jueves, 30 de mayo de 2013

Luna de Combate (I)

Luna de Combate
John Whitman

El holograma del guerrero s'krrr arremetió contra Mika con sus antebrazos como cuchillas. Mika giró haciéndose a un lado, clavando su daga de prácticas en su abdomen.
-Penetración en tórax inferior -dijo la voz de Leda por el altavoz-. Resultado: Seccionada columna de nervios.
El s'krrr holográfico brilló y se alteró ligeramente. Ahora sostenía en la mano un bastón de dos metros de largo con una cuchilla en un extremo. Una pica de energía. Agitando la pica, el s'krrr atacó de nuevo. Mika esquivó el golpe de barrido y se deslizó rodeando al holograma insectoide mientras la hoja de su daga atravesaba las dos alas pequeñas y diáfanas en su parte posterior.
El holograma se congeló. La voz de Leda llegó de nuevo por el altavoz, esta vez un poco desconcertada.
-Desmembramiento de alas vestigiales. Los s'krrr ni siquiera necesitan esas alas, Mika. Ningún daño.
Mika Streev se limpió una fina capa de sudor de la frente. Podía ver a Leda través de la ventana de transpariacero de la cabina de control de la sala de prácticas.
-Daño psicológico, Leda –jadeó-. Los s'krrr usan esas alas para hablar su lengua tradicional. Además, son un objetivo difícil y, por lo tanto, honorable.
La puerta de la sala de prácticas se abrió con un suspiro, y Leda Kyss quedó encuadrada en el marco. Al igual que Mika, llevaba la bandolera roja de un guerrero rabaanita, repleta de insignias al mérito cosidas en ella. A diferencia de Mika, a su bandolera le faltaba el símbolo del más alto honor de Rabaan: el sello del resplandor solar de un artista que ha creado su obra maestra.
Leda se adelantó y señaló el holograma del s'krrr. Alcanzando los 1,7 metros de altura, el insectoide gris parecía una serie de ángulos afilados diseñados para intimidar. Sus grandes ojos negros brillaban fríamente, colocados en lo alto de la cabeza triangular del s'krrr. Un exoesqueleto de cáscara dura cubría incluso su cara, por lo que las emociones de los s'krrr, con su aspecto de mantis, eran inescrutables para todos, salvo para los seres humanos más atentos.
Leda señaló a la criatura de aspecto formidable.
-Vas a luchar un único combate que decidirá el futuro de Rabaan. ¿Cómo puedes hablar de honor y arte en un momento como este?
Mika sonrió.
-¿Qué mejor momento para sacar el tema? ¿Crees que voy a dejar que un pequeño debate político sobre qué especie destruyó la plataforma orbital de quién se interponga en mi camino? Son los burócratas quienes deben decidir eso. Yo, perfecciono mis habilidades. En eso consiste ser un guerrero, ¿no es así?
El rostro de Leda pareció distante de repente.
-Aquí, tal vez. No en todas partes... -murmuró.
-Leda, ¿estás bien? Llevas meses en las nubes. Tal vez pillaste algo en Circarpo IV. No sé por qué te molestaste en salir del planeta, para empezar.
-Para ver lo que hay ahí fuera, Mika. Puede que seas el mejor artista-guerrero de Rabaan, pero hay más vida aparte de los rituales de combate. Hay una gran galaxia ahí fuera, y confía en mí, hay lugares a medio día de salto de desde Rabaan donde no les importa cómo se gana la batalla. Arrasarían un planeta para vencer a una sola persona.
Mika se burló.
-¡Bárbaros! Me sorprende que el Imperio no ponga fin a ese tipo de brutalidad.
Leda frunció el ceño, pero no dijo nada.

