jueves, 27 de septiembre de 2012

Espada de doble filo (y III)


PALACIO IMPERIAL, CORUSCANT, DOS DÍAS DESPUÉS

-¿Cómo está tu teniente? -preguntó el Emperador.
Vader estudió las filas de la Legión 501 desde la ventana que daba al patio de armas. Había un cierto consuelo en saber que para la mayoría de ellos -aquellos cuya vida entera era la del soldado y que no tenían ambiciones más allá de eso- la vida era un proceso sencillo de hacer su trabajo sin pensar en a quién podrían expulsar o asesinar o superar.
-Está mejorando, Maestro.
-La lealtad es una buena cualidad.
-He pedido a Arkanian Micro que produzca un batallón de clones de Lekauf. Creo que han demostrado su eficacia.
-Sí. -Palpatine se acercó junto a la ventana para estar al lado de Vader, como si sintiera curiosidad por lo que hubiera captado su atención-. Cancela los pedidos de clones de Cuis. Por el momento.
Ya lo hice.
-Así se hará, Maestro.
-Todavía estás preocupado. Puedo sentirlo.
Vader decidió arriesgarse a hacer la pregunta que estaba en su mente. Palpatine sabía que estaba allí de todos modos. La única cuestión era si Vader la formularía.
-Maestro, ¿la rebelión de Sheyvan estuvo diseñada para ponerme a prueba?
Palpatine volvió la cabeza bruscamente. La capucha ensombrecía sus ojos: Hubo un tiempo en que su cara había parecido amable a Vader.
-Si se trataba de una prueba, Lord Vader, fue para los clones, no para ti. Y si lo era, entonces el lote de Lekauf ha demostrado ser el más digno.
Así que esos eran sus motivo. Con un poco de manipulación mental para convertir el resentimiento de Sheyvan en odio. Y qué pobre recompensa para Lekauf.
Vader contuvo su ira simplemente para negar a su Maestro el sabor de la victoria.
-Una crisis real muestra de lo que está hecho un hombre.
-Por supuesto, no he descartado la posibilidad de encargar más clones de Cuis.
¿Con cuánta antelación planea sus jueguecitos? Ha esperado décadas para derrotar a los Jedi. Ha utilizado billones de vidas para lograrlo. ¿Voy a ser capaz de pensar suficientes pasos por delante de usted?
-Tengo la sensación de que los Jedi Oscuros no son adecuados para el Ejército Imperial.
-Con el comandante adecuado lo serían.
-¿Y quién los entrenaría?
-Tú, Lord Vader.
-Prefiero los soldados comunes. Ellos no codician el poder. Pasaría todo el tiempo vigilando mi espalda.
-Desde luego que sí -dijo Palpatine.
Había sido un juego al principio, uno molesto, pero simplemente un combate verbal; el Emperador ni le mentía ni le decía la verdad. Ahora había dejado de ser un reto, y Vader deseaba una relación más simple. Había una línea muy fina entre fortalecer a un hombre a través del desafío constante y convertirlo en un enemigo.
-Tal vez la solución para evitar tener que vigilar tu espalda es hacer que tu enemigo vigile la suya -dijo Vader.
Algún día iré a por usted.
-O tener a otros que te la vigilen por ti -dijo Palpatine y se volvió dejar a su aprendiz solo en la antesala.
Vader sabía ahora que no había usuarios de la Fuerza, oscuros o no, en los que pudiera confiar por completo, y confiaba en su propio Maestro menos que en nadie. Vader no tenía lealtades más allá de sí mismo -a excepción de su interés en el bienestar de la gente como Lekauf, hombres sin dones o poderes extraordinarios de ningún tipo.
A menos que, por supuesto, uno cuente la simple honestidad como un don.
En ese momento, pensó que podía equipararse a cualquier poder de la Fuerza. Sí, Vader prefería hombres ordinarios que sobresalieran por su esfuerzo. La parte de él que era Anakin Skywalker recordó las pocas cosas que había luchado por lograr -el amor, la emoción, la libertad- y pensó cuánto más le habían entusiasmado que sus prodigiosos y fáciles poderes.
Él mismo había sido un hombre, en otro tiempo. Pensando en Lekauf, se preguntó si alguna vez elegiría volver a serlo.

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