martes, 24 de julio de 2012

La Tribu Perdida de los Sith #8: Secretos (IV)

Capítulo Cuatro

No había tenido ningún visitante en casi dos mil años... y tampoco parecía que hubiera visto mucho tráfico cuando la gente aún vivía allí. A diferencia del lugar de descanso del Presagio sobre ellos, y la bóveda celeste por encima de todo, este nivel más bajo no era un santuario, ni era para mostrarlo. El estrecho pasillo a través de la oscuridad carecía de sujeciones para las barras de luz, y comparada con las adornadas puertas de los demás sitios, la entrada a la sala octogonal era absolutamente modesta.
Hilts y sus compañeros habían entrado en las catacumbas después de esquivar la confusión en la plaza. Los cables se habían roto, frustrando de manera temporal el plan Edell de hacer caer la torre sobre el Presagio... pero Hilts sabía que tarde o temprano encontrarían una forma de continuar. Él tenía que averiguar lo que Korsin había querido decir antes de eso.
Lo que era difícil en la oscuridad.
-Encuentra alguna barra de luz más -ordenó. Jaye asintió con la cabeza y corrió hacia fuera.
Entre los pocos que habían traído y la luz de su sable de luz y el de Iliana, habían sido capaces de reconocer la característica principal de la habitación. Un gran mapa de piedra tallada de Keshtah, su continente, dominaba uno de los muros; pequeños cristales Lignan habían sido insertados en el diseño para indicar los asentamientos. Era el equivalente planetario al mapa del cielo de arriba. Una pared tenía la puerta de entrada, las otras seis solamente tenían grandes losas de pizarra en blanco, del mismo tamaño que el mapa de Keshtah.
-No me gusta estar aquí -dijo Iliana, agarrando su sable de luz con fuerza-. Esto es un callejón sin salida, como una vía muerta.
-“Muerta” es correcto -dijo Hilts, mirando hacia arriba-. Yaru Korsin murió aquí. Puedo sentirlo.
Los ojos de Iliana se estrecharon por un momento.
-Yo también lo siento –dijo-. Es una sensación agradable.
Hilts no le hizo caso, de rodillas en el centro de la habitación y acercando su sable de luz al suelo.
-Surcos -dijo, tanteando la superficie de la piedra-. Cuatro de ellos. Aquí es donde se guardaba la silla de Yaru Korsin por la noche. -Miró hacia el mapa de la pared-. Y eso es lo que miraba.
-¿Por qué no dejar la silla de Korsin aquí después de su muerte?
-Tal vez Nida quisiera que cualquiera que entrase en el futuro pensara que Yaru pasaba todo el tiempo contemplando el cosmos... y su regreso.
Iliana se burló.
-Entonces tal vez debería haber abierto algunas ventanas en la sala donde guardaban la nave.
Hilts se puso de pie y caminó hacia el mapa. Sí, tenía sentido. Esto no era un lugar de lujo: era un lugar de trabajo, donde Korsin diseñaba el gobierno de la Tribu sobre su nuevo mundo. Seguramente sólo habría traído aquí a sus ayudantes keshiri de confianza, a trabajar en el mapa. Mirando hacia atrás, se esforzó para ver las demás paredes a través de la oscuridad. Gigantescas pizarras negras, clavadas a las paredes por estacas de metal que debían provenir del Presagio. Hilts podía imaginar a Korsin trabajando aquí, trazando con tiza sus planes para la Tribu. Si la silla del capitán siempre estaba mirando hacia el mapa -y no podía imaginar otra cosa-, entonces no había nada en absoluto "detrás del trono". Sólo paneles de piedra en blanco.
Desactivó su sable de luz y se quedó mirando la oscuridad.
¿Qué quería decir Korsin?
Con un pensamiento viniéndole a la mente, Hilts se alejó un paso del mapa...
...sólo para ver una figura que entraba agitándose, casi volando, a la sala, lanzada desde el pasillo por un enorme empujón de la Fuerza.
-¡Jaye! -gritó Hilts cuando el keshiri aterrizó pocos metros antes de la pared del fondo. El anciano corrió junto a su ayudante y le dio la vuelta... sólo para ver las heridas grabadas a fuego en el pecho desnudo del secretario.
La obra de un sable de luz. O de varios.
-Lo siento, Cuidador -dijo Jaye, tosiendo mientras la vida se le escapaba-. Traté... de encontrar... alguna barra de luz más...
Aturdido, Hilts miró a un lado, donde Iliana ya había asumido una postura defensiva. Una tras otra, las figuras que habían visto fuera del Presagio irrumpieron en la sala, con los sables de luz en la mano.
-Vaya, vaya -dijo Korsin Bentado, arrastrando la voz con desagradable deleite-. ¡Así que es aquí donde la Hermana jefe se había escabullido! -Levantó el mutilado brazo izquierdo-. ¡Te estaba buscando!
-Tú no eres el único -ladró Neera, junto con Edell y varios de sus compañeros de Destino Dorado, que bloqueaban cualquier escapatoria-. Muy poca amenaza... ¡es hora de acabar contigo!
