viernes, 1 de marzo de 2013

Un duro invierno (y VI)


Cuando las manos suaves de Nikaede le sacudieron, Drake se agitó.
-¿Qué? -murmuró, aturdido y rígido por sus aventuras. La wookiee ladró suavemente, empujando el comunicador a sus labios-. ¿Quién?
-¡Drake!
Reconociendo a Fahs, pero no el pánico en su voz, Drake espetó:
-¡Toob! ¡Otra vez no! ¿Dónde...?
-No te molestes en buscarlo. Ni siquiera está en el planeta. -Fahs hizo una pausa dramática-. De alguna manera se las arregló para hacerse con un Cazador de Cabezas Z-95. ¿Qué se trae entre manos, Drake?
-No tengo ni idea -respondió Drake, alcanzando sus botas-. No puede estar muy lejos.
-Bueno, pues date prisa. Todas las frecuencias imperiales están alborotadas.
-Lo encontraremos. -Lanzando el comunicador a un lado, Drake corrió por el pasillo a la cabina de vuelo-. Amplifica la red de sensores y busca rastros iónicos recientes -ordenó, mientras la wookiee se instalaba a su lado. Ágilmente, sus manos comenzaron a activar interruptores de vuelo y a encender módulos de control-. Lo sé -respondió Drake con un susurro a las quejas de la wookiee sobre el viejo-. Sólo ten paciencia conmigo.
El Inquebrantable flotó precariamente por encima de la superficie de la cresta, deslizándose con destreza bajo el techo dentado hacia la boca abierta de la Cuenca del Cañón Tyma. A pesar de la interferencia de la densa estratosfera de Redcap, Nikaede localizó fácilmente el rastro de combustión iónica. Examinando los datos de los sensores, lo confirmó y amplió el barrido del sensor para incluir el espacio circundante sobre el planeta. Con un gemido desesperado, hizo un descubrimiento inquietante.
-¡Lo has encontrado! -vitoreó Drake- ¿Dónde? -Una caprichosa exclamación de la wookiee le puso nervioso, al igual que los cuatro blips no identificados en la pantalla del sensor-. Sintoniza su frecuencia.
-Escuadrón Veerpal, ¿dónde están? -gritó una voz desesperada-. ¡Estamos bajo ataque! ¡Respondan inmediatamente!
Nervioso, Drake observó cómo el ordenador de vuelo de a bordo recorría rápidamente su biblioteca de esquemas, confirmando la presencia de un Galeón Estelar Imperial y un Cazador de Cabezas Z-95. Acercándose rápidamente desde el otro lado del planeta, dos cañoneras de asalto imperiales se acercaban a gran velocidad para enfrentarse al intruso.
Nikaede gimió, un gemido de pánico que reverberó en la parte posterior de su garganta. Con tristeza, leyó la información a su capitán.
-Dos cañones de iones, dos cañones láser y dos lanzamisiles con ocho misiles de conmoción cada uno. -Era el turno de Drake de gemir. Acelerando los motores del Inquebrantable, guió el carguero en un curso de intercepción hacia las naves de asalto imperiales.
El Galeón Estelar tenía el aspecto de estar recién fabricado, con su casco brillante blanco marfil en el hueco oscuro del espacio. La nave nunca había visto combate real... lo que era obvio por el manejo incompetente de sus turboláseres. El galeón y su tripulación dependían en gran medida de su depredador escolta que llegaba ahora desde el planeta. A juzgar por las marcas de explosiones que recorrían el otrora prístino casco del galeón, era evidente que el Cazador de Cabezas y su piloto habían hecho bien su trabajo con varios misiles de conmoción hábilmente colocados.
Conforme Drake se acercaba a toda velocidad, reconoció los amplios e irregulares giros y espirales defensivos del contrabandista, que dejaban a los artilleros del galeón sin una posición de disparo clara. Las maniobras eran todas las características de Corellia, el planeta natal legendario que había creado a hombres como Toob Ancher, su hermano Karl, y una serie de pintorescas figuras que ahora vivían en las sombras de la ley galáctica. Contra un piloto así, las defensas del galeón eran casi inútiles.
Drake sintió que se le encogía el corazón cuando las naves de guerra se pusieron en formación, persiguiendo al Z-95 solitario en un vector recto. Esquivando un disparo perdido de los frustrados artilleros, Drake dirigió al Inquebrantable hacia la refriega, eludiendo hábilmente los disparos de los defensores imperiales. Incrementando la potencia de los escudos de popa, dejó todas las armas apagadas. Si los imperiales le estaban monitorizando, se darían cuenta de que el carguero ligero no representaba una amenaza por el momento.
