jueves, 4 de octubre de 2012

Un rayo de esperanza (y VI)


Tres personas entraron silenciosamente en el edificio a través de una sala de mantenimiento en lo más profundo del Cuartel General Imperial. La entrada secreta había estado allí mucho antes de la llegada de los imperiales a Garos IV, pero sólo unos pocos miembros de la resistencia sabían de su existencia.
Alex comprobó su bláster por enésima vez. Configurado para aturdir. Los dos hombres que la acompañaban revisaron sus propias armas, rifles bláster de la equitación estándar de los soldados de asalto que habían sido confiscados durante una redada anterior.
-¿Listos?
Uno de los hombres asintió con la cabeza y estaba a punto de pulsar el panel para abrir la puerta cuando Alex sintió un hormigueo que le subía por la columna vertebral.
-Esperad... -susurró a sus compañeros. Nadie se atrevió a respirar. Al principio no oyeron nada. Luego, el inconfundible eco de pisadas sonó por el pasillo al otro lado de la puerta. Al final del pasillo, los pasos se detuvieron, una puerta se abrió y luego se cerró. El pasillo quedó en silencio.
Los luchadores por la libertad avanzaron silenciosamente por el pasillo hacia el turboascensor. Su objetivo era el bloque de detención un nivel por encima, donde su compañero Scat estaba preso. A esas horas de la noche, habría dos guardias de servicio. Esperaban moverse rápidamente y sorprender a los imperiales antes de que tuvieran la oportunidad de pedir ayuda. Luego localizarían a Scat y saldrían del bloque de celdas. Toda la operación no debería durar mucho más de un minuto.
Por supuesto, las cosas no siempre salían según lo planeado... unas voces amortiguadas que se oían desde la última habitación cerca del turboascensor hicieron que Alex se detuviera. Levantó la mano, señalando a los otros dos hombres que pararan. Señaló la puerta.
-¿Cuántos? –vocalizó uno de sus compañeros, sin emitir ningún sonido. Alex levantó dos, luego tres dedos, encogiéndose de hombros. Ellos asintieron, moviéndose hacia el turboascensor, pero cautelosos ante esta amenaza a sus espaldas. Alex apretó el panel para llamar al turboascensor y se dio cuenta de que ya estaba en movimiento, dirigiéndose hacia ese nivel, el más bajo del cuartel general.
-Alguien viene -susurró.
Agazapados a uno y otro lado de las puertas del turboascensor, los tres luchadores por la libertad esperaron. La puerta se abrió y un hombre joven fue empujado al pasillo. Por el rabillo del ojo vio que las tres figuras enmascaradas vestidas de negro. Instintivamente, se tiró al suelo.
Frente a ellos, otra puerta se abrió y el teniente que se suponía que esa noche iba a interrogar a un prisionero se encontró frente a los miembros de la resistencia. Alex Se separó de la pared y disparó contra el soldado de asalto que había estado custodiando a Scat en el turboascensor. Sus amigos dispararon contra el teniente, que ni siquiera tuvo tiempo de sacar su arma. Se precipitaron hacia la habitación en la que habían oído las voces de unos momentos antes. Los disparos de bláster habían alertado a los otros oficiales imperiales que estaban dentro. Uno de ellos fue neutralizado, a mitad de camino de extraer su propio bláster, y el otro pulsó su comunicador para pedir ayuda.
En cuestión de segundos todo había terminado, siendo todos los imperiales aturdidos por los rifles bláster de sus enemigos. Una alarma sonaba mientras los cuatro combatientes por la libertad se dirigían por el pasillo hacia la sala de mantenimiento.
Para cuando la seguridad llegó, Alex y sus compañeros estaban completamente fuera de la vista. En la sala de mantenimiento, buscó a tientas la muesca en la parte posterior de una sección de estanterías y la apretó, revelando la entrada del pasadizo secreto por el que habían entrado.
Diez segundos más tarde, el grupo ya había salido a través del túnel y se encontraba a salvo.
Misión cumplida.

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