***

Ciento ochenta y seis millones de kilómetros más cerca del sol amarillo del sistema Ishanna, el planeta S'krrr recorría su camino de manera constante a través del vacío del espacio. Cuarenta kilómetros de atmósfera resguardaban a los seres vivos de S'krrr de ese vacío. Medio kilómetro de frondoso bosque proporcionaba sombra a las capas superiores del suelo de S'krrr bajo el cálido sol caliente del sistema. Dos metros de duracemento separaban esa capa superior del suelo y el techo de la pequeña cámara subterránea donde Sh'shak de los S'krrr había elegido el mantra de la distancia para su ejercicio de meditación.
También él se preparaba para la batalla. Mientras parte de su mente continuaba con el mantra de la distancia, Sh'shak pensó en los acontecimientos que habían conducido a esta confrontación. Una de las plataformas orbitales rabaanitas había sido destruida en el accidente de una lanzadera (dos metros desde la cabeza de un ser humano hasta sus pies, una cabeza de unos 20 centímetros de altura...), un accidente que los rabaanitas atribuyeron a los s'krrr. Los s'krrr, inocentes, se habían defendido de la acusación, y los ánimos se habían caldeado hasta que la guerra parecía inevitable.
Sh'shak se pasó uno de sus brazos como cuchillas (medio metro desde la punta de la hoja hasta la articulación del codo, medio metro desde la articulación del codo hasta el enlace abdominal...) a lo largo de la cresta de la frente con un movimiento suave. Afortunadamente, Rabaan y S'krrr habían aprendido hacía mucho tiempo a resolver sus conflictos de una manera civilizada. Cuando no podían encontrarse soluciones políticas, cada planeta elegía un campeón. Los dos guerreros se encontraban en terreno neutral; un pequeño planetoide estéril llamado Luna de Combate. Sólo un guerrero volvía de esos encuentros, y su planeta era declarado ganador de la disputa.
Sh'shak pulsó un botón en una consola cercana y solicitó una visualización anatómica de la estructura del cuerpo humano. Estaba revisando la variedad de objetivos disponibles para él. Lo hizo con mucha calma. No sentía rencor hacia los seres humanos en general, y ciertamente ninguno hacia los rabaanitas, por quienes sentía gran estima. Sin embargo, Se había convocado el Combate, y él, Sh'shak de la casta guerrera, había sido elegido. Iría a la Luna de Combate y mataría al rabaanita que encontraría allí. Y si, como Sh'shak esperaba, el guerrero humano resultaba digno, Sh'shak compondría una breve canción para él en el canto de las alas.
Con el mero pensamiento del canto de las alas, las pequeñas alas vestigiales de Sh'shak se agitaron, frotándose una contra otra en un suave s'krrrrrrr que se había convertido en el nombre en básico de la especie. Milenios de actividad interplanetaria habían convencido a los s'krrr para adoptar el básico en la mayoría de las comunicaciones. Pero todavía mantenían su lenguaje del canto de las alas, mucho más difícil -y mucho más hermoso- para fines ceremoniales y artísticos.
Perdido en el sonido del canto de las alas, Sh'shak cambió del mantra de la distancia al mantra del equilibrio, mientras sus alas continuaban murmurando.