Ajustando la subida de tensión en el generador de escudo, Nikaede gruñía con ansiedad. A la wookiee de voz suave no le gustaba que estuvieran tan cerca de la nave imperial. Colocó entre ambos la pantalla de datos modificada, mostrando a Drake los blips que aparecían en la matriz de sensores.
-¡Los veo! –refunfuñó Drake mientras el caza estelar que iba en cabeza se acercaba hacia ellos, acelerando-. Abre el comunicador. Quiero que escuchen nuestras transmisiones. -Manipulando el sistema de orientación, colocó al Inquebrantable detrás del Cazador de Cabezas fugitivo, mientras una descarga de las cañoneras batía las defensas de su escudo, más fuertes-. ¡Toob! -gruñó Drake-. ¡¿Qué estás haciendo?!
-¡Igualar el marcador, muchacho! -respondió con risas el careliano-. Punto por punto; vida por vida. ¡Ahora sal de mi camino! ¡Estás interfiriendo mi escáner de objetivo!
Ladeó bruscamente la nave, siguiendo con un picado extremo, antes de estabilizarse en un curso con el que pretendía volver al galeón.
Imitando fácilmente la maniobra, Drake dijo airado:
-Tendrás que hacerlo mejor que eso, Toob. ¡Esto es una locura! Ahora detente y... –Los impulsores de maniobra del caza se apagaron bruscamente con un chisporroteo, haciendo que la pequeña nave se detuviera. Para evitar una colisión, Drake giró los controles, llevando al Inquebrantable hacia arriba y lejos del peligro, abriendo el camino para que las naves de asalto se precipitaran para realizar una primera pasada-. ¡Toob! -gritó con frustración.
-Carguero no identificado -crujió una voz por el comunicador-. Nuestras lecturas indican que es el Inquebrantable. Retírese y abandone la zona. Esto es un asunto imperial. Su indiscreción podría resultar en...
-¿Calder? –jadeó Drake.
-Vaya, vaya, vaya -canturreó Calder-. Mi pequeño amigo de Redcap. Buen trabajo en el Bantha Risueño.
Sorprendido por el frío sarcasmo del imperial, Drake compartió una mirada de aprensión con su primer oficial. Voluntariamente, se separó de la persecución, permitiendo que las naves de asalto le acorralaran.
-Escuche, Calder, no tenemos mucho tiempo.
-En eso tienes razón, chico -resopló el Imperial-. El tiempo se agota para tu amigo, y para ti también, si continúas interfiriendo.
-¡Está enfermo! -protestó Drake-. ¡Ahora mismo no se le puede considerar responsable de sus actos!
-Tres artilleros muertos y cinco técnicos heridos dicen que sí se puede.
-Sólo déjeme hablar con él.
-Tengo mis órdenes, Drake.
Trazando un amplio arco, la nave de asalto de Calder se apartó, dejando a la nave restante para contener al Inquebrantable. Ejecutando impecables maniobras de defensa imperial, el piloto persiguió al escurridizo Z-95, presionando al contrabandista hasta que finalmente Toob abandonó la esperanza de desplegar los misiles y comenzó a escapar de una muralla de disparos láser procedentes de los cañones de la cañonera.
Eludiendo su guardia, Drake se deslizó bajo la nave y salió disparado hacia la escena, dejando al sorprendido piloto detrás de él.
-¡Calder, retírese!-gritó por el comunicador-. ¡Retírese ya!
Siguió la empecinada persecución del imperial a través del borde de la atmósfera de Redcap y luego de vuelta a través del espacio hacia al galeón, reconociendo la trampa que había tendido. De repente, Toob frenó el Z-95, aplaudiendo mientras la cañonera pasaba de largo junto a él hacia las llamas de los gigantescos motores del galeón. Haciendo caso de la advertencia demasiado tarde, Calder se apartó, triturando una de sus cinco alas en el borde del sistema de motores del galeón. La nave de asalto giró fuera de control, dando vueltas por el espacio abierto antes de que el piloto imperial pudiera recuperar el mando del módulo de vuelo.
Drake esperó a que la cañonera de Calder pasara con su pirueta a través de su línea de fuego y luego activó sus láseres delanteros, tomando a Toob por sorpresa. Los disparos dieron en el blanco con precisión, desactivando los motores del Z-95, pero dejando el caza intacto. Toob disparó sus láseres principales y lanzó el último de sus misiles de conmoción, sin ningún resultado. Sin sus motores, el Cazador de Cabezas estaba muerto en el espacio, a la deriva a merced de la resaca gravitacional de Redcap.
