lunes, 18 de febrero de 2013

Único en su especie (II)


En el interior, Shandria escuchó como los soldados de asalto se acercaban. Echando un vistazo por encima del hombro, los vio avanzando con cautela por el bar. Cuando se dio la vuelta, el joven que le había ayudado había desaparecido y la puerta estaba cerrada con llave. Comenzó a golpearla.
-¡Déjame salir!
-¡Déjame entrar! –respondió la voz agobiada de Sconn desde el otro lado, acompañada por golpes frenéticos, y luego por una andanada de disparos bláster.
Shandria comenzó a trastear con el panel de control, y luego apretó los puños en señal de frustración.
-¡Está atascado!
En el exterior, Sconn, sacudió la cabeza.
-Genial. -Más y más desperdicios caían sobre él conforme los soldados volaban agujeros en los contenedores de basura que usaba para cubrirse-. ¿Cómo me metí en esto? -El ladrón agitó la cabeza y metió la mano en su bolsa de transporte. Después de rebuscar por el interior, Sconn sacó una delgada media esfera de metal con sólo una pequeña luz carmesí destacando en su superficie-. Más vale pecar de precavido que dejar que te entierren-. Se arrastró hasta la puerta y sujetó la media esfera en el panel de control. Sconn golpeó la puerta fuertemente con el puño-. ¡Atrás! ¡Atrás! -gritó.
Sconn se lanzó de nuevo al abrigo de los contenedores de basura y sacó una pequeña unidad de control plateada. El ladrón pulsó el botón y cerró los ojos. La media esfera estalló en una lluvia de luz. La puerta se abrió.
Sconn sonrió a pesar de sí mismo, entonces se horrorizó al ver a Shandria asomar la cabeza por la puerta.
-¿Qué está pasando? -exigió saber ella.
El ladrón se lanzó hacia adelante, evitando por los pelos ser tostado por una salva de disparos bláster, y de un empujón hizo entrar a ambos al interior, cerrando la puerta tras ellos.
-Si vuelves a asomar la cabeza donde no debería estar, lo más probable es que consigas que te la vuelen.
-Lo siento...
Sconn se encogió de hombros, haciendo un gesto a sus espaldas.
-El gran comité de bienvenida blanco de allí atrás nos obliga a descartar esta salida. -El ladrón suspiró al oír los familiares pasos con blindaje pesado que se acercaban desde la otra dirección-. Parece que estamos atrapados.
Shandria se puso las manos en las caderas y lo fulminó con la mirada.
-Pensé que habías dicho que eras bueno en esto. -Sconn se encogió de hombros, impotente-. Pues menudo rescate. –Echó un vistazo a su alrededor, mirando por encima de su hombro a los armarios de almacenamiento. Cuando vio el letrero que decía "Peligro - Cerveza Gravdiniana", sonrió. Shandria agarró a Sconn por el brazo y lo condujo hacia el armario-. Venga. ¡Vamos a salir de aquí!
Sconn cerró la puerta y la bloqueó. Se quedó escuchando junto a la puerta por un segundo y luego frunció el ceño.
-Ahí vienen. -Una pequeña brillolámpara parpadeaba débilmente, ofreciendo en el mejor de los casos una pobre iluminación. Sconn contempló los enormes contenedores de cerveza, que estaban adornados con una serie de agujeros grandes y ventilados cerca de su parte superior. Echó un vistazo a Shandria-. Y nos has dejado arrinconados.
-¿Podrías dejarme tu vara?
-¿Para qué?
-¿Quieres someterte a un interrogatorio Imperial?
El ladrón se separó de mala gana de su vara.
-Ten cuidado con ella. Es única en su especie. -Esbozó una sonrisa de satisfacción-. Igual que yo.
Shandria tomó la vara y puso los ojos en blanco.
Sconn miró a su alrededor. Vio las advertencias colocadas en los contenedores y la pared y frunció el ceño.
-Además, has elegido un lugar maravilloso, también. Si no nos matan, nuestro escondite lo hará. -El ladrón agitó la cabeza-. Aquí dentro somos como mynocks de feria.
-¿Alguna vez haces otra cosa que no sea quejarte?
Shandria se subió encima de un contenedor. Levantó la mano con la vara de Sconn, y la extendió hacia el techo, donde comenzó a dar golpes.
-¿Qué estás haciendo?
-¿Sabes algo sobre la cerveza gravdiniana?
-Genial. Estamos a punto de morir y te pones a jugar a las holopreguntas.
Ella hizo caso omiso del comentario.
-Tiene un sabor realmente bueno. Bastante dulce, en realidad. Desafortunadamente, desprende un vapor muy fuerte hasta que fermenta adecuadamente. En cantidades concentradas, el vapor puede ser letal.
-Oh, esto no hace más que mejorar por momentos.
Shandria continuó sondeando con sus golpes en las sombras.
-Es una molestia y un peligro, por lo que muy pocos bares trabajan con ella. Los que lo hacen, sin embargo, deben tomar precauciones. Así que, cuando deciden almacenarla, necesitan una sala especial con suficiente... -Se detuvo al oír cómo la vara chocaba con algo hueco y metálico. Levantó aún más el bastón, y con él se levantó una rejilla cuadrada de un metro de lado, llena de agujeros. Cubría un conducto de tamaño similar en el que se veía una tenue luz-… ventilación -terminó Shandria, y sonrió.

