lunes, 22 de octubre de 2012

Susurros en la oscuridad (I)

Susurros en la oscuridad
Charlene Newcomb

Wink Tasion refunfuñó para sí mismo en voz baja. Sabía que los soldados exploradores a los que vigilaba estaban a punto de cambiar de frecuencia. Podía distinguirlo por el tono de sus voces, aunque no entendía más que una palabra de cada cinco, debido a la estática en el canal de comunicación.
Levantó la vista de su estación de trabajo cuando un movimiento en la sala llamó su atención. Saludó con la cabeza a Alex Winger cuando esta entró en el centro de operaciones de la resistencia. Ahora el día ya tiene un lucero brillante, pensó para sí mismo. Ella le apuntó con el dedo como si fuera un bláster. Él sonrió, sacudiendo la cabeza... era una broma entre ellos que se remontaba casi un año.
Alex había estado en dos de sus clases en la universidad. En aquel entonces, Wink la conocía como la hija del Gobernador Imperial de Garos IV, no como uno de los miembros más valiosos de la resistencia. Así pues, cuando ella entró con pasos danzarines en el centro de operaciones el primer día de trabajo de Wink, este casi le disparó. Gracias a la Fuerza, uno de sus camaradas le detuvo. ¡Y por suerte, Alex tenía un gran sentido del humor!
-Vi esa mueca en tu cara desde el otro lado de la habitación -le dijo medio en broma mientras se acercaba a mirar por encima de su hombro.
-Hoy la señal es pésima -dijo, entregándole un auricular de repuesto-. "Hey, Mika, ¿puedes escuchar esto? -exclamó al supervisor en otra estación de intercepción, a dos asientos de distancia.
Mika Kaebra sacó una visualización de los canales imperiales que estaban siendo monitorizados por los operadores, luego tecleó el canal de Wink para escucharlo. Como jefe de comunicaciones de esta estación de monitorización en Ariana, recorría las longitudes de onda imperiales en busca de cualquier tráfico de mensajes interesante. Y los operadores siempre podían contar con su ayuda cuando surgía algún problema.
Hoy tenía cinco operadores... típico para la primera parte del día. Dos de ellos estaban asignados a la tarea de monitorizar las comunicaciones de los soldados exploradores en el complejo del centro minero al sur de Ariana. Uno trabajaba en las comunicaciones entre el complejo y los cuarteles imperiales de la ciudad, y los otros dos llevaban el control del tráfico de mensajes hacia y desde el mundo exterior y otros puestos de avanzada en Garos IV.
Alex hizo una mueca cuando la estática rompió las ondas.
-No puedo oír nada... ¿Se han trasladado?
-Eso creo. -Wink dudó, tratando de escuchar cualquier señal de vida. ¡Allí estaba!- Alguien todavía está ahí... espera...
-Puedo oírle. –A duras penas, pensó Mika, mientras escuchaba por un oído y comenzaba a rastrear canales por el otro-. ¿Qué está diciendo?
Escucharon una voz lejana tratado de hablar sobre la estática.
-Es TK-21. Está pidiendo instrucciones -dijo Wink.
-¡Supongo que está teniendo tantas dificultades como nosotros para oír! –observó Mika-. Vamos, 21, ¿dónde está tu jefe? -le dijo al soldado explorador que estaba vigilando, sabiendo que el hombre no le habría escuchado aunque el canal estuviera libre de interferencias. Había que tener sentido del humor para permanecer sentado en esas estaciones de intercepción durante horas y horas, o de lo contrario podrías volverte loco.
-¿Quién está en el canal B-2? –preguntó otro operador.
-Podrían ser tus chicos, Wink. Compruébalo -le dijo Mika.
-B-2 –repitió Wink, mientras cambiaba los canales.
-TK-21 sigue pidiendo ayuda -le dijo Mika.
Wink escuchó la conversación durante unos segundos.
-Sí... son ellos. El jefe acaba de enviar a TK-16 para llamar a 21.
-Está bien –dijo Mika-: Voy a seguirles por aquí de momento.
Wink sonrió a Mika y le hizo un gesto con el pulgar hacia arriba. La señal en B-2 era mucho más clara. Esta unidad de soldados exploradores que estaban monitorizando era una nueva red que la resistencia había descubierto alrededor de una semana antes. Los soldados estaban literalmente montando el nuevo sistema de defensa del perímetro en el complejo del centro de minero donde los imperiales estaban excavando.