Sin aliento, Calder guió cañonera lisiada de vuelta al campo de batalla.
-Te voy a dar una opción, chico. La única opción que mis órdenes permiten. -Hizo una pausa-. Tu gatillo o el mío.
-¡Me han atrapado, muchacho! –dijo Toob con una risa maniaca, liberándose de los cinturones de seguridad. Estaba tan desorientado, que no se había dado cuenta de que el disparo que le había inhabilitado provenía del Inquebrantable-. ¡Pueden abatirme, pero no antes de que se lo haga pagar caro! ¡Ja, ja!
-Toob, escúchame.
Haciendo caso omiso de la voz temblorosa de Drake, Toob se removió en el asiento del piloto.
-Tengo que escapar.
Tiró de la manilla de apertura de la carlinga. Una sirena de alarma sonó ruidosamente, señalando el peligro inminente de descompresión.
-¡Toob!
-El cierre está bloqueado -gruñó el corelliano, cuando el dispositivo falló. Volvió a pulsar el interruptor, con el sudor nublando su ojo cibernético-. No puedo quedarme esperando a que vuelvan. -Examinando las marcas de los disparos, se echó a reír-. Me tienen atrapado, muchacho. Si pudiera... -tiró del cierre- conseguir... soltarlo. Aún podría conseguir escapar. Manipulando aún la abrazadera soldada, comenzó a cantar-: He hecho la carrera de Kessel y he sobrevivido al espectáculo...
-¿Drake? -gruñó Calder con impaciencia.
Asegúrate de que es tu dedo el que está en el gatillo y no el de un extraño. Fortalecido por esas inquietantes palabras, Drake susurró:
-Espere.
Caminando lentamente por el estrecho pasillo hasta la cuna de la nave, Drake se deslizó por la escalera del artillero. De mala gana, se abrochó el arnés de la torreta y encendió el arma pesada. Centrado en el Z-95 lisiado, podía sentir cómo la imagen del ordenador de adquisición de blancos le quemaba las retinas.
Con pánico frenético, Toob continuó sus intentos desesperados por escapar de la carlinga, a pesar de carecer de traje ambiental. Enfurecido por la zona confinada, se quitó el casco y comenzó a golpear su cabeza contra la junta, astillando el vidrio reforzado. De repente, se detuvo y se quedó mirando desde la cabina empañada, a través de una gran extensión de configuraciones y colores, hacia la única forma reconocible que su mente era capaz de comprender, el Inquebrantable.
-Tranquila, vieja amiga -canturreó Toob, oyendo los gritos de la olai moribunda en su mente-. Vamos, Drake –susurró-. No dejes que sufra.
Drake apretó el gatillo. Una explosión de energía sacudido el Z-95 incapacitado y lo hizo estallar en una bola de llamas que implosionó al quedarse sin oxígeno. La explosión propulsó restos y metralla por una amplia zona de espacio. Masajeándose el puente de la nariz, Drake cerró los ojos mientras una lágrima le caía sobre la mejilla.
-Aremin, al habla el teniente Calder confirmando la baja de un hostil. El escuadrón Veerpal se retira. -Mientras la segunda nave de asalto aceleraba de vuelta al planeta, el piloto imperial se quedó unos instantes entre los escombros de quemados por las explosiones-. Escucha, Drake, si te sirve de consuelo, tu amigo no te dejó muchas alternativas. Era tu gatillo o...
-Lo entiendo -interrumpió Drake-. Créame, ha sido mejor así. -Tragando el nudo que tenía en la garganta, susurró-: Gracias.
-Cielos despejados, Inquebrantable. Calder fuera.
La nave de asalto tembló por el espacio, volviendo a su puesto de mando, en algún lugar bajo la atmósfera.

***

A pesar de la densa cubierta de nubes, unos rayos de sol perdidos lograron perforar el gris, difundiendo calor por el suelo frío y árido del conocido Cañón Tyma de Redcap. Anclado en la estrecha pista de aterrizaje, el Inquebrantable y su contraparte, un YT-1300 llamado Gloria, parecían extrañamente fuera de lugar: diminutos, insignificantes dentro de las crestas de un kilómetro de profundidad y las plataformas continentales del gran cañón.