-Dejémosla en la torre y observemos cómo cae –dijo Bentado.
-No -dijo otro, señalando una desfiguración que, sin duda, había sido causada por Iliana-. ¡Encadenémosla al lugar donde caerá el martillo!
-¡Olvidaos de eso! -gritó Iliana, a punto de moverse-. ¡Terminemos con esto ahora!
-¡Quietos!
El grito del portero resonó en la sala, atrayendo sobre él por primera vez la atención de los recién llegados. Acunando a su ayudante muerto en sus brazos, gritó de nuevo.
-¿Quién de vosotros ha hecho esto?
-¿Y qué más da? -Los dientes de Bentado brillaban a la luz que emitía el brillante armamento-. Era un keshiri. Su presencia profana este lugar.
-¿Qué? –Dejando a Jaye en el suelo, Hilts plantó firmemente sus pies en el suelo, sintiendo una ira que no había sentido desde su juventud-. Los keshiri ayudaron a construir este lugar. ¿Y profanar? ¡Sois vosotros los que tratáis de destruir el Templo, y al Presagio con él!
-Toda la vida es profana -dijo Neera. Se había añadido algunas cicatrices nuevas desde la última vez que la vio-. Ya has visto nuestros amos alienígenas. Ya sabes lo desagradable que puede ser la vida.
Hilts dio un paso hacia el grupo, sólo para ver a Edell dar un paso al frente de todos.
-Sé cómo te sientes acerca de este lugar, Cuidador. Pero nos ha salido el tiro por la culata... a todos nosotros. Todo lo que alguna vez nos dijeron acerca de la Tribu es mentira. Se acabó. No tiene sentido aferrarse a lugares como éste. Es sólo otra cuenta que hay que ajustar. Hay que eliminarlo... y luego eliminarnos unos a otros.
-Esto no es el fin -gritó Hilts-. ¡Esto no es el fin!
-No -dijo Edell, con un escalofrío en su voz-. El fin ya ocurrió. Sólo que aún no lo sabemos.
Los guerreros se lanzaron hacia el centro de la habitación, apartando a Hilts mientras trataban de enfrentarse a Iliana, la más peligrosa de sus presas.
Cayendo hacia atrás, Hilts volvió a ver las placas vacías de las paredes, suspendidas en sus picos de metal. Por alguna extraña razón, en ese momento se encontró pensando la idea que había tenido poco antes de que arrojasen a Jaye a la sala: ¿Por qué malgastar el precioso metal colgando pizarras?
¡De repente, lo supo!
Con un tremendo esfuerzo, Hilts tiró con la Fuerza de las barras de metal, arrancándolas de las paredes. En los seis lados de la sala, los paneles de piedra maciza se soltaron, cayendo hacia adelante y golpeando contra el suelo. Hilts tiró de Iliana, retirándola del camino de uno de los monolitos al caer.
¡Thoom! ¡Thoom! ¡Thoom! ¡Thoom! ¡Thoom!
¡Doom!1
Viendo que los demás guerreros se estaban recuperando de la sorpresa y el impacto, Hilts se puso rápidamente en pie y cogió una barra de luz. Volviéndose hacia los muros frente a la pared del mapa, vio lo que esperaba ver...
...¡el resto del mundo!
Edell Vrai miró a la pared más cercana a él.
-¿Qué... qué es esto?
-Es un mapa de Kesh -dijo Hilts, acercando su luz a la imagen de la pared del fondo. Los paneles que habían aparecido junto al mapa de Keshtah estaban en blanco, pero los cuatro paneles al otro lado de la sala representaban un enorme continente, que hacía que el lugar que conocían fuera pequeño en comparación-. Es un mapa del otro extremo de Kesh. ¡Es el resto del mundo!
Iliana se quedó boquiabierta.
-¡Pero no hay nada más allá de los océanos! ¡Lo exploraron todo después de que llegase el Presagio!
-Ellos sólo conocían lo que podían ver, a lomos de los uvak... y en lugares donde los uvak podían llegar -dijo Hilts, recorriendo con entusiasmo el mapa con sus dedos. Allí también había cristales que representaban ciudades, muchas más que en el mapa familiar al otro lado de la sala, y había caracteres Tapani grabados cerca-. Esto era lo que estaba detrás del trono -dijo, volviéndose hacia los demás-. ¡Esto es lo que Korsin quería decir!
A medida que el Cuidador recorría la pared, los guerreros se dispersaron por el cuarto, usando ahora sus sables de luz para iluminarse en lugar de para defenderse.
-¿Qué está escrito aquí? –preguntó Edell, frustrado-. Hay mucho texto en este lugar.
-Un momento -dijo Hilts, dirigiéndose a esa sección. Había sido grabado con una aguja de diamante... un artefacto que recordaba haber estudiado con asombro cuando era conservador en el palacio de Tahv, años atrás-. ¡Esto está escrito de puño y letra del propio Korsin!
La habitación quedó en silencio mientras estudiaba el texto. Ahí había algunas palabras nuevas, que dedujo que eran para referirse a Kesh y los keshiri, términos que no eran conocidos en el dialecto Tapani. Korsin era, evidentemente, un artesano de la palabra, igual que con todo lo demás. Vacilante, recitó, de la mejor manera que pudo...