***

Sconn abrió de un golpe la rejilla superior y salió al exterior del conducto que se abría en el techo del bar. Volviéndose hacia abajo, ayudó rápidamente a Shandria a salir junto a él.
-Eso ha sido bastante sorprendente -dijo.
-Gracias. Pero tú me rescataste primero. Sólo estaba devolviendo el favor.
Una sonrisa amaneció lentamente en su rostro, como un sol deslumbrante.
Sconn casi comenzó a ruborizarse, y apartó la mirada.
-Bueno, yo, eh, eso es... -Se aclaró la garganta-. Gracias... Y de nada. -Miró hacia abajo por el conducto-. Será mejor que nos pongamos en marcha. No tardarán mucho tiempo en averiguar por donde hemos desaparecido.
-Entonces, ¿ahora qué?
-Buena pregunta.
El ladrón se inclinó hacia adelante, asomando por el borde del tejado. Otros dos deslizadores de asalto se encontraban estacionados frente a la fachada. Una guardia considerable observaba la parte delantera del edificio, rodeando a un hombre alto y delgado, con una nariz en forma de pico ganchudo. Por su uniforme, su postura engreída y su posición vigilada de relativa seguridad, Sconn asumió que el hombre era el imperial al mando.
Frunciendo el ceño, el ladrón gateó por el techo y revisó la parte posterior del edificio. El deslizador de asalto que había visto antes en la boca del callejón estaba todavía allí. Podía ver a dos soldados de asalto vigilando la puerta trasera.
Sconn hizo un gesto a Shandria y señaló al vehículo.
-¿Puedes pilotar una de esas cosas?
Ella asintió con la cabeza.
-¿Por qué?
Sconn sonrió, tomando la vara con las dos manos. Pulsó el pequeño interruptor en el centro del mango y con un suave zumbido, ambos extremos del arma comenzaron a cargarse una vez más con energía paralizante.
Shandria frunció los labios.
-Vaya, vaya... estamos llenos de sorpresas, ¿no es así?
-Aún no has visto nada.
El ladrón sonrió y luego se volvió y saltó del techo. Shandria vio con asombro como aterrizaba justo entre los soldados de asalto, que no esperaban que les cayera ninguna compañía desde lo alto.
El primero de los soldados recibió un golpe de la vara aturdidora justo en el casco, cayendo inerte al suelo. El segundo logró levantar su bláster, pero Sconn fue más rápido. Su vara golpeó como una letal serpiente de acero. La punta del arma golpeó el arma del soldado, haciéndola volar en espiral en el aire. Sconn lanzó dos rápidos golpes en la tripa del soldado indefenso, derribándolo como una roca.
Sin perder el ritmo, el ladrón cogió entonces en el aire el rifle del soldado y se dio la vuelta justo cuando el piloto del deslizador de asalto salía de su nave, pistola bláster en mano. El piloto recibió dos rápidos disparos del arma capturada de Sconn y cayó al suelo.
Sconn se dio la vuelta para mirar hacia Shandria e hizo una teatral reverencia. Mientras se levantaba de nuevo, quedó completamente sorprendido al ver a Shandria sosteniendo un pequeño bláster de mano apuntando directamente hacia él. Antes de que pudiera moverse un centímetro, disparó.
El disparo pasó justo sobre su cabeza y un gruñido de dolor sonó detrás de él. Sconn se dio la vuelta para ver como otro imperial, vestido de manera similar al piloto, caía al suelo. El hombre se estaba sujetando el pecho con una mano y en la otra sostenía la pistola desintegradora que habría disparado al ladrón por la espalda.
-Se te olvidaba el copiloto, cerebro de láser -dijo Shandria mientras saltaba para reunirse con él.
Sconn asintió lentamente, murmurando su agradecimiento.

