, el teniente Klar, había estado allí con los alienígenas la mayor parte del tiempo, con un par de armas clavadas en las costillas mientras continuaban su interrogatorio. Desde donde estaba sentado, Parck no podía oír bien las preguntas o las respuestas de Klar; sólo podía esperar que Thrawn hubiera instruido al piloto en lo que podía o no decirles.
Al otro lado del camino, una puerta se abrió como un diafragma y Creysis entró en el hangar. Parck lo miró mientras avanzaba pesadamente hacia el grupo de presos, pero la expresión del alienígena era imposible de leer.
El esfuerzo resultó ser innecesario.
-Parck -siseó, con esos repulsivos tentáculos de la boca moviéndose más de lo habitual-. De modo que estaba diciendo la verdad. Qué estúpido de su parte.
-¿Qué quiere decir? -preguntó Parck.
-Su nave es realmente un po'dorj, madura para la cosecha -dijo Creysis, señalando con su codo en dirección a la escotilla exterior-. Lenta y débil y llena de cosas buenas. Pronto estará en garras de los ebruchi.
-Ah -asintió Parck-. Así que así se llaman ustedes, ¿verdad? ¿Los Ebruchi? Nos estábamos preguntando acerca de eso.
Los tentáculos de la boca detuvieron momentáneamente su movimiento.
-¿No me escucha, Parck? –preguntó-. Digo que vamos a llevarnos su nave espacial y todo lo que poseen.
-¿Con qué? -resopló Parck-. ¿Con las naves que tiene aquí? No sea ridículo.
-Todos los ebruchi estarán pronto aquí -gruñó Creysis, o lo más parecido a un gruñido que podía emitir el alienígena con el siseo crónico de su voz-. Justo ahora han partido mensajeros a convocarlos para la matanza.
Parck asintió con la cabeza, llenándose de una cálida sensación de satisfacción. Satisfacción, y la habitual admiración por su comandante. Una vez más, como lo había hecho tantas veces antes, Thrawn había anticipado hasta el último detalle los movimientos de su oponente.
-¿Y qué le hace pensar que el Amonestador seguirá aquí cuando lleguen? -preguntó.
-Porque incluso ahora continúa persiguiéndonos -dijo Creysis-. Tontamente, porque es demasiado lento para atraparnos. Piensan rescataros del festín de la victoria ebruchi. En lugar de eso, van a perderlo todo.
Parck tragó saliva. Un festín de la victoria ebruchi. ¿Significaba eso que lo que él temía que significaba?
-¿Qué clase de festín?
El presuntuoso alienígena nunca tuvo la oportunidad de decírselo. Desde el otro lado de la habitación, uno de los otros ebruchi gritó de repente.
Creysis se volvió y saltó hacia él, moviéndose a una velocidad sorprendente para una criatura de su corpulencia.
-¿Qué está pasando? -murmuró uno de los soldados.
-El almirante debe de haber hecho su movimiento -murmuró Parck en respuesta, mirando a los guardias con el rabillo del ojo. En ese momento su atención estaba en la animada conversación que tenía lugar al otro lado del hangar, pero eso no iba a durar mucho más tiempo-. Como conjetura, diría que descubrieron de repente lo rápido que puede viajar el Amonestador en realidad.
El soldado miró a los guardias.
-Entonces, ¿qué se supone que debemos hacer?
Parck sonrió.
-Sólo prepárate para agacharte.
Y con una puntualidad altamente gratificante, el lado de la lanzadera Zeta directamente sobre el depósito de combustible de estribor voló por los aires.
Y una docena de soldados de asalto se extendió por el hangar alienígena.
La primera ráfaga sincronizada de fuego bláster eliminó a los guardias que vigilaban a los soldados sentados.
-¡Klar! -gritó Parck, señalando al otro lado de la habitación, donde el piloto del TIE permanecía junto a su caza desarmado.
Pero Klar ya se había echado al suelo de la cubierta, y la segunda andanada de los soldados de asalto acabó con los sorprendidos alienígenas que estaban a su lado.
-¿Comandante Parck? -llamó uno de los soldados de asalto.
-Estamos todos aquí -confirmó Parck, poniéndose en pie de un salto y casi cayendo de nuevo cuando los fatigados músculos de sus piernas trataron de obstaculizar su movimiento-. Esa puerta es la única salida del hangar.