El Imperio estaba espabilando después de que la resistencia hubiera atacado a varios de los convoyes de suministro. Estaban colocando sensores en un radio de cinco kilómetros alrededor del centro minero, lo que incluía áreas en las que la resistencia tenía depósitos de armas ocultos. Eso significaba que la resistencia tendría más dificultades para observar la actividad cerca de las minas, por no hablar de la recuperación de sus propias armas.
Lo que antes había sido una pequeña guarnición de tropas imperiales, había crecido en los últimos meses a cerca de 500 oficiales solamente en Ariana. Además de todo el personal de apoyo y los exploradores y los soldados de asalto que los acompañaban, incluidos los asignados al centro minero. La resistencia nunca se había enfrentado a condiciones como ésas. Solía ser relativamente fácil robar equipos imperiales, acechar los suministros de alimentos y atacar los pocos puestos de avanzada que el Imperio había establecido. Pero todo eso había cambiado.
Enfrentados a crecientes dificultades, los luchadores por la libertad de Garos IV estaban decididos a continuar la lucha. Como uno de sus líderes les había dicho, sólo tenían que esculpir en el bloque de piedra una única imagen cada vez. Una victoria pequeña seguía siendo una victoria.
Alex dejó el auricular, dio unas palmaditas a Wink en la espalda y se dirigió al otro lado de la habitación para hablar con Magir Paca, uno de los líderes del movimiento de resistencia. Estaba estudiando la pantalla principal con el teniente Dair Haslip. Nadie estaba seguro de qué era más extraño: ver ahí abajo a alguien en uniforme de oficial Imperial, o trabajar con la hija del gobernador imperial.
-Paca. Dair –Alex saludó a los dos hombres.
-Hola, Alex -dijo Paca.
Ella señaló con la cabeza hacia la pantalla.
-¿Más malas noticias?
-El general Zakar ha solicitado otros 2.000 soldados -explicó Dair.
-¿Dos mil? –exclamó Alex.
-Bueno, no es inesperado -dijo Paca-. Con nuestro continuo acoso a sus exploradores, y dada la obvia importancia de las minas, supongo que Zakar quiere estar seguro de poder hacer la entrega cuando el siguiente Destructor Estelar regrese para una recogida.
-¿Todavía no hay información acerca de dónde están enviando los imperiales el mineral? -preguntó Alex.
-Ni una palabra. Estoy casi seguro de que ni siquiera el propio general Zakar lo sabe- dijo Dair, aunque apenas podía creerlo él mismo.
-El secreto parece ser una prioridad muy alta.
Paca gruñó.
-Es irónico, ¿no? Están aumentando los efectivos y añadiendo sensores, ¡y aún quieren mantener en silencio toda esta operación! Recordad mis palabras, amigos. La Nueva República se enterará de esto. Rastrearán esa base secreta –dijo Paca, esperando que su voz expresase más confianza de la que sentía. Como todos los demás, había oído los rumores acerca del empuje de la Nueva República hacia Coruscant. Si Coruscant caía, sería sólo cuestión de tiempo hasta que se extendieran hacia Garos IV.
Alex miró a la pantalla principal con una mirada lejana en sus ojos. Nunca había hablado a sus amigos acerca de las visiones. Visiones de aerodeslizadores avanzando hacia el complejo del centro minero. Visiones de una batalla en los cielos sobre Garos IV.
-La Fuerza está con nosotros -dijo. Su voz se volvió apenas un susurro-. Vendrán. Estoy segura de ello.
Los dos hombres miraron a Alex. Sólo su forma de decirlo les daba esperanza para el futuro. Pero aún así, en el fondo de sus mentes se preguntaban si la resistencia podría continuar operando contra el mejor equipado Imperio. ¿Podrían aguantar hasta que la Nueva República llegase para ayudar?
-¿Qué pasa con la construcción en las minas? -preguntó Alex cuando se dio cuenta de lo que estaban mirando.
-El último de los cuarteles estará listo para su ocupación en dos o tres semanas -les dijo Dair-. Pueden albergar fácilmente a 1.200 personas en el complejo.
-¿Y el bunker? –preguntó Paca.