***

El imperial de nariz ganchuda, el comandante Daraada, esperaba molesto a que se encontrase a la mujer. Por desgracia, sus tropas de asalto de gatillo fácil habían eliminado a dos de los espías de la Nueva República. Los dos últimos de la célula que había estado tratando de exponer durante meses.
Todavía quedaba la mujer, por supuesto, pero era la más joven del grupo y sabría relativamente poco de una célula de la Nueva República que ya estaba bastante cubierta de secreto. Por no hablar de que las muertes significaban dos víctimas de interrogatorio menos para el comandante. Y por mucho que él hubiera disfrutado de las sesiones de tortura extra, atrapar a la mujer con vida era mucho más importante. Ella tenía la tarjeta de datos robada. Además de un montón de otros hechos interesantes a la espera de ser revelados en un mar de dolor, pensó el comandante Daraada con una sonrisa.
Daraada debía su infame notoriedad a no emplear un interrogador imperial. Disfrutaba tanto de esa tarea él mismo como para ceder ese placer a otra persona. Los placeres sencillos eran siempre los mejores. Desde su ascenso, tenía menos tiempo para disfrutar de esas cosas, por lo que disfrutaba con los prisioneros vivos.
Cuando la mujer hubiera hablado, y la tarjeta de datos fuera recuperada, puede que se ganase otro ascenso. Uno que lo llevaría fuera del apestoso planeta al que estaba asignado actualmente. El comandante hizo una pausa momentánea en su contemplación para oler el viciado aire venaariano, mezclado con el olor a cerveza barata. No por mucho más tiempo, pensó alegremente. Sus tropas habían cortado todas las vías de escape.
Shandria L'hnnar ya era prácticamente suya, y quien fuera aquel tonto que había intentado ayudarla también estaba atrapado. Daraada no necesitaba sacar ninguna información del aspirante a héroe, por lo que sólo tendría su cabeza. Tal vez en una pica de fuerza, reflexionó el comandante, clavada en el exterior del Centro de Mando Imperial. Un mensaje para el resto de la ciudad... para hacer saber a la población que el Imperio todavía iba en serio, y su puño de hierro agarraba con firmeza los mundos que aún seguían bajo su influencia. Una vez que se hubiera logrado eso, la advenediza Nueva República y las facciones Imperiales traidoras serían las próximas de la lista para sentir su apretón inflexible.
Daraada sonrió con malicia, haciendo subir y bajar su larga nariz mientras asentía para sí mismo. Sí, eso era precisamente lo que haría, tan pronto como fueran capturados. Un momento más, y estarían en sus garras. ¿Cómo se atrevían siquiera a pensar en desafiar al Imperio? ¡O en desafiar al gran comandante Gaevril Daraada, ya puestos!
En ese momento, el gran comandante Gaevril Daraada abandonó sus reflexiones al advertir un deslizador de asalto alejándose del bar rugiendo a toda velocidad. Lo miró entornando los ojos, comprobando las marcas.
¡No podía ser! ¿O sí? Daraada levantó su comunicador y se lo llevó a los labios.
-Comandante Daraada a grupo C. Informe.
Su única respuesta fue el silencio. Daraada corrió dando la vuelta al edificio, seguido por media docena de sorprendidos soldados de asalto que se apresuraron a alcanzar a su líder.
El comandante dobló corriendo la esquina y quedó totalmente boquiabierto. El callejón estaba vacío, a excepción de cuatro de sus hombres que estaban esparcidos por el sucio pavimento y entre los contenedores de basura. Sus ojos se abrieron de golpe y lo único que pudo hacer fue ofrecer un furioso grito.