-Bien -dijo el soldado de asalto. Seis de sus hombres ya estaban moviéndose para tomar posiciones defensivas junto a la puerta, mientras que otros dos estaban ocupados colocando explosivos para volar la escotilla exterior-. Que sus hombres suban a bordo de la lanzadera.
-Ya lo habéis oído, soldados -exclamó Parck-. Moveos.

***

-Están tratando de rodearnos, almirante -exclamó Niriz, mirando por la ventana-. Sus treinta cazas restantes. Definitivamente una formación de ataque.
-Recibido, capitán -dijo Thrawn, volviendo hacia adelante por la pasarela de mando después de su breve conversación privada con el oficial de comunicaciones en su trinchera de tripulación-. Lancen un escuadrón de cazas TIE para interceptarlos.
-Sí, señor -dijo Niriz, haciendo un gesto para confirmar la orden al oficial de control de combate-. ¿Cree que un escuadrón será suficiente?
-Más que suficiente -le aseguró Thrawn-. Con ese tipo de números, es más importante para nuestros pilotos para poder mantenerse fuera del camino unos de otros.
-¿Incluso con los alienígenas plenamente conscientes de las capacidades de los cazas TIE?
Thrawn sonrió.
-No son conscientes de las capacidades de los cazas TIE, capitán. Son conscientes de las capacidades del caza TIE del teniente Klar. Hay una diferencia considerable.
-Ah -dijo Niriz, comprendiendo al fin. Así que de eso se trataba ese misterioso retraso de tres horas. En lugar de cargar tecnología adicional a bordo del TIE del teniente Klar como parte de un acuerdo secreto con Creysis, como Haverel había temido, Thrawn había estado eliminando partes críticas de lo que ya estaba allí.
La formación de TIEs estaba cerca de la nube de cazas enemigos que se acercaba, superados en proporción de tres a uno por naves con cuatro veces su tamaño. Inconscientemente, Niriz contuvo el aliento.
Y entonces las dos fuerzas chocaron, y los TIEs atravesaron el frente de ataque de la fuerza de choque enemiga como las emisiones de escape de un motor fundiendo la nieve. Once de los doce cazas alienígenas que se encontraban en el punto de mira se convirtieron instantáneamente en bolas de fuego con la primera andanada de los imperiales; el duodécimo duró lo suficiente como desplazarse de lado hacia contra uno de sus compañeros con un violento choque que se llevó por delante a ambas naves. El ataque alienígena vaciló, con su arrogante confianza convirtiéndose claramente en repentina confusión. Tomando ventaja de la duda, los TIEs dieron media vuelta con la precisión de un desfile, lanzando un ataque igualmente devastador contra la retaguardia de la formación enemiga.
-Excelente -dijo Thrawn con aprobación-. Mis felicitaciones, capitán; su trabajo con los pilotos en los últimos días ha valido la pena.
-Almirante, ahora registramos una lanzadera Zeta -exclamó el oficial de sensores-. Alejándose de la nave de mando.
-Que los cazas TIE despejen una vía de escape para ellos -ordenó Thrawn-. Todas las baterías turboláser, disparen a los cazas enemigos a voluntad, pero dejen intacta la nave de mando. Timonel, preparado para saltar a la velocidad de la luz; el objetivo es el primer sistema a lo largo del curso vector setenta y uno punto cinco. Estaciones de tractores, fijen los rayos en la nave de mando enemiga. Quiero que la tomemos intacta.
El cielo fuera del ventanal empezó a iluminarse con los disparos de los turboláseres pesados del Amonestador, y la ya descompensada batalla se convirtió en una derrota aplastante. La nave de mando de Creysis trataba desesperadamente de escapar, zigzagueando como un pez herido mientras su pantalla de cazas se desintegraba literalmente bajo ella y a su alrededor. Pero no tenía ni de lejos la velocidad del Amonestador, y en cuestión de segundos el Destructor Estelar se había acercado a rango de captura.
-Activen rayos tractores -instruyó Thrawn.
-Activados -informó el oficial de tractor, mirando a la pantalla sobre los hombros de sus subordinados-. La conexión... es buena. Los tenemos, señor.