“Nida, conocerás este lenguaje por los estudios que te he asignado... pero no reconocerás este mapa. Nadie lo conoce. Se basa en los últimos datos registrados por las cámaras del Presagio durante el descenso a través del lado oscuro de Kesh. Cuando descubrí una cámara con una pantalla que funcionaba, escondí el dispositivo, transfiriendo durante años lo que vio al mapa de los paneles de aquí hasta que finalmente se quedó sin energía.
"Nuestro pueblo y los keshiri pensaban que este continente era todo lo que había, solitario en un mar gigantesco. Tomar el control del continente de Keshtah dio a nuestro pueblo un propósito. Pero sólo hemos estado en Keshtah Menor. Este mapa muestra Keshtah Mayor: ¡una masa que empequeñece la nuestra, mucho más allá del alcance del vuelo de cualquier uvak! ¡Y con mucha más gente!
"Y sí, hay gente. Debe haberla. Los cristales representan las luces -¡luces!- vistas en el lado oscuro del planeta. Hay ciudades allí, otra civilización entera. Keshiri, probablemente, pero tal vez más avanzada... y que posiblemente no tema a los Celestiales. Podrían añadirse a nuestro poder... o podrían ser nuestros enemigos.
"Durante años, he dibujado en secreto el mapa sobre la base de lo que pude descifrar antes de que las imágenes se desvanecieran. Es realmente otro mundo. Ahora he hecho todo lo que he podido, y mis keshiri de confianza están sellando los paneles del mapa antes de nuestro traslado a Tahv.
"Pero puede que un día tú -o tu descendencia- necesites una causa que una a nuestro pueblo. El conocimiento que dejo aquí es auténtico poder. La envidia ha llevado a los Sith a grandes logros. Ahora hay algo nuevo que codiciar... algo que puede estar al alcance de los que sean dirigidos adecuadamente...