***

-Entonces, ¿cuál es tu historia?
Shandria levantó la vista de los controles y sonrió.
-Eres de la Nueva República, ¿verdad? –preguntó él.
-¿Cómo lo sabes?
-Ninguno de vosotros cedéis nunca ninguna información fácilmente. Pregunta qué hora es y te mirarán como si fueras un agente de la OIS. Hábito de los días de la rebelión, supongo...
-Ya sabes esa máxima humana... los viejos hábitos son difíciles de matar.
-Y también lo son los rebeldes...
Shandria amplió su sonrisa y sacudió la cabeza con asombro.
-¿Por qué me estás ayudando? Quiero decir, eres un completo extraño. ¡Estás arriesgando tu vida por mí y yo ni siquiera sé tu nombre!
Sconn extendió la mano.
-Sienn Sconn. Encantado de conocerte.
-Shandria L'hnnar -dijo ella, tomando su mano en la de ella-. Y no has contestado a mi pregunta.
-¿Qué pregunta?
Shandria gruñó.
-Y tú decías que nosotros guardábamos secretos.
Sconn rió por unos momentos, y luego pareció ponerse mortalmente serio.
-Odio al Imperio.
-Mucha gente también. Pero no todos hacen algo al respecto.
-Bueno, este tipo de cosas no es precisamente un hábito para mí.
Ella lo miró apreciativamente.
-Tal vez debería serlo...
-Parece que me ha confundido con un héroe, señora. -Sconn sacudió la cabeza enfáticamente-. Yo sólo soy un tipo normal tratando de ganarse la vida.
-¿Y a qué te dedicas, de todos modos?
Sconn la miró, luego se mordió el labio.
-Yo, eh... Bueno, supongo que yo soy lo que llaman un "especialista en adquisiciones".
Shandria esbozó una sonrisa irónica.
-Oh. Así que eres un vulgar ladrón.
Sconn rostro enrojeció.
-Puedo ser muchas cosas, pero no soy vulgar. Y algunas personas pueden llamarme ladrón, pero otras todavía os llaman rebeldes, incluso con vuestra Nueva República... Eso no hace que la descripción sea verdadera. -Respiró hondo y continuó-: Si alguien quiere algo, me contrata para "adquirirlo". Cosa que hago, si y sólo si creo que el objetivo se lo merece. Y eso son generalmente simpatizantes imperiales obscenamente ricos. Si eso me convierte en ladrón ante tus ojos, que así sea.
-Lo siento. No quería ofenderte.
-Hey, soy un ladrón, ¿recuerdas? En un planeta perdido, nada menos. No soy fácil de ofender.
-No tan perdido. Si supieras lo que estaba pasando aquí...
-No me lo digas. No quiero saberlo.
-Por eso el Imperio todavía sigue aquí. Demasiada gente prefiere la bendición de la ignorancia.
El silencio invadió el deslizador de asalto. Finalmente, Sconn se aclaró la garganta.
-Entonces, ¿dónde exactamente se detiene este transporte?
-Puerto Estelar Ven-Kavi. Tengo que salir de este planeta. Tengo información que debe llegar a la Nueva República inmediatamente. Información que podría salvar millones de vidas.
-Así que de eso se trata. Parece que no somos tan diferentes después de todo.
-¿Qué quieres decir?
-Quiero decir que yo robo bienes materiales. Tú robas datos.
Shandria frunció el ceño.
-No es lo mismo en absoluto.
-¿Por qué no?
-Tú robas para obtener un beneficio económico. Yo hago lo que hago por el bien común.
-Bueno, yo también. -Sconn se señaló en el pecho con el pulgar-. Mi bien común.
Shandria suspiró, aminorando la marcha del deslizador de asalto. Apretó un botón, abriendo la puerta mientras el vehículo terminaba de detenerse.
Sconn echó un vistazo a la salida y luego a ella.
-¿Qué estás haciendo?
-Te dejo marchar. Esto no es asunto tuyo. Me ayudaste a escapar. Y estoy agradecida por eso. Si hay algo que pueda hacer para compensar...
-Espera un momento.
-¿Qué?
-¡No voy a rajarme ahora! Tienes que llevar tu información a la Nueva República. -Pulsó el botón y cerró la puerta-. Y créeme, vas a necesitar toda la ayuda que puedas conseguir.
-Pero...
-Ante, en el Binario, te hice una promesa. Y yo siempre cumplo mis promesas.
-Eres una persona difícil de entender, Sienn Sconn.
-Te lo dije... único en mi especie -le sonrió y le guiñó un ojo-. Ahora, vámonos.