El casco de la Gloria era rosa, manchado por sus dos años de retiro en la superficie del planeta, escondido en la cuenca donde ninguna autoridad del sector ni rival podía encontrarlo. Y ahí se había quedado, mientras que su capitán viajaba por la galaxia en compañía de amigos. Aún capaz de surcar el espacio, el matriarcal carguero parecía emitir un aura que Drake sólo podía definir como el íntimo orgullo de una nave de contrabando. Cada grieta en su blindaje, cada placa de escudo descolorida, cada brecha que podía advertirse en su casco celebraba la riqueza de su historia, simbólicas medallas de su excepcional carrera.
Agotado y desmoralizado, Drake se apoyó en la Gloria, presionando su frente febril contra el casco fresco de la nave. Con ingenuidad infantil, arrojó su voluntad y toda su convicción contra el carguero ligero, en un esfuerzo por infundirle la vida de su capitán. En cualquier momento, si se concentraba lo suficiente, Toob saldría caminando por la rampa y lo saludaría con una fuerte palmada en la espalda o tal vez con un estribillo de alguna obscena balada de contrabandistas.
Junto a él, Fahs acariciaba con cariño el carguero, realineando una de sus patas de atraque con una patada.
-Esta nave le sirvió bien, desde el día en que la obtuvo... hasta el día en que la retiró aquí en el valle. -Frunciendo los labios, pasó los dedos por los bordes irregulares del carguero-. Una vez hizo la carrera de Kessel en 20,5 parsecs, ¿sabes?
Estrechando los ojos con aire suspicaz, Drake se quedó mirando al issori, pensando en la crueldad de esa broma.
Fahs se echó a reír con espíritu alegre.
-Supongo que hoy en día eso es paso de bantha. Pero en aquel entonces -agitó la cabeza mientras los recuerdos pasaban por su mente desordenada-, entonces... era algo. La Dama de Nar Shaddaa, solían llamarla. Eso fue antes de los días de Tait Ransom o Elias Halbert, incluso de ese joven, Solo. Esos chicos ni siquiera habían nacido cuando esta misma nave -dio una palmada al carguero con orgullo- entretenía a la realeza del inframundo y asomaba la nariz ante las autoridades de sector de toda la galaxia. -Rascándose la nuca, Fahs tarareó nerviosamente una melodía sombría-. Supongo que no querrás volar con ella de vuelta a Socorro. Yo no tengo mucha necesidad de una nave, hoy en día... y sé que a Ancher le haría ilusión volver a verla.
-No estoy listo para ir a casa, Fahs -susurró Drake, evitando los ojos del issori-. Todavía no.
Sintió que la sombra de Nikaede caía sobre él y escuchó su llanto lastimero. Inclinándose hacia el caluroso apoyo de la wookiee, el joven socorrano pasó los dedos por el casco de la Gloria por última vez.
-Lo entiendo, Drake. Los viejos tienen sueños y los jóvenes los viven. -De pie en la rampa, Fahs posó como si fuera un escenario-. La juventud hace que cada corazón sea un rey y cada aventura una corona que conseguir. -Distraído, rió para sí mismo y suspiró, como si se hubiera quitado un gran peso de encima-. Nunca he estado en Socorro. Escuché a Toob hablar de él. Supongo que podría ir allí, deteniéndome de camino a Nar Shaddaa. No me importaría compartir un momento con algunos viejos amigos. -Entrecerrando los ojos, miró hacia el cielo de la mañana-. Había una chica bonita que solía gustarme. Atendía la barra en esa taberna de la esquina llamada la Dama Naranja... -Esbozó una sonrisa pícara-. Bueno -rió el issori, ruborizándose profusamente-, aquello fue en otra época... otra aventura... hace mucho tiempo. –Con un guiño, tecleó la secuencia de cierre de la rampa-. Cielos despejados, principito... lleva tus coronas con orgullo.
Protegidos bajo el Inquebrantable, Drake y Nikaede observaron mientras el anticuado carguero se agitaba precariamente sobre la pista de aterrizaje improvisada, ascendiendo tembloroso bajo el control de Fahs. Redescubriendo los cambios sutiles del módulo de vuelo, el issori estabilizó el carguero, alzándose bruscamente sobre los bordes del cañón hacia la atmósfera nublada que cubría el planeta.
Drake suspiró, encontrando una paz interior proporcionada por el ingenio del issori.
-¿Cómo de rápida crees que es? -preguntó, mirando con cariño al Inquebrantable. Nikaede se encogió de hombros, murmurando múltiples ecuaciones y teorías cuánticas-. Sólo hay una manera de averiguarlo -reflexionó el socorrano. Silbando una melodía jovial de una balada de contrabandistas, recibió con una cálida sonrisa el gruñido desafiante de la pragmática wookiee-. Establece un curso hacia el sistema Kessel.

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