La sala permaneció en silencio después de haber dejado de leer. Hilts miró las palabras una vez más -y al gran mapa nuevo, rodeando al texto- y exhaló. Torpemente, sintió un bulto en el bolsillo del chaleco y extrajo el tubo de vidrio.
-Umm... También tengo una carta de su madre.
De pie apaciblemente junto a Iliana ante el nuevo mapa, Bentado volvió a mirar a Hilts.
-Tiene más de esa misma escritura en todas partes. ¿Hay guías para ese lenguaje?
-Las había -dijo Hilts-, -hasta que vosotros destruisteis mis archivos. –Arrastró los pies por el suelo-. Ahora yo soy el único que lo conoce.
Escuchando sus propias palabras, se enderezó. ¡Ahora yo soy el único que lo conoce!
-Esto es... inimaginable -dijo Iliana-. ¿Por qué Korsin no se lo dijo a nadie?
-Él ya tenía un continente que conquistar -dijo Hilts-. Y su disputa con Seelah y Jariad era demasiado personal... ellos no se habrían dejado persuadir por esto. –Miró a los rivales reunidos-. Pero esto persuadirá a nuestro pueblo ahora. Si necesitas que los Sith actúen al unísono... ofréceles un enemigo.
Aprovechándose de la paz, Hilts desenrolló la misiva de Takara Korsin. Leyó acerca del destino de los humanos Tapani, que se habían extraviado en el territorio de los Sith y habían sido esclavizados... y leyó acerca de su futuro, gobernando algún lugar por su cuenta. Y luego otro lugar. Y otro. “Si guías bien a nuestro pueblo, siempre tendrán una misión."
Edell parecía deslumbrado.
-¿Cómo llegaremos allí?
Todos en la sala conocían el problema. Los keshiri no eran una cultura naval. Las maderas locales eran demasiado densas para flotar o demasiado débiles como para soportar cualquier peso.
-Va a ser la misión más grande que nuestra sociedad haya emprendido jamás -dijo Hilts-. Nunca seremos capaces de lograrlo si actuamos como hasta ahora. Vamos a necesitar a todo el mundo. –Hizo un gesto con la cabeza hacia la deformada Neera-. A todo el mundo. Se requerirá orden, y disciplina. -Hizo una pausa-. Como en los días de la antigüedad.
De repente Edell apagó su sable de luz.
-Modelaremos de nuevo la sociedad a la antigua usanza. -Dio un paso hacia Hilts y se arrodilló-. Tú eres el Cuidador. Sólo tú conoces la antigua lengua... y conoces las antiguas usanzas mejor que nadie. Tú guiarás bien a nuestro pueblo.
Hilts miró con asombro al joven arrodillado ante él. Los camaradas de Edell miembros de Destino Dorado se inclinaron también. A un lado, Korsin Bentado hizo una pausa... y, finalmente, asintió, agachando su cabeza calva mientras se ponía de rodillas.
-Has redimido nuestra fe en Korsin.
Incluso Neera se arrodilló.
-Cuando no existía camino, has encontrado uno lo suficientemente amplio para todos. Solo tú tienes mi confianza.
Pronto sólo Iliana quedó de pie, mirando embobada por el asombro al ver a todos sus agresores reunidos, todos arrodillados ante el estupefacto conservador del museo.
-¡Aclamemos todos a Varner Hilts: el nuevo Gran Señor!

1 En inglés, tanto thoom como doom se pronuncian de forma muy parecida, y pueden funcionar como onomatopeyas de las losas de pizarra al caer, equivalentes a "Bum" o "Pum" en castellano. Sin embargo, aquí se hace además un juego de palabras, ya que doom significa además fatalidad, destino, etc... Ante la imposibilidad de encontrar un juego equivalente en castellano, he optado por dejar las palabras onomatopéyicas originales. (N. del T.)

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