***

El suave murmullo en la sala de conferencias del destructor estelar Coacción se silenció cuando el gobernador Klime entró en la habitación. Los oficiales imperiales sentados alrededor de la mesa le llamaban "gobernador" en deferencia a su nuevo cargo como jefe supremo del sistema Ishanna y los sistemas circundantes, pero en sus mentes todavía era el general Klime, el táctico brutal que había logrado que una docena de mundos se arrodillasen ante el Imperio.
Los oficiales más cortos de mente se preguntaban por qué Klime había accedido a abandonar el ejército para asumir un puesto civil. Aquellos con mentes más ágiles sabían, al igual que Klime, que en estos días de la rebelión el ejército ya no ofrecía la suficiente flexibilidad para los más ambiciosos. Como gobernador, Klime todavía podía usar al ejército para intimidar a los planetas débiles y, en el caso de planetas fuertes como Rabaan y S'krrr, apoyarse en métodos más sutiles para conseguir lo que quería.
-Informe.
Un asistente se cuadró.
-A pesar de los continuos rumores, hemos sido incapaces de encontrar una base rebelde en ninguna parte del sistema Ishanna. Inteligencia duda de la fiabilidad de los rumores. Nuestro hombre en Rabaan nos dice que los s'krrr y los rabaanitas han acordado un combate ritual.
-¿Está nuestro hombre en posición?
-No, señor. No logró posicionarse correctamente. Está esperando sus instrucciones.
-¿Lugar y fecha del combate?
-La única luna de Rabaan, conocida como Luna de Combate. Coordenadas...
-Si la luna está en órbita rabaanita -gruñó Klime-, nuestras naves pueden ser detectadas.
-N-no, señor -balbuceó el asesor-. Tanto los rabaanitas y como los s'krrr están notoriamente poco interesados en el tráfico y los viajes espaciales. Además, los Combates tradicionalmente tienen lugar en el apogeo de la luna, cuando está demasiado alejada para que los sensores de cualquiera de los planetas obtengan lecturas claras.
Klime juntó las manos, formando una cúpula con los dedos.
-Continúe.
-Sí, señor. Los dos combatientes serán depositados en la superficie en lugares aleatorios. Entonces se... darán caza entre ellos. Fecha: Dentro de dos días locales, a las 18:00.
Klime sonrió cruelmente, y aplastó la cúpula de sus manos en dos apretados puños.
-Comandante Glave.
-¡Señor! -El comando imperial se puso en pie de un salto, mirando al frente con los pequeños ojos de su rostro grabado con marcas de viruela como valles y lleno de cicatrices. Cualquier otro que demostrase un celo como el suyo habría sido llamado lamebotas, pero Glave inspiraba el tipo de terror que impedía tal desprecio. Veterano de 30 conflictos a pequeña y gran escala, el comandante Glave nunca había perdido una batalla. En un tiroteo en Kestos Menor, el casco de Glave quedó destrozado por un disparo de pistola a quemarropa, clavando fragmentos de dura-blindaje en su rostro. Ignorando el dolor, Glave contuvo él sólo a todo un pelotón de rebeldes hasta que llegaron los blindados AT-AT.
El gobernador Klime miró a esa máquina de matar como un soldado que admiraba un bláster recién cargado.
-Reúna a sus hombres, comandante. Y llame también a nuestro informante local. Cuando esos dos lugareños lleguen a esa Luna de Combate, quiero su equipo listo y esperando.