-Recoja el sedal, teniente -ordenó Thrawn-. Ordene a los soldados del hangar que se preparen para abordarlos. Que todos los cazas TIE rompan formación y regresen.
Tres tensos minutos después, estaba hecho.
-La bahía del hangar informa de fijación de acoplamiento positiva en la nave, almirante -dijo el oficial de comunicaciones-. Los soldados de asalto se han abierto paso en tres lugares; el abordaje ha comenzado. Todos los cazas TIE han regresado sin bajas.
-¿Timonel?
-Salto calculado y previsto, señor -respondió rápidamente el oficial-. Tiempo estimado para el sistema de destino, dos punto cinco minutos.
-Recibido -dijo Thrawn-. Timonel: salte a velocidad de la luz. Control de cazas...
Se escuchó el creciente zumbido lejano de la hipervelocidad, y las estrellas del exterior hicieron su familiar explosión surrealista convirtiéndose en líneas estelares.
-Control de cazas, confirme que todas las alas de TIEs están listas para el lanzamiento -continuó Thrawn-. Personal de turboláser, hagan una doble comprobación previa de combate.
Niriz señaló con la cabeza hacia el cielo moteado del hiperespacio exterior.
-¿Qué espera encontrar ahí fuera? -preguntó.
-La persona a la que Creysis rinde cuentas, por supuesto -dijo Thrawn-. A pesar de sus bravatas anteriores, él no es el gobernante de nada. Y mucho menos el señor de todo lo que ve.
Niriz frunció el ceño.
-¿Está seguro?
-Mucho -le aseguró Thrawn-. Un auténtico comandante nunca aceptaría una invitación a subir a una nave desconocida y posiblemente peligrosa. Tampoco se quedaría en las cercanías tanto tiempo después de capturar nuestros vehículos y hombres, huyendo de nosotros en vez de saltar a la velocidad de la luz. Se presentaba deliberadamente a sí mismo como un objetivo, con la esperanza de obligarnos a revelar las capacidades completas del Amonestador.
-Lo que, por supuesto, usted era lo suficientemente inteligente como para no darle -dijo Niriz, haciendo una mueca de vergüenza por lo mal que había malinterpretado toda la situación.
-Sí -dijo Thrawn. Simples hechos, sin ningún matiz de orgullo o de reproche en su voz-. Creysis es un subordinado. Pero es un subordinado ambicioso, dispuesto a arriesgar su propia vida y la de sus tropas con el fin de reunir la mayor cantidad de información posible antes de llamar al resto de la manada para la matanza.
-Está bien -dijo Niriz, arrugando la frente por la concentración-. Lo entiendo. También entiendo que tiene sentido táctico que llevemos la batalla directamente a su cuartel general en lugar de esperar a que reúnan toda su fuerza contra nosotros. Pero Creysis envió ocho cazas, en ocho vectores diferentes. ¿Cómo sabe que este es el camino a su cuartel general?
-Todo se reduce a una vez más a la información, capitán -dijo Thrawn, con el tono de un instructor de academia tratando de obtener la respuesta correcta de un estudiante-. Hemos establecido que Creysis es del tipo de persona que enviaría toda la información que su comandante podría querer o necesitar. No sólo que ha encontrado un objetivo débil y prometedor... -Levantó una ceja.
Y de repente Niriz lo comprendió.
-No sólo que ha encontrado un objetivo prometedor –dijo-, sino también pruebas palpables de lo prometedor que es ese objetivo. Esa escultura que le dio tenía un transpondedor integrado en ella, ¿no?
-Muy bien, capitán -dijo Thrawn, y había realmente una nota de aprobación en su tono-. ¿Timonel?
-Noventa segundos, almirante -dijo el oficial.
-Que todas las estaciones informen -ordenó Thrawn-. Quien quiera que nos encontremos aquí, estará en proceso de movilizarse para ir en ayuda de Creysis. Cuando salgamos del hiperespacio, saldremos luchando.
Noventa segundos después, lo hicieron.

***

La puerta de su habitación se abrió y Niriz levantó la vista, esperando ver al Almirante Thrawn entrar al interior.
Era, en cambio, el comandante Parck.
-¿Tiene un momento, capitán? -preguntó.