-De los informes que he leído, la construcción está casi terminada. Está previsto que entre en funcionamiento dentro de una semana... si reciben la entrega de esas unidades de control de sistemas Anscot para los sensores.
-Cuando consigan activar esos sensores, el lugar será casi impenetrable -observó Alex.
Dair y Paca se miraron entre sí y luego a Alex. Los dos estaban sorprendidos por su comentario. Ella no era de los que se daban por vencidos.
Alex captó sus miradas.
-¡He dicho casi impenetrable!
-No te preocupes, Alex. ¡Apuesto a que encontrarás un punto débil! –dijo Dair, medio en broma.
Ella le sonrió, sacudiendo la cabeza.
-¿No has oído nada acerca de las unidades de control? -preguntó Paca a Dair.
-Probablemente lo mismo que Mika y sus operadores están escuchando. Sólo están tratando de averiguar cuando las cosas estarán listas para su envío desde Garan.
Paca asintió.
-Está bien, mantén los oídos bien abiertos.
-Paca -Mika lo llamó desde el otro lado de la habitación-. Tenemos un problema. Mira esto.
Paca, Dair y Alex miraron por encima del hombro de Mika mientras este transcribía, prácticamente palabra por palabra, la conversación que estaba espiando.
-¿Has conseguido fijar la localización? –preguntó Dair.
-Todavía no -dijo Mika, sin detenerse siquiera mientras sus dedos volaban sobre el teclado-. Jaytee, recoge el canal A –pidió a otro operador cuando dos de las voces se separaron de la red principal.
-Lo tengo -confirmó Jaytee.
-Maldita sea -maldijo en voz baja Paca mientras leía los mensajes entre TK-32 y su comandante de escuadrón.
-Tengo la ubicación -informó Mika.
-Ponla en el monitor principal –le dijo Paca, volviéndose a mirar cuando un pequeño punto rojo apareció en la pantalla. Alex meneó la cabeza. Los imperiales habían localizado uno de los escondites de armas de la resistencia en una cueva no muy lejos del centro minero.
Paca tecleó algo en su propia tableta de datos: una lista de lo que estaba almacenado en esa ubicación.
-Armas pequeñas –dijo-. ¡Gracias a la Fuerza que no han descubierto el lanzador de misiles Plex que tenemos escondido por ahí! -Un pequeño consuelo; la resistencia necesitaba todas y cada una de las armas que pudiera conseguir. Colocó un aviso para indicar a todos los equipos el descubrimiento de los imperiales y escribió una nota para que se discutiera acerca de cómo mover otras armas fuera de esa zona. Entonces se dio cuenta de que Jaytee estaba ocupado en su puesto de intercepción-. ¿Qué están haciendo tus chicos?
-Hablar de la seguridad en la mansión del gobernador.
Así que mi padre finalmente ha pedido guardias para la casa, pensó Alex. Voy a tener que ir a la universidad después de todo.
-Dair, ¿por qué no te unes al Gobernador y a mí a cenar esta noche? Podemos probar su dispositivo de seguridad. Tendremos que saber lo que está pasando alrededor de la mansión antes de intentar mover las armas de las cuevas.
-Buena idea, Alex -dijo Paca.
-Pasaré por tu oficina más tarde y entregaré una invitación formal -dijo Alex a Dair.
-Está bien.
-Tened cuidado -les dijo Paca.
Alex le dio una sonrisa fanfarrona.
-Hey, ¿alguna vez me has visto correr riesgos? -Hizo una pausa, y luego le señaló con el dedo-. ¡No contestes a eso!
Paca se rió, sacudiendo la cabeza.
-¿Podrás informarnos mañana sobre el dispositivo?
-Tengo clase a las 9:00. ¿Qué tal a las 10:30? –Soltó una risita, señalando a Jaytee que seguía escuchando a los dos soldados exploradores en la mansión-. ¡Apuesto a que Jaytee sabrá tanto como yo!
-De acuerdo. -Paca sonrió-. Mañana a las 10:30.
-Hecho -dijo, dirigiéndose al otro lado de la habitación hacia la puerta que conducía a los túneles.
Paca y Dair la vieron alejarse. Había algo muy especial acerca de Alex Winger. Ambos hombres compartían el mismo pensamiento cuando la puerta que daba al sistema de túneles se cerró tras ella. La Fuerza estará con nosotros.

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