***

-¡Mika, estoy esperando! -Leda golpeó la puerta-. ¡Mika!
-Hola. -Leda se volvió cuando la voz le susurró al oído. Instintivamente, sacó su daga y atacó con ella. Mika le agarró la muñeca con facilidad y le dio un rápido beso en los labios. La joven soltó su mano y guardó la hoja.
-¡No vuelvas a hacer eso! -gritó Leda-. -¡Podría haberte herido!
Mika se encogió de hombros.
-Sólo quería ver qué tal andabas de reflejos. Muy bien. Pero no deberías dejar que la gente te sorprenda así.
Leda gruñó y se dirigió hacia la puerta.
-La mayoría de las personas no parece flotar al caminar, como tú, Mika. Vamos. ¡Y no me beses en público!
Mika sonrió ante la timidez de Leda. Esa prohibición raabanita de las manifestaciones públicas de afecto entre los no-prometidos ya estaba pasada de moda. Pero ya que Mika no había podido ofrecerle su Promesa, en realidad no podía quejarse de su mojigatería. Sospechaba que era sólo su manera de decirle que era mejor que actuase pronto.
La puerta se abrió y caminó por la Arcada, la larga sala principal del Gimnasio. El Gimnasio comprendía cinco manzanas enteras del centro de Ban Belos, la capital de Rabaan. El complejo de varios niveles servía como vivienda, centro de formación y arena de competición para los mejores guerreros de Rabaan. La flor y nata, como Mika, disponía de suites personales y estudios privados de formación justo fuera de la Arcada. Era el lugar más prestigioso del planeta.
En las horas previas a la partida de Mika al Combate, la seguridad del Gimnasio había prohibido el acceso a la Arcada a todos salvo a los residentes. Conforme Mika y Leda pasaban junto a las grandes columnas de piedra, sus pasos resonaban en el espacio vacío.
-Es como un pueblo fantasma -dijo Leda-. Hablé demasiado pronto.
Acercándose hacia ellos por el pasillo venía un hombre muy alto; tan alto que tuvo que agacharse bajo un arco para evitar golpear una viga decorativa de piedra con su cabeza de cabello oscuro. Su bandolera roja colgaba perezosamente a través de su cuerpo desgarbado, pero el sello del resplandor solar había sido pulido para que brillase descaradamente.
-Mika Streev -dijo el hombre alto, a través de una tensa sonrisa-. ¿Ha llegado ya el momento?
-Hola, Andos -dijo Mika-. Leda, ya conoces a Andos, ¿no? Mi vecino... con el segundo mejor apartamento de la Arcada.
La sonrisa no desapareció del rostro de Andos.
-Me habrían dado el tuyo, Mika, pero tuvieron que reservarlo para alguien de menor estatura. -Se volvió hacia Leda-. Encantado de conocerte.
Leda asintió con la cabeza.
-Te reconozco de los Juegos, por supuesto.
Andos bostezó.
-Sí, sí, mi nombre se ha hecho famoso desde que perdí ante Mika en la final por el derecho a defender Rabaan. Todos los adolescentes del planeta me consideran ahora “ese otro competidor”. Bueno, bueno, dicen que las cosas siempre son para bien. Buena suerte contra el cabeza-concha, Mika.
Les ofreció de nuevo su tensa sonrisa, y pasó de largo, con sus largas piernas alejándole ágilmente por la Arcada.
Leda le observó alejarse.
-Esa es una amarga tierra en la que plantar una mala semilla.
Mika se encogió de hombros.
-Envidia, eso es todo. Es difícil ser el segundo mejor en algo. Creo que Andos tenía su corazón puesto en poder defender Rabaan esta vez.
Llegaron a la entrada de la Arcada, una antigua puerta de madera, supuestamente la puerta original del antiguo Gimnasio en tiempos remotos. Más allá, se oía un murmullo bajo y constante.
Leda hizo una pausa y respiró hondo.
-¿Estás listo? -Mika asintió-. Por favor, no montes una escena. Tenemos cosas más importantes que hacer.
Mika volvió a asentir.
La puerta se abrió con un fuerte crujido, y los dos humanos fueron agredidos por una tormenta de luz y el ruido. Sonaron vítores desde la multitud que había esperado horas para poder ver a Mika Streev, el campeón de Rabaan.
-¡Mika! ¡Mika!
-¡A por ellos, hijo!
-¡Contamos contigo, Mika!
Mika sonrió ampliamente y devolvió el saludo a la multitud. Al avanzar, la masa de gente se separó hacia los lados como aguas abriéndose, despejando el camino hacia la lanzadera que le esperaba. Canosos ancianos rabaanitas, niñas enamoradas de su ídolo, y jóvenes que soñaban con la gloria, todos extendían sus manos para tocarle el hombro o el brazo. "Estuve así de cerca de Mika Streev", contarían a sus nietos.
Leda le seguía un paso atrás con un gesto sombrío en la frente. Los miembros de los equipos de holonoticias captaban cada sonrisa radiante, cada guiño, cada risa, en las lentes de sus holo-cámaras del tamaño de la palma de una mano, y transmitían las imágenes por todo el globo. Rabaan enviaba a su guerrero estrella para defender el honor del planeta, y la prensa lo estaba devorando. En la lanzadera, Mika se volvió y levantó las manos, y la multitud estalló de nuevo. Cientos de lentes reflejaron su imagen mientras Leda tiraba de la manga de Mika y señalaba hacia la lanzadera, y miles de millones de holos alrededor del planeta copiaron el gesto inocente de Mika al encogerse de hombros y volverse de nuevo hacia sus admiradores.
La partida de la lanzadera se retrasó media hora, mientras Mika disfrutaba de su adoración.