-Probablemente vaya a tener una gran cantidad de momentos -dijo Niriz, reprimiendo un suspiro mientras indicaba al otro que pasara-. ¿Es eso lo que ha venido a decirme?
-No exactamente -dijo Parck-. En realidad, estoy aquí para decirle que el almirante le ha rechazado. ¿Puedo sentarme?
Niriz frunció el ceño.
-¿Qué quiere decir, me ha rechazado?
-Exactamente eso -dijo Parck, tomando una silla y sentándose en ella-. No acepta su renuncia como capitán del Amonestador.
-Eso es ridículo -gruñó Niriz, sin saber si sentirse aliviado o indignado-. He debatido un motín con otro oficial de alto rango; eso un delito merecedor de consejo de guerra. Si no me va a enviar de vuelta a Coruscant con Haverel, como mínimo tiene que degradarme.
-Como se habrá dado cuenta, Thrawn no siempre se considera obligado a seguir el manual -dijo Parck secamente-. Además, todo lo que usted hizo fue hablar de ello. Cuando llegó la crisis, tomó la decisión de mando de alinearse con él. Eso es lo que cuenta.
-¿Lo es? -preguntó Niriz-. Está bien; de modo que me he puesto de su parte esta vez. ¿Y la próxima vez que saque uno de estos trucos? ¿Cómo sabe que será capaz de confiar en mí, entonces?
Parck le dedicó una mirada extraña.
-Lo está entendiendo al revés, capitán –dijo-. Usted es un oficial honorable, de una orgullosa familia de un mundo del Núcleo. Nunca hubo ninguna duda en la mente de Thrawn de que podía confiar en usted.
-Podrían haberme engañado -gruñó Niriz, volviendo a pensar en su conversación con Thrawn en el puente-. Si él confía en mí tanto, ¿por qué no me hizo partícipe de lo que estaba haciendo?
-Oh, estaba usted demostrando que era digno de confianza, desde luego -le aseguró Parck-. Pero no se lo estaba demostrando a Thrawn. Se lo estaba demostrando a usted mismo. -Se volvió para mirar en dirección a la proa del Amonestador-. Hay cosas tremendas por ahí esperando a ser descubiertas, capitán. Nuevas especies, ricos mundos listos para ser tomados, y un número inconmensurable de posibles amenazas contra el Imperio. Nuestro trabajo es encontrar esas amenazas, identificarlas... y eliminarlas. -Volvió a mirar a Niriz-. Y es por eso que estamos aquí. Porque Thrawn es el mejor.
Niriz lo miró.
-De modo que está diciendo que todo esto en realidad no era simplemente las consecuencias de una batalla política.
Parck resopló.
-No lo creo. Estoy seguro de que los enemigos de Thrawn pensaban así, pero como siempre estaban por lo menos tres pasos por detrás de él y el Emperador. No, Thrawn ha estado esperando llevar la presencia imperial a las Regiones Desconocidas durante un largo tiempo. Sus enemigos meramente proporcionaron una excusa conveniente para que el Emperador le enviara aquí sin que nadie supiera la verdadera razón detrás de ello. Con el tiempo, dependiendo de lo rápido que el Emperador pueda barrer todas esas pequeñas revueltas, tendremos cada vez más naves y hombres para ayudarnos. Plantando bases y guarniciones; tal vez incluso algunas colonias a mayor escala. -Sonrió distraídamente, con una mirada perdida en sus ojos-. El Imperio está en movimiento, capitán. Y somos nosotros los que lo estamos impulsando.
Durante unos minutos ninguno de ellos habló. Luego, encogiéndose de hombros brevemente como si sacudiera una agradable ensoñación, Parck se puso en pie.
-Supongo que será mejor que volvamos al puente –dijo-. Los interrogatorios de los piratas supervivientes pronto deberían terminar, y querremos estar disponibles cuando el almirante esté listo para discutir nuestros siguientes pasos.
-Sí -convino Niriz, poniéndose en pie con un entusiasmo interno que no había sentido en años. Sí, sin duda, su carrera estaba oficialmente en ruinas allá en Coruscant. Pero eso estaba bien. A lo que se enfrentaba ahora, probablemente fuera mucho más interesante-. Después de usted, comandante.

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