***

-¡Rápido! ¡Acelere esta cosa! ¡Es una orden! -El comandante Daraada golpeó la parte trasera de la silla del piloto y miró por el escudo visor. Los dos deslizadores de asalto iban en busca del vehículo robado, pero su presa llevaba una gran ventaja. No importaba. Él los atraparía-. ¿Dónde están ahora?
-Acaban de pasar la plaza Herak- -El copiloto se volvió para mirar al comandante-. Parece que se dirigen hacia el puerto espacial, señor.
-Sí, sí. Tratando llevar a término su fuga. ¡Pues bien, no lo voy a permitir! ¡Esa tarjeta de datos no saldrá de este planeta! -Levantó su comunicador-. Al habla el comandante Daraada. Pónganme con el Gobernador Imperial Vaerganth de inmediato. Es una emergencia.
Una voz cansada resonó por el comunicador.
-¿Qué pasa ahora, Daraada?
-¡La rebelde se dirige hacia el puerto espacial!
Una risa sarcástica resonó por el comunicador.
-¿Qué rebelde?
-La que tiene la tarjeta de datos que contiene los planos del proyecto Orrad. Debe desviar el Vengador inmediatamente.
-Imposible. Está comprometido con las fuerzas terroristas en el Frente Sur.
-¡Pero esto es de la máxima prioridad!
-¡Igual que esos malditos terroristas! ¡Y no voy a comprometer nuestro único Destructor Estelar en la búsqueda de una sola rebelde!
-Cazas TIE, entonces. Seguramente podría permitirse prescindir de unos pocos...
-Se encuentran en mitad de un combate aéreo que en este momento están perdiendo. No puedo ayudarle, Daraada. Tendrá que arreglárselas solo. ¡Para eso se le paga!
-¡Esto es un ultraje! La tarjeta de datos en poder de la rebelde es de gran importancia para el Imperio. ¡Informaré de esto de inmediato!
-¿A quién, al Emperador? ¿A todos los caudillos imperiales locos que tratan de asumir ese puesto? Por favor, Daraada. Ahórreme sus estúpidas amenazas.
-Bien -siseó Daraada-. Lo haré yo mismo. Daraada fuera. -Todavía furioso, el comandante cambió la frecuencia de su comunicador-. Al habla el comandante Daraada, dirigiéndose a la Autoridad del Puerto Estelar Ven-Kavi. Tengo un deslizador de asalto robado dirigiéndose hacia ustedes. Escuchen, y escuchen con atención. A bordo de ese vehículo se encuentran una espía de la Nueva República y su cómplice. Quiero que toda la seguridad disponible bloquee la entrada principal. Nada debe pasar. Y hasta que yo dé la orden, ninguna nave debe obtener autorización de salida o de aterrizaje bajo ninguna circunstancia. Mantengan todas las naves en un patrón de espera. ¿Está claro?
-Sí, señor -crepitó en respuesta el comunicador.
-Bien. Ahora pongámonos en marcha. -Daraada se volvió hacia su oficial de operaciones-. Ejecute el código de emergencia Delta. Operativo Especial 1312.
El oficial quedó en shock.
-¿El cazador de recompensas, señor?
-Hágalo.
El copiloto se dio la vuelta.
-No vamos a ser capaces de capturarlos antes de que lleguen al puerto espacial, señor.
-No necesitamos hacerlo, la seguridad del puesto estelar proporcionará la barrera delantera. Todo lo que necesitamos hacer es cerrar la retaguardia. -Daraada sonrió maliciosamente-. Y Graphyt hará el resto...

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