Finalmente, Leda arrastró a Mika al transporte y la puerta automática se cerró y bloqueó con un zumbido. Leda se dejó caer en el asiento del piloto y se cernió sobre sus controles, cargando coordenadas en el ordenador de navegación y pulsando interruptores hasta que los motores del crucero de bolsillo cobraron vida. Después de haber montado las elegantes naves nuevas tan fácilmente disponibles en toda la galaxia, Leda era dolorosamente consciente de lo atrasado que se había quedado Rabaan. Su gente simplemente no estaba interesada en los viajes espaciales, y eso se notaba que su pequeña y ruinosa flota. Sentía como si estuviera pilotando un bote de remos.
El viejo crucero se estremeció cuando los motores repulsores parecieron empujar el planeta lejos de ellos. Después de unos momentos, ascendieron hasta la estratosfera. Con un gesto irritado de sus dedos, Leda activó un obsoleto motor iónico Hoersch-Kessel que lanzó a la reacia nave hacia delante.
Tan pronto como el vetusto crucero de bolsillo se asentó en un patrón de vuelo suave, Leda se volvió hacia Mika.
-Eres repugnante.
-¿Qué? -preguntó inocentemente.
-¿Cómo pudiste hacer eso?
-¿Hacer qu...?
-¡Quedarte ahí sumergido en toda esa gloria como si esto no fuera más que un partido de Balón-buceo Mon Calamari!
Mika parpadeó.
-¿Qué es un Mon Calamari?
-¡Oh, cielos! -Leda dio un puñetazo en el mamparo del crucero-. Es cierto, se me olvidaba. Nunca has estado fuera del planeta. ¡Nunca has visto lo que está pasando ahí fuera! ¡Nunca has pensado en nada más allá que tu próximo trofeo!
Mika había visto a Leda Kyss luchar por su vida. La había visto entrenar 10 horas al día, todos los días durante un año, para ganar su bandolera roja. La había visto llorar de frustración después de perder partidos en los Juegos, y la había visto hacer un agujero en la pared de un puñetazo al enterarse de un falso rumor de que la estaba engañando. Pero nunca antes la había visto tan enojada por algo. Su guerrero interior quería contraatacar, responder a esa agresión con la suya propia. Pero el amante en él no se lo permitió.
-Leda -dijo pacientemente-, no te entiendo. Rabaan ha tenido una casta guerrera por más tiempo del que nadie puede recordad, y tú y yo somos parte de ella. Eso es lo que somos. Eso es lo que hacemos. No sólo yo... Ambos.
Leda apoyó la cabeza entre sus manos.
-Es sólo que a veces me siento tan enojada...
-¿Por qué? Antes no te ocurría, y sé que yo no he cambiado. ¿Qué ha cambiado entonces?
Leda miró hacia arriba. Tenía los ojos húmedos de lágrimas, pero su rostro estaba tenso por la frustración. Al principio Mika pensó que iba dirigida hacia él, pero luego vio que tenía la mirada perdida más allá de él, a través de él, centrada en algo enorme y distante que la enfurecía y la aterrorizaba. Los músculos de su mandíbula estaban furiosamente tensos. Luego liberó esa tensión en un largo suspiro de cansancio.
-Oh, Mika. Hay tanto que me gustaría poder decirte. Confío en ti... pero no puedo.
Mika tocó suavemente su muñeca con unas manos que podían romper huesos con facilidad.
-Leda, ¿te pasó algo fuera del planeta? ¿Alguien te hizo algo...?
-¡Sí! -dijo Leda-. Pero nada malo... a menos que llames algo malo a madurar. Fuera del planeta conocí... a algunas personas, Mika. Me mostraron lo que estaba pasando en la galaxia. Me mostraron... -Su voz se convirtió en un susurro y miró a su alrededor con recelo, como si las curvas mamparas de la vieja nave se inclinaran para espiar-. Me mostraron que el Imperio es malvado.
Se hizo el silencio.
Mika ladeó la cabeza hacia un lado. No sabía qué decir. Leda bien podría haberle dicho que el aire era malvado, o el suelo de Rabaan era malvado. El Imperio era el Imperio; tan básico y fundamental para la vida como el aire o el suelo: a veces benigno, a veces molesto, pero siempre, siempre, fundamental para el orden natural de las cosas.
Al menos él siempre había pensado así, hasta que miró a los ojos a Leda mientras ella le rogaba que lo entendiera.
-El Imperio toma planetas por la fuerza. Destruyen gobiernos. Esclavizan poblaciones enteras...
-¡Ridículo! -resopló Mika-. Si eso sucediera, lo sabríamos...
-¿Cómo? -espetó Leda-. ¿Por las redes de noticias? ¿Quién controla las redes de noticias? ¡El Imperio!
-Sí, pero hay otras formas. Mercaderes. Turistas. Hay una gran cantidad de tráfico cruzando el hiperespacio. Las noticias se propagarían.
-Las noticias se propagan, Mika -dijo Leda-. Los rebeldes se aseguran de eso. Están organizados. Están contraatacando... y últimamente incluso han estado ganando.
-¿Rebeldes? -Mika se echó a reír-. ¿Organizados? ¿Te crees esas tonterías? La Alianza Rebelde no es más que un montón de forraje de bantha difundido por comerciantes chismosos y... -Hizo una pausa.
-¿Turistas? -terminó Leda.
Segura de haber ganado el debate, volvió a sus instrumentos.
Mika estudió a Leda por un momento, la estudió con ojos entrenados para evaluar las habilidades de un oponente digno. Vio un nuevo poder en su vieja amiga, un poder desconocido para él. Había visto a los guerreros ganar confianza conforme dominaban nuevas armas, pero esto era diferente. Leda Kyss no había entrado en una nueva fase de su vida militar. En algún lugar, en el cosmos, había entrado en un mundo más grande.

***

En el lado opuesto de la Luna de Combate, un crucero s'krrr trazaba órbita solitaria alrededor de la superficie gris del satélite. A bordo de la nave, Sh'shak de deslizó a través de la bodega de carga entre las filas de sus compañeros con aspecto de mantis. Nadie de ellos habló. No hubo palabras de despedida en S'krrr, ni buena suerte ni adiós. Sólo hubo el elegante aleteo de las alas de la memoria.
Sh'shak entró en la pequeña cápsula de escape y comprobó rápidamente sus instrumentos. La cápsula estaba diseñada para una sola reentrada atmosférica. Una vez que aterrizase, se convertiría en un montón inútil de cableado fundido y agrietadas entrañas de repulsores.
A continuación, Sh'shak comprobó con calma su única arma: una pica de energía telescópica de dos metros. Los combates entre s'krrr y humanos eran tradicionales y honorables, a la par que violentos. Ambas partes preferían usar armas tradicionales de lucha cuerpo a cuerpo.
Por supuesto, uno puede ser prudente al tiempo que honorable, pensó Sh'shak mientras palmeaba el pequeño bláster de mano escondido en su cinturón. Por último, Sh'shak comprobó el enlace portátil a la red de comunicaciones de su mochila... o más bien, la mitad del enlace que obraba en su poder. El humano tendría la otra mitad. Por separado, cada unidad era inútil. Cuando se instalaban juntos, el dispositivo podría enviar una señal lo suficientemente fuerte como para llegar tanto a Rabaan como a S'krrr, donde cada bando esperaba ansiosamente. La primera palabra triunfante que se dijera en ese canal de la red de comunicaciones enviaría rápidamente naves de rescate hacia la Luna... y anunciaría la victoria. Para los perdedores, sólo habría silencio.
Sh'shak activó un mecanismo y la escotilla se cerró. Sin ceremonia, apretó un interruptor y la cápsula de escape salió de la barriga de su nodriza como un recién nacido de acero saltando hacia sus primeros momentos de vida. A continuación, los ordenadores de a bordo arrancaron, y la cápsula se estabilizó en un vector de aterrizaje. Sh'shak miró por la ventana a la luna que crecía con rapidez. Sabía que, en algún lugar cercano, su oponente humano estaba haciendo lo